01: Sueño con las estrellas
Danzar con delicadeza sobre los pasos de la muerte era una rutina para Shinobu, una danza que no temía realizar porque confiaba en su propia fuerza. La danza se caracterizaba principalmente por el veneno de glicinas y el efecto doloroso que realizaba en su cuerpo, claro, antes de ahogarse en la desesperación por beberlo con mayores ansias. Esa acción le aseguraba una muerte jovial, en la que no sufriría más que por ligeros minutos que para ella serían segundos y la destinarían al amado paraíso con su hermana si era capaz de cumplir la misión de ser devorada por aquel que la asesinó.
Pero ¿por qué su danza se había retrasado tanto hasta el punto en el que caía de forma brutal contra el suelo, sin siquiera ser capaz de levantarse del fuerte golpe? Sus pasos habían sido débiles todo ese tiempo, se sentía como un temor avanzado hacia aquellos dos seres del —literalmente— demonio que tenían la información que necesitaba acerca del asesino de su hermana. Ellos se burlaban del increíble parecido que ella tenía con Kanae hasta el punto de imitar su personalidad, y eso la hacía hervir de la ira, ¿quién osa por burlarse de su amada hermana con palabras como "puta" o "ingenua"?
—Es muy parecida pero, ahora, capta su mirada, está claro que ni esa mujer se ponía tan furiosa —comentó uno de los demonios que parecía más un humano que otra cosa mientras la levantaba tomándola del cuello—. Oh, vamos, dime cuántas veces te han dicho que eres tan asquerosamente parecida a ella que te ves como una copia.
La sangre brotaba de su boca, pero eso no le impedía hablar. Ese hombre ni siquiera le estaba tomando tan fuerte. La verdad es que sus palabras sí influían en los recuerdos de Shinobu, suponiendo que ella tuvo que enfrentar hace un año a uno de los pilares, en una discusión pacífica por su parte en la que intentaba aclararle a aquel hombre que no estaba imitando a Kanae y era un desubicado al verla como tal.
Poco importaba en realidad, ella no temía que él la viese como una mujer que no era, además, apenas sí conocía la forma con la que miraba a su hermana o la relación con la que contaban. No era relevante cuando se estaba muriendo y su garganta era oprimida.
—¿No hablas? Oe, Melendi —llamó a su compañero—. Quiero matarla, ¿puedo matarla?
A pesar de que ese demonio manejara tal bello rostro, era sumamente aterradora la forma en la que giraba su cabeza por completo y le sonreía a su compañero. La mano izquierda de Shinobu aún portaba su katana, aquella que en un débil intento estaba a punto de inyectar la pierna de aquel ser, aunque sin lograrlo tras sentir cómo le era arrebatada por el compañero de este.
Si tan solo hubiera esperado para recuperarse por completo todo esto no hubiera salido de esta forma, estaría torturando a esos demonios con su veneno. Pero, como siempre, se arrepentía a último momento de sus decisiones, cuando la salvación se encontraba lejos.
—Douma se enojará con nosotros, quién sabe si no la quiere para satisfacerse.
—Vamos, es un demonio también, ¿crees que desee...?
—Acotemos sus ordenes, si es una Kocho la llevamos con él y listo. Después de todo, no parece que vaya a resistir.
Otra vez hablaban de ella como si fuera un simple objeto sin sentido, aquel fácil de manipular y tirar como si fuera una pequeña basura. Su ira crecía, deseaba negarles todo lo que estaban diciendo, porque no era un maldito objeto y prefería morir antes que caer en las sucias manos de la luna superior número dos, porque todavía no tenía el veneno suficiente recorriendo por sus venas. Pero al fin y al cabo, se sentía tan débil que podía jurar estar muriendo entre los miles de cortes que la llenaban.
«Kanae... Estoy tan cerca, por favor, envíame a un ángel como aquella vez cuando estaba a punto de acabar con mi vida» rogó en sus pensamientos, notando que aquel ser no dejaba de asfixiarla ni cuando hablaba con su compañero.
