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08: El veneno de tus dulces mentiras

Un suspiro agotado salía de los labios de Shinobu, quien había vuelto de curar algunas heridas sangrientas e infectadas. Para su suerte, no habían perdido a nadie en el día así que al menos estaba un poco más conforme con su trabajo, aunque de todas formas no era como si le afectase muchos las muertes de personas que no fueran sus compañeros. En el sentido de que ya estaba acostumbrada a ese ambiente y debía mantenerse imparcial si deseaba seguir con su trabajo.

Quitó la venda de su pecho, aquella que los mantenía firme como si se tratase de un sostén e incluso llegaba a esconderlo lo suficiente para no sentirse desgraciada. Dejó que esta cayera en el suelo y se bajó los pantalones en el proceso, observando su pequeño cuerpo en el espejo y dándose cuenta de que sus pechos se notaban los chupones y mordidas del día anterior. Estaban colorados en varias zonas y cuando se los apretaba dolían. Definitivamente no debía dejar que Kyoujuro abusase de su fuerza y condiciones una vez más o incluso acabaría sin caminar de lo rudo que era. Dudosa se preguntaba cómo estaría su espalda y reía de tan solo pensar en que él debería sacarse la parte superior del uniforme para el entrenamiento que tenía aún con los pobres cazadores. Pobres, ninguno podría seguirle el ritmo.

Realmente ese hombre era un poco rudo incluso si no estaba enfadado, por lo que no quería siquiera imaginarlo molesto y en su misma cama... De tan solo pensarlo se estremecía y se sentía un poco ansiosa. Aunque si debía ser honesta, nunca vio a Kyoujuro enojado, o no al menos como uno suele expresar el enojo: gritos, golpes, maltrato verbal e indiferencia. Él nunca se atrevió a tratarla de ninguna manera que llegase a dañar su dignidad, incluso si en su última pelea ella le había gritado cosas hirientes. La última pelea había ocurrido hace unos dos o tres meses si mal no estaba. Podía recordarla perfectamente a pesar de haber estado en cama luego de eso como por cinco días. Él no la estaba ignorando, pero tampoco la fue a buscar. Eso la hizo sentir desdichada tras conocer que su pareja le encantaba tomar la iniciativa y se sentía culpable cuando no lo hacía. Y como buena persona orgullosa estuvo alrededor de un mes esperándolo, sin pasársele por la cabeza la idea de siquiera ir a verlo, bueno, en realidad sí se le pasó mucho por la cabeza, pero no llegó a hacer nada hasta que se cansó de verlo tan tranquilo con todos y fue a confrontarlo.

Si mal no estaba esa tarde él estaba almorzando con Giyuu y lo alejó por completo de él, intentando llamar un poco su atención y consiguiéndolo con sencillez. No duró demasiado su orgullo herido tras notar que ese hombre la trataba con toda la dulzura del mundo y recién ahí admitió todas sus culpas. Giyuu literalmente no pudo hacer más que mirarlos mientras seguía comiendo pescado asado.

—Aún no me disculpé con Tomioka por lo de esa vez... Ay, cuando tenga un tiempo iré a verlo también. No estaría mal tomar en cuenta el consejo de Kyo.

Kyoujuro le había aconsejado que intentara formar de vuelta su amistad con Giyuu, al menos que se acercara de a poco, debido a que este hombre se encontraba realmente preocupado por ella e intentaba meterla en cada tema de conversación, incluso si era de forma inconsciente. Quizás antes de morir podría intentar arreglarlo todo. Pero su muerte ya tenía una fecha bien trazada... Algo por lo cual no podía dejar de pensar.

Si no moría a manos de un demonio, moriría por el veneno exactamente el día del cumpleaños de Kanae... Todo había valido la pena, el 27 de marzo abandonaría esta vida. Pero aún sentía mucha pena, para cuando lo hiciera finalmente tendría 20 años. Y pensar que su desolada yo del pasado creía que iba a morir de un suicidio antes que nada.

—Nee-san, detesto esto, apenas puedo respirar —musitó sintiendo como las lágrimas recorrían su rostro en profunda soledad—. Solo espero que el día de tu cumpleaños llegue pronto, no aguanto más...

