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Episodio 5

El inicio.


Una alarma se dispara en las instalaciones y las luces del cuarto de vigilancia de tornan rojas.

Siento el pinchazo de adrenalina mientras reviso las cámaras pensando que vendrán por nosotros en primera instancia, pero en uno de los monitores veo lo que está grabando el evento de conmemoración.

Hay un disturbio.

Las personas están protestando, hay discusiones y los guardias del recinto están tratando de poner a los civiles en orden, Mocka y yo compartimos una mirada porque sabemos que no tardará en venir alguien.

Conecto el oendrive a la PC descargando todos los archivos en el mismo mientras él saca una carpeta del archivero y me la tiende, lo veo extrañada al leer mi nombre en el archivo seguido de la palabra "Clasificado". Mocka busca la cámara del callejón que sigue tapada con el chicle, borra el vídeo de las últimas horas y lo reemplaza por uno de los vídeos que guardó en el pendrive antes de venir, hace lo mismo con la cámara que nos está grabando ahora mismo, reemplazando el clip por otro video y se toma unos minutos más haciendo otros cambios.

—Vámonos, no usaremos el carrito van a sospechar si me ven caminando con esa cosa en un estado de emergencia.

Dice cuando justo el pendrive termina de pasar los archivos.

—No tenemos cómo salir cuando pongamos un pie afuera las cámaras del pasillo van a grabarnos —advierto.

—Las configuré para que pasen la grabación durante los próximos 10 minutos, tienes hasta entonces para mezclarte con la multitud de allá afuera.

Salimos a paso apresurado, con él llevando el carrito de envíos a su lado mientras miramos el inicio y el final del pasillo para asegurarnos de que nadie no vea, Mocka deja el carrito en una esquina al azar para tomarme del codo y apresurar mi paso.

—Pero el plan era salir por el callejón, ¿no es más fácil seguir el plan?

—No, estamos en un estado de alarma todas las salidas fuera de la principal están clausuradas. —Chasquea la lengua— Qué problemático.

Las paredes del ministerio son blancas y el suelo de porcelana negra con cuadros conmemorativos decorando las paredes ocasionalmente, aunque es difícil orientarse aquí hemos cruzados tantos pasillos, esquinas y puertas que realmente no sé dónde estoy y todo se ve igual.

—¿Por qué tiene una estructura tan complicada? Las personas podrían perderse aquí adentro —comento con el sudor bajando por mi columna.

—Porque es lo que quieren, hace que el personal no se mezcle, que no una todas las piezas de la poca información que saben y que no se metan dónde no deben meterse. —responde sin despegar la vista del camino— Solo los mensajeros conocemos el lugar de memoria y nos rotan para evitar que establezcamos alguna conexión con cualquiera.

—Eso es muy raro.

—No si hay tanto qué ocultar. —objeta deteniéndose frente a un conducto de ventilación— Hasta aquí voy contigo.

—¿Qué? —Me sorprendo mientras lo veo agacharse para abrir la rejilla del conducto— ¿a qué te refieres?

—Tienes que seguir sola, —explica revisando el interior oscuro y lleno de telarañas— si no me reporto en los próximos 5 minutos por el estado de alarma pareceré sospechoso, tengo que dejarte o llamaré la atención hacia nosotros y te pondré en peligro.

—Pero no quiero, yo sola no puedo hacerlo quiero estar contigo —contradigo nerviosa.

Mocka me mira suvizándose un segundo antes ponerse de pie y tomar mi cara entre sus manos.

—Tienes que hacer esto sola, te advertí que sería peligroso. —Me tiende un papel arrugado con una linterna de bolsillo— sigue el mapa, te llevará hasta la sala ceremonial estará en suficiente caos como para que salgas sin que nadie note tu presencia pero aún así evita las miradas.

—¿Y si me pierdo?

—No lo harás. Vete ahora, mantén la cabeza gacha y aléjate cuanto puedas, no regreses al callejón, —Me ve con esos ojos color menta mientras deposita un pequeño montón de billetes en el bolsillo de mi chaqueta— toma un taxi dile que te deje en el café Saint Mounserrat, espérame allí hasta que te vaya a buscar, no te muevas, pide algo para no levantar sospechas y no dejes que te detallen demasiado la cara.

El corazón me golpetea contra las costillas y el miedo de ser atrapada me reseca la boca, veo sus ojos poblados de pestañas una última vez mientras seco mis manos sudorosas de mi falda ejecutiva, me lamo los labios antes de agacharme e internarme en el ducto oscuro.

Con eso cierra el conducto detrás de mí y se da media vuelta dejándome sola en el sistema de ventilación.

