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Capítulo 13

- Joven, ¿ qué va a desayunar? - Agustina, esquivo a Estiben, quien bajo veloz la escalera.

- Nada, gracias.- sin disminuir la velocidad continuó hasta la puerta, la abrió y aún más veloz fue hasta su camioneta.

- ¡Ayúdenme! - desde el piso de arriba, Don Federico daba señales de ya estar despierto.

- No te preocupes Agustina, tráeme su desayuno y yo se lo daré - Sol, estaba parada en la cima de la escalera, con una larga bata color salmón, con el cabello trenzado que dejaba escapar algunos risos.

- Sí señorita - la empleada sonrió y marcho hacia la cocina, sin poder evitar pensar, como esa muchacha la trataba como si la conociera de toda la vida, y ella misma podía sentir ese vinculo invisible.

- ¡Si no vienen en menos de diez segundos me tiro de la cama! - Federico exageraba como de costumbre, después de desparramar todas las mantas y haber tirado varios almohadones al piso.

- ¿Federico? - Sol entre abrió la puerta con precaución - ¿puedo entrar?

- Pero claro niña, pasa - el anciano se acomodó el bigote.

- Permiso - la muchacha entró cargando una bandeja que traía café y medialunas para dos - ¿le molesta si desayuno con usted?

- ¿Cómo me va ha molestar? , ninguno de mis ingratos nietos desayuno conmigo, tu compañía me pone feliz, además hoy Maricruz se tomó la mañana libre.

- No se preocupe Federico, de ahora en más, usted puede contar conmigo - puso la bandeja sobre la cama y comenzó a servir el café.


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Marisa guardó algunos libros en la mochila, salió de la biblioteca y caminó por el corredor manteniéndose en una nube, sin prestar atención a las pocas personas que había en la facultad tan temprano.

- ¡Amiga por favor perdóname! - Karen llegó a su lado.

- Me dejaste en ridículo , esa muchacha debe de estar burlándose de mi ahora, pensando que estoy desesperada detrás de Estiben - Marisa caminaba sin mirarla.

- ¿ Y no es así? - Karen logró detenerle el paso.

- No, no lo es, y si ella se lo cuenta, ¡ay Dios! - de solo pensarlo se ponía aún más furiosa, se imaginaba a Estiben burlándose de su supuesta locura amorosa por él, le dolía, quería que él la viera de otra forma.

- Perdóname, quería ayudarte, descubrir de una vez si tenían algo o no, para ahorrarte el dolor, pero no lo logré - se miraron a los ojos.

- Te perdono, pero solo porque en el fondo sé que lo hiciste con buenas intenciones, pero no vuelvas a hacer nada sin mi consentimiento - Karen se colgó de su cuello abrazándola con fuerza, Marisa rio, me su risa acabó al ver a Estiben ir hacía donde se encontraban.

Ese día estaba más atractivo que de costumbre, aquel peinado desprolijo resaltaba sus ojos azules, el pantalón de vestir y camisa blanca, lo volvían un hombre, quizás lo veía más atractivo porque sentía que nunca podría tenerlo.

Hasta el último segundo el caminó hacia ellas, Karen contenía la respiración, imaginándose tras las rejas, y Marisa, creía que el corazón se le saldría del pecho.

- Buenos días - dijo serio al pasar junto a ellas, sin mirarlas ni un segundo, el orgullo era su defecto.

- Imbécil - susurró Marisa caminando detrás de él.

- Marisa - Karen la detuvo - piensa lo que haces, te arrepentirás.

- No lo haré - se marchó decidida.

Estiben llegó al patio interior del instituto, se sentó en uno de los bancos de acero, sacando de la mochila un libro y un cuaderno donde tenía varios apuntes.

- Hola Estiben - le saludaron tres muchachas al pasar frente a él, ninguna con el valor para detenerse a hablarle.

- Hola- les respondió con poco interés.

- Tu siempre tan simpático ¿no? - Estiben levantó la mirada y vio a un muchacho alto como él, de ojos oscuros y cabello castaño.

- Juanca - el chico de los ojos azules lo tomó de la mano y le dio un fuerte abrazo - creí que te habías ido de la ciudad.

- Lo hice, pero volví unos días para dar unos exámenes que tengo pendientes, a ver si me dan mi título, ¿y tu?

- Como siempre - Estiben volvió a sentarse antes que su amigo hiciera lo mismo con un cigarrillo en la mano.

- Con los muchachos estamos organizando una salida esta noche, ¿vienes? , puedes traer a quien quieras - le puso la mano en el hombro al notar algo extraño en su mirada, algo que nunca había visto ahí.

- No sé - Marisa cortó sus palabras al aparecer frente a ellos.

- ¿Puedo hablar contigo? - los muchachos se miraron uno al otro, diciéndose más que lo que podían decirse con palabras, Juanca supo de inmediato, qué era lo que vio en la mirada de su amigo, era esa mujer.

- Claro - Estiben bacilo cuando su amigo se ponía de pie para marcharse.

- Llámame sí te decides - comentó Juanca.

- Por supuesto - vio a su amigo alejarse cómplice - ¿ qué necesitas? - preguntó Estiben volviendo a tomar el cuaderno.

- Antes que nada, mírame a la cara - le dijo firme, la rabia le daba valor.

- Bien - Estiben se puso de pie, la miró fijo a los ojos, logrando que ella se perdiera en ese mar y deseara la sonrisa que sabía se escondía detrás de sus labios.

- ¿ Te divertiste jugando conmigo? - Marisa no cedió a su cercanía.

- Yo, ¿jugando contigo? - su tono ingenuo le caló el corazón.

- Acostumbrado a tener a todas las chicas a tus pies, lograste divertirte un poco con la que nunca se había volteado a verte - Estiben se cruzó de brazos y la miró serio.

- Sé muy bien que nunca habías volteado a verme, porque yo siempre volteaba para verte a ti, desde hace bastante tiempo, y creí que me conocías al menos un poco - Estiben estaba muy seguro de lo que decía.

- Quizás me apresuré, me dejé llevar, y no sé nada de ti, o quise convencerme de que eras algo que no eres - Marisa se alejó un paso cuando él se acercó un poco.

- ¿Qué soy que?, alguien que ha tenido varias novias, sí, y sí nunca sentí nada tan especial por ninguna, ¿eso me hace malo?, entonces soy malo, intenté ser mejor para ti, creo que estás siendo inmadura, y lo celos no te dejan pensar correctamente - la mirada fría y orgullosa de la chica fue demasiado penetrante.

- Lo mejor será alejarnos antes de que nos hagamos más daño, no hay que forzar las cosas - Marisa se fue sin darle chance a elegir.

- ¿ Qué ocurrió? - Karen la interceptó antes de que entraran a clases.

- Karen - Marisa se abrazó a su amiga en busca de consuelo, y no pudo evitar que se le cayeran algunas lágrimas, sentía que le habían arrancado un trozo del alma, le dolía sentirse enamorada.


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Sol y Agustina, traían varias bolsas al bajar del taxi que las había llevado al supermercado. Llegando al portón de entrada Sol percibió a alguien.

- Adelántate Agustina, iré en un momento - le comentó Sol en tono cálido.

- Sí señorita - sin hacer ninguna pregunta la empleada entró en la casa con las bolsas que traía, ella también había notado que alguien esperaba detrás del árbol, pero no debía entrometerse en la vida privada de quienes vivían en la casa.

- Sabía que habías dejado de ser un ángel, pero nunca imaginé que ahora eras un hombre - Sol dejó las bolas en el suelo, y vio salir de detrás de uno de los altos árboles que cercaban los muros, a quién había sido el guardián de Marisa.

- ¿No me temes? - caminó hacia ella.

- No te temo, te compadezco, has caído en el infierno terrenal.

- Estoy totalmente arrepentido de lo que hice, y he venido a advertirte para que no cometas el mismo error, o uno peor que pueda destruirte, me deje llevar por esa voz en mi cabeza.

- Tú sabias lo que hacías, yo nunca haría algo que pusiera en riesgo la vida de Estiben, nunca lo haría - Sol estaba segura de sí misma.

- También me creía incapaz de algo así, hasta que lo hice - el ángel desterrado miró el cielo, y luego volvió a mirarla - siempre estuve seguro de mi papel, de mi lugar en este mundo, como te ocurría a ti, pero un día él llegó a su vida, ella respiraba diferente, soñaba diferente, su sonrisa...ya no era la misma, sus ojos brillaban, me confundí, sentí que quería ser quién ocasionara todo eso en ella, como tú lo estás intentando ahora con él, pero tú estás a tiempo de recapacitar, ángel, aún no lo has notado pero ya lo harás, Marisa y Estiben están unidos por algo contra lo que no podemos luchar, están enamorados.

- ¡ No me rendiré! - Sol quería llorar - lucharé por él, el puede amarme, lo estoy arriesgando todo.

- Ellos ya nos aman, habitamos sus almas, debemos conformarnos.

- No - las lágrimas recorrieron sus mejillas.

- Tarde o temprano lo entenderás, protegerás a Estiben de todo - el joven arrastrando sus pantalones desgastados comenzó a alejarse, no era más que un pordiosero, condenado al hambre y al frío - hasta de ti misma - se alejó y ella no lo detuvo, cada uno estaba donde debía estar.

Sol caminó con las bolsas, hasta un juego de jardín que había a metros de la entrada y se sentó pensativa.

- Todo estará bien - se dijo arrancando una de las alegrías azules que rodeaban los sillones, poniéndola en su cabello, la flor hacia juego con su falda turquesa y su camisa blanca.

- Te es..pe.raba a..dentro - Berny llegó a su lado - ya me i...ba

- Lo siento, me alegro que hayas venido, ¿ cómo estás? - se sentó junto a ella bajo el hermoso sol de ese día.

- Muy bi..en ¿y tú? - Berny le hablaba con mucho afecto.

- Un poco triste pero ya pasará, muchos cambios en mi vida.

- Porn...to esta...ras mejor, a...quí to..dos son bue...nos.

- Lo sé.


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- Hola cariño, ¿ qué haces? - una muchacha no muy alta, de delicada figura y cabello pelirrojo se detuvo junto a Estiben, que aún se encontraba en aquel banco.

- Tamara, ¿ dónde estabas? , hacía días no te veía - Estiben, movió la mochila para que se sentara.

- Estuve enferma, una pésima semana - lo observó pícaramente.

- Lo lamento, no lo supe, sino te hubiese visitado.

- No te preocupes, cuando tuviste neumonía tampoco te visité, discúlpame nuevamente - Tamara le tomó la mano.

- No estabas en la ciudad - Estiben accedió complacido a su apretón de manos.

- ¿Qué te paso cariño? - Tamara le acarició fugazmente la mejilla - a mi no me engañas.

- Ya veo que no, desde el jardín de infantes que no puedo engañarte.

- ¿Qué ocurre? - lo miró fiel y dulcemente.

- Algo extraño, por primera vez no sé como actuar con una chica, siempre sé que hacer o decir, pero cuando la tengo enfrente me nublo no sé que decir, y no digo nada por miedo a equivocarme, me gusta, y creo que justamente por no saber cómo hacerme cargo de lo que me pasa la estoy alejando - su mirada se reflejaba en los ojos color nuez de su amiga.

- Tengo que conocerla, no puedo creer que te atraparon - rio melodiosamente.

- Tamara - comentó él en tono áspero.

- Tranquilo, no soy nadie para dar consejos de amor, como sabes cometí el error de confesarte que te amaba aún sabiendo que tú no sentías lo mismo que yo - Estiben no dejaba de mirarla- pero no me arrepiento - sonrió sonrojada - pero si te diré, que si estás enamorado, reconócelo ya, y actúa, sino cuando abras los ojos ella se habrá marchado.

- Como lamento no haberte amado - Estiben apretó su mano.

- No te preocupes ya lo superé - Tamara ser acercó a su oído - pero si alguna noche estás solo y desesperado, sabes donde vivo - ambos rieron.

- Claro que lo haré, eres la primera en la lista - Estiben metió el cuaderno en la mochila, antes de que Tamara se despidiera con un abrazo demasiado tierno.


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Soledad, caminando despacio con ayuda de su muleta fue hasta la puerta que llamaba insistentemente, la abrió, y allí estaba, con traje color vino y zapatos elegantes de taco bajo, Maricruz.

- Aquí me tienes Soledad, ¿para que me llamaste?


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Al notar que la puerta de entrada estaba abierta, caminó hacia ella y la cerró.

- Déjala abierta niña, que entre aire a esta pocilga - gritó Federico desde el living, dejando a un lado el libro que leía.

- Disculpe - Sol volvió a abrirla antes de ir a sentarse a su lado - ¿necesita algo?

- Si, en catorce días, el domingo, haremos una recepción de bienvenida para ti, para que te relacione con las personas que conocemos, será bueno para ti, y necesito que me ayudes con los preparativos.

- ¿Una fiesta para mi?

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