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<<¿Mamá? ¿Papá? ¿Qué sucede? ¿Qué es esto? ¿Me están probando? Saben que yo solo quiero irme con ustedes. Esta sociedad de mierda me trata de loca. Yo no lo estoy ¿O si?>>

Esta persona que estaba en mi sillón en estos momentos respiraba agitadamente. No sabía que hacer. Había caído del cielo con un par de alas en su espalda que ahora ya no están. ¿Quién iría a creerme entonces de que este es un fenómeno sobrenatural?. Otra razón para que los vecinos me tratasen de loca.

Mi miedo más grande era que me excluyeran de la sociedad como poco a poco van haciendo. Esto es otro punto a favor de la muchedumbre que espera con ansias mi encarcelamiento por un delito que no cometí.

Dejé de pensar en los demás. Un hombre, si es que así lo puedo denominar, de madura edad estaba en mi casa. No lo conozco, no se nada sobre él. ¿¡Qué pasó por mi cabeza al querer meterlo al hogar!?. Por un momento, decidí llamar al hospital más cercano para que lo atendiesen. Algo dentro de mi impidió el marcar su número de teléfono.

Mi cabeza explotaba, ya eran casi las seis de la mañana. El sol no se asomaba, aún. Sabía que pronto lo haría. Vi mis prendas de ropa humedecidas por la lluvia. Fui a mi habitación a cambiarme y poner a lavar la vestimenta. Me coloqué el pijama y me dirigí hasta el sillón de la sala para dejar ropa interior, un pantalón y una camisa que encontré de mi padre para prestarle a este ¿señor?.

[...]

La alarma de mi teléfono sonó haciendo que me despierte un poco de mal humor. Cambié mi ropa. Até mi cabello y con pereza salí de la habitación.

Recordé a este ser viviente con el que me topé en la noche. Corrí hasta la sala, él estaba allí; aún dormido, pero podía verlo. Me acerqué lentamente hacia él, toqué su hombro destapado. Él hizo un gesto de desagrado, como si despertar fuera lo peor que a uno le pueda pasar. Repetí mi acción de tocarlo unas dos veces más y él al fin abrió los ojos. Sonrió unos segundos mientras miraba mi rostro. Sus ojos eran hermosos, dos luceros azules. Mostró sus dientes blanquecinos en señal de simpatía. Yo le correspondo con un gesto de confusión y mis mejillas sonrojadas.

-H-hola- Me alejo un poco del sillón mientras él se levanta sentándose -T-te traje una prendas para que te vistas- Le acerco la ropa. Miro hacia el suelo porque él estaba desnudo -Estabas herido cuando te encontré. ¿Te sientes bien?- Levanto un poco la vista.

Toma envión para levantarse del sillón y coloca en sus piernas el pantalón que le di. -Si, lo estoy, gracias-

Yo asiento sin ninguna expresión. La incomodidad a no saber preguntarle que clase de ser es me invade. Es que ¿Recordará que tenía alas?.

-Disculpa- Me saca de mis pensamientos.

-Ehhh ¿Si?- Miro hacia delante. Ya estaba vestido. Sus ojos celestes impregnaban una sensación de seducción. Era tan lindo.

-¿Puedo pasar al baño?-

-Claro- Le digo mientras le muestro en donde está ubicado este.

[...]

-Disculpa si te he molestado quedándome en tu casa. Honestamente no se como aparecí en la calle- Dice el castaño.

-No hay problema- Ella rasca su cabeza en señal de vergüenza.

-Te debo una...- Mira para los costados, como fijándose de que no haya nadie o nada sospechoso -Bueno, ¡nos vemos! Debo volver a mi...- Calla por unos segundos.

-¿Sucede algo?-

-No, no- Su mirada cambia tratando de parecer despreocupado.

Sale por la reja de entrada y se deja de ver.

«Ma gustaría cerrar los ojos y despertar junto a ustedes. Que mi cabeza explote. Que alguien o algo me saque de este infierno»

[...]


Bueno, al parecer este hombre no apareció más. No tengo la menor idea de quien era, ni de donde venía. Solo... se fue. Extraño por completo.

Ya ha pasado una semana de esa maldita noche. Mi corazón, ya roto, no aguanta un segundo más. Hasta mis propios compañeros de clase creen que estoy loca. ¿En quién puedo confiar? Mi único amigo intentó ayudar o eso es lo que creo y ahora no le dirijo ni una sola palabra.

_Gi, por favor. Escuchame_ Me repitió varias veces sin dejarme de seguir _No quise herirte. Creí que sería de tu agrado_

_Pues no lo fue_ Le contesté sin más _Daniel, no me hables. Estoy cansada y solo quiero entrar a clases_ Él solo se limitó a permitirme pasar.

