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03: Con los ojos en su prometido

Los días siguientes a los hechos ocurridos luego de la lucha contra la Luna Superior 3, Shinobu no pudo quedar con la consciencia limpia como para pensar que todos sanarían con rapidez. Había cometido un error con Kyoujuro y dejó que una de sus heridas se infectase por lo cual pasó noches con solo dormir tres horas estudiando cada vez más para poder calmar el dolor. Lo tuvo que ver agonizando, quejándose en una voz tan alta que dejaba sin dormir a sus adoradas niñas e incluso tuvo que pedirle ayuda a Sanemi, quien era el único cercano y el que había decidido quedarse todas las noches a hacer guardia, diciendo que era su deber ayudarla hasta que se terminase de recuperar. Ella ya sabía que lo hacía como un acto de amabilidad, porque lo conocía bastante y luego de haber descubierto que se preocupaba tanto por ella incluso, tomó la oportunidad de mantenerlo a su lado, ayudándola. Después de todo, no podía echarlo, porque era un hombre demasiado terco y grande.

A veces se preguntaba la razón por la que Sanemi solía ayudarla tanto, más que muchos otros pilares. Pero en su interior temía preguntarlo. Algo le decía que iba a ser cien veces mejor quedarse con la duda.

Shinobu, en una de sus misiones casi se desmaya, de no haber sido porque Giyuu estaba cerca. Tenía la maldita suerte de encontrarse donde fuese con él y peor por el hecho de tener que mostrarse en ese estado cansado. Seguro la miraba con lástima mientras ella leía libros de medicina, anotando diferentes teorías en una hoja y soltando varios suspiros de estrés. A veces compartir misiones y estar en la misma habitación era demasiada distracción para aquella.

—Kocho, en una hora tenemos que partir hacia el bosque, ¿no quieres descansar?

—No, estoy bien, además, ¿qué te hace pensar que dormiría en frente tuyo? No sé si seas un pervertido. —A pesar de decirlo como si fuera un chiste no le dirigió la mirada siquiera.

—No soy un pervertido.

—Entonces ¿por qué ninguna mujer se te acerca? Ya, esto no va a llegar a ningún lado, por favor, deja de hablarme, Tomioka.

El contrario ladeó ligeramente la cabeza ante esa respuesta, ¿desde cuándo no se encontraba con ganas de molestarlo y le pedía de esa manera que deje de hablarle? Ella estaba muy rara y eso lo hacía sentir aún más extraño. Se acercó por detrás hasta la silla donde se sentaba y posó sus manos en los bordes para observar bien lo que estaba leyendo desde que había despertado. Mas en cuanto quiso observar un poco más, sintió como la muchacha tocaba con una de sus manos su mejilla. Como gran estúpido no notaba que estaba lo suficientemente cerca como para alterar a su compañera.

—Corre tu rostro antes de que te dé una cachetada, me incomodas muchísimo en este momento —admitió con una sonrisa bastante forzosa.

—Al parecer vuelves a ser tú.

Cuando oyó esa frase y sintió como aquel se alejaba, no pudo evitar observarlo con confusión. Definitivamente ese hombre era raro y le causaba tanto sentimiento confuso que se sentía sofocada a la hora de verlo.

—¿Qué?

—Solo eso, al parecer estabas tan preocupada por Rengoku que no te dabas cuenta de la misión.

—¿La misión? ¿Y lo dices así como si nada? Claramente voy a estar preocupada en mi paciente antes que en esta misión, eres demasiado hueco.

—¿Es solo porque es tu paciente?

—¿Eh? Eso no debería porqué importarte, estás muy hablador hoy.

Estaba procesando la situación en la que se encontraba... ¿Desde cuándo Giyuu preguntaba acerca de aquel pilar? Es decir, solía preguntar demasiadas cosas obvias acerca de lo que ella pensaba de Kyoujuro o cualquier otra persona, hace ya unos meses estaba así, pero ¿por qué? No lo había pensado con precisión hasta ese momento, en el que lo tenía en frente, mirándola sin saber que provocaba que sus sentimientos aún se confundan más.

—¿Esos son celos? —se le escapó la pregunta de entre los labios con suma rapidez.

—No. Solo era un decir.

Su frialdad volvió a demostrarse con tal rapidez que ocasionó que las manos de Shinobu se sintiesen una vez más heladas. Dolía, por alguna razón dolía todo lo que estaban hablando en ese momento, incluso si apenas intercambiaban palabras que resultasen claves. Cuando solo se debía concentrar en Kyoujuro este hombre torpe que nunca en su vida había expresado un poco de compasión por ella aparecía en su mente y delante de ella como si fuera una especie de tortura. Sabía que debía restarle importancia a sus sentimientos e intentar se lo más falsa posible con la situación, y eso iba a hacer, pero por un momento le encantaría sincerarse y preguntarle la razón por la que hacía su corazón latir con tanta rapidez. E intentar descifrar qué lo trae tan corrompido como para no ser capaz ni siquiera de entender sus propios emociones como si se tratara de alguien... ¿Incapaz de notar su propio malestar y el de otros?

Se quería engañar con que no era su culpa haber terminado de esa forma, mas una parte de ella lo culpable por toda y cada una de las reacciones que le provocaba, incluso por su ansiedad a la hora de desear beber más veneno de glicinas para poder calmar la idea de que nunca descubriría lo que sucede con Giyuu. Tenía tan poco tiempo que no podía hacerse cargo de la investigación al respecto de la posible alexitimia de su compañero.