Esas fueron las palabras que a sus dieciséis años dijo, 2 años y exactamente seis meses luego de la muerte de Kanae. Anteriormente había planeado suicidarse cuando llegara la primavera, justo para la fecha de cumpleaños de su hermana, pero alguien más pospuso esa fecha, Kyoujuro, el que comenzó a ser el pilar del fuego hacía poco. Él la había consolado cuando solo planeaba ir a saludarla por ser su nueva compañera, como ya había hecho con todos. Cuando pudo entender la situación en la que aquella se encontraba fingió no haber oído nada y se quedó toda la tarde tomando té junto a ella, contando algunas anécdotas y notando la oscuridad de los violáceos ojos contrarios. Esos ojos estaban vacíos, las lágrimas que habían caído de ellos no parecían existir. Peor aún fue el golpe de tan bella y falsa sonrisa. Parecía muy normal como cualquier otra mujer, pero el nuevo pilar creyó que ocultaba algo más allá de secretos, aunque nunca lo dijo, hubiera sido descortés en aquel entonces.

Él la visitaba a diario con la excusa de que le dolía la cabeza o necesitaba muchos análisis, al principio no sabía cómo declararle que le preocupaba lo que notó aquella vez. Como todo buen hombre lo primero para él era la salud de sus compañeros, necesitaba demostrar su presencia o por lo menos sacarle una sonrisa, como solía hacer con esa mujer. Mas al pasar el tiempo notó que esa joven a la que solía visitar o hasta observar sin nada de disimulo, le encantaba. De alguna manera eran encantadoras las mentiras en cada palabra que daba.

Estaba seguro que esa mujer en realidad estaba reemplazando la personalidad de alguien, era más que obvio, oía rumores de que los otros cazadores de bajo rango solían llamarla "El reflejo de Kanae", por adoptar la misma personalidad que la difunta pilar. Muchos otros negaban ese rumor y solo decían que Shinobu era única con su personalidad. Pero Kyoujuro pensaba en que ella estaba tan vacía que ni siquiera se podía notar cuándo mentía o si solo vivía de fingir.

Aún seguía con el pensamiento de que podría hacerla lo más feliz posible o llenar una parte de ese vacío en su interior, una muy pequeña y compleja parte.

Porque él brillaba como el sol y aún así Shinobu lo opacaba como la luna.

—¡Buenas tardes, Shinobu!

—¡Le he dicho que no entre sin preguntar! —Aoi jalaba de uno de los brazos de Kyoujuro, quien había abierto la puerta de la habitación de la muchacha sin previo aviso—. Dígame que no se está cambiando...

—En eso estaba —confesó con cierta gracia notando la mirada ansiosa de Kyoujuro. La miraba de arriba abajo como si nunca la hubiera visto sin aquellas vendas que cubrían sus pechos—. Aún así, déjalo entrar, y ve con Inosuke, al parecer él está caprichoso porque no cumplí con mi promesa acerca de ir a juntar bellotas.

—Pero si usted está casi... Oh, ya entiendo, les diré a las otras que no se acerquen.

Shinobu no pudo ver el rostro de Aoi, pero a juzgar por el tono nervioso que usó y como al parecer desapareció con rapidez, pudo notar que estaba malinterpretando la situación. Ante tal momento soltó un suspiro pesado, dejándose caer contra la cama, casi olvidando que tenía que ponerse otro uniforme, diferente al que ya estaba todo manchado. Solo le gustaba estar semidesnuda, tirada en su cama y con bastante privacidad, y esa privacidad incluía a Kyoujuro. No podía fingir más estar estable, su cuerpo se había agotado por completo.

—¿Estás bien? ¿Tienes mucho calor? —Kyoujuro intentaba distraerse preguntando para no observar los pechos de la chica, aunque lo hacía de una u otra manera, o sus ojos sin quererlo se desviaban hacia su trasero—. ¿Puedes siquiera moverte?

—Estoy bien, Kyo, ¿qué tal te fue en la misión? —preguntó con un tono cansado mientras se recostaba boca abajo contra la cama y lo observaba. No tenía ni el más mínimo de pudor de levantarse un poco o moverse por la cama en su estado casi desnudo. Suponía que aunque no estaba todo los días así era una sensación extraña para su pareja, pero ella se sentía más fresca así.

—Bien, no quise preocuparte así que fui a tratarme a otro lado, pero estoy ileso... Excepto de mi vista en el ojo izquierdo, creo que estoy quedado ciego.

