Episodio 1
La Nada.
Blanco.
Vacío.
Confusión.
Eso es lo único que llena mi mente apenas despierto.
Abro mis ojos con el picor de la nariz complicándome la tarea de respirar, el cuello me molesta como si hubiese dormido en una mala posición y el abdomen me duele como el infierno. El increíble agotamiento que me recorre el cuerpo, solo consigue nublar más mi cabeza pero intento dejar a un lado el malestar para investigar el lugar que me rodea.
Negro. Un túnel oscuro hediondo de pescado, basura y quién sabrá qué otra cosa más, lleno de una asquerosa humedad en las paredes de ladrillo gris, el sonido del corretear de las ratas es mi único acompañante en este confuso momento. Trato de recordar cómo llegué aquí pero ni una memoria llega a mi cabeza, la única señal es un canal de agua sucia por el medio del túnel.
Más que asustarme por estar en este extraño lugar me siento preocupada por el alarmante espacio en blanco en mi mente, como una habitación vacía y olvidada, ¿qué sucede? ¿dónde estoy?
Nada.
No hay ni una sola pista.
Otra punzada de dolor me hace querer enrollarme en mí misma.
Trato de mantener la calma ante tal situación mentalizándome para hallar lo que sea que me saque allí adentro cuando siento algo mojado bajar por mi pierna, es cuando me percato de la profunda herida que me atraviesa el abdomen empapándolo todo de una oscura y espesa sangre.
Reconozco qué es eso, es una herida de gravedad y si no me equivoco debería ser atendida en un hospital, así que definitivamente no puedo quedarme acá. Sí duele, pero si no me muevo moriré aquí. Me emociona un poco darme cuenta de que mi cabeza no estaba del todo vacía, aún tengo algo de información útil en ella.
Quizás si salgo de acá pueda recordar algo más.
Me pongo una mano tratando de parar la hemorragia mas no hay mucho que yo pueda hacer solo presionando, busco dentro de mi cabeza intentando conseguir algún tipo de información que me ayudase a tratar con la herida, pero me temo que no obtengo nada más.
Opto definitivamente por hallar una salida antes de morir allí desangrada.
Levantarme es una tortura que me nubla la vista con luces parpadeantes, me toma algunas respiraciones poder dar un paso y luego avanzar. Transcurren algunas horas mientras estoy avanzando por el borde del canal de agua que despide un tremendo olor nauseabundo y arrastra toda clase de basura, doblo esquinas, camino y camino hasta que encuentro unas escaleras verticales. Trago saliva viendo el final de estas, arriba se ven unos puntos de luz que estaban en lo que parecía ser una tapa de hierro, ¿podré aguantar a subir hasta allá?, veo la herida que cada vez se pone peor con un rubor púrpura a su alrededor y mi inconsciente teme por una infección.
Lo quiera o no tendré que averiguarlo, necesito atención pronto.
Sin más que hacer subo las escaleras ancladas a la pared, ocasionalmente tengo que detenerme para descansar y apretar la herida con la esperanza de detener la hemorragia aunque incluso yo sé que es inevitable, que me siento muy cansada.
El tiempo que pasa hasta empujar la pesada tapa parece eterno, pero en seguida fuertes sonidos se abren paso en mis oídos antes de dejarme descansar, me provoca un intenso dolor en la cabeza la algarabía que está presente en aquella superficie. Consta de estrepitosos gritos, bocinas, charlas animadas y objetos ruidosos, parece una constante orquesta que no se cansa de desafinar.
Asomo la cabeza pero unas intensas luces de todos los colores me cegan brillando en la oscuridad de la noche, de pronto una bocina suena con un volumen ensordecedor haciéndome voltear hacia el sonido.
Oh por dios, ese hombre estuvo a punto de atropellarme. El chófer dentro del taxi suelta toda clase de improperios acusándome con el parachoques de su vehículo a solo centímetros de mi cabeza, todos los autos también comienzan a hacer sonar sus cornetas haciéndome sentir desorientada y aturdida.
Ayuda, necesito a alguien.