—Solo debo concentrarme en mi trabajo —musitó para sí misma rehaciendo las soluciones.

Giyuu no pudo evitar confundirse. Se estaba sobreesforzando y además no encontraba mucho para ayudar a Kyoujuro con su enamoramiento. Después de todo, lo ayudaba porque fue el primero en considerarlo un amigo y luego de mucho tiempo de ignorarlo lo aceptó como tal. Teniendo un amigo se sentía menos solo, aunque ya no recordase lo que era estar rodeado de personas que se preocuparan por él. La calidez de su familia... Quizás el dolor de olvidarlo era lo que lo motivaba a hacer todo lo posible para que Shinobu se dé cuenta que Kyoujuro realmente la ama, porque ella sí podría llegar a sentir el amor de una familia si lo intentaba. Quizás y hasta podía ser su amiga también ¿no es así? Y le demostraría que en realidad ella tampoco lo odia.

Aunque todos estos solo eran pensamientos infantiles de Giyuu que luego de un tiempo desaparecía y lo hacían ver como un completo desinteresado en cuanto a Shinobu se tratase. No estaba para hacer amigos realmente, solo le había dicho a Kyoujuro que haría su mejor esfuerzo, pero para todo había un límite y hasta alguien como él notaba que ella no está correspondiendo de la forma debido esos sentimientos.

En cuanto la misión terminó, Shinobu ni siquiera invitó a comer a su compañero como casi siempre hacía, solo se largó hacia su hogar, sumida en sus pensamientos y la posible cura para eliminar los tumores que habían aparecidos en Kyoujuro. No quería oírlo lleno de agonía. Siempre que lo veía sufriendo le recordaba mucho a su hermana y por ese recuerdo sentía una gran presión en su pecho. Pensar en que ella causó que todo empeorara la alteró demasiado, hasta el punto de olvidarse de comer o por lo menos salir a tomar aire. Mas en cuanto encontró una pequeña idea para deshacer los tumores que se alteraron ante el veneno, pudo sentirse viva una vez más y no temiendo por otra muerte en sus manos.

Unas semanas pasaron en el trascurso de recuperación de Kyoujuro, en las que Shinobu se la pasaba hablando con él y llegaba a tomar su mano cuando aquel comentaba que se sentía mal. Era mejor demostrar que estaba ahí con el roce entre ambas manos, había oído que de esta manera las personas llegaban a calmarse lo suficiente si alguien de confianza lo hacía.

Cuando se encontró con la escena de que podía caminar sin ningún inconveniente, una gran felicidad la invadió, sintiéndose bien por saber que había logrado curarlo por completo. Él se esforzaba demasiado, hacía cada ejercicio que le pedía y hasta se dejaba aconsejar, no era tan terco como los otros pacientes... Inosuke hasta hizo berrinche con Aoi por el entrenamiento. "Tal como un niño pequeño" fue lo único que pensó en el momento.

Kyoujuro, a escondidas de su enfermera, estaba esforzándose para hacer unas flexiones, ya que se sentía un poco reprimido cuando no encontraba la forma de volver a sus misiones tan apasionadas y para olvidar un poco el dolor de sus extremidades las intentaba fortalecer lo más posible, incluso si no era la correcto. Estaba muy ansioso por volver a la acción. Aunque había algo que le molestaba mucho en su estomago, pero ya Shinobu le había aclarado que quedarían efectos colaterales. ¡Confiaba fielmente en ella! Y también la respetaba, tanto así que al verla entrar, de inmediato se volvió a sentar en su cama, aún entendiendo que ella ya había visto que estaba entrando en calor.

—¿Qué estabas haciendo?

—¡Nada, solo estaba un poco aburrido!

La escuchó con una risita que le llenó el alma y tan pronto como observó su anotadora, se acercó a él y lo examinó, mirando una y otra vez aquello que tenía escrito.

—Ara ara, no tienes hemorragia, tus pupilas no se encuentra dilatadas y al parecer tus ánimos están como siempre. Bien, Rengoku, lo soportaste de manera increíble. —Oírla felicitándolo como si fuera un niño pequeño le dio cierta gracia al mayor.

—¡Gracias por cuidarme, Kocho!

—Es mi trabajo, además, cometí errores muy estúpidos, poniendo en aún más peligro tu vida. Lo lamento mucho.

—Todos cometemos errores, no los tomaré en cuenta porque estuviste siempre ahí, animándome.

—Lo entiendo, pero ante el mínimo inconveniente o si sientes molestias debes informarme ¿sí?

Por un momento su mente se quedó en blanco ante la cercanía y dulzura de su voz. Era bueno tratando con mujeres amables y más si eran sus enfermeras, pero Shinobu lo hacía sentir un adolescente encantado y muy tonto, tan tonto que solamente mencionaba que se encontraba bien, ignorando ese dolor que iba y venía de vez en cuando en su estómago.

—Me alegra mucho de que estés bien, tengo una idea ¿y si te quedas a comer? También invité a Shinazugawa, pero se fue casi corriendo.

—¡Acepto! Shinazugawa seguro le ha surgido una nueva misión.

—O quiso huir por temor a que lo golpee.

—¡Eso es muy poco probable!

Una vez más la sonrisa de Shinobu se torció, pero Kyoujuro debía de admitir que no entendía del todo el motivo por el que aquello ocurría, era algo lento para analizar la situaciones. La contraria solo soltó un vago suspiro y se sentó al lado del muchacho, sin temor de que la cercanía le molestase.