Avanzo arrastrándome por todo el trayecto, alumbrando mi camino solo con la pequeña lucecita de la linterna que parece un lapicero, veo el papel arrugado con el dibujo garabateado del mapa cada tanto cuidadosa de no perderme.

Con la ansiedad mordiéndome los tobillos y la angustia halándome de las muñecas trazo mi camino, a los pocos minutos estoy sudando por el esfuerzo, no sé dónde estoy exactamente pero tengo la esperanza de que el mapa no esté equivocado o de haberme confundido de dirección antes.

—¿Quién es ese tipo?

Una voz gruesa y profunda me sobresalta disparando mi alteración, se escuchó como si estuviera acá adentro conmigo pero sé que es imposible, suena amortiguada debe estar afuera del sistema de ventilación en alguna parte.

—Es un conocido analista y criminalista que conduce el programa que le hablé hace dos días señor —responde otra voz.

Mi cabeza se centra en la conversación sin quererlo si quiera pero parece una conversación importante, la voz profunda responde nuevamente y es como si fuera un detonante en mí.

—Déjalo fuera entonces, que no cause más problemas.

Un golpe en la sien me saca el aire de las costillas, cierro los ojos apenas pudiendo respirar o concentrarme en algo, tengo frío, me tiemblan las manos, no puedo respirar.

Mátalo, no lo dejes escapar.

Es como si una voz martilleara en mi cabeza, siento que me asfixio mientras mi visión se va tornando negra y pierdo fuerzas, tengo mucho miedo, no entiendo nada y mi cuerpo parece estar teniendo una crisis de pánico por escuchar la voz de ese sujeto. Solo puedo escuchar la misma frase repitiéndose una y otra vez en mi cerebro.

Detente, me están volviendo loca.

Un pequeño flash viene a mi cabeza de mí misma, teniendo una crisis como esta antes con las manos raspando concreto antes de desmayarme, antes de darme cuenta vuelvo en mí repitiendo las palabras inconscientemente que en un pasado me ayudaron.

Te frenarás, te atarás, te frenarás, te atarás. No lo dejes salir.

Y así una y otra vez me digo lo mismo, cada vez que lo repito en mi cabeza se vuelve más fácil respirar, como si cada sílaba me devolviera el control sobre mi articulaciones, el sudor no para por lo reducido del lugar pero al menos dejo de sentir tanto frío.

Minutos después estoy muy desconcertada.

No entiendo qué fue eso, nunca imaginé que yo tuviera esos episodios recurrentemente.

Tardo quizás algunos minutos pero trato de seguir mi camino afuera de este infierno, a medida que avanzo el sonido estridente de la alarma se une al de la gente peleando, pero hay tanto el alboroto que no logro discernir palabra alguna, cruzo la última esquina dentro del sistema de ventilación que finalmente me lleva a la sala ceremonial que está tan enorme e imponente como me lo pareció hace horas.

El nivel de caos me deja anonadada aunque ya había visto la situación en las cámaras, la seguridad trata de calmar un revuelo que hay entre la audiencia mientras muchos tratan de salir entre empujones, los directivos e invitados importantes están siendo reguardados tras una hilera de efectivos con las sirenas de alarma llenando el ambiente.

Aprovecho el descontrol para salir por la rejilla, soy consciente de que probablemente mi traje está hecho un desastre aunque tengo la esperanza de que nadie lo note mientras pelean por salir de aquí. Las manos me tiemblan mientras trato de cruzar la muchedumbre, intento salir ilesa sin pensar en el miedo que siento de que se me caiga la peluca y ser descubierta, entonces siento que ese hombre que escuché de antes sí haría mucho más que dejarme afuera de la sala ceremonial.

No entiendo por qué sentí ese descontrol anormal, fue como si las paredes se cerraran hasta aplastarme y volverme muy chiquita. Tal vez es una pista de algo que debo evitar o al alguien, más específicamente.

Lucho contra codazos, empujones y hombres de seguridad que separan a las personas y golpean a otros que se han volteado a defenderse de la autoridad, ahora hay tres bandos, los guardias, los que se oponen a ellos y las víctimas que intentan huir.

Con suerte termino saliendo por las grandes puertas de caoba de la entrada cuando una descarga de balas resuena alterando aún más a las personas, ahora todos corremos por nuestras vidas y yo no paro ni siquiera cuando estoy en la acera o cuando ya he avanzado unas tres cuadras.

No lo hago hasta que mis piernas tiemblan y mi pecho no puede procesar el oxígeno correctamente, me alejo tanto como puedo justo como dijo Mocka.

