Capítulo 25
Le acarició la espalda un poco traspirada y lo besó con suavidad en los labios.
Hacer el amor con Estiben había sido maravilloso, ambos estaban desnudos, enredados entre sí, él seguía acariciándola y recorriéndola con su boca, ella aún se sentía mareada como en un sueño irreal, el peso del cuerpo de Estiben sobre ella, su olor, nada podía ser tan perfecto, ahora lo entendía todo, lo sencillo que era el amor, y cuanto lo complicábamos nosotros.
- Creo que deberíamos volver a la fiesta, no podemos ser tan descorteces - Marisa encontró sus ojos azules en aquella cama improvisada y desarreglada por su pasión y su amor.
- Siempre cortando la diversión - rieron contentos, repletos el uno del otro, Estiben le recorrió una de las piernas con la mano llegando hasta su vientre y más arriba haciéndola suspirar, le beso el cuello y los pechos y volvió a sus ojos - ¿ eres mi novia? - esa pregunta demasiado tierna invadió a Marisa de una amor alocado.
- Claro que sí - lo volteó y quedando sobre el comenzó a besarlo nuevamente mientras sus manos grandes y fuertes bajaban por su espalda delicada.
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- Paulo, como has crecido, eres todo un hombre - Walter, vio entrar al hombre de los ojos azules, iguales a los suyos, acompañado por una joven rubia - ella debe ser la nueva intrusa de esta familia - contuvo la respiración, le recordaba tanto a Amanda, la hija que había deseado siempre pero que no había sabido amar.
- Aquí el intruso eres tú, ¿ no estabas muerto? - Paulo habló muy serio mirándolo tanto a él como a Federico, reprochándoselo con la mirada.
- Él vino a finalizar su trabajo, a terminar de destruir esta familia, quiere asesinarlos a todos - Soledad caminó hasta Paulo quedándose a su lado, quería mostrase firme, pero ahora a su lado, se sentía más segura que antes - quiere la fortuna de los Shenjei.
- Tu fortuna, era la porción que te llevaste cuando te fuiste escondido por asesinar a los padres de Soledad - Soledad contuvo la respiración y la rabia en sus puños al escuchar la verdad - encubierto por tu padre, así que no sé ha que has venido, porque aquí, no hay nada para ti, ya ni Federico Shenjei tiene fortuna, la dividió y la paso a mi nombre y el de Estiben, y mi parte, ya la pase a nombre de mi hijo, aquí no hay nada para ti, te ordeno que salgas de mi casa - Paulo no tenía ni dudas ni miedos ante ese hombre, sabía lo que estaba en juego y todo lo que estaba defendiendo, a su familia, , o lo que pudiera rescatar de ella.
- ¡ Maldito! ¿ tú asesinaste a mis padres? - Soledad quiso aventarse sobre él a pesar del arma que traía, pero Paulo la detuvo conteniéndola con la fuerza de sus brazos, siempre se mostraba blando con ella, pero ahora no dudó en imponerse para evitar que la lastimaran o algo saliera mal.
- Tranquila ojos nocheros, tranquila - Walter escupía soberbia, Soledad cayó en una silla que había detrás de ellos envuelta en lágrimas - si sabes que me aprecias.
- ¡Basta! Deténgase -Maricruz estalló en un rincón caminando hacia Soledad, sintiéndose en la obligación de resguardarla de aquellas palabras.
- ¿Qué está pasando? - Federico exigía saber que ocurría.
- Debo decirlo - Maricruz miró a Soledad a los ojos como pidiéndole permiso cuando Paulo comenzaba a sentirse muy intranquilo y la mirada de Soledad le delató que algo espantoso sucedía, entonces se decidió a hablar- a los pocos días de que Paulo se marchara de la ciudad, Soledad vino una tarde a visitar a la señorita Amanda que ya estaba mal en esa época en cama, tuve que salir a hacer unas cosas, cuando volví sentí voces fuertes y ruidos aquí en la biblioteca, Don Federico no estaba había viajado con su esposa que aún estaba bien, cuando abrí la puerta encontré a ese hombre abusando de Soledad, la había golpeado y roto la ropa.
- ¿ Eso es cierto? - Paulo comenzaba a sentir demasiado odio, miró a Soledad esperando su confirmación, y ella asintió con la cabeza entre lágrimas, eso no podía perdonarlo, Soledad era su mujer, ella estaba embarazada en esa época, Joaquín ya estaba en su vientre, y ese hombre que llevaba su propia sangre acaba de matar el único hilo de perdón que tenía para él - ¿ Cómo te atreviste a hacer eso?- Paulo lo miró para ir hacia él y comenzar a golpearlo, ese era su plan inicial, no pensaba con claridad, pero Soledad se puso de pie y lo retuvo.
- Por favor Paulo no, no quiero que te lastime - Soledad lo abrazó hundiendo la cabeza en su pecho, recién ahora notaba cuanto lo había necesitado todos esos años, él era su salvavidas.
- Nieto, una mujer hermosa, abandonada, no tienes nada que reclamarme, se lo sugerí, y como se negó, tomé lo que deseaba, como lo he hecho toda mi vida, como tomé a la hija de los Mercantil para que fuera mía, y como provoqué ese accidente para que no intervinieran en nuestras vidas.
- ¡ Quiero que salgas de esta casa de inmediato, no estoy dispuesto a seguir protegiéndote! cuanto me equivoqué al hacerlo, ¡eres un monstruo! - Federico se tocaba el pecho, su corazón estaba muy fatigado al ver toda su vida derrumbada frente a sus ojos.
