07: La noche en la que nos conocimos
Shinobu, luego de un largo recorrido por el bosque para buscar especias, volvió a su Finca, encontrando a sus niñas trabajando tal como Kanae les había enseñado a hacer en el caso de encontrarse solas. Una mueca de dolor cruzó su rostro a la hora de sentir un fuerte dolor de cabeza y se fue escondiendo de ellas, dejando que Aoi se encargara de calcular las deudas que tenían —tras ser la mejor en matemáticas— y que Kanao instruyera a su manera a las niñas para que curasen a sus pacientes. Ninguna de ellas notaban su presencia. Incluso si intentaba hacerles ver que ahí se encontraba a veces solo creía que no era lo suficientemente radiante como lo era su amada hermana. Creyó que sería hora de superarla, pero cada día podía aguantar menos peso sobre sus hombros. Cada vez estaba más agotada y todo su espíritu caía en cascadas. Mañana se cumplirían 2 años, cuatro meses y 8 días desde que murió y al día siguiente sería 2 años, cuatro meses y 9 días, y volvería a pensar en el siguiente día y así sucesivamente. Además, ahora que era un pilar tenía que cargar con más responsabilidades y hacerse la adulta cuando lo único que deseaba era llorar y terminar su adolescencia para tragar la realidad. A veces simplemente sentía que había madurado muy rápido, pero otras veces solo se desprestigiaba en el espejo por lo débil que era aún a pesar de tener que llevarlo todo encima.
"¡No puedes hacer nada bien!" "Mírate inútil, sigues sin superar, vives contando las fechas que pasará tu hermana muerta" "¿Por qué demonios no te mueres? Nadie te detiene" entre muchas otras clases de comentarios. Y cada vez se sentía más desgraciada. Simplemente no podía tomar el papel de Kanae, ella no era lo suficiente para siquiera llegar a opacarla, aunque sea en el trabajo. Tenía dolores musculares muy fuertes y se desmayaba tras trabajar 15 horas seguidas. Vivía pensando en la idea de morir, no entendía el propósito por el que seguía ahí, observándose una vez más en el reflejo de la tina. No quería vivir para el momento en el que las niñas se enteraran que ella nunca podría reemplazar a Kanae. Quería dejar de decepcionarlas. A veces con la mente en blanco se intoxicaba con algunas pastillas y se sumergía en la tina, pero nunca valía la pena el esfuerzo, al final Aoi siempre la encontraba con los ojos llorosos y le pedía que resistiera. No quería ser más una carga. Si seguía intentando suicidarse tan vagamente algún día toda esta historia llegaría a oídos de Giyuu, su compañero de misiones, y entonces debería pasar la vergüenza de verlo todos los días, juzgándola en silencio. O peor aún, Sanemi se podría enterar y enojarse con ella como ha estado haciendo en los últimos años. Definitivamente no quería volver a ser señalada como "Kanae" por nadie más ni que la comparen para hacerla pensar que debía ser fuerte.
Estaba tan jodida que las lágrimas se derramaban de sus ojos y su cuerpo temblaba por completo. Ya nada la hacía realmente feliz, ni siquiera ver a sus niñas allí, dándoles regalos u observándola con la misma admiración que a su hermana. A veces se atemorizaba que no le interesaran en lo absoluto ninguna de las trillizas —según como las nombraba debido a que eran tan parecidas— o siquiera sus propias aprendices. ¿Y si ya no sentía empatía por nadie? ¿Ni siquiera por sí misma?
Sus manos incontrolablemente rompieron los vidrios del espejo en un impulso. Estaba en su habitación, encerrada en su baño, por lo que nadie la oiría, aunque sí sería notorio si gritaba mucho o si intentaban forzar la entrada. Definitivamente quería hacer algo rápido, deseaba encontrar una forma de arreglárselas de una vez por todas para ya no sufrir, pero no había más que dolor a la hora de romper el espejo que poco a poco le cortaba los brazos... Y el dolor paralizaba uno de sus brazos tras haber hecho tanta fuerza con este en todo el día, trayendo y llevando cosas pesadas que posiblemente podrían quebrarlo. Los vidrios incrustados en ciertas zonas de su cuerpo y que pinchaban sus talones si se movía de su sitio no eran más que una ilusión pasajera para ella, quien ya había tenido ataques como esos en los que su único consuelo fue ella misma. De pensar en que podría morir rápido lo hubiera hecho, pero no quería que sus niñas encontrasen su cuerpo tirado. Realmente las quería sanas y salvas, incluso si no fuera una buena idea estar a su lado. Además, tenía una misión la semana que viene con Giyuu. Simplemente no era su día ni el momento adecuado. Observó la sangre chorreante que por primera vez en sus brazos no había sido de forma intencional y de lo único que se alegró es de haberse tomado la pastilla de presión, porque de lo contrario ya hubiera caído desmayada.