Aquella confesión alertó a la mujer que intentó levantarse de golpe, pero solo le trajo un dolor de cabeza que provocó que se derrumbara de vuelta, quejándose ante el dolor de sus pechos por tener que ser apretados con tanta fuerza por su cuerpo. Había estado tan ocupada que al momento de ver a Kyoujuro su cuerpo solo cayó como si de pluma se tratase. ¿Era a causa del veneno esa pesadez o solo el duro trabajo?

—Por favor, no te alteres, lamento ser tan descuidado como para que esto me pase, pero podría verte hasta con los ojos cerrados, no te preocupes por eso.

Kyoujuro se acercó con la delicadeza de un caballero y esta vez sin importarle la casi desnudez de su pareja, se acostó en un extremo, haciéndole un gesto para que se acostara a su lado. Él también estaba agotado, no era nada fácil apenas verse en los últimos tiempos y estar tan cansados que solo puedan dormir y con mucho esfuerzo quizás saciar sus deseos sexuales. Shinobu se acercó a ese hombre, sin borrar la preocupación en sus expresiones y tras estar su lado, no pudo apartarle la mirada de encima mientras notaba su sonrisa amable y sentía cómo la mimaba con pequeñas caricia en el cabello. Se aferró a su brazo, intranquila y sumamente culpable por no saber qué hacer para resolver el problema de sus ojos. Apenas podía dormir, pero si era necesario no iba a hacerlo hasta encontrar la forma de curarlo por completo. Dios, si tan solo tuviera más tiempo, realmente necesitaba un poco más aunque solo fuera por puro capricho. Debía ayudarlo al menos en algo antes de morir, no quería que todo terminase de esa forma y la odiase por nunca haberle dicho nada.

—Voy a encontrar una solución, esto es peligroso, ¿no será que tu otro ojo también está dañado o quizás alguna otra parte de tu cuerpo? —mencionó acariciando su rostro—. No vayas a entrenar, voy a encontrar la forma y...

—Deja de preocuparte tanto por mí, ya me cuidas lo suficiente —declaró con una sonrisa más calmada mientras besaba la frente de su amada—, además, la que al parecer se siente mal eres tú. ¿Puedes decirme qué sucede? ¿Qué ha estado sucediendo todo este tiempo?

¿Cómo decirle qué sucede si ni ella misma lo sabía? Solo estaba segura de que se sentía débil y no es como si hubiera agotado todas sus energías. Muy en sus adentros temía que fuese el veneno, ese del que nunca le habló a nadie más que a Kanao. Sin ofrecerle la mirada, aterrada de tener que contar la verdad, acarició sus largos cabellos mientras tarareaba alguna canción que el muchacho no conocía, pero le agradaba oírla a ella de esa manera, tratando de distraerlo y lográndolo.

Ambos podían escuchar sus respiraciones calmadas, tanta calma como si estuvieran en las mismísimas aguas termales. Pero Kyoujuro no era un idiota, podía notar que algo le intentaba esconder su pareja, así que tomó con sumo cuidado su mano y se atrevió a observarla directamente a los ojos.

—¿Es por lo de la boda? Si por ello te sientes tan agobiada está bien, podemos esperar todo lo que quieras hasta que te sientas lista, yo estoy dispuesto a esperar hasta una eternidad por ti.

Y otra vez volvía a hablar acerca del casamiento, era lo menos que quería recordar en ese momento, pero ¿cómo se le iba a pasar de largo? Era Kyoujuro, un tipo ansioso que la deseaba como su esposa. ¡La pretendía tanto que era aterrador a veces pensar en que podrían lograr casarse y al día siguiente ella terminar muerta en su cama! No quería hacerlo sufrir más. Definitivamente no se iba a casar.

—Lo dije y lo seguiré diciendo, yo no me quiero casar.

—Tranquila, es cuestión de tiempo, mi madre era igual con respecto a las propuestas de mi padre, y al final lo terminó aceptando.

Sin notarlo apretó los puños, los cuales estaban encerrados por las grandes manos de aquel hombre en frente suyo. ¿No entendía que no es no?

—Sí, está bien, pero yo no soy como tu madre y no me puedes obligar a aceptar solo porque te amo o porque ese casamiento nos va a jurar un gran amor.

—Sé que no eres como mi madre, ni siquiera te intento obligar, solo te digo que lo pienses un poco más. Luego de que mates a ese demonio que arruinó tu vida podrás relajarte y yo me esforzaré demasiado en tu lugar hasta que pueda convencerte...

