06: La diferencia de lo que ambos anhelaban
Solo fue cuestión de tiempo para todos los pilares enterarse de que finalmente Kyoujuro y Shinobu eran una pareja. Ninguno se sorprendió por aquel hecho, después de todo, gracias al pilar del fuego siempre eran bien informados.
Como una pareja de pilares y contando la situación de que cada vez habían más casos de demonios, ambos no disfrutaban de mucho tiempo juntos. Si bien a Shinobu no le eran asignadas tantas misiones como a Kyoujuro, ella disponía de poco tiempo por los severos casos de cazadores dañados y, sin contar, que seguía con su investigación acerca de la cura para Nezuko. Tenía demasiadas cosas en mente, por ello cuando aquel joven le pidió que fuesen pareja se le hizo muy difícil tomar una decisión e incluso estuvo distante para no tener que responder.
Durante esos meses de noviazgo había aprendido lo que conllevaba amar a Kyoujuro. Le gustaba cómo se sentía, era tan cálido que a veces deseaba quedarse entre sus brazos por un día completo. Era una sensación extraña de tranquilidad, una de esas que no tenía desde hace ya largos años. No eran una pareja perfecta ni demasiado amorosa, no cualquiera desearía tener esa relación, ya que siempre que estaban juntos surgía un momento de pánico dentro de cada uno, porque estaban en un mundo donde desconfiaban de la oscuridad. Ambos creían en las habilidades del otro, pero "¿qué pasaría sí...?". Esa era la pequeña gran duda que siempre les nacía.
"Lo raro sería que no haya desbalances y siempre se encuentren contentos el uno con el otro"
Esas palabras dichas por Mitsuri habían servido demasiado para Shinobu, quien se atormentaba por las veces que se desquitaba con Kyoujuro cuando este la intentaba convencer de cambiar de idea ante diferentes temas. El problema resultaba que al ser tan diferentes, sus opiniones muchas veces chocaban y más para Shinobu, quien perdía la paciencia con rapidez ante la imprudencia de ese hombre. Era tan agobiante que a veces se alegraba de no tenerlo todos los días despertándola en la cama con el desayuno servido. Detestaba pensar en que esa podría ser su rutina diaria si se llegasen a casar.
Era difícil asimilar la idea de que podía llegar a casarse alguien como ella, pero no era tan compleja como le pareció en su momento. Kyoujuro lograba convencerla solo con insistir y dar sus buenas razones. Él no era un hombre desesperado que quería una esposa como trofeo. Aunque sí era desesperado, pero estaba segura que no de tal intensidad como Zenitsu.
Se le hacía complicado reaccionar cuando él hablaba acerca de casamiento, ya que la simpleza de que ambos siguieran vivos en tal estado crítico en el mundo —el cual estaba girando en base a los demonios— parecía pura casualidad. El patrón comentó que al parecer estaban en un tiempo de calma momentánea, pero nadie se lo creía, porque todos estaban acostumbrados al caos. Sabían muy bien que ante la primera distracción matarían a uno de los suyos. Estuvieron a nada de llevarse la vida de Muichiro hace poco y ni hablar de cómo aún recordaba las consecuencias de aquella misión en tren, donde uno de los participantes había sido su ahora pareja.
¿Qué hubiera ocurrido si el único pilar en ir habría sido Kyoujuro? No quería ni imaginárselo, pero su mente la torturaba al pensarlo. Solo apenas pudo salvarlo y a veces actuaba tan extraño que la asustaba. Esperaba con todo su corazón que no se estuviera haciendo el fuerte.
Completamente quería un cambio de ambiente, por una sola noche, por lo que al recibir la invitación de aquel hombre acerca de cenar con su familia, como hace tiempo deseaba, aceptó. Mas habían ciertos problemas, tal como era el padre aquel, el cual se negaba a recibir a una cazadora de demonio y menos le daba la aprobación para que luego se casase con ella. Pero de alguna manera, Kyoujuro logró llegar a un acuerdo para que cenasen dentro de todo en paz. No quería pensar en su padre discutiendo con Shinobu. Más que nada porque sabía lo venenosa que se podía volver su mujer.