Escuchó los pasos a las afuera de su habitación, ya los sabía identificar debido a que no era la única situación tensa en la que había participado al menos en su hogar. Sabía si se acercaba Aoi con su paso acelerado o Kanao, incluso si sus pasos sean tan disimulados que no se escuchen. Si eran las niñas, iban con torpeza y posiblemente un zapateo por cada tres pasos. Y si era Kanae... Cuando aún estaba viva, nunca supo cuando se acercaba, era tan tranquila que apenas sí la escuchaba al menos de que estuviera nerviosa. Los únicos pasos a los que no se había acostumbrado eran a los de las personas ajenas, aquellas que estaban sanas, pero tras nunca importarle porque no se dirigían a su habitación no se esforzó por identificar a la persona que por allí merodeaba, seguramente habiendo perdido de vista a Aoi. No eran pasos de un paciente, más bien resultaban de alguien que pisaba demasiado fuerte y caminaba rápido. Eso le llamó la atención, ¿alguien estaba huyendo de su medicina?
Para verificar que todo estuviera bien, sin importarle el estado en el que se encontraba ni que los vidrios estuvieran clavándose en sus talones o incluso molestándole en sus extremidades, salió del baño y abrió muy ligeramente la puerta de su habitación asomando su cabeza. Pero para cuando quiso observar con detenimiento la escena se encontró con un gigantesco hombre en frente suyo que la observaba desde arriba y sonreía preparado para dar un saludo que posiblemente retumbaría por su escandalosa voz. ¡¿Qué hacía este hombre aquí, en frente de su habitación?! Detestaba que sea quien sea descubriera dónde se encontraba su habitación por sobre todas las demás que había. ¿Las niñas le habían dicho dónde se encontraba? Les había dejado muy en claro que nadie debía saber el sitio en el que estaba, incluso si era una urgencia o un asunto de muerte, porque luego todos se enteraban y la frecuentaban ahí para sus consultas. Y pensar que creyó que al anochecer tenía al menos una hora de descanso. Pero no podía decirle nada de eso al hombre amable que la saludaba y preguntaba por su estado.
A penas lo conocía porque se había vuelto pilar hace dos días, ¿qué asunto tendría con ella?
—Está todo bien, Rengoku, ¿deseas pasar a tomar un poco de té?
Ya no estaba de humor para ir con las niñas, porque sabía que si ellas veían sus heridas volverían a preocuparse por temor de que haya intentado cortarse. Juraba que en serio había sido un impulso, pero no haría más que entristecerlas y no deseaba eso. Quizás podría abandonar la vida en otro momento, cuando no tuviera tanta gente a su alrededor, cuando lograse alejarlos a todos. Simplemente no era su momento.
—Oh, las niñas me han dicho que si podía llamarte porque tenían un regalo para ti —resaltó con su tono alto, observando lo más que podía el cuarto de su compañera—. ¡También dijeron que...!
—Shh —chistó antes de que dijera una palabra más y lo hizo entrar a su habitación, cerrando fuerte la puerta—. No quiero que mis pacientes se enteren de dónde me encuentro. No se puede tener mucha privacidad ¿sabes?
—Entiendo, debe ser complicado.
Los ojos de aquel hombre recorrían cualquier esquina con rapidez y analizaban todo, incluso si solo sonreía. Qué extraño era, pero si llegaba a ver sus heridas en los brazos no dudaría en creer lo mismo que todos, así que escondió sus brazos detrás de su espalda mientras se excusaba con que iría al baño. Era lo menos cortés que había hecho en su vida e incluso se notaba que algo ocultaba tras taparse con su haori. Aún así, Kyoujuro podría sacar la idea que quisiera, pero no vería ningún mal que se hubiera hecho en el cuerpo.