—No quiero que tengas una esposa que va a dejarte en poco tiempo, el problema no es solo el demonio sino que —Se levantó de a poco, sentándose en la cama, tratando de forzar a sus piernas a que reaccionen y notando su mirada confusa—... Llevo veneno en el cuerpo, uno que tiene una gran potencia, pero no sé siquiera si es capaz de poder matar a una Luna Demoniaca. Así que técnicamente no tengo muchos años de vida, no, es más, no sé siquiera si pueda llegar a vivir cinco meses más, según mis cálculos no.

—Pero... En cinco meses cumpliríamos un año —dijo desilusionado, con la misma expresión que un niño.

Ese rostro, oh, ese incrédulo rostro como el de Kanao al enterarse. Ya eran tres los que sabían al respecto de su veneno. Era hora de contarle la verdad, no podía seguir escondiéndose o excusándose. Si fuera un mundo donde no existieran los demonios ni ella tuviera veneno hasta drenando por su sangre, sería con todo el orgullo del mundo su esposa, aunque eso significase despertar con el desayuno servido en su cama y la ansiosa idea de su esposo acerca de tener 5 o 6 hijos. Claro, le daría todo, de no ser porque en este momento y esta vida los sueños no eran más que eso, sueños. Aún él tenía una vida por adelante, podría casarse con otra mujer que conquistase su corazón y sería muy feliz.

—Sé que puede sonar egoísta, pero a pesar de saber que no tengo una larga vida ¿podrías no dejarme? Hoy por lo menos no, porque se siente bien tener a alguien que me mira como si fuera su cielo.

Ese semblante se mostró afligido en su rostro siempre tan positivo, se sentía tan mal como cuando se enteró de la muerte de su madre, era así de fuerte el sentimiento que ahora su vista era borrosa por el pánico en su mente. Ya lo había pensado desde la primera cita, no aguantaría perder a alguien más luego de su madre, por eso tenía la idea del matrimonio tan seguido, porque ambos estarían juntos a pesar de ser separados por diferentes dimensiones.

Sabía que solo era una fantasía casarse en ese mundo catastrófico, pero cuando soñaba con que ella lo miraba con todo el amor del mundo y aceptaba, podía sentir que en serio nada malo pasaría, no mientras él estuviera ahí.

"Eres la persona correcta en el momento equivocado"

—Kocho, no pienses que te voy a dejar. Me estoy quemando por dentro, me quema amarte tanto, así que ¿podrías no verme solo por unos segundos?

Su tono destrozado causó que un escalofrío pasara por el cuerpo de la contraria, quien no pudo hacerle caso a su petición y lo observó, desgarrándose al ver como él ocultaba sus ojos y no era capaz de formular una sonrisa siquiera. Estaba haciendo pequeños ruidos que se asimilaban a sollozos mientras intentaba acallarse a sí mismo. El sueño de Kyoujuro era una larga vida junto a su amada, pero hay veces que uno debe enfrentar la realidad. El tiempo que habían ganado juntos no era más que por pura coincidencia del destino, aquel que deseaba verlos ardiendo bajo el mismo infierno.

¿Por qué tuvo que ocultarle tal secreto desgarrador? Dolía tanto todo su interior que ni siquiera podía culparla, ni mucho menos odiarla. Atesoraría ser un imbécil, alguien que no entiende en absoluta el sufrimiento ajeno, y poder irse de esa habitación, pero mientras las lágrimas caían por su rostro, en lo único que pensaba era en su bienestar. Debía de cuidarla, a pesar de que su vida solo gire en torno a una venganza.

¿Cómo iba a cuidar a la mujer que lo observaba llorar y ni siquiera llorar? Ni siquiera era debido para él llorar de esa manera en frente de una dama.

—Perdón por romper tus sueños, Kyoujuro... Hubo momentos en los que yo también los tuve.

Su voz que traía calma lo contaminaba aún más. Se sentía como alguien que mostraba una de sus más grandes debilidades, hasta podía llegar a oír como Shinobu se alejaba.

Aunque la realidad de los hechos es que ella no se estaba alejando, más bien se había acercado lo suficiente como para secar sus lágrimas y acariciar su rostro, aún a esperarse de las expresiones lastimeras. Y en cuanto se dio cuenta que no podía seguir con ese labor sin sentirse mal, se aferró a él, sentándose sobre su regazo y dejando su rostro en el hueco de su hombro.