En cuanto Shinobu llegó a aquella gran casa tuvo ligeros mareos. Por lo que había oído, los Rengoku eran muy parecidos, demasiado, hasta el punto de que los únicos dos hijos de la familia heredaron poco y nada de su difunta madre. Ese simple hecho la hacía tener escalofríos, si ella legaba a tener hijos no quería verlos iguales que su prometido y sin ningún rasgo de ella, iba a ser simplemente aterrador tener una versión infante de aquel.
Tardó unos segundos en tocar la puerta, aún reflexionando, pero en cuanto se sintió lista esbozó su mejor semblante. Debía de hacer creer al padre de su prometido que no era una arpía como la tachaba. Al parecer un hombre de aspecto atemorizante se encontraba en frente de ella, con un ceño fruncido que provocó una mueca de su parte.
Bien, ¿quién era la arpía en esa situación?
—Buenas noches, soy Shinobu Kocho, pareja de Kyoujuro, es un placer.
Su tono salió muy bajo como para siquiera considerarse su voz, se sentía como si temiera que el hombre delante de ella le gritase que se largue de su hogar. Había oído mucho de él, su novio quiso prepararla de alguna manera por si las dudas, pero saber que aquel alguna vez fue un joven tan entusiasta como Kyoujuro y luego se convirtió en un amargado que se embriagaba hasta llegar a golpear a sus hijos le daba cierta inquietud. Oyó demasiadas cosas buenas de él, tantas que incluso creyó que eran mentiras, pero con ese último detalle negativo de que era un abusador cuando bebía no le gustó nada el ambiente.
—Shinobu... Soy Shinjuro, el placer es mío —Sus palabras salían casi sin emoción, no había furia ni alegría, era pura seriedad—. Puedes entrar, pronto estará la comida.
—Muchas gracias por aceptarme, señor Rengoku.
Dio una ligera reverencia para luego adentrarse, sintiendo en la punta de su nariz el increíble olor a comida, lo cual se le hizo tan satisfactorio como ver al hermano menor de Kyoujuro. Se notaba tan tierno que causó una gran sonrisa en su rostro mientras se acercaba a este. No le hacía mucha falta agacharse, después de todo rozaba su altura.
—Tú debes ser Senjuro ¿no? Qué jovencito tan idéntico a Kyoujuro... Al parecer los tres comparten muchos aspectos parecidos. —Su palma se coló en la cabeza del menor que mostraba una suave sonrisa.
—Sí, soy yo, me siento feliz de ver a la señorita de la que mi hermano habla todo el tiempo. Usted, además, salvó en varias ocasionas su vida, se lo agradezco mucho.
La sorprendió la fluidez con la que transmitía sus palabras, por un momento pensó que era mucho más pequeño por su rostro aniñado, pero si mal no estaba tenía alrededor de 13 o 14 años. Oh, qué feo error. Conocía que a nadie le agradaba que juzgasen su edad por su apariencia. Lo conocía por experiencia propia.
—¿Habla de mí? Oh, en realidad, él me salvó, yo solo hago lo que está a mi alcance a través de mi papel de farmacéutica, pero su positivismo y esa irradiante presencia fueron más que suficiente para que hoy pueda existir.
Era cierto todo lo que decía, no exageraba en ninguna de sus palabras, ya que de no haber sido porque Kyoujuro la había detenido, hace dos años, ella solo sería una joven más caída ante las tentaciones. Desde ese día surgió la promesa acerca de cómo siempre iba a dar todo de sí, aunque en el fondo le hubiera parecido solo un desperdicio de palabras. Ahora notaba que en realidad seguía viva por una promesa, lo cual parecía demasiado irrealista.