Pido un taxi pero no me siento a salvo hasta que estoy en el café Saint Mounserrat, está ubicado al otro lado de la ciudad y tiene una decoración bastante peculiar pero resulta acogedor a pesar de su fachada de ladrillo rojo con puerta verde esmeralda y de estar ubicado bajo un puente.

El lugar me recibe con cálidas luces amarillas posteriormente de pagarle al taxista, tiene un corredor recto cercado por pilas de libros desde el suelo hasta el techo, al final hay una barra donde solo hay una trabajadora con su laptop y el menú escrito sobre su cabeza con tiza en pizzas negras, con distintos dulces en el mostrador junto a un listado cafés. El resto del lugar está lleno de estantes de libros que separan las mesas entre sí armando cubículos aislados que dan un aire de privacidad al consumidor, no hay mucho ruido en el lugar solo se oye el televisor que está en una esquina superior del recibidor.

Me adentro al pasillo a mi derecha construido con puramente estanterías llenas de toda clase de títulos, cada tanto se ven entradas a espacios con una mesa en el centro, hay unas pocas ocupadas por personas solitarias que degustan un café mientras leen algún libro.

Escojo el espacio al fondo que está junto a una ventana que me deja ver el otro lado del puente, estamos bajo una de las autopistas más grandes de la ciudad.

Ciudad Laika es una ciudad fría de cielos nublados con un predominante clima lluvioso, rascacielos de un sobrio color ébano y una población distante entre sí, personas que cumplen las reglas por temor más que por respeto al sistema. Aquí no encontrarás un hogar, es el lugar donde hallarás una ciudad inclemente en la que fallece el más débil.

No hay indigentes, no hay plantas creciendo dónde no deberían, no hay animales en la calle y definitivamente no hay caos, por eso mi caso es aún más importante porque alteró todo el sistema.

—Señorita.

Pego un respingo viendo la cara de la mesera amable que me ve.

—¿Sí?

—¿Puedo tomar su orden?

Ahora no tengo hambre pero Mocka me ordenó que pidiera algo de comer, así pero lo hago.

La chica no tarda en darme un chocolate caliente con una rebanada de pie de fresa, justo cuando la lluvia comienza a pintar mi ventana como única compañía mientras comienza a pasar la tarde.

Pasan unas 4 horas.

No hay señales de Mocka.

Solo 30 minutos después obtengo alguna noción de lo que está sucediendo afuera con el noticiero que llena de fondo el Saint Mounserrat.

"Un disturbio se desarrolló en horas de la tarde durante la conmemoración del Ministro Magnus por simpatizantes de la terrorista y asesina Arise..."

¿Qué?

¿Simpatizantes?

"El promotor del movimiento es el conocido doctor Arturt Marcovitz, presentador de un programa y difusor de la creencia que defiende a la homicida"

Tengo el impulso de salir a escuchar pero eso defitivamente va a volcar la atención sobre mí.

"Salió entre la multitud interrumpiendo el discurso del viceministro Kiliam Soprano, ocasionando opiniones encontradas entre la multitud que enloqueció dirigiendo un ataque de ira hacia su persona"

Me tapo la boca por la impresión de la noticia, siento que los sentidos se me entumecen a medida que las lágrimas colman mis ojos.

"Lamentablemente el doctor Marcovitz falleció hoy dos horas después a causa de la grave agresión del público hacia su persona"

Siento que no puedo respirar, alguien murió por mi culpa, murió por defenderme a mí porque las personas me odian. No estoy segura de si podría volver a tener una vida normal aunque descubriera mi pasado.

"Las autoridades tuvieron que hacer uso de armas de fuego para calmar a los agresores entre la multitud, 24 personas heridas y 7 muertos"

Lloro en silencio sentada sola en la mesa con el pensamiento de que soy un monstruo, no puedo creer que yo haya sido esa basura de persona que todos odian, la misma persona que hace morir a otros que la defienden.

Pasan 15 horas, 20 minutos o quizás 10 años, la verdad empiezo a percibir el tiempo de una forma extraña mientras estoy sollozando en una esquina cuando una mano envuelve la mía en un puño.

Me petrifico ante la idea de que alguien me haya descubierto, pero me relaja gratamente descubrir detrás de mí a Mocka, vestido con su traje bien planchado y su gran altura de oso.

—Tranquila, ya estoy yo aquí.

Me abraza y me aferro a él como a un salvavidas.

Me hace sentir cálida y segura.

Espera unos segundos antes de dirigirnos a la salida, dónde deja un puñado de billetes sin ver y nos vamos, subimos a su auto viejo para irnos a casa pero me sorprende que no sea la casa vieja de antes, sino la suya que tiene una salida secreta y una habitación en el sótano.