Solía verse como un niño, uno muy alegre, pero cuando se fijaba más allá era un simple hombre que podía ser lastimado y aún así intentaría no preocupar a los otros. Solo buscaba llenar el corazón de los de su alrededor, porque era tan bueno que lo podía comparar con un ángel. Hasta a veces le asustaba la idea de perderlo por la simpleza de que los ángeles son tan puros para la tierra que merecen ir a un lugar mejor, allí donde ya no sufran.

Nadie merecía a Kyoujuro Rengoku, ni ella misma.

No se merecía sentir la calidez de sus manos ni mucho menos ver esos anaranjados ojos que destellaban tal como el atardecer. Él menos se merecía lo que le estaba comenzando a pasar... Empezar a quedarse sin visión, teniendo tantas cosas hermosas por descubrir aún. ¿Qué iba a hacer para poder salvar esa preciosa e ilumina mirada que tiene del mundo?

—Con las caricias de Shinobu me siento mejor —mintió de una manera tan camuflada y mostró esa alegría que lo describía, notando cómo el rostro de Shinobu se separaba de su hombro y esta vez se enfocaba en él, con su mirada penosa—. No voy a detener tu camino, sé que es la única forma que encuentras para vencer a ese demonio ¿cierto? Debía esperarme que esto no fuera como los típicos cuentos... Pero está bien, porque nos encontraremos una vez más, bailando bajo la ciudad de las estrellas, tal como tú dijiste, Shinobu.

—Mientes tan bien que me lastimas, solo oírte hablar así, como si tuvieras toda la fe del mundo...

—¿Tú piensas que nunca me lastimaron tus engaños? Creo que por algo somos almas gemelas, somos buenos fingiendo ¿no lo crees?

¿Cómo podía hablar con esa emoción otra vez? No lo sabía, pero lo único que podía ver a través de ese hombre es que de tanto ofrecerle, al parecer también estaba quedando vacío. Ella nunca terminaría de entender porqué él destrozaba su corazón para hacerla feliz. No podía existir alguien tan amable.

—Shinobu, en otra vida, si volvemos a encontrarnos ¿podrías bailar conmigo?

—Claro que sí, hasta podríamos prometer que nos casaremos en esa nueva vida ¿quién sabe si por fin uno de nuestros sueños se cumple?

—No, no te quiero a mi lado forzadamente, las promesas deben cumplirse y yo solo creo en el destino, pero si quieres que prometamos algo entonces acércate y te lo diré.

Aquella creyó que le diría alguna cursilería como las que le agradaba decir a su novio. Acercó aún más su rostro hasta el de su pareja, viendo que solo sus narices los distanciaban de rozarse sus labios y observándolo directamente a los ojos. Ahí notó cómo seguían cristalinos, como si aún pudieran romperse. En ese momento supo que sus palabras no iban a ser alguna promesa que los contuviera a ambos, no, él la miraba con dolor.

"Por favor, no te hagas esto. Pide que estemos juntos, me quedaré a tu lado si lo pides, en cualquier vida"

—Prométeme que serás feliz sin mí, sin este amor y buscarás a alguien que te haga sonreír todos los días.

¿Por qué lo pedía de esa manera? ¿Tan horrible fue esconderle ese secreto que ahora ni siquiera la quería cerca? Esas preguntas ardieron en su pecho como doloras espinas que rodeaban su corazón. Él estaba pidiendo algo que en ese momento, en donde ambos se observaban, le dolía más que el veneno.

No quería olvidar nada de lo que se sentía amar a Kyoujuro. Era difícil amarlo, sí, pero se sentía como estar bajo la calidez de las estrellas, allí donde no sufrían y tomaban sus manos sin pensar por el qué pasará.

—No me pidas algo tan cruel, Kyoujuro, ¿qué te sucede?

—Quiero que seas feliz y experimentes con otras personas, es muy egoísta de mi parte desearte a mi lado. A cambio, yo no olvidaré nada, absolutamente nada de lo nuestro. Vamos, cariño, sonríe.

—¡Yo te quiero a mi lado, Kyoujuro! Quiero una vida entera contigo, no deseo que termines como Shinazugawa, sin poder estar con la mujer a la que amas y arrepintiéndote en el alcohol. Te necesito allí, porque te amo, no tienes que ser tan cobarde, no huyas de mí.