Hubo una segunda vez en la que fue salvada, cuando dos grandes demonios casi la matan por una pequeña distracción, y él aún así llegó a tiempo. Era una persona muy cálida, se preocupaba y de alguna manera había sabido esconder sus sentimientos por más de 3 meses, ¡lo cual es muy raro para ser alguien sin filtro! De no haber sido porque Iguro lo descubrió seguro que sería aún más sorprendente.
—No se están salvando, solo están ahí como un reto suicida, ninguno de los dos son honorables... ¿Siquiera piensan en para qué se están por casar? —soltó finalmente Shinjuro tras haber reprimido una mueca.
—Disculpe, pero no lo entiendo, ¿tiene algo en contra con que me case con su hijo? Además, aún no hemos decidido nada, solo pienso que...
—Lo tengo, mientras pertenezcan a esa inmunda asociación su casamiento no va a servir de nada, lo sé, y más si eres Pilar siendo alguien que no puede cortar la cabeza de un demonio... ¿Piensas que mi hijo te va a poder salvar cuando te enfrentes a una Luna superior tú sola? Corren rumores de que la Luna Superior número 2 mató al Pilar de la flor, Kocho Kanae, tu hermana, y seguro debes tener muy bien prevista la idea de vengarte, pero la única posibilidad que tienes es nula, ni siquiera tu muerte resultaría y solo dejarías a mi hijo viudo o muerto también. Piensa bien por parte tanto tuya como de Kyoujuro cuál es el futuro que le ves a todo esto.
Al parecer el hombre en frente suyo sabía bastante acerca de su vida como cazadora, ¿Kyoujuro le dijo tanto o habrá oído por parte de otros miembros? Ya no lo sabía, pero la inquietaba mucho. Intentando no decaer ante esas palabras, mostró un breve impacto, el cual luego se transformó en serenidad, aunque esta última fuese falsa como siempre. Nunca creyó que alguien la trataría de esa manera sabiendo tanto que hasta la dejaba por momentos muda... No recordaba ni qué responder o como gesticular una palabra.
—Padre, has sido demasiado cruel...
—No es crueldad, es la simple realidad. Si esta mujer en serio ama a Kyoujuro sabrá que lo mejor será quitarlo de sus planes, porque ese mundo en el que se sumergieron no deja oportunidad ni a la distracción ni al amor.
A pesar de decirlo con tanta frialdad, notaba que en realidad detrás de sus palabras habría una gran preocupación por perder a su hijo. Al parecer él conocía muy bien de lo que se trataba perder al amor de su vida por estar ocupada con su propio trabajo.
¿Esa era la triste realidad? Cuando todo parecía construirse de un tono cálido entre ella y Kyoujuro caía en que se estaba haciendo una idea equivocada. Habían demonios a pesar de que él la abrazara al despertar de una de sus pesadillas y le susurrara en el oído que esa noche no la dejaría sola. Era como tener un niño pequeño, asustadizo de la oscuridad, pero que lo ocultaba con una suave sonrisa.
Aunque debían seguir haciendo sus misiones, cada uno por su lado, cuando se encontraban una vez más, durmiendo en la misma cama, rebosando en su interior el calor del cuerpo del otro y observándose hasta que el cansancio se apropiara de ellos; se sentía como si el mundo fuera un lugar pacífico, donde la mayor amenaza son las propias inseguridades de uno mismo y no seres devoradores de humanos. El amor la hacía perder poco a poco la perspectiva de la realidad en donde ella iba a morir ya sea en manos de un demonio o a causa del veneno dentro suyo. Ese hombre logró hacerla ver el contraste de lo que vivía día a día. No, más bien logró hacerla ver una fantasía hasta esta noche, cuando la mirada tan fría de Shinjuro la tachaba de asesina. ¿Ella asesina? ¿Ella que lo único que no quiso al principio de todo era quedarse sola ni dejar que los sentimientos de Kyoujuro mueran? ¡Si era una asesina que le explicase por qué hacía cada día más feliz a su hijo!