Siempre y cuando la gente no vea que te sientes mal, no se van a quejar contigo. Si te ven mal, inmediatamente encontrarán la forma de culparte, pero si no lo hacen serás una de las personas más fuerte para ellos. Así funciona.
Al entrar a su baño e intentar encerrarse, una gran mano atrapó su brazo más sano y la detuvo, dejándose ver el hilo de sangre que recorría hasta el codo con lentitud y manchaba el suelo. Sí, debió esperarse eso. Todos los hombres eran unos completos imbéciles y ese no podía ser la excepción. ¡Si tan solo tuviera la fuerza para darle un codazo! Pero no había más que vergüenza recorriendo su ser, aunque su rostro aún intentara mostrarse imperturbable con alguna buena mentira.
—Estás lastimada, Kocho... Perdón si estoy aplicando mucha fuerza, pero estabas a punto de enterrarte otro vidrio en tus pies. —Su mirada era inocente como la de un niño.
—Sí, no me di cuenta —confesó con gracia fingida mientras se dejaba reposar ligeramente contra el cuerpo de aquel hombre—. Lamento esta escena... Soy un poco torpe, me resbalé y rompí todo.
Omitió el hecho de que claramente golpeó tanto su espejo que sus nudillos quedaron rojos; no era buena idea saltarse detalles delante de un compañero que no resultaba un estúpido despistado. Pero aún así, Kyoujuro hizo de cuenta que le creía y se ofreció a ayudarla. No le parecía caballeroso hacer ver que las mentiras no hacían efecto en él.
Cada pequeño trozo de vidrio que había en el suelo o enterrados, dejaban muy clara la escena, por mucho que aquel pilar no lo quisiese pensar de esa forma para no parecer malpensado. No conocía lo que era enojarse tanto hasta el punto de golpear su propio espejo hasta hacerse daño, pero sí hasta el punto de tirarle una botella de alcohol por la cabeza a un hijo. Le había sucedido varias de esas situaciones destrozante con su padre, quien la mayoría de veces estaba ebrio. Quizás por eso le dolía en el corazón que su compañera, a quien había decidido quitarle los pedazos de vidrios con una pinza, no expresase ni una sola mueca por la sensación. Algo decía que eso no fue lo peor que se pudo hacer y lo perturbaba por unos momentos, paralizándolo tanto a él como su sonrisa, esa que pronto pasó a mostrar suma seriedad. Qué horror.
—¿Qué sucede? ¿Acaso te molesto? Si es así, no hace falta que intentes sanar mis heridas Rengoku, yo me las apaño.
—No, nada de eso... Solo estaba pensando. Dime, ¿cómo es trabajar aquí? ¿Los demás pilares son agradables?
—Es increíble trabajar aquí, siempre me entero de muchas cosas y mis pacientes son bastante calmo dentro de los términos. Me encantaría quedarme a vivir aquí por toda una eternidad. Con respecto a los demás pilares, hace tres meses que estoy incluida como una por lo que no tengo mucha idea, pero todos me caen muy bien, parecen al menos gente buena y amable.
Decía todo con tal tono genuino y una calma tan llevadera que por momento atrapaba a Kyoujuro y lo engañaba. Pero al final, estaba jugando un papel que no era el propio, eso estaba claro.
—¿En serio? Este sitio se ve encantador. Y con respecto a los pilares, ¡ya lo creo! ¿Has visto a Kanroji? Ella es mi aprendiz. Y ese tipo, Shinazugawa, es tan increíblemente fuerte.
—Sí, pero él no es la gran cosa —dijo en un momento con suma frialdad para luego volver a cambiar el tema—. Kanroji llegó hace poco también, es muy bonita y agradable.
—¿Por qué Shinazugawa no es la gran cosa? —preguntó curioso, subiendo la mirada para entender a lo que se refería.
—Me está volviendo a sangrar el dedo pulgar —indicó en un momento tras ver cómo sangraba—. Creo que quedó un pequeño pedazo de vidrio que me está pinchando. Por favor, sé cuidadoso con lo que haces.
—¡Oh, cuánto lo siento! ¿No te duele?
—No tanto, después de todo es el momento en el que pincha y arde, luego es solo una molestia.