Entro por primera vez por la puerta principal estando consciente, la casa es de paredes color vinotinto con una línea blanca en los rodapiés, tiene una decoración minimalista en la que predomina el color negro. Noto que no hay retratos ni fotos familiares, es como si fuera una casa prestada son recuerdos impregnados en ella.

—Tendrás que dormir abajo de nuevo, con los revuelos no sabemos qué podría estar planeando el ministerio lo más seguro es que quieran erradicar a cualquier simpatizante de tu causa a como de lugar.

Mocka me guía por la cocina y abre un armario que da a las escaleras del sótano que consta de un solo pasillo con la puerta hacia mi habitación.

Entrar en este lugar por alguna razón es lo más cercano que puedo sentir como volver a casa, aunque mi mente siga en un frío blanco y la desesperación me muerda los tobillos con colmillos de incertidumbre.

—Gracias por ayudarme Mocka, —Me siento en la cama sin fuerzas para mirar otra cosa que no sea el suelo— pero creo que hasta hoy no me di cuenta del verdadero peligro en el que te pongo, entiendo que lo mejor sea que desaparezca de tu vida lo antes posible.

Hoy murieron 7 personas víctimas del odio hacia mí, lo último que quiero es que el único amigo que tengo en el mundo sufra la misma suerte.

—¿Eres tonta?, —Toma mi barbilla con firmeza haciendo ver su imponente figura tatuada desde abajo— eres probablemente la persona que más quiero, aunque no recuerdes nada tu esencia sigue ahí y te seguiré protegiendo de todos aunque eso me quite la vida.

Y eso debió hacerme sentir mejor pero muy por el contrario me hizo sentir horrible porque yo no podía sentir tanta devoción hacia él, por más que quiera, no puedo recordar nada respecto a Mocka y eso lo hace aún un extraño para mí.

—No deberías arriesgarte tanto por mí, ni siquiera puedo recordarte —musito mirando la frescura de sus ojos menta.

—Tonterías. —desestima con un movimiento de mano.

Suspiro recordando algo.

—¿Podemos ver el pendrive?

Mocka parece recién acordarse de ese detalle, asiente para traerme una laptop y conecta el pequeño artilugio que comienza a leer los archivos, mi corazón repica al ver mi foto en la vista previa de cada vídeo, ansioso por desenterrar algún recuerdo o resquicio del pasado que me apresa.

Mocka elige el primero y lo reproduce.

La grabación inicia.

Una imagen en primer plano cenital de la puerta de la sala de ceremonias es la primera, luego irrumpo yo en el espacio llena de sangre pero sorprendentemente ninguno de los guardias me detiene a pesar de mi extraño aspecto.

El clip termina sorprendente rápido.

Mocka selecciona otro que casualmente he visto en las noticias de mí caminando llena de sangre entre policías heridos en los pasillos del ministerio, lo que me extraña es que este vídeo tiene mucha mejor resolución que los que circulan públicamente.

Varios de los demás son solo retazos de mí pasando por lugares al frente de varios guardias sin que me detuvieran, por el contrario se apartan de mi camino como si fuese Moisés entre las olas.

Es extraño e incluso hilarante lo absurdo que es todo.

Entonces hallamos uno que conozco bien.

Es el más popular.

Me veo yo entre el tumulto de gente de la sala ceremonial, igual llena de sangre, alzo el brazo y el Ministro Magnus cae.

Pero a diferencia de los clips de baja calidad del noticiero, aquí se puede ver claramente que en mi mano no hay nada.

Está vacía.

Estoy haciendo un gesto de arma con la mano pero es como si quisiera avisar de algo.

Un argumento del doctor Marcovitz viene a mi cabeza.

—Mocka, ¿puedes traerme una regla?

Él me mira sin entender mucho pero no duda en traerme una, yo pauso el vídeo en el punto en que levanto el brazo y el ministro sigue vivo.

Justo en ese microsegundo.

Mocka me entrega la regla y al colocarla por toda la línea de mi brazo descubro que la trayectoria no coincide, está ligeramente en diagonal.

Sí, estoy apuntando hacia algo, pero no al ministro Magnus.

¿Entonces cómo murió?

Seguimos buscando, con la esperanza de obtener alguna otra pista, pero el resto son solo retazos de vídeos de mí caminando por pasillos o escaleras, hasta que llegamos al último clip, es de una de las cámaras que está en el área de los palcos más exclusivos.

Hay un señor vestido de negro.

El hombre saca un arma.

Apunta al ministro.

Y dispara.

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