—¿Eh, están discutiendo? ¡Oh, vino Shinobu! —Kyoujuro finalmente apareció en la escena luego de haber estado bañándose—. Es muy temprano, siempre eres muy puntual, ¡me encanta eso de ti!
—Kyoujuro...
Sin notarlo lo observó con cierta confusión en su mirada, causando que el muchacho se acercase con velocidad hasta ella. Al parecer había olvidado por breves momentos que se encontraba en la Finca de los Rengoku y no en el mismo infierno, ardiendo por la ansiedad que le generaban sus propios pensamientos.
—¿Qué es esa expresión? ¿Estás bien? —se inclinó ligeramente por su altura y la observó con breve detenimiento.
—Sí... Tranquilo, lo estoy —susurró con una breve sonrisa mientras apoyaba su mano en la mejilla del muchacho—. Te ves muy bien, ¿te has cortado el cabello?
—¡Oh, sí! Tomioka me lo cortó, nadie se había dado cuenta hasta ahora. Y tú has venido con el cabello suelto y con ese kimono que es tan ardien... ¡Bello!
Casi olvidaba que su hermanito estaba escuchando la conversación, o siquiera que estaba viéndolos. Además, a juzgar por la mirada que Shinjuro les había lanzado no parecía muy contento con el acercamiento y los roces. Era la primera vez que Shinobu veía que un padre protegía más a su nuera que a su hijo. Ciertamente pensaba que si su padre estuviera vivo también hubiera reaccionado como él o peor. Kyoujuro tuvo que conformarse con dejarle un casto beso en los labios. Quizás pasar un largo tiempo sin verla lo había quitado un poco de la situación.
—Supongo que ya han conocido a mi bella Shinobu.
—¿Tuya? No soy un objeto, ¿lo sabes, cariño?
—¡No me refería a eso! Pero es tan dulce que me digas "cariño" —Completamente no había entendido las intenciones en las palabras de su pareja.
—Chico idiota. —De fondo pudo oírse la voz del frustrado padre.
Senjuro sin entender demasiado la situación se echó a reír, vaya a saber alguien porqué, pero el hermano mayor también le siguió las risas. Al parecer aquella mujer se perdió de algo, ya que no entendía la gracia, mas solo lo dejó pasar y reflejó una calmada sonrisa. Se sentía como si estuviera en su casa, disfrutando un momento en familia cuando su padre y hermana reían por cuestiones sin sentidos, aunque en esos tiempos ella también les seguía el juego.
Viejos y buenos tiempos...
Sin notarlo las horas habían comenzado a pasar, el momento de la cena fue el que menos recordó al finalizar su reunión con los Rengoku. Apenas había pensado mientras comía y cuando alguien hablaba este era el hermano de Kyoujuro, quizás contando anécdotas del colegio al que asistía. No sabía por qué ni siquiera había disfrutado, se sentía cómoda, el ambiente se alivianó bastante y al parecer la familia la había aceptado un poco... Pero lo dicho por su ahora suegro la dejó con la mente en blanco.
No pensaba en otra cosa que no fuese ello. Aunque nunca hubiera dudado de lo que debía hacer con respecto a su corazón, ahora sentía como si este pesara cada vez que observaba a su novio y pensaba que de todas maneras la muerte los separaría. ¿Qué significado tenía la ciudad de estrellas? ¿Por qué esta era la primera vez que tenía miedo a morir? Si mal no recordaba, antes de salir con Kyoujuro lo único que se le pasaba por la mente era ser tragada por el demonio que mató a su hermana, de esta manera tendría buenas chances de matarlo también. Pero ahora pensarlo le daba náuseas. Quería más tiempo junto a aquel pilar, solo un poco más, no podía siquiera imaginarse en otra vida que no fuese esta. No quería llegar a reencarnar y olvidar todo lo que sentía.
De tan solo pensarlo...
—¿Señorita Kocho? ¿Se siente bien? —giró su vista con lentitud, chocando con la del menor Rengoku, quien se había preocupado.