Kyoujuro siguió sonriendo mientras negaba con la cabeza, no iba a aceptar su petición y menos si era una de las pocas veces que solía soltar esa importante y hermosa palabra "te amo".

Si la amaba en serio entonces dejaría que fuese libre de enamorarse de quien sea sin interrumpir ni en un solo momento, no como había hecho en esta vida. Mas al segundo de ver el estado de shock de aquella al no imaginarse que estaba hablando en serio, la atrajo hacia sus brazos, recibiéndola con esa calidez que lo caracterizaba. Para Shinobu ese cuerpo era tan grande que cabía por completo en él. No volver a sentirlo de esa manera... De tan solo pensarlo podía llegar a desmoronarse.

Kyoujuro se había vuelto un nuevo motivo por el que deseaba vivir, pero sus palabras sonaban cómo si él supiera que la vida se estaba acabando.

—Siempre fui un cobarde e idiota, Shinobu. Shinazugawa me lo ha dicho, también Tomioka, Uzui, Iguro y hasta mi padre, pero siempre me gustó serlo si a ti te hace feliz esa parte de mí. Todo lo que haga feliz a aquellos a los que amo, me es suficiente para sonreír.

Oírlo en ese exclamado y suave tono era una sensación que no sabía describir.

«Saber que eres correspondida, pero tener el presentimiento de que todo se va a acabar en solo un parpadeo ¿así se siente el amor?»

Su respiración de vuelta comenzaba a complicarse mientras intentaba ocultarlo con una mano en sus labios. ¿Era un efecto del veneno o esta vez la verdadera causa era la tristeza? Siempre se excusaba con que todo era culpa del veneno, así que ya ni ella misma sabía cuándo estaba llorando por un dolor emocional. Sus delicados ojos comenzaban a cerrarse, quería decir algo más, pero estaba tan cansada que simplemente no podía.

—Descansa, Shinobu, yo en este momento debo irme... Te amo y lamento tener que dejar todo esto inconcluso. Desearía poder volver sin lastimarte, pero en serio soy un idiota.

La contraria ya estaba dormida, al parecer, lo cual hizo sonreír a Kyoujuro. Sentía cierto miedo, no sabía por qué, pero su piel se helaba al soplar el viento, a pesar de que él fuera mejor resistiendo el frío que sus propios compañeros. Por un momento quiso despertar a su novia para oírla y así calmar sus inquietudes, mas no podía ser tan descarado. Ella estaba muy cansada, si llegaba a suceder algo, necesitaba recuperar las energías. La recostó y envolvió entre las sabanas, acomodando algunos mechones de cabello, para luego despedirse de la habitación.

Kyoujuro había salido, notando las miradas curiosas de las pequeñas de la casa, pero también recibiendo una clara mirada molesta por parte de Inosuke, mas se pensó que esto era normal y los saludó con ánimos. Al parecer aquel joven pensó que le había robado el tiempo con Shinobu.

Deseaba ir a la Finca de Giyuu, hacía tiempo que no lo veía, y felicitarlo, a pesar de que se haya enterado unas semanas más tardes, por lograr arreglar ligeramente las cosas con Shinobu. Al parecer ya se estaban llevando nuevamente como siempre. Quiso sacar ese tema con su pareja, pero sabía que se hubiera enfadado con él por hablar de aquello teniendo tantas otras preocupaciones.

¿Cómo estar con alguien que se está muriendo en el proceso de aparentar calma?

Esa fue la pregunta que pasó por su cabeza al momento de buscar a su amigo, mas cuando por fin pudo hallarlo, se encontró también con Tanjiro, a quien animadamente saludó. Quiso acercarse corriendo a ellos, pero un dolor en el abdomen lo dejó sin aire por momentos... Oh, ese dolor que deseó esconder y ahora manifestaba tosiendo ligeramente. Diminutas gotas de sangre salían de su boca.

—¡Rengoku! ¿Estás bien? —el joven Kamado se acercó hacia él sosteniéndolo—. No pudiste participar demasiado en el entrenamiento de pilares ¿cierto? Además, hueles a tristeza...

—Estoy bien, no es nada por lo que te debas preocupar, muchacho. Solo me encuentro un poco cansado.

Pudo notar cómo la mirada de Giyuu lo fichaba, justo con esa seriedad que le daba a entender que no le creía ni una de sus palabras. Al parecer ese tipo no era tan ingenuo como muchos lo veían.