¿Es así como moriría, bajo la preciosa luna que la sentenciaba una basura? ¿Ni siquiera podría confesar sus sentimientos, al menos para sentirse libre como una mariposa? Solo deseaba cumplir su venganza y... Y poder declararle a ese hombre que realmente lo amaba o eso es lo que su desgastada mente en ese momento imploraba, aunque en otros tiempos solo hubiera deseado huir de ese amor.
Cerró sus ojos, por unos momentos su cuerpo ya no sufría ni sus oídos captaban sonidos. Fueron efímeros segundos en los que pudo sentirse sentenciada por alguna maldición que la llevó al borde de la muerte, aquella otorgada por ella misma cuando había deseado a sus dieciséis años acabar con su vida de toda forma posible, queriendo atravesar su katana contra su pecho, porque el veneno dolía más que el tiempo.
Pero alguien la llevó a detenerse, aunque no recordaba bien quién fue.
—¡Kocho! —para cuando sus ojos volvieron a abrirse y su garganta a liberarse, llegando al punto de toser un poco más de sangre, estaba la figura de su salvación divina—. Estás viva... Todo estará bien ahora que yo estoy aquí. Lamento haber llegado tan tarde.
Habían dos manos cálidas que sostenían su cuerpo y era observada con preocupación por un hombre a quien conocía casi a la perfección o eso pensó en medio del shock.
—¿Tomioka...?
—Rengoku —corrigió con cierta gracia para luego dejarla a cargo de los kakushis cercanos—. ¡Aún no es tiempo de encontrarnos bajo la ciudad de estrellas, Kocho!
Shinobu no podía oír demasiado ni tampoco concentrarse en quien la había sostenido, solo sabía que estaba viva por lo menos por unos segundos más, siendo llevada por los kakushis que parecían más escandalizados de los normal. No debía irse. Quería quedarse allí, aún tenía algo que descubrir acerca de esos demonios y quien los había mandado: Douma. Tenía que resistir solo un poco más y hacerlos soltar la verdad incluso si tuviera que torturarlos.
No podía irse de ahí...
—Maldito Douma —musitó antes de caer rendida ante el somnífero que le habían dado para detener su actividad.
Shinobu nunca fue de tener lindos sueños, más bien se las arreglaba para caer desmayada siempre que podía, inyectándose alguna medicina que pudiera calmar sus ansias que la atacaban por la noche, porque de lo contrario dormía tan mal que las pesadillas se apoderaban de su mente aturdida de tanto trabajo. Pero a pesar de que estuviera al borde de la muerte y estresada por miles de cuestiones, pudo soñar con un hecho realmente increíble para su débil corazón.
Estaba bajo las estrellas, apreciando con asombro la preciosidad del cielo mientras se sentía realmente feliz, siendo tomada de la mano por un hombre que pudo ver su rostro sereno y notando una sonrisa iluminada por las lágrimas que derramaba. Fue la primera vez en mucho tiempo que soñó con alguien que parecía cuidarla como si se tratara de una delicada dama. Nunca fue dependiente de nadie, menos lo sería ahora cuando estaba destinada a morir, pero por primera vez quiso quedarse al lado de aquel muchacho del cual no recordaba más que el calor de su mano al despertar en una de las camas como si solo hubieran pasado horas.
Parpadeó unas repetidas veces molesta por la luz solar, pero cómoda tras sentir un ligero calor en su vientre, que era la cabeza de su tsukago apoyada allí con total calma, como si descansara un poco. Se sintió un poco bien al tenerla ahí, a su lado, incluso olvidó todo lo que había sucedido la noche anterior. Su vista se colocó en Giyuu, quien estaba durmiendo en plena paz contra una de las sillas alejadas y con su cabeza acostada en su hombro.
Eso le iba a traer un dolor muy grande de cuello, ¿por qué las chicas no le dieron siquiera una almohada?
—Tomioka —musitó, intentando no despertar a su hermana, pero claramente siendo un poco difícil tras tener a ese hombre lejano—. Tomioka, deberías levantarte.