- Ya no soy un niño padre, no puedes darme ordenes - Walter bebió de un vaso de whisky que su padre tenía sobre el escritorio para él.
La puerta de la biblioteca se abrió, Estiben entró medio despeinado con la camisa un poco arrugada, y Estiben con la chaqueta de Estiben sobre los hombros, detrás de ellos entró Baldimir a punta de pistola.
- En la fiesta no sospechan nada, solo beben y ríen - comentó el sirviente- le traje lo que me pidió.
- Sí ya lo veo - Walter caminó hacia los jóvenes, Estiben casi no lo reconocía y no entendía lo que pasaba - sus perfumes están mezclados - los miró de una forma promiscua, principalmente a Marisa, cosa que Estiben no le gustó parándose frente de ella sin dudarlo.
- ¿ Qué ocurre aquí? - preguntó Estiben observando a todos a su alrededor.
- Mantengan la calma, ahora no es momento de explicarles - Soledad intentó calmarlos.
- No habrá oportunidad querida de explicarles nada, porque todo acabará esta noche - Walter, rio descaradamente.
- Ven conmigo, te daré todo el dinero que quieras, se donde tiene mi abuelo su caja fuerte en una cabaña cerca de aquí, llévame contigo y déjalos a ellos - le propuso Paulo sin temblarle el pulso.
- Bien, iré contigo, pero Bladimir se quedará aquí esperando que yo le avise que todo está bien, y si me tiendes una trampa, todos morirán - Walter salió tranquilo detrás de Paulo, antes de cerrar la puerta la hizo un guiño a Bladimir, así su súbito supo que debía matarlos a todos.
Todo quedó en completo silencio en la biblioteca, Marisa se sentó junto a su hermana casi temblando de los nervios mientras Estiben se acercaba a Sol para saber si estaba bien, desde que había entrado en la biblioteca había permanecido sin decir palabra, y había destapado el pasado.
- Debo cumplir con las órdenes que se me dieron - Bladimir apuntó a Marisa con el arma - primero las Mercantil.
- No, tendrás que dispararme primero - Estiben llamó la atención de ese hombre sin alma hacia él.
- No hay problema - Bladimir disparó, y la bala dio en el abdomen de Sol que se interpuso entre la muerte y Estiben.
- ¡No! - exclamaron todos, no podían creer lo que estaban viviendo.
Aprovechando la distracción, Federico movió su silla, sacó su revolver del cajón y le disparó tres veces a Bladimir, le dio un disparo en la espalda y cuando se giró para mirarlo, le dio dos disparos más en su brazo derecho sin dejar de mirarlo a los ojos, ese hombre era una bestia, como pudo y sangrando salió deprisa huyendo del lugar.
El ángel de Paulo desapareció cuando las voces alteradas de los invitados alcanzaron el lugar.
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- Bueno aquí estamos, fuera de la cabaña de mi padre, con toda esta bolsa de dinero, que bueno que mi padre te dio la clave de su caja fuerte a mi nunca quiso decímela - Walter estaba fuera de la cabaña iluminada por una precaria luz a unos metros del auto de Paulo, sin dejar de apuntar a su nieto con el arma.
- Siempre ha sido la fecha de tu cumpleaños - Walter rio falsamente - quiero preguntarte algo, que mi abuelo no merecía oír, sacrificó todo, hasta a sí mismo para protegerte, para proteger a su hijo, su corazón no soportaría saber, que tú no protegiste a los tuyos, que los mataste.
- Sí lo hice, no eran los hijos que desee, eran débiles, vulnerables - no le dolía ni una sola de sus palabras.
- Tenían buen corazón - los ojos de Paulo se inundaron de rabia.
- Mauricio estaba destruido por la muerte de tu madre, fue fácil fingir su suicidio, y bueno, Amanda murió poco a poco, me costó más desprenderme de ella, pero tuve que hacerlo, esos medicamentos que le suministré durante años minuciosamente para enfermar su corazón, finalmente dieron resultado, hasta creo que vivió más de lo que debía, creo que algo la protegía, el único que lo supo fue Bladimir pero me era fiel como un perro y no tuvo el valor de hablar, solo que ha vivido con esa culpa todo este tiempo, tendré que deshacerme de él - en ese momento Paulo supo que ese hombre estaba realmente loco, era un asesino a sangre fría, un demonio, que en las tinieblas durante décadas había traído todo lo malo que había pasado en su familia.
- Estás enfermo - con un movimiento sorpresivo y lleno de rabia, Paulo le quitó el arma.
- Tu no me matarías, llevamos la misma sangre, no eres como yo, eres como ellos - dijo irónico pero nervioso al ver el odio en los ojos de su nieto - irías a la cárcel.
- ¿ Cómo podría ir a la cárcel?, no puedo matar a alguien que ya está muerto - Paulo recordó a su padre, un ser sencillo pero enormemente noble, a Amanda con su luz, la Soledad joven y feliz, la mujer que amaba y que él había humillado - tengo que proteger a mi hijo de ti - le dio un disparo directo al corazón que lo mató al instante - seré un buen padre, como lo fue el mío, y el tuyo, pero nunca como tú - Paulo no le temía al infierno, si debía ir al infierno por asesinar a ese mounstro lo haría complacido, pero algo le decía que esa siempre había sido su misión.
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