—Rengoku... Fue extraño que me dejaras de entrenar tan repentinamente, ¿no serán los efectos de la lucha contra Akaza?

Y si Giyuu no era un ingenuo, Tanjiro no pasaba ningún detalle de largo. Realmente tenía dos amigos a los que ya no sabía cómo engañar con la mentira de "estar bien", ni él mismo se lo podía creer. Quizás había hecho mal al pasar de largo los dolores solo para no preocupar a Shinobu, quien seguro sería la primera en enterarse y con quien lo mandarían en cualquier estado de gravedad. Pero este momento era muy tarde... Seguro solo se estaba muriendo a paso lento y por eso, desesperado, había estado buscando a Giyuu, quien sería el único que no le traería ni un poco de tranquilidad y posiblemente sería tan sincero con él que lo haría arrepentirse de todo.

—Tanjiro, creo que he olvidado el pedido de Daikón con salmón en el pueblo, ¿podrías buscármelo? —la excusa tan mala y torpe vino de Giyuu, pero era de esperarse que de tal palo tal astilla, ya que Tanjiro le creyó con cierta confusión.

—Ya veo... Desde ayer que no vamos al pueblo, pero si Tomioka lo dice debe ser cierto. Volveré en un instante y de paso te buscaré algún tipo de remedio, Rengoku.

En cuanto Tanjiro desapareció de sus vistas y dejó de sostener a su maestro, este se tambaleó ligeramente hacia donde estaba su compañero... ¿Desde hace cuándo se cansaba tan rápido? Realmente era atemorizante la manera tan drástica en la que avanzaba aquella enfermedad o lo que fuese que tenía. Suspiró pesadamente para luego sentarse contra uno de los árboles, intentando verse sereno y estable, mas incomodándose por el silencio característico de Giyuu.

—¿Sería cruel contarte el secreto de Kocho?

—Lo sería de no ser que ya lo sé, es acerca del veneno ¿verdad?

—Eso fue rápido —una breve y destrozada risa se escapó de los labios del pilar—. Al parecer los dos nos estamos muriendo... ¿Así se siente realmente el amor?

Tomó aire con la nariz y lo largó con la boca de una manera tan débil que puso en alerta a Giyuu, quien no estaba entendiendo del todo la situación que su amigo deseaba contarle. Esperaba oír un poco más al respecto o quizás preguntarle el motivo por el que decía tantas estupideces en solo unos segundos, pero oyó cómo volvía a toser y observó esos brillantes ojos. Supo que no iba a recibir nada de lo que deseaba a cambio.

¿Estaba loco o uno de sus ojos tenía un extraño color pálido que contrastaba con el otro? Y no era solo eso, intentaba esconder la sangre que salía de su boca de una manera tan torpe que le causaba aún más confusión.

—No quiero que ni yo ni ella muera, pero es tan irónico... Noté que ambos estamos enamorados de dos cosas diferentes, yo de la vida, ella de la muerte, y en mi afán de querer llenar su corazón de vitalidad quedé destrozado. Esto es tan doloroso, tanto así como cuando me enteré por parte de Shinazugawa de que la mujer de quien me enamoré perdidamente, estaba enamorado del mismo hombre que me aconsejaba.

La risa por su parte se hizo presente, tal como aquel momento que él recordaba tan bien. Era irónico, solía llorar cuando recibía una noticia desgarradora por sorpresa, pero reír cuando realmente deseaba partirse en lágrimas y pedir su antigua vida, cuando aún tenía las fuerzas suficientes para correr a la velocidad de la luz y su vista estaba perfectamente aguda. Ahora era un pilar sin gracia que en su deseo por ser recordado muy a pesar de que la muerte los separe, había llegado al extremo de rogarle a Shinobu que se casara con él.

Se sentía un ridículo.

—¿Por qué te ríes?

—Porque se volvió una costumbre, es como algún tipo de defensa para que los otros no vean realmente cómo se siento, algo parecido a tu inexpresividad. ¿No crees que sea fabuloso? Simplemente todos creen que estás bien.

—No creo que sea fabuloso ocultarlo todo, más bien pareces un idiota... Tanto tú como Kocho parecen idiotas que se han estado ocultando verdades que dañan. Es extraño el amor, yo no viviría mintiéndole a alguien a quien amo.