Al notar su preocupación observó a su alrededor y notó que había caído al suelo, quizás porque sus pasos se entorpecieron. Nunca era tan torpe.
—Gracias, lo lamento estaba distraída. —Intentó generar una sonrisa, pero era como si sus expresiones no tuvieran el movimiento necesario, así que optó por levantarse y pedir permiso para ir al baño.
—Ya veo... Desde que llegó está así, al parecer.
—Hermano, ¿ella no estará embarazada? Eso sería muy increíble ¿cierto? —intentó imitar las palabras de Kyoujuro, aunque las dijera en tono inseguro.
Las orejas de Kyoujuro se tornaron coloradas, dando a entender que esa pregunta lo había puesto bastante nervioso. No es como si nunca hubiera pensado en tener un hijo, es más, le insistió a Shinobu con ello, pero no había obtenido mucho resultado que digamos. Él se imaginaba con mucha locura un hijo de ambos, parecido físicamente a él y con la personalidad venenosa de Shinobu... ¡Oh, era un vicio pensarlo así!
—¡S-sería grandioso, yo quiero un hijo!
—'Kyoujuro, no antes del casamiento! Ni se te ocurra decirme que ya han tenido...
—¡Claro que sí! Oh... ¿No se podía?
—¿Tener qué? —la inocencia de Senjuro marcó un alto a la conversación de los otros dos.
—No es nada, hermanito, no te preocupes. Pero en serio deseo tener un hijo, de tan solo pensar en ello me siento muy feliz.
—Aunque sería peligroso, Kyoujuro, tú no puedes estar siempre ahí en la etapa del embarazo. Deja de suponer que eres tonto y piensa bien en lo que podría ocurrir. Creo que estás adelantándote demasiado desde que has vuelto de ese tren, ¿cómo se te ocurre pedirle matrimonio a una mujer apenas has salido de terapia?
—De alguna u otra manera siempre te encuentras negado a todo lo que me hace feliz. No te metas por esta vez, padre, ella es mi pareja y desde ahora en adelante solo necesito su opinión. Yo no pienso cometer los mismos errores que tú.
A pesar de decirlo con una gran calma, aunque un tono más severo, se podía notar la seriedad en sus palabras. Una que no muchas veces aparecía y menos cuando se encontraba en frente de su padre. Shinjuro no le quedó de otra más que fruncir el ceño, dando un golpe a la mesa.
"No voy a cometer los mismo errores que tú" ¿Es que acaso dejaría su pasión como cazador de demonios para quedarse a protegerla? Ese sí que era un sacrificio para alguien tan dedicado como Kyoujuro, pero podía entenderlo... Su error fue seguir con el deber a pesar de tener una familia a la cual cuidar, por eso su amada Ruka había enfermado, y no quería ni imaginarse cómo hubiera sido si sus hijos corrieran el mismo destino. Desde ese momento, un clavo se atascó contra su corazón y creó un agujero que ahora lo volvía ese hombre, con una bebida en la mano y que denota el miedo de su hijo menor al verlo tomando. Se volvió un cobarde que huye de sus problemas con el alcohol, distorsionándole la mente y provocando que su hijo tiemble de miedo por ser golpeado una vez más. Era solo un cobarde que ahora huía de sus problemas.
¿Cómo iba a cuidar a sus hijos si él mismo los maltrataba?
Shinobu finalmente salió del baño, luego de reflexionar tanto como despabilarse, y al bajar las escaleras notó que el ambiente era denso otra vez. Era como si esa familia fuese disfuncional y poco estable, pero al parecer Kyoujuro siempre solía arreglarlo todo con una sonrisa.
—Shinobu, estás pálida... ¿Te encuentras enferma?
—¿O embarazada? —las palabras de Senjuro la dejaron levemente avergonzada.
—Ah, no creo que se trate de un embarazo, pero Kyo, ¿podemos hablar?
—Claro que sí, por cierto, me encanta que me llames así.