—Yo aún sigo conteniéndome las lágrimas cuando tengo una astilla, no me quiero imaginar cómo puedes resistir tú —aclaró risueño, sacándole una risita llevadera.
—No eres el único por lo que se me ha informado... Ay.
—¿No es esta una herida profunda?
—No lo es.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
—Básicamente yo soy la maestra de medicina de mis niñas.
—¡Eh! Juro haber oído otro nombre cuando hablaba de eso con unos cazadores de menor rango —confesó posando su mano en el mentón y pensando—. Creo que era...
—Kanae Kocho. Sí, soy su hermana, Shinobu Kocho —admitió con amargura, pero los ojos de Kyoujuro no brillaron tanto como los de los demás al escuchar ese nombre, solo parecía estar aprendiendo algo más.
—Con razón comparten apellido. ¡Cómo pude no darme cuenta! ¿Son hermanas gemelas o algo? Dijeron que eres muy parecida a ella tanto que aterra, pero yo no creo que los gemelos sean aterradores.
—No es mi gemela, yo soy su hermana menor... Supongo que es aterrador tenerla como fuente de admiración —aclaró con una sonrisa a medias mientras desviaba la mirada. Cada vez aprendía más a contener las lágrimas al hablar de ella y tener que soportar que la comparen. Se lo merecía a cierto punto.
—Hey, no hagas esa cara, Kocho. No hay nada de malo en admirar mucho a alguien y ser parecido a esta persona, es usualmente como se comportan los hermanos menores. ¡Por genética yo me parezco demasiado a mi hermanito y padre!
Los ojos de aquella mujer se enfocaron otra vez en Kyoujuro, inseguros por si sus palabras eran mentiras para hacerla caer en una trampa, porque nadie podía malinterpretar tan bien la situación, pero tras oírlo hablar al respecto de cómo era su hermano menor, bajó un poco la guardia. Además, dejó de lado el hecho de curarla, olvidándose de ese trabajo y ocasionando que la mujer se riera ante semejante tontera; pero era mejor así, porque no sabía cómo decirle a Kyoujuro que todo lo estaba haciendo mal, no quería ser cruel. Mientras ella misma se echaba agua oxigenada y tomaba una pastilla para evitar el dolor de cabeza, oía todo lo que aquel hombre tenía que contarle de su familia. No podía entender cómo alguien podía confiar tan rápidamente en una mujer que apenas sí conoce. No parecía del tipo que iban por ahí intentando coquetear, así que descartó esa idea, más aún cuando le hizo un cumplido por su cabello y él reaccionó contándole la historia del por qué este era así. Ningún hombre coqueto reacciona hablando de la historia o algún detalle insignificante del halago que le es dado sino que incluso se vuelven engreídos o intentan devolver el cumplido. Además, se sorprendió al enterarse de que tenía 18 años, podía jurar que parecía de veintitantos; debía admitir que le gustaba hablar con hombres mayores.
Sin notarlo una sonrisa se instaló en su rostro mientras lo oía y respondía con cosas simples. Le agradaba mucho que las personas resten importancia a sus problemas y hablen tan alegremente. Sentía envidia pero a su vez le hacía pensar que estaba en el cielo. Y en una hora supo la historia de Kyoujuro, su padre, su abuelo, sus antepasados y muchas otras cosas. No habló en ningún momento de su madre, pero estaba casi segura que para ser un hombre tan familiar debía ser alguien bastante presente.
—¡Bueno! Esa es mi historia, ahora, ¿cuál es la tuya? —preguntó como si estuvieran haciendo un intercambio de información—. Oh y ¿cuántas hermanas tienes? ¿Cuál de todas ellas es Kanae? Parecían muy jóvenes.
—Es que son muy jóvenes —resaltó un poco más animada—. Pero ninguna de ellas es mi hermana... Es decir, somos una familia, pero solo funcionamos en cuanto a trabajo.
—¡Qué dices! Ellas te adoran... Es decir, llegué aquí y... Bueno...
—¿Qué te dijeron?
Una mueca se formó en el rostro de Kyoujuro que se podía comparar mucho a una sonrisa horriblemente nerviosa y jugó un poco con sus dedos antes de mirar para todos lados. Su última acción no la sorprendió, debido a que era muy inquieto y no podía mantener la mirada fija por más de 10 segundos, pero las demás actitudes fueron sumamente notorias.