Pero tengo miedo, en serio tanto miedo de ser vista y no entiendo por qué, así que subo de una vez por todas pero no pido ayuda de nadie solo empiezo a correr lejos de aquella anarquía.
Con la respiración agitada y el dolor en mi abdomen aumentando cruzo la calle hasta subir a la otra acera, me duele el cuerpo, la sangre no cesa de fluir fuera de mí y no puedo pensar con claridad. Solo sé que estoy aterrorizada. Me desplazo a pasos rápidos esquivando personas, tropezando con otras tantas pero siempre sin despegar las manos de mis oídos en un fiero intento por mitigar el dolor, un extraño mareo empieza a estar presente obligándome a detenerme en una esquina para recostar mi cuerpo en ella.
Diablos, ¿cómo demonios terminé así?¿qué está sucediendo? Creo que puedo morir en cualquier momento.
Cierro los ojos agachándome con las manos en el abdomen, ya no tengo fuerzas para más.
Entonces abro los ojos en un esfuerzo por mantenerme despierta y lo veo:
En la cafetería de enfrente están transmitiendo el noticiero, allí muestran un vídeo grabado por las temblorosas manos de un aficionado. Aparece un imponente hombre con una sonrisa brillante siendo rodeado de centenares de personas todas dispuestas a llamar su atención, todos se impactan de repente cuando es disparado en el pecho por una persona que no es enfocada en la cinta de quién la grabó, pero seguidamente pasan a transmitir la imagen de una mujer de expresión amable.
Es castaña de cabellos largos hasta las costillas, tiene grandes ojos marrones e inocentes con forma de almendra, una espesa hilera de pestañas, piel pálida y un sutil salpicado de pecas.
Soy yo.
Me reconozco en aquella pantalla dándome cuenta de un escandaloso detalle. La misma noticia era transmitida en todas partes.
A donde quiera que mire estoy yo, en las televisiones de las tiendas, periódicos tirados en el piso, carteles colgados en los postes y las grandes pantallas que decoran los laterales de los edificios. Toda la ciudad es empapelada por completo por el desastroso suceso con mi cara en primera plana.
Logro escuchar un fragmento de audio de un televisor cercano: "La asesina falleció pocas horas después de lo sucedido con el ministro, era conocida como Arise..."
Arise... ¿Ese es mi nombre? ¿soy una asesina?, ¿cómo es que dicen que estoy muerta? ¿han tratado de matarme? ¿por eso no recuerdo nada?
Empiezo a hiperventilar, tengo demasiadas cosas pasando por mi cabeza y ninguna es buena, no me siento bien. Empiezo a toser sangre empapando aún más mi ropa, casi no puedo respirar, quiero llorar, quiero gritar, no sé qué hacer necesito ayuda.
Una mano me distrae del creciente pánico haciéndome subir la mirada.
—¿Arise eres tú?
Me conoce.
Está persona... sabe quién soy.
Lo miro a los ojos color turquesa claro y asiento con una vulnerabilidad latente.
—Tenemos que sacarte de aquí.
Trata de cargarme sin llamar mucho la atención pero en un momento un hombre voltea, detalla mi cara y es todo lo que necesita para que se desate el caos.
—¡Es la asesina!, —Se horroriza gritándole a las personas a mi alrededor— ¡la asesina del ministro! ¡está viva!
Y si antes me quedaban dudas ahora no lo puedo negar: Yo soy la homicida del Ministro de Cuidado y Protección al Menor.
—Mierda.
Maldice el hombre que me carga en su espalda, ya tengo la vista borrosa y el frío se enrosca en mis tobillos para llevarme con él al sueño de la inconsciencia.
—¡Llamen a la policía! —Escucho que insiste el hombre.
—Ya cállate estás equivocado, la asesina está muerta —responde el chico— ¿crees que el gobierno dejaría libre por ahí a la homicida sin estar seguros de su muerte?
Luego solo discuten un poco pero nadie parece darle atención al asunto, cierro los ojos escuchando el motor de un auto.
No sé nada más de mí, además de los quejidos de mi cuerpo por el anterior esfuerzo que descarga furiosas estocadas de dolor en todas partes durante los próximos 3 días.
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