—A ti te encanta que te llame como sea, no puedo creerlo, ya te he llamado así montones de veces. —Unas suaves carcajadas se escaparon de sus labios mientras caminaba hacia la puerta, aunque antes de salir se giró hacia la familia del muchacho—. Muchas gracias por la invitación, ha sido una cena maravillosa, pero lamento decir que debo retirarme.
—¿Y-ya se irá?
—Creo que sí, no me estoy sintiendo muy bien, así que no quiero contagiar a nadie. Pero no se preocupen, prometo que volveré. Aunque si no lo hago... ¿Qué tal si te quedas con mi hebilla, Senjuro?
Ante aquella propuesta, hasta Kyoujuro se sorprendió, y no pudo evitar observarla extrañado. Ella le devolvió la mirada, pero con una dulce sonrisa, lo cual provocó que su corazón se acelerara, sin saber si aquella era genuina o falsa.
—¿Hebilla?
—Sí, es una muy preciada para mí, pero me gustaría dejarla en manos de un pequeño tan amable como tú. Si llego a hacer falta, me agradaría que me recuerdes con esto... Hasta ¿quién sabe? Quizás atraiga mariposas.
Los ojos del menor se iluminaron mientras se acercaba a aquella y extendía la mano, aunque con una notoria timidez. No sabía si merecía aquel obsequio o no, pero lo quería, si era muy importante para la novia de su hermano entonces lo sería también para él.
—Por favor, cuídala. —Dejó el objeto en la mano del joven que no pudo evitar sonreír—. Y si por algún motivo no podemos volver a vernos, sé feliz y hazle caso a tu padre, seguro él está muy preocupado por ti como por Kyoujuro.
Sus palabras resonaban en su cabeza como una dulce melodía y lo sorprendían, esa delicadeza le recordaba a alguien que ya no estaba. Extrañaba a esa persona aún sin poder visualizarla... No recordaba su apariencia, ni siquiera su voz, pero de tan solo pensarla le daban ganas de llorar desconsoladamente y pedir que por favor vuelva. La casa sin ella huele a tristeza.
—¿Puedo darte un abrazo?
—¿Eh? Claro que puedes.
Los dos hombres ajenos a la situación observaron confundidos, mas no interrumpieron. Parecía que Senjuro se había puesto emotivo. En cuanto los brazos del menor la encerraron, ella no pudo hacer más que corresponder, aunque sintiendo como las lágrimas del muchacho recorrían por su pecho. Otra persona llorando entre sus brazos, ¿también la estaban confundiendo con alguien más?
Frías y cristalinas gotas de agua salían de los sensibles ojos de aquel que comenzaba a recobrar los recuerdos y la similitud que había encontrado en Shinobu con "esa persona". Por primera vez en mucho tiempo, recordó el calor de su madre, sintiéndolo el mismo que el de esa mujer, quien ahora frotaba su espalda y le preguntaba el motivo de la tristeza.
—Se siente como mamá, sus abrazos y palabras se sienten como las de mamá —confesó angustiado haciéndose audibles los sollozos. Después de todo era un niño como cualquier otro—. La extraño mucho... Mi padre era feliz cuando ella estaba, yo quiero verlo sonreír. Por favor, no mueras, vuelve a visitarnos.
Sentir como un niño la confundía con su madre y además le pedía temblando que siga con vida, le destrozaba el corazón, aún más de lo que ya estaba. No era la primera vez que la confundían con una madre, en realidad sus niñas siempre la confundían con una. No podía creer lo mucho que conocía ese sentimiento: el de asimilar a una persona que ya no está y temer por perderla también. Sin notarlo las lágrimas se crearon alrededor de sus ojos, encontrándose con la mirada del mayor Rengoku, que al parecer también sentía la tristeza de su hijo. Todos en ese hogar sufrían por el mismo motivo "la perdida", no solo de una persona, sino que de la felicidad y el calor que brindaba. Ahí notó la falta que le haría separarse de Kyoujuro, era muy fuerte el sentimiento de soledad que no quería volver a experimentarlo.