—Ellas realmente se preocupan por ti y como llegué buscándote por tu nombre pensaron que era un amigo íntimo...
—¿Qué te dijeron? —volvió a preguntar, notando cómo cada vez movía más los dedos como si se le fuesen a quebrar.
—Me pidieron que te llevara algunos medicamentos por la menstruación ya que estabas teniendo muchos cólicos y te sentías mal... ¡Sé que es impropio por mi parte hablar de una cosa de mujeres, lamento incomodarte pero aquí tengo los medicamentos y también compré mucha comida y pienso quedarme más tiempo si es para que no te sientas triste!
Al oír cómo volvía a elevar su tono de voz, tapó sus oídos y apretó los ojos. ¿Acaso ese hombre estaba sordo o algo así? Pero aunque eso le hubiera molestado, no pudo evitar relajarse al saber que solo le habían dicho al respecto de algo tan natural como menstruar. Incluso creyó que por ser irregular, sus niñas no estaban ni mínimamente enteradas de cuándo le venía. Fue un mimo en el alma pensar en que realmente se habían dado cuenta e incluso se hubieran preocupado tanto ellas como Kyoujuro.
—Wow, nunca esperé oír a un hombre hablando de menstruación —confesó sorprendida y a su vez acercándose a aquel para acariciar su cabello con ternura—. Gracias, Rengoku, realmente me alegraste la noche, pero creo que tú pareces más incómodo por este tema que yo.
—En realidad tengo curiosidad...
—Pregúntaselo a un doctor —respondió con rapidez.
—¿Tú no eres uno?
—Soy lo más cercano a uno pero en realidad no lo soy. Mi hermana podría saber de todo esto, pero...
—¡Oh, tu hermana! ¿Quién es ella? ¿Puedo conocerla? Oí que antiguamente fue un pilar.
No lo hacía a propósito, pero el rumbo de la conversación la inclinaba a temas más tristes que provocaban una confusa tristeza en Shinobu, quien detestaba hablar de su hermana porque eso significaba llenar sus ojos de lágrimas y romper por completo su dignidad. Y pensar en todas las veces que le pidió a Sanemi que se callara para no estar hablando siempre de ella. El dolor de cabeza volvía incluso si ya se hubiera tomado una pastilla para ello... Pero Kyoujuro simplemente no lo decía a malas.
—Ella está muerta... No hay nada que puedas hacer.
—¿Eh? —preguntó como un niño desilusionado, causándole aún más presión al corazón de Shinobu ya antes desgarrado—. Lamento mucho su muerte... Pero si alguna vez te sientes mal por ello sabes que estoy aquí apoyándote. Todo está bien, Kocho. ¡Mejor comamos algo! ¡Compre de todo un poco!
Pasó su mano por su hombro y lo frotó como símbolo de compañerismo, uno que nunca nadie le había demostrado, nadie más que su hermana. Su ceño se frunció ante la simple idea y una mueca se hizo presente en su rostro, pero quitando ese pensamiento de su mente se dejó llevar por la amabilidad de ese hombre. ¡Ya era hora que su hermana le entregara un ángel! ¿Acaso esa era la sensación reconfortante a la que Giyuu se refería cuando le decía que dejase de intentarlo? ¿Alguien como él también tenía esperanza en la vida? Qué maravilla.
A pesar del gran calor en su corazón, no lloró mares ni mucho menos se puso a patalear como una niña pequeña que hace berrinche por el dolor de sus heridas al ser rozadas; pero cuando él se fue, despidiéndose con una saludo con la mano y sonriendo en el proceso se destrozó en lágrimas mientras Aoi la asistía y la llevaba a su habitación, pensando que lloraba del dolor. Pero no, por primera vez desde la pérdida de Kanae lloraba de la felicidad, del alivio de seguir viva y poder experimentar una nueva sensación reconfortante. Sentía a Kanae en el alma entusiasta de ese hombre y eso fue suficiente para partirla al medio con tan solo la idea de verlo brillando como un sol. "Es tan dulce y cómodo como un hermano"
Pero tal como dice el dicho: "Los que se aferran a la vida mueren, los que desafían a la muerte sobreviven" y uno no vive con felicidad cuando desafía a la muerte; eso lo comprobó al despertar de su sueño, ahogada y tosiendo, como si el veneno hubiera actuado por primera vez en su cuerpo, aunque ya llevaba años consumiéndolo. ¡Había sido un recuerdo tan bonito expresado en un sueño, pero algo la bloqueó y ocasionó que se sintiera ahogada!