¿Quién lo mandaba a sentarse tan alejado habiendo una silla al lado de ella? Completamente no había cambiado nada, siendo tan distante y a veces tan cercano que le aterraba... Y ciertamente le encantaba, pero ese ya era otro caso. Frunció ligeramente el ceño e intentó estirar su cuerpo un poco más adelante, causando un leve dolor en sus costillas y que una vez más le costara respirar. Tosió con fuerza ante el impulso.
Esa fue la ocasión perfecta para que tanto Giyuu como Kanao se despertaran en el instante, algo atareados por cómo tosía aquella mujer.
—¡Maestra! —nombró la contraria con cierto asombro—. Buscaré un poco de agua y les avisaré a las demás que ha despertado... Intente no moverse.
La habitación quedó en silencio de un segundo al otro, quizás con algún que otro sonido incómodo de Shinobu, mientras las únicas dos miradas se observaban como si se trataran de simples desconocidos. Como si no hubieran participado en tantas misiones juntas que a veces se volvía agobiante siquiera verse.
—Despertaste —mencionó Giyuu con obviedad.
—No, soy una ilusión, Tomioka. Sí, desperté, ¿no tienes nada más que decir?
—Fuiste muy estúpida al irte de esa forma, debiste esperarme
—¿Estúpida? No es como si te hubiera necesitado tampoco.
—Por algo acabaste de esta forma.
—Deja de burlarte de mí, solo fallé en un paso, mi danza estaba por ser completa —aclaró con su misma falsa tranquilidad, jugueteando ligeramente con sus manos, aún recordando el calor de aquellas que le pertenecían al hombre de su sueño—. Tomioka, acércate un momento.
Aquel joven la observó sin moverse como si quisiera entender el por qué.
—No te voy a comer ¿sabes? Solo quiero comprobar algo.
—No es como si pudieras comerme.
—Puedo envenenar tu comida si no te acercas, no son cosas muy diferentes.
Un suspiro salió de aquel hombre, quien sentía que Shinobu estaba jugando con él, como la mayoría de veces. Pero, a pesar de ello, se acercó con su notoria inexpresión, de esa forma que expresa que nada tiene por pensar ni que decir tras la recuperación de su compañera habitual de misiones. Al sentarse en aquella silla, inmediatamente su fría mano fue tomada, causando en él un ligero desconcierto.
¿Por qué tomaba su mano de esa forma y entrelazaba sus dedos? Era tan extraño el tacto que ni siquiera sabía cómo quejarse. La mano de Shinobu estaba aún más congelada que la suya, como si se tratase de un cuerpo incluso con hipotermia. Nunca había sentido sus manos, por lo que no podía deducir si era normal a la temperatura que se encontraban. Quizás el frío le hiciese daño, aunque... ¿No estaban en un día caluroso?
—No me esperaba que tu mano también fuera fría —admitió por lo bajo, llamando la atención de aquel muchacho.
—¿Por qué haces esto, Kocho?
Silencio. Estaba planteándose una excusa rápida mientras su mano era soltada. No podría decirle que se estaba fijando de si su mano era tan cálida como la de su sueño, porque ni siquiera tenía una mano cálida, es más, se sentía tan fría como el agua en pleno invierno. Además, sería una estupidez dejarse llevar solo por lo que dicta algo que su inconsciente quiso marcar.
Desvió la mirada, sosteniendo sola su mano y apretando sus labios un poco.
—Estoy haciendo un análisis desde el punto psicológico, creo que tu actitud es demasiado cerrada y por ello quería fijarme si al menos un gesto de cariño pudiera servirte para que reacciones, pero no sentiste nada ¿verdad?
—No entiendo a qué te refieres.
Lo que Shinobu usó no fue una mentira tan grande, más bien ese análisis sí lo estaba considerando, pero no era para el momento. Ante su fría respuesta solo soltó un suspiro mientras bajaba su vista con una ligera molestia.
No era su culpa no ser capaz de sentir nada, quizás después de algún suceso traumático su corazón se hubiera cerrado a las emociones—mitad de forma literal y mitad no—, mas se sentía impotente al notar que sus sentimientos cada vez la estaban ahogando un poco más. ¿Quién la mandó a enamorarse del insensible de Giyuu?