Y todas las palabras que planeaba decirle para romper con él, se esfumaron.
—Yo también extraño a mi familia —susurró separándose levemente del abrazo para mostrarle una sonrisa—. Pero estoy segura que algún día tu padre va a sonreír de nuevo, no te des por vencido.
—Usted tiene la sonrisa más triste que he visto, ¿mi hermano no la hace feliz?
—No, no es eso, tu hermano me hace muy feliz, más de lo que he sido en toda mi vida.
—Pero usted estuvo mal este día...
—Es porque lo amo demasiado y temía que algún día el destino nos separe, pero ahora sé que aunque eso suceda, nos reencontraremos una vez más quizás hasta bailando debajo de las estrellas.
Las lágrimas del muchacho comenzaron a cesar mientras se había dispuesto a secar las que salían de los ojos de la mujer, al parecer ella estaba tan poco acostumbrada a llorar que no lo notaba hasta que sentía el roce del pulgar del pequeño. Giró brevemente su vista hacia Kyoujuro, pudiendo ver esa preocupación y confusión repentina, posiblemente no sabía cómo sentirse.
—Eres un hombrecito muy caballeroso, igual a tu hermano. —Palmeó la cabeza del menor—. Me siento alegre de tener una familia tan hermosa.
Haberla escuchado decir que ahora los Rengoku eran su familia, provocó que hasta Shinjuro sintiera cierta calidez que no supo como demostrar. Desapareció de la escena, posiblemente para dirigirse a su habitación, aunque antes se despidió. No fue una sorpresa para ninguno allí, pues quizás tenía planeado reflexionar o rezar por el bienestar de la nueva integrante de su familia.
—Nee-san... La cuidarás ¿verdad?
—¡Claro que sí! No dejaré que nadie le haga daño, es mi deber como persona fuerte proteger a los débiles.
—No me estás tratando como par —reprochó golpeando con cierta fuerza en el brazo a su pareja.
—¡Pero serás débil si llegas a estar embarazada!
—No estoy embarazada.
—Quizás no lo sabes, hace meses que estamos juntos, podría ser que tengas a mi hijo, aunque aún no se nota... ¡Sería muy emocionante!
Ante esas palabras se dio cuenta que compartían ideas muy diferentes.
Oía hablar a Mitsuri acerca de cómo todas las mujeres que se casan piensan en tener hijos tarde o temprano, quizás hasta lo tienen sin desearlo, pero luego lo terminan amando. Estaba más que obvio que todas no debían de tener el mismo pensamiento, mas ¿y si tarde o temprano ese pensamiento se adueñaba de ella? Se casan, llega un momento en el que olvida su corta vida y quiere hijos... En este momento estaba negada, en el futuro no sabría lo que sería capaz de pedir.
Él casi siempre la convencía para todo un poco, pero ¿casarse? No, no estaba preparada para tal compromiso en el que se juran un amor hasta que la muerte los separe. Sabía que estaba a poco de cumplir diecinueve años y tenía la bendición —según Mitsuri— de tener a alguien que la desee de esposa sin importarle ni el más mínimo defecto, pero conociendo a su novio, luego del casamiento, querría que ambos dejen su trabajo de cazadores, comiencen una vida normal, estén juntos todos los días, tengan hijos, y absolutamente se negaba a esa vida de ensueños.
Primero tenía un deber: matar al demonio que asesinó a su hermana. Y luego, si no la asesinaban, conllevaría el deber de tener que abandonar a su amado aún siendo joven. Estaba dispuesta a afrontar ese destino, pero ¿él también lo estaría?
No podía casarse con él por uno y mil motivos.
Ese hombre anhelaba mucho, sin contar que quería apresurar todos los pasos. ¿Acaso también conoce lo peligrosa que es su vida? ¿Por eso intenta avanzar a pasos estrepitosos?
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