—Kyoujuro... ¡Ay, Dios, Kyoujuro! —llamó entrando en desesperación mientras movía el cuerpo de su amado. No sabía por qué el miedo de ser abandonada acababa de comenzar en ella y tosía tan desesperadamente.
—¿Eh? Shinobu... ¿Qué pasa? —preguntó adormilado escuchando la respiración agitada de su mujer.
—Estás vivo... Tú y yo estamos vivos...
—¿Amor? ¿Por qué no estaríamos vivos?
Kyoujuro se dio la vuelta, encontrándose con esa mujer intentando prender la lámpara y lográndolo en el intento, aunque le estuviera temblando tanto la mano que podría hacerla entrar en cortocircuito de tanto mover la palanca que esta tenía. Perdido por el hecho de que encendiera de esa forma la luz y se sentase en la cama, insegura incluso de lo que pudiera suceder a su alrededor, se frotó los ojos intentando asimilar la realidad. Hacía frío por lo que supuso que no quitaría ni loca ninguna de las 3 frazadas que tenía encima, pero por el contrario estaba sudando como si estuviera enferma. Eso lo preocupó y esperando que no lo estuviera, midió su fiebre simplemente acercando sus labios, tal como ella hacía con él, y para su mala suerte estaba ardiendo.
—Estás demasiado caliente... ¿Tuviste una pesadilla muy fea?
—No fue una pesadilla... Fue más bien un recuerdo. Fue la noche en la que nos conocimos... Ay Dios, ¿qué hice?
Los ojos entristecidos de Kyoujuro captaron otra de las desesperaciones que atormentaban a su pareja, quien posiblemente comenzaba a delirar del malestar. A veces se preguntaba si desde esa noche que se conocieron a ahora había una distancia abismal. Otras solo le restaba importancia y se alegraba de tener a esa mujer a su lado. Pero, por alguna razón, esta vez ni siquiera se acercó para abrazarla. Le dolía que ella tomase como algo malo el recuerdo de la noche en la que se conocieron, porque desde ese momento él siempre se preocupó e incluso intentó sacar su mejor ánimo, se enamoró de la esperanza de verla feliz al menos a su lado, pero ahora se encontraba compartiendo cama con alguien que deliraba y se quejaba con palabras absurdas. Con la mujer con quien vivía discutiendo últimamente.
La mayoría de las veces la pasaba muy bien con Shinobu, la llenaba de mimos, recibía lo mismo, mas ahora le cansaba un poco saber que el cariño que le ofrecía sea dado como si él fuera otra persona. Es decir, nunca le importó ser el reemplazo de alguien más, pero Shinobu ni siquiera lo estaba viendo como quien era sino que resultaba ser otra persona a sus ojos, alguien a quien ama a veces con el mismo romance y otras como un hermano. ¡Era horriblemente enfermizo lo que estaba haciendo!
Apretó los dientes ante los pensamientos que estaba teniendo y queriendo hablarle se mordió la lengua. Era terrible lo nervioso que aún se podía encontrar. Quizás la mejor palabra para describirlo era: culpable.
—Estoy acá, ambos estamos vivos. Soy Kyoujuro Rengoku, tu prometido —esa última parte la resaltó con la esperanza de que ella estuviera pensando en él como tal, mas no sabía qué estaba esperando de una mujer enferma—. Voy a preparar un poco de té. Ya vuelvo, amor.
Amaba mucho a Shinobu, lo podía jurar. Pero cada vez que él formaba parte de sus altibajos dolía tanto que incluso se podía volver insensible en cuanto a sus acciones.