El profesor llegó minutos después de que todos nos habíamos sentado. Se lo notaba serio, algo extraño de él. Siempre andaba con una sonrisa pegada en el rostro, al parecer ya se dio cuenta de que no todo es lindo en la vida.

_Tienen examen sorpresa a carpeta abierta_ Dijo después de habernos saludado. Todos nos quejamos ante la noticia.

_Hoy si que está de malas_ Susurró un alumno detrás mío.

_, al parecer se le olvidó la sonrisa en su casa_

_Ya, callense y comiencen a escribir..._ Fue dictando cada ejercicio.

Sí, definitivamente estaba de malas. Se las había agarrado conmigo. Porque apenas terminé mi examen, lo comenzó a corregir. Aún con su cara de malestar, la dejó a un lado y no me llamó para entregarmela. Mis nervios estaban a punto de explotar, creo que por un momento toda mi depresión había desaparecido, tampoco recordaba el haber estado peleada con Daniel.

_Gise, pasame la tres_ Dijo Emiliano mirando hacia arriba intentando que no notara el profesor que me hablaba.

_Pedísela a tu noviecita que me trató de loca_ Le contesté en un tono burlón.

_Eres rencorosa ¿Todavía sigues ofendida por eso?_

_Veo que tú no sabes mantener un recuerdo_

_Busso, Luna, se callan_

El sólo dio una risa tomando una posición firme en su asiento.

Luego de terminar la hora, yo me quedé en mi banco, esperando a que llegara el próximo profesor. Mientras, en los bancos de al fondo, se encontraban Daniel con su grupo de inadaptados.

Aún llevaba conmigo la carta de mi padre. La leía una y otra, y otra vez. ¿A que se refería con que no ganó el dinero con solo ser abogado?. Pues, seguro se refería a que era un estafador. Que mal, la única persona a la que le tenía admiración por su honestidad, ahora viene a ser uno de los seres que todos desprecian.

_Buenos días alumnos_ Llegó nuestra profesora de Historia.

Como siempre, llegó antes de que el timbre de fin de receso tocara. Con una pose exagerada se sentó lentamente sobre su banco dejando sobre la mesa su bolso. Sacó una carpeta color morado y comenzó a leer. Los pocos que eramos, no hicimos más que permanecer callados por las dudas de que ella también tuviera un mal día.

La puerta del aula sonó abriéndose en seguida mostrando al profesor que tuvimos hacía unos minutos.

_¿Qué necesita profesor?_ Musitó con una sonrisa nuestra maestra. Vaya, al parecer no estaba de malas.

_¿Podría venir, un segundo, Luna conmigo?_ Miró hacia mí. Seguro me fue mal en la evaluación y me va a reprochar todo lo que no me salió.

_Claro, vaya Gisel_ Apuntó la mayor.

Llegamos a la sala de profesores. Él cerró la puerta y, por alguna razón, le colocó llave. Eso mismo, ya me daba una sensación de miedo. A hablarme sobre la evaluación no era.

_Gisel Luna, descendiente de Sinope, tu alma debe ser enviada al purgatorio por la ofensa de tu padre_ Comenzó a resar este hombre _Para ello debes morir ¡Con una daga en el corazón!_ Sacó un cuchillo de su bolsillo trasero intentado clavarmelo, pero, alguien lo impidió.

Otra vez el hombre de predominantes rulos estaba a mi vista. Con una especie de cetro dorado. Esta vez sus alas habían vuelto a aparecer. Su cuerpo completo destellaba un increíble brillo. Aún llevaba la ropa que yo le había dado.

_¡Vete! ¡Sal de aquí!_ Dijo safando a mi profesor haciendo que cayera al suelo inconsciente.

_Pero..._

_¡Solo hazlo si quieres vivir! ¡Grita que tu profesor está muerto!_ Del cuerpo de mi maestro salió un tipo de bestia. Dio un grito y quiso abalanzarse a mi, pero este hombre lo impidió.

El cuerpo sin vida de mi profesor se encontraba aún en el suelo. Mis lágrimas caían, pero igual corrí destrabando la puerta hacia el pasillo.

_¡El profesor Sliakonis está muerto! ¡Está muerto!_ Gritaba y lloraba. Alumnos y profesores se acercaron a mi. Los mayores fueron hacia dentro del aula _N-no, no entren_ Dije entre sollozos, pero fue inaudible. Sabía que había dos ¿Personas? ¿Animales? ¿¡Qué carajos eran esos dos!?.

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