—¡Kocho, está cerca!

—Lo estoy. —Breves risas se escaparon de su boca—. Pero más que nada es por saber si recuerdas las palabras que dijiste luego de tomar la medicina, ya sabes, luego de tu encuentro con la tercera luna. Ciertamente me rondaron por la cabeza todo este tiempo ¿puedo oírlas una vez más?

No podía mentir, se estuvo torturando por saber qué era lo que todo ello significaba. Al notar como las expresiones de Kyoujuro se ablandaban al ver su rostro tan cerca tuvo cierta fe de que fuese consciente.

¿Cómo puedes ser alguien tan cruel y a su vez poseer el brillo de una estrella? —repitió aquellas palabras notando como los ojos de la azabache se concentraban en los suyos. Por primera vez los vio iluminarse—. ¡Qué extraño está tu rostro! Tus mejillas están rojas, debes sentirte enferma, ¡será mejor que te recuestes!

—Qué cruel soy, hasta te preocupo.

"Y también te enamoré, eso no es nada gentil" pensó.

La calidez de la mano de Kyoujuro, la cual se posó en su mejilla, fue tan acogedora que ya no sabía si emanaban calor desde sus pómulos o simplemente era el tacto del contrario. Por primera vez pudo sentirse cómoda con una acción tan simple como lo es aquella, ¿será porque "su" persona nunca le demostró ese tipo de atención?

—¡Siempre me preocupas! Ja, la promesa acerca de que a cualquier precio darías todo de ti, aquella vez cuando intentaste acabar con tu vida, ¿no bastó para notarlo?

Rengoku de alguna manera siempre lo había notado todo.

Él cada vez que la veía triste iluminaba con su presencia y simulaba no entender lo que ocurría, aunque se notaba cuanto conocía sus mentiras. Hasta la invitaba a comer en fechas importantes, pero por algún motivo ella siempre estuvo esperando a que todos esos gestos tan cariñosos se los diera Giyuu.

¿Por qué ella siempre le mostraba todo tipo de sentimientos a aquel joven y no recibía lo mismo a cambio? Nunca ni siquiera se enteró de que estaba enamorada, a pesar de que todos la ayudaban, el propio Kyoujuro mataba su amor por verla progresar en esa relación. Al parecer nunca iban a superar el ser unos compañeros de trabajos que se necesitaban el uno al otro, aunque no en el sentido romántico.

Y pensar que estuvo meses enamorada de la misma persona que no entendía los sentimientos al menos de que su único amigo lo instruyese. Era tan doloroso ante el tacto amable de aquel joven. Ella estaba haciendo exactamente lo mismo que Giyuu, ignoraba unos sentimientos hermosos solo por esperar que alguien más se los mostrara.

Uno debe de aceptar que no siempre todo lo que le dé será devuelto.

—¿Kocho, por qué estás triste? ¿Es por la fiebre? ¡Tranquila, te arroparé aquí y...!

—Eres un amor, Rengoku, y siento que no te merezco.

El contrario ante esa respuesta negó con la cabeza, sereno, ella era todo lo que atesoraba ¿por qué no lo podía merecer? Deseaba no haber cometido ningún error o haber provocado una reacción negativa en la muchacha.

—Ambos nos merecemos, Kocho, ¡tú eres mi persona! Y sé que yo no soy la tuya, pero no me importa, podré obtener ese título si me esfuerzo.

—Mereces a alguien que pueda bailar contigo en la ciudad de estrellas, no a una mujer que tendrá una mala salud, te generará problemas y morirá antes de cumplir siquiera 23 años. Quizás debas de seguir buscando, y espero que no te desanimes porque todo lleva su tiempo, el amor llegará tan rápido como menos te lo esperes.

—Kocho, ya estás diciendo cosas sin sentidos por causa de la fiebre, no morirás, no mientras yo esté aquí.

Ella ya no sabía si pensar que la volvió a malinterpretar o que estaba intentando ignorar la realidad, mas en cuanto sintió como era levantada con tanta sencillez pudo ver en esas expresiones mucho más que un chico ingenuo. Su mirada era tan dulce que apenas notó cuando fue acostada en la misma cama en la que hace solo unos segundos estaban sentados. Sus mejillas al parecer ardieron más en su pálida piel causando que Kyoujuro la arropara tal y como había confesado que haría.

—Pero está bien, porque te amo más allá de las estrellas y te seguiría amando igual si ellas llegasen a alejarnos. No busco la eternidad ni felicidad absoluta, yo solo busco los motivos por los cuales haces que mi corazón se acelere y sea un tonto, y estoy dispuesto a buscarlos por toda la vida, Kocho.

¿Estaba alucinando o ese hombre estaba declarándose de forma serena? Era tan extraño oírlo sin su presuntuoso tono elevado que provocó por completo una oleada de sentimientos. Fue uno de los momentos más felices que pudo tener en mucho tiempo. El amor le recordaba a su hermana y lo mucho que deseaba que tanto Kanao como ella se enamorasen y pudieran ser felices. Si Kanae hubiera estado viva ¿qué le hubiera aconsejado al respecto? No hacía falta ni imaginárselo, le pediría con todo el cariño del mundo que lo acepte, olvidando de esa manera que sus sentimientos se dirigen hacia otra persona y que su vida se centraba principalmente en el veneno que hasta recorría su sangre.

—Así que... ¡Cásate conmigo, Kocho!

¿Por qué no se lo había esperado? Los nervios la atacaron levemente y aumentaron al ver como estaban sus invitados viendo todo desde la puerta. Había invitado para comer a todos los pilares, y aunque Mitsuri fuera bastante impuntual parecía que sus instintos del "amor" la potenciaron para llegar a tiempo... Qué vergüenza sentía por dentro, no sabía qué responder. Era tan incómodo el silencio que el chillido de Kanroji le devolvió el aire que se le fue ante tal sorpresa. ¿Estaba dando los pasos al revés o solo le parecía?

—Me debes ochocientos yenes, Uzui.

—No te lo creo... Seguro ya lo sabías, esto es trampa, Iguro.

—Tsk, si lo rechazan yo me quedo con todo ese dinero.

—¿Y tú qué haces aquí, Shinazugawa?

Shinobu suspiró oyendo a sus compañeros apostando, eso la quitaría de la situación ¿cierto? Podía jurar ver a Giyuu, pero al parecer no comentó nada al respecto, seguía manteniendo su misma inexpresión y podía jurar que la estaba mirando directamente a los ojos. ¿En serio no pensaba nada al respecto? Habían sido compañeros de misiones durante 3 años, a casi todas las misiones que se le asignaban él estaba incluido, le había sacado aunque sea una fugaz risa, lo defendió de todo aquel que se burlara de él y ni siquiera se sorprendía... ¿Eso es lo que valía para aquel? No había nada en esos ojos, estaban vacíos.

Su corazón dolía, pero en frente suyo había un hombre que le estaba pidiendo matrimonio. No lo merecía, estaba mirando a Giyuu mientras él esperaba una respuesta, y aún así sentía que debía de afrontarlo.

—Es muy precipitado, Rengoku, primero déjame conocer a tu familia y —Su vista volvió al muchacho, esta vez ya el pilar del agua no tenía nada que ver con ella, no se iba permitir dañar al único hombre que la amaba de una forma tan pura—... Luego de eso, lo hablaremos de forma tranquila.

Aquel muchacho primero abrió los ojos como búho sin creerse la escena, luego una sonrisa bien trazada hacia arriba se mostró en su rostro y con ánimos asintió tomando entre sus grandes manos las de la femenina.

—¡Prometo que te cuidaré muy bien, te haré comida deliciosa y no volverás a fingir nunca más si llegas a casarte conmigo! Es más, adoptaremos cachorros...

—Aceptaría todo excepto esa última parte.

—¡Oh, seguro es por la fiebre! Entonces gatitos.

—No tengo fiebre y no quiero esas bolas de pelo.

A pesar de tirar su genial idea de tener cachorros a la borda, Kyoujuro siguió mostrando ese positivismo mientras oía los llantos desconsolados de Mitsuri y Gyomei. Ambos los estaban felicitando con suma emoción y a su vez intentando convencer a Shinobu de que los gatitos eran la mejor elección, aunque esta estuviera negada a los animales peludos.

"Ambos son felices, aunque estuve siendo ignorado por parte de Kocho... Creo que por primera vez me siento aislado por completo. Nadie me dirigió la palabra, quizás Rengoku, pero luego de ello era como si una vez más estaba siendo apartado. Por lo menos ella está feliz."

Shinobu, luego del almuerzo solo tuvo unos minutos de relajo en su habitación, sola, donde nadie más la interrumpía con bromas o felicitaciones. Allí donde cerraba las cortinas y apagaba las luces, dispuesta a no dejarse ver en un estado lamentable. Estaba sufriendo una vez más de mareos y el estrés que intentó disimular se soltó en un ligero quejido.

¡Mintió de una forma horrible, claramente no correspondía los sentimientos de Kyoujuro! Sabía que en los tiempos en los que se encontraban, era una muy buena idea hacer una alianza entre familias, ya que el casamiento podía asegurar muchas cosas: como la protección de los Rengoku para cuando ella no estuviera y no tendría a quién dejar a cargo de la Finca, porque no quería que Kanao sufriera lo mismo que ella. Pero ¿estaba bien casarse sin sentir amor sino que ternura? ¿Era correcto pensar en otra persona a la hora de verlo? Su hermana aceptaría todo lo que estaba haciendo y eso debería ser suficiente para seguir adelante, mas algo le hacía sentir una ausencia increíble de aire y para cuando intentaba buscar con desesperación la pintura de Kanae para poder despedir a los últimos invitados, sentía que se estaba por desmayar. Maldita sea la presión que recorría todo su cuerpo y la hacía chocarse con las cosas en frente suyo.

Vivía mintiendo y engañando a la gente, ¿por qué justo ahora debía doler tanto?

—¿Dónde está la pintura de... Kanae? —se preguntó a si misma buscando alrededor de su habitación mientras sentía como su estómago se revolvía y comenzaba a toser—. Flores de glicina y pintura.

Se recordó ligeramente aquello que debía de encontrar.

No podía ver casi nada, pero si prendía la luz sabía que Kyoujuro y Giyuu notarían su ausencia, después de todo, fueron los únicos pilares en quedarse pasada la tarde. Detestaba el hecho de tener que compartir mesa con el pilar del agua, sabía que no era del todo justa por haberlo ignorado, pero ¿qué diablos iba a hacer? ¿Fingir que todo estaba bien? No, ya suficiente fingía. Esta vez era inaguantable siquiera mirarlo o hablar de él.

Tenía rencor por no saber cómo amar al hombre que le propuso matrimonio teniendo en frente los miles de recuerdos con Giyuu. A pesar de que oyó los consejos del pilar del amor acerca de olvidar y seguir hacia adelante, era muy difícil. De alguna manera no podía olvidar nada, ni la voz de su hermana ni la risa efímera de Giyuu.

¿Cómo olvidar de quién estás enamorada cuando oyes a esa persona hablando detrás de la puerta, pidiendo entrar para despedirse? Esperaba que nadie supiese donde se encontraba. Él siempre arruinaba sus planes.

Mantuvo unos segundos de silencio, oyendo como este volvía a repetir las mismas palabras. ¿Quería insistir ahora? No era mejor que ella en ese juego. Aunque el silencio no duró demasiado antes de que pudiera volver a toser, pero esta vez con mucha más violencia. Los efectos de las flores de glicina o la ausencia de estas.

La puerta en solo un abrir y cerrar de ojos se abrió de golpe, oyéndose con claridad el estruendo. Shinobu maldecía a todos los demonios por tenerlo a él cerca. Repetía en su cabeza: No lo quiero amar. Pero de nada le servía cuando empezaba a dificultarse su respiración y con facilidad perdía el equilibrio. Desde que el veneno entró en su cuerpo debía de alimentarse de las flores a toda costa, todos los días, toda la vida, porque sino estas complicaciones surgían.

—Kocho, ¿qué ocurre?

La luz de vuelta invadió sus sensibles ojos y provocó una gran molestia en su cansado rostro. A pesar de oír su preocupación, se guió hacia el recipiente donde se hallaba el veneno, que al parecer lo había dejado a simple vista. Los mareos eran terribles como para diferenciarlo de las sabanas, su visión solo lograba difuminarse con tanto dolor.

—¿Estás bien?

—Lo estoy... Vete.

—Hablas muy lento y toses demasiado, ¿quieres que llame a Rengoku?

Shinobu le dio la espalda y tomando aquel pequeño frasco, comenzó a beber de este. Ya no le importaba que ese hombre la viera o si corría el rumor de que ella se estaba envenenando, ¿quién le creía a alguien como él? Ni Mitsuri lo trató en toda la tarde, a pesar de que estaba demasiado ocupada en sus fantasías acerca de sus futuros sobrinos y los nombres que le recomendaría ponerles.

—Kocho, suelta eso, te vas a intoxicar —aclaró con una leve molestia marcada en su rostro y sus pasos claramente acelerados dispuesto a frenarla—. ¡Suéltalo dije!

Tomó su brazo tirando el frasco de vidrio al suelo, oyéndose el estallido. Reflejó un mar de furia en sus ojos como ceño fruncido, mientras intentaba no gritarle otra vez. ¿Quién diablos era la mujer en frente suyo? ¿Por qué no hacía ni solo una mueca al tomar de aquello? Era como si su malestar desapareciera, mientras que debería estar ahogándose o vomitando la pequeña porción de veneno que algún día pararía su corazón.

—¿Piensas matarte de esta manera luego de que hay un hombre ahí afuera comiendo de las recetas que tú le has dado a esas cuatro chicas? ¿Ese es tu gran deseo?

—No es de tu incumbencia, Tomioka, vete de aquí.

—Para mí lo es, ¿no hay una explicación para esto? ¿Te vas a morir así, luego de que todos aquí están siendo engañados con una boda de mentira? Es más, eres una cazadora, tienes que tomar tu papel muy en serio.

—No hay explicación para ti, ya hice suficiente, ignoraste mis sentimientos todo este tiempo y recién ahora pones un poco de preocupación. Sé que no es tu culpa no poder sentir lo mismo, pero me duele saber que te demostré cariño de una y mil formas mientras había un hombre haciendo lo mismo conmigo. Sigues siendo el cabeza hueca que amo... No entiendo cómo pedirte que te alejes de mí cuando yo soy quien te acerca.

"¿Qué pasaría si decides que no me quieres allí en tu vida?" Pensó con dolor en su pecho, ya sin poder resolver si este dolor era por la glicina o simplemente por el amor. Dolía tanto su corazón, y su estomago se contraía de una manera horrible al ver esa expresión confusa. Deseaba vomitar todos sus sentimientos, soltarlos de una vez por todas y dejar de aferrarse a la idea de que ama a Giyuu. Ya no más, todo dentro de sí dolía y no podía aceptar otra estaca en su corazón, no se permitía demostrar el sufrimiento detrás de esa mirada que ahora era una decaída.

—Esta es la última vez que invito y deseo besar al Giyuu que me dejó atada a la Luna con sentimientos no correspondidos, porque luego seré Shinobu Kocho una vez más y olvidaremos que esto pasó. De esta manera pondré fin al mismo lazo que yo cree, así que ya no debes de preocuparte por mí, pero gracias por todo.

No sabía cómo pudo mantener la calma y mirarlo fijamente a los ojos sin gritar de la rabia que le invadía por tener que soltar en ese momento sus sentimientos.

Fue el instante justo cuando vio que el ceño fruncido de Giyuu se ablandaba y hacía notoria la incomodidad ante tal situación, ¿qué le debía de decir? Nunca se creyó que un amor nacía dentro de esa pequeña mujer, y menos si era por él. Soltó su brazo, sin terminar de entender ninguna de esas palabras. Era parte de la vida soltar todo aquello que hace daño, pero ¿él en serio le hizo tanto mal? No comprendía a lo que intentaba llegar, incluso no comprendía lo que era el amor en sí, por lo que por un momento solo se quedó callado, procesando qué decir.

—Kocho, te deseo muchas felicidades.

—Sí, me esperaba que esa fuera tu única contestación —musitó para luego sonreír con ligereza—. Gracias, y no le cuentes a nadie sobre lo que viste.

Eso sonó bastante amenazador, qué tono más familiar.

—No lo haré, aunque sabes que puedo ayudarte si llegas a...

—No puedes, no somos amigos. Adiós, Tomioka, te deseo suerte.

"No somos amigos" Era cierto, él nunca aceptó ser su amigo y cada vez que pedía que se llevasen bien respondía con la simpleza de solo estar para cazar demonios o que no se creía esa broma. Si por lo menos una vez le hubiera afirmado a alguna de sus preguntas acerca de amistad ¿algo hubiera cambiado?

—Te deseo lo mismo, Kocho.

Iba a seguir hablando, preguntando si podían seguir viéndose, procurando que sería un buen amigo y que quizás mostraría gestos amables más seguidos, pero sabía que solo sería una manera desesperada de aferrarse a alguien que poco ha causado en él. Consideraba una maldición no saber expresarse, pero peor era aprender a hacerlo luego de perder a alguien, no, cada vez sabía expresarse menos.

Finalmente se fue, sintiendo por primera vez una presión en el pecho. Era raro. No entendía qué lo hizo derramar lágrimas a la hora de volver a su hogar. Incluso cuando intentaba secarlas, salían más. No estaba sufriendo en lo absoluto, es decir, no sentía nada más que una sensación de vacío, entonces ¿por qué lloraba?

•••

Últimamente Sanemi visitaba cada vez más seguido aquel árbol de cerezo en frente de su hogar, era como si este estuviera a punto de morir, pero él no desease que deje esa vitalidad que lo caracterizaba. Allí fue donde vio por última vez a la abrumadora Kocho Kanae.

Recostarse contra este siendo de noche se sentía increíble. Aunque ya no le quedasen muchos pétalos y fuese horrible, sentía que revivían sus recuerdos junto a esa mujer.

—Tu hermana se va a casar... ¿Qué opinarías al respecto, Kocho? —inquirió acostándose en el duro pasto y observando desde abajo el triste árbol—. Y pensar que ella me odia por ir a darte flores, es algo muy estúpido. Hiciste un gran trabajo como hermana mayor.

Su semblante serio no desaparecía a pesar de hacer claro en sus palabras la dulzura que nunca supo como mostrarle a ella. A veces se arrepentía de nunca haberle mostrado un lado más amable, después de todo estaba seguro que también tenía el sueño de casarse, pero ¿quién se casaría con un amargado como él que además aterraba a los otros hombres que se le acercasen? Fue un completo idiota, tenía una sola tarea e igual lograba hacerla mal.

—No me elegirá como su acompañante al altar, de eso no cabe dudas, pero prometo que bailaré con ella quiera o no. Mírame Kanae Kocho, cumpliré tu papel.

Cerró sus ojos relajando sus expresiones, recordando brevemente aquel día lejano cuando bailó por primera vez con esa mujer. No conocía mucho acerca del baile, nada podía importarle menos que eso, después de todo no mataba demonios haciendo unos pasos sensuales, al menos de que los demonios murieran de la pena que aquello podía causar. Mas a pesar de desconocer al respecto, Kanae nunca se daba por vencida cuando tenía algo en mente y esa vez fue el mejor ejemplo que podía recordar.

Aquella vez él solo estaba puliendo su katana a las afueras de su hogar, el cual tenía un inmenso jardín como para disfrutarlo solo, aunque eso era mejor que invitar a alguien raro como Giyuu o Uzui, prefería soledad antes que a aquellos dos.

Una voz femenina se oyó a las afuera, dejándolo con notoria intriga por saber qué era lo que Kanae ahora quería. No se dispuso a abrirle la puerta, solo le gritó que pase. De no ser porque la azabache ya lo conocía se hubiera dado media vuelta y despedido por completo del lugar con una pequeña desilusión tras creer que molestaba al pilar.

—Shinazugawa, buenos días, hice ohagi para usted y traje algunos pastelitos para su recuperación. ¿Por qué no se quedó en la Finca?

Apareció delante del muchacho mostrando con claridad su preocupación en un rostro bonito que parecía armonioso por la luz que chocaba contra este. Tenía una mirada triste, tan adolorida como si la hubiera desprestigiado. Incluso sus manos sostenían con calidez unos pastelitos, esperando obtener una respuesta coherente que no la hiciese sentir una mujer desdichada e ilusionada con la idea volver a recibir a ese hombre en su Finca, al menos un día para hablar tranquilamente.

Sanemi la observó con su expresión indiferente, pero sus ojos sentían que estaban observando una maravilla al verla tan bien vestida solo para entregarle comida. Definitivamente tenerla allí lo hacía sentir feliz, aunque no era capaz de demostrarlo por su orgullo.

—Kocho, no tenías porqué hacerme ohagi y ya te he pedido miles de veces que no me trates de "usted". Simplemente no quise quedarme, no me agrada ese lugar.

—Es difícil, le tengo respeto —dio unas ligeras carcajadas—. Creo que en realidad ust... Tú, quieres decir que no te agrada la actitud dominante de Shinobu.

—¡No me importa una mierda la actitud de tu hermana!

—No te enojes, no sería la primera vez que por ello alguien desee huir de la Finca. —Movió su mano de un lado a otro mientras dejaba su bolso en el suelo, quedando a simple vista el exquisito ohagi, lo cual hizo gruñir sin querer el estómago de Sanemi—. ¡Oh, Shinazugawa tiene hambre!

—Cierra la boca, ingenua.

—Está bien, está bien, traje mucho, no tienes que avergonzarte.

—¡No me avergüenzo de nada!

La mujer sonrió ante aquella negación, a pesar de saber que no era cierto, y con su misma gentileza le ofreció el ohagi notando como este lo tomaba de mala gana. Era un hombre testarudo, pero al verlo comer de manera calmada podía sentir que no siempre el cielo se le caía arriba. Tomó uno de los pastelitos y lo comió, sin parar de observar al muchacho. Se preguntaba si ella sería la única que lo haría parecer alguien completamente diferente o si solo estaba siendo amable porque respetaba mucho a las mujeres y no podía ignorarla. Cualquiera de las dos opciones la entendía. Aunque le gustaría ser la única con quien compartiera esa clase de momentos.

Habían participado en una misión juntos, una bastante difícil cuando se toma en cuenta que las personas a las cuales proteger era una pareja que en el mismo día de su boda habían intentado separarlos. Después de todo, los demonios disfrutan tanto del dolor como de la sangre humana y no hay peor dolor que aquel de alejarse para los jóvenes enamorados. Algo la hizo pensar que ella entendía por completo el sentimiento.

Aún recordaba como ambos habían sido invitados a la boda y el ruego que tuvo que hacerle a Sanemi para que fuera con ella, no quería quedar sola en una boda que parecía tan prometedora. Ni siquiera recordaba cómo hizo para convencerlo, pero aún sentía esa alegría al ver a los novios. Creyó que hasta fue una de las más animadas allí y de no ser porque tenía un acompañante sobreprotector montones de hombres la hubieran sacado a bailar. Fue tan doloroso saber bailar, pero tener que ser retenida porque la apariencia de Sanemi —y su carácter también— intimidaban lo suficiente.

—Tu maldito ohagi sabe... ¿Kocho? —el de hebras blanquecinas quiso romper el silencio, pero tras notar la tristeza de aquel rostro no pudo evitar confundirse.

—¿Ah, sí? ¿Tiene un mal sabor?

—No, pero ¿qué mierda es esa cara? No pongas una cara tan estúpida delante de mí si no vas a decirme qué te ocurre.

—¿Te preocupé? Lo lamento, solo me sentía mal porque en el casamiento del otro día todos te miraban como si fueses un monstruo y hasta oía como te tachaban de tirano... No es justo, si tan solo te vieran como yo. Tú no eres alguien vil, tienes tus propias maneras de ser, y estoy segura de que tu corazón debe ser muy amable.

Esa dulzura con la que soltaba cada una de sus palabras por momentos erizaba la piel de Sanemi y debía de golpearse para volver a sus propios pensamientos. Estaba tan poco acostumbrado a la calidez que cada vez que esa mujer se lo daba se sentía igual de extraño, nostálgico, frustrado, como si no pudiera encontrar el verdadero motivo por el que sus sentimientos se revolvían. A pesar de no merecer ni una pizca de cariño ella lo trataba de tal manera que lo volvía caprichoso.

—¿Qué? Deja de decir esas cosas ridículas, ni tú te las crees.

—No son cosas ridículas, es lo que yo siento por Shinazugawa. —Posó su mano en su propio pecho con una notoria sonrisa y ojos exaltados.

—¡No lo digas de esa manera!

Gritó ante su forma tan calmada de admitir aquello, sin contar que sus palabras eran deseables, pero contrariadas al significado que por momentos se le pasó por la cabeza al muchacho.

—No te pongas a la defensiva, es solo un halago y está bien recibirlos, es muy bonito, porque a pesar de que posiblemente no sepas bailar, tienes tus encantos.

—Yo sí sé bailar, tengo muchos más encantos de los que conoces.

—¿Aún más encantos? Oh, quiero verlos.

—Tsk, debería quitarme la ropa para ello.

El rostro de la mujer en un segundo se volvió de un fuerte color carmesí mientras expresiones sumamente avergonzadas aparecían en su rostro. Sin quererlo sus ojos fueron de arriba abajo por su fornido cuerpo y una sonrisa nerviosa invadió su rostro sin saber cómo contestar. ¿Qué tipo de propuesta indecente era aquella?

—Yo aún creo que no estoy preparada ¿sabes? Me gustaría esperar hasta el matrimonio, ya sabes, debemos actuar como personas responsables.

—Kocho ¿insinúas que me quiero acostar contigo?

—Sí... No, quizás. No quise decir eso, perdón. No soy una pervertida, lo juro.

Tapó su rostro avergonzada mientras desviaba la mirada, esa había sido una gran manera de matar la situación y volverla el doble de humillante, mas debía de recordar que siempre las cosas se podrían poner peor. Cuando finalmente se dignó a devolverle la mirada, creyendo que este quizás la echaría o le daría un golpe por tal falta de respeto, se topó con una escena que provocó que sus ojos recuperasen el brillo que se le había escapado tras su dignidad.

Él había apartado la comida y le estaba ofreciendo la mano, induciéndola a pensar que deseaba bailar. Su rostro esta vez se iluminó, pero más por desear bailar con aquel hombre. En su vida quizás dos o tres personas la sacaron a bailar, excluyendo a los pilares en las reuniones extravagante de Uzui donde todos al emborracharse la invitaban a excepción de Sanemi por nunca participar.

—Te mostraré que puedo bailar, toma mi mano.

—Estoy agradecida con Dios por esto.

—¡Agradéceme a mí, idiota, yo te estoy invitando a bailar!

Rió con ternura aceptando la mano de Sanemi mientras notaba como estaba siendo apurada a levantarse tras sentir como este tironeaba de ella. Era un bruto, mas se divertía con sus actitudes poco caballerosas. Si él fuera una persona completamente diferente no sería lo mismo. Le agradaba mucho el hombre que tenía delante suyo y que no se avergonzaba solo con un baile.

Su mano libre bajó hasta su cintura, sin poder evitar hacer un ligero recorrido por sus curvas simulando no darse cuenta. No tenía nada extraño planeado, pero ciertamente siempre le llamó la atención sus curvas, aunque no podía describir siquiera como se había sentido haciendo ese movimiento. Observó a su pareja de baile y se arrepintió bastante al ver tan angelical rostro, preguntándose también ¿por qué era tan baja a su comparación? No se quería ni imaginar cómo sería bailar con la hermana menor de esta, la cual al parecer medía menos del 1,50.

—Shinazugawa, ¿desee que empiece?

—No, yo empiezo.

En cada paso que daba acortaba y volvía a crear la distancia, generando miles de sonrisa en la mujer tras no ver ni un solo error en sus pasos y hasta notar la atención que este le daba al baile. Al parecer era alguien muy precavido como para dejarse ganar con que solo eran unos simples movimiento. Sanemi era muy cuidadoso porque quería demostrar que cuando Kanae lo necesitara, él podía bailar, incluso mucho mejor que otros. Tenía una madre que le apasionaba el vals, por lo que era de esperarse que sus movimientos sean tan buenos.

Pero su sumo esmero se perdió al oír como Kanae tarareaba la misma canción que su madre en el último baile que tuvo con ella, aquella de la cual nunca supo la letra, pero luego de matarla siempre la oía cantándole en el oído y torturándolo. Se creó una propia letra sobre la dulce melodía para dejar de atormentarse y sin notarlo comenzó a cantarla delante de la muchacha, siguiéndole el ritmo al tarareo.

"City of stars

Are you shining just for me?

City of stars

There's so much that I can't see

Who knows

I felt it from the first embrace

I shared whit you

That now our dreams

May finally come true"

El baile comenzaba de lento a rápido, provocando que el exaltar en la muchacha se notase tras sus pasos. Nunca creyó que Sanemi podría bailar tan bien, de una manera que le hacía ver completamente otro tipo, alguien sereno, que acercaba su rostro hasta el punto de que sus narices rozaran y ella tuviera que adherirse aún más por el miedo de salir volando en cada vuelta que daban. En sus ojos se notaba que no la estaba mirando siquiera, que solo seguía lo que sus instintos deseaba. Era como si él no estuviera allí, el verdadero Sanemi se escondía tras sus buenos recuerdos y volvía el baile una eternidad, a pesar de que a penas hubieran pasado tres minutos de esa manera.

Cuando cantó la parte final volvió a sí mismo, luego de recordar lo suficiente, y para cuando se estaba dando cuenta lo había terminado todo con sus labios a punto de rozarse con la muchacha, quien desconcertada entrecerró los ojos, sin entender cómo se había metido en esa escena ni por qué la estaba disfrutando.

—Shinazugawa, qué hermoso cantas. —Su susurro lo quitó de todo aquel pensamiento y confuso bajó su mirada.

Estaba acariciando su cintura, como si probara la tela que ocultaba su esbelto cuerpo. Mas su mano de a poco iba bajando por inercia, no podía entender el motivo de sus actos. ¡Dios, era un completo imbécil!

Se dignó a soltar a la muchacha, olvidando que la tenía balanceándose por no caer hacia atrás, y vio cómo esta chocaba contra el suelo soltando un quejido ante el golpe. Si la mantenía cerca temía llegar a hacer algo indebido y no quería eso, ella se debía de casar con alguien que no fuera un salvaje y solo luego de esa boda podría tener todo tipo de roces imprudentes, no con alguien como él.

—Ara ara, lo lamento, Shinazugawa, no quería llegar a eso. —A pesar de no ser su culpa se lamentó, era rutinario pedir perdón hasta por el más mínimo motivo.

—Ya vete, Kocho, se hará tarde y mañana posiblemente nos reporten nuevas misiones.

—¡Sí! Hoy fue un hermoso día, muchas gracias, hacía tiempo que deseaba bailar con alguien. Por cierto, el día que mi hermana se llegue a casar, bailemos de vuelta ¿sí?

—Ya deja las idioteces y vete, falta mucho para que esa bruja se case.

—No seas así, no eres muy diferente de ella, ambos tienen un carácter fuerte, pero son personas muy cálidas. —Dio una sonrisa antes de salir del hogar del muchacho, dejando toda la comida que había traído allí—. Y, por cierto, adoro tu voz al cantar, me encantaría que me cantes en una de esas noches.

La última parte la había dicho en un tono bajo, tanto así que Sanemi no pudo oírla.

—¿Soy cálido?

Esa pregunta se escapó por lo bajo, mientras tomaba una vez más su katana, observándola con extrañes. Las viejitas eran amables con él, pero que una compañera suya lo sea siempre se iba a sentir raro a pesar de que estuviera o no presente.

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