Salió de la habitación y tras no ver a nadie circulando, dejó que algunas lágrimas salieran de sus ojos mientras se esforzaba por sonreír, caminado por los pasillos oscuros. ¿Por qué le pedía tanto? Estaba claro que ella solo se encontraba mal, inestable, pero ¿por qué cada día estaba con más cambios de humor? Es decir, entendía lo de las hormonas, solo que sentía que se estaba encontrando con otra persona, alguien que no es la Shinobu de la que se enamoró, una chica que a veces está presente y otras está pensando en el pasado, recordando momentos que ni él podía terminar de tragar. Incluso de vez en cuando se desmayaba sin más o le temblaba la mano al escribir. Ella dijo que era a causa de la presión arterial baja, y siempre le creyó porque ella es la doctora y sabe todo... Todo excepto que su estomago se estaba destruyendo poco a poco. Quizás realmente no estaba enterada de todas las cosas con respecto a medicina. Mas en otro momento le comentaría su duda, ahora se encontraba muy mal y no quería causarle problemas.
Puso el agua caliente como se debía, pero a la hora de identificar cuál sobre de té era el que prefería Shinobu tuvo un mareo enorme. No leía las letras. Se veían borrosas de un ojo y del otro un poco nítidas, pero no tanto. ¿Era por la oscuridad? Qué raro, usualmente podía leer todo incluso si solo estaba la luz de la luna presente.
—¡Debe ser por la vejez! —se aclaró a sí mismo con una sonrisa.
Se quedó indeciso entre qué sobre elegir, debido a que todos tenían el mismo color, pero al final puso los cinco en cinco tazas. Luego él les traería un montón de tés más. Y supo distinguir el que Shinobu prefería por su olor y sabor. Al final también se tuvo que tomar uno de esos tantos y dejó los otros encima de la mesa tras distraerse. Al volver a su habitación, vio a su pareja con un frasco entre sus manos. Nunca había visto una cura de tono violáceo.
—¿Amor? ¿Qué es eso?
—No es nada... Hacía tiempo no tomaba esta medicina.
—Estás excediéndote de medicinas... Si sigues de esa forma tendrás una sobredosis —recalcó nervioso, viendo cómo ella abría el frasco y quitándoselo de las manos antes de que lo acercara a sus labios—. Estás tomando pastillas muy raras y ahora esto... Huele como a glicinas.
—Kyo... Perdón por lo de hace rato, pero es algo que debo beber para estar sana —aclaró intentando interpretar su papel lo mejor posible mientras acercaba sus manos a las de su pareja—. Por favor, esto duele mucho...
—Voy a consultar con Aoi para tu medicina. Solo quiero lo mejor para ti, Shinobu, y ahora no estás muy consciente.
—¿Por qué eres así de cruel? ¿Qué te sucede conmigo?
—No me sucede nada pero sabes que no puedo darte todos los gustos.
—No quiero verte por aquí. ¡Vete ya de una vez y ni se te ocurra venir a querer acostarte conmigo! No te necesito. Puedo hacer todo sola.
—Shinobu, no solo quiero acostarme contigo, soy tu prome...
—¡Vete a la mierda! Solo una cosa te pido y no puedes darme ni eso a pesar de todo lo que he hecho por ti.
—Estás enferma, amor y no sé de qué forma.
Tras dar por finalizada su conversación, Kyoujuro se alejó, haciéndole casos a los pedidos de su mujer y tirando ese veneno por el lavabo del baño de Shinobu. ¿Qué le estaba escondiendo? Eso era glicina y funcionaba increíblemente bien contra los demonios, pero un humano no debería ingerirla. Además, le estaba mintiendo como si fuera un estúpido y tratándolo mal como si la máscara se le cayera. Todos pensaban que era un estúpido tipo inocente.
Con pesadez en su vista le indicó a Aoi al respecto del estado de Shinobu, teniendo que despertarla tanto a ella como a Kanao con sus golpes en la puerta, y tras dar por sentado todos los hechos, decidió irse a su hogar, sin tomar en cuenta el hecho de que eran las cuatro de la madrugada. Estaba bien, nunca era demasiado tarde para volver. Y dejaría que Shinobu se tomase todo el tiempo que quisiera, luego si ella quería volver se alegraría un montón, pero no quería seguir insistiendo, porque ese era un punto negativo que siempre marcaba en cada una de sus discusiones.
"Llévame de vuelta a la noche en la que nos conocimos y entonces podré decirme a mí mismo, ¿qué demonios se supone que debo hacer? Y después me diré a mí mismo, no andar a solas contigo"
"Tenía la mayor parte de ti y ahora no tengo nada... Llévame de vuelta a la noche en la que nos conocimos"
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