Se dice que cuando uno tiene sentimientos negativos o es distante, se expresan las consecuencias en quienes lo aman y como Giyuu no tenía a nadie más cercano a él que no fuese Shinobu, todo parecía recaer contra sus débiles hombros que se debilitaban un poco más mientras veía finalmente cómo Kanao entraba con el vaso de agua y una pastilla en manos.
—Maestra, la noticia de que despertó le fue enviada a todos los demás pilares —avisó Kanao como si nada, provocando en Shinobu una ligera confusión.
—¿Por qué? ¿Estaba tan dañada?
—Estuviste al borde de la muerte durante tres meses —declaró Giyuu, causando que la muchacha casi escupiera el agua que estaba a punto de tragar.
—¿Tres meses? Eso es demasiado... ¿Qué sucedió con mis documentos? —preguntó a Kanao intentando mantener la calma, pero antes de que aquella le contestara fue interrumpida por Aoi, quien exaltada había llegado a la habitación.
—¡Les dije que no le contaran nada importante, recién acaba de despertar de un coma y puede llegar a colapsar si la cargan de información! —sentenció con una clara molestia.
Shinobu no tuvo palabras en el asunto, estaba Aoi regañando a diestra y siniestra el comportamiento de aquellos dos, quienes combinaban tan bien con el silencio que solían poner de los nervios a todos. Sin contar que con Kanao aún no era capaz de llevarse del todo bien, más porque Aoi le desagradaba la personalidad de robot que tenía y no era muy empática con ella que digamos. La de reflejos violáceos era la única que podía calmar a su antigua discípula, a muy pesar de saber la actitud complicada que llevaba.
Quizás lo que a aquella joven más le pesaba era que Kanao no tomara en cuenta sus palabras nunca sino que hiciera lo que su moneda decidiera. Porque no le hace caso a nadie más que Shinobu y, a veces, a los demás pilares.
Habían muchos problemas que aún la Kocho debía de resolver entre sus niñas.
Aoi fue sacando a todos de su habitación, primordialmente a Giyuu porque consideraba que él podría ponerle los pelos de punta de seguir hablando —lo cual era cierto—. Y así permaneció con los ojos bien abiertos durante unas horas, por alguna razón no le dieron ningún calmante así que no pudo hacer más que mirar el techo sin la visita de nadie más. Y no, no es como si quisiera que alguien entrase a su habitación llegado ese punto, pero sí se sentía un poco sola. Quería una compañía que no fuera extremadamente callada, algo así como Mitsuri, quien hablaba lo suficiente como para no hacerla perder la cuenta de sus palabras. Simplemente deseaba que alguien acompañe todo ese sentimiento raro de ausencia, que le contase todo lo que pudo haber sucedido... Pero a su vez, no quería que la molestasen y al final, ya no estaba esperando de nadie llegado la hora en la que todas las niñas se preparaban para dormir, a excepción de Aoi y Kanao que solían quedarse de guardia unas horas.
Era extraño. Tenía gustos muy específicos de los cuales el destino no estaba enterado a la hora de ponerle delante de sus ojos a un hombre tan excéntrico como Kyoujuro, quien sigilosamente se metía a su habitación, ya siendo de noche, y parecía un ladrón astuto en ocultar sus pasos, lo cual la sorprendía. No conocía ese lado de él.
La habitación fue nuevamente iluminada por el aura alegre que transmitía el muchacho, a pesar de que no pudiese ver mucho tras ser que estaban a oscuras y con las persianas cerradas. Y en cuanto la muchacha menos se lo esperó, ya tenía la luz pegándole en el rostro mientras intentaba ocultarse entre las sabanas, simulando la acción estar dormida.
De por sí oír la voz gritando de Kyoujuro no era un lujo.
—¡Así que has despertado, Kocho!
—Buenas noches, Rengoku —mencionó un tanto molesta—. Hubieras aclarado eso cuando había despertado desde el comienzo, no cuando intentaba dormir.
—¡Lo lamento, estaba