—Porque tú nunca te enamoraste, Tomioka —sus palabras intentaron salir lo más animadas posibles, pero sonaron como si lo juzgara por ello—. Lo lamento, creo que en serio soy un idiota...

—Debe ser por eso, lo entiendo.

Una vez más el ambiente se volvió tenso entre ambos. A pesar de que eran amigos, Kyoujuro solía sentirse culpable por aún tener muy presente el hecho de que Shinobu alguna vez gustó de ese hombre. Era como un pequeño rencor que lo hacía sentir inferior a aquel. Pero si llegara a decir algo al respecto sonaría cómo si desconfiara tanto de su amigo como su pareja.

Realmente no había ido a buscar a Giyuu para contarle de la enfermedad, sino que para recibir la sinceridad destrozante que se merecía por ser tan cruel en un momento poco oportuno para Shinobu. Necesitaba a alguien que no lo tratara con suavidad.

—Vine aquí, en realidad, para contarte el pedido que le hice a Shinobu... Como no sabía si realmente vamos a seguir vivos luego del dolor que nos abarca a ambos y sé que ella en un principio no me eligió a mí porque me amaba, le pedí que me prometiera que en otra vida ella sería feliz sin mí, con alguien a quien amara desde el comienzo y no solo por lástima. Creo que yo me interpuse entre tú y Shinobu, así que espero que en otra vida ustedes sí puedan terminar juntos. Desde el fondo de mi corazón deseo que ambos sean felices.

—Eso es estúpido, Rengoku, a final de cuentas, aunque Kocho te haya elegido por lástima ¿crees que en serio gastaría su tiempo en salir contigo? ¿Te piensas que desperdiciaría sudor y lágrimas creando antídotos para tus malestares solo porque eres un desgraciado en el amor? Déjame decirte que solo pensaste en ti mismo todo este tiempo si eso fue lo que siempre tuviste en mente.

Las filosas palabras que Giyuu le lanzaba con ese ceño fruncido, provocaba que la culpa naciera en Kyoujuro. Solo esperaba que ese hombre le diera pocas palabras, como siempre, y finalmente poder terminar deprimiéndose antes de que llegue su dolorosa muerte, pero recibió mucho más de lo que creía.

Al fin y al cabo era cierto lo que decía, había pensado en su propio dolor todo ese tiempo y por eso ni siquiera le había preguntado realmente a Shinobu qué fue lo que sintió desde el principio por él ni tampoco por Giyuu, solo por simple egoísmo de no querer saber otra verdad más que la que él tenía en mente.

Su pareja tenía motivos para ocultarle acerca del veneno, después de todo, él no podía hacer nada para contrarrestar el efecto que este causaba en su pequeño cuerpo, pero si esa mujer se las ingeniaba posiblemente podría detener el dolor alrededor de todo su cuerpo por las consecuencias de la batalla contra Akaza. Realmente fue un estúpido por solo querer morirse atragantado por todo el sufrimiento mientras había una solución.

¿Dónde quedaron sus ganas de vivir y combatir demonios?

—Y que quede claro, acabas de desperdiciar tu tiempo pasando de largo dolores y dudas que fácilmente podrías haber resuelto.

—¿El amor entre ustedes no era reciproco? —inquirió con notoria conmoción y una mirada perdida que se dirigía a su compañero.

—En lo absoluto. Nunca amé a Kocho.

Eso era todo lo que deseó oír desde un comienzo para no creer que realmente sí había interrumpido sentimientos que al final acabaron en nada. Pero siempre uno puede arrepentirse, aún no era tarde ¿cierto?

—¡Con que así! Entonces, intentaré no perder más tiempo desde hoy y resolver todo lo que tengo pendiente —su tono alegre volvió a sí, tan repentinamente que sorprendió a su compañero—. ¡Iré a disculparme con Kocho y ver si puede encontrarle un cura a todo esto!

Ese espíritu le transmitió cierta calma a Giyuu.

Finalmente Kyoujuro se levantó del suelo con un poco de dificultad mientras emitía una mueca que intentaba asemejarla en una sonrisa para no preocuparlo. Debía de calmar su respiración para dejar pasar el dolor, había estado tan agitado que no lo pensó de esa forma antes.

Antes de que se pudiera marchar, vio un cuervo volando encima de ellos y finalmente anunciando un hecho que destruyó cualquier tipo de ánimo dentro de sí, envolviéndolo en completa incertidumbre.

—Deberás dejarlo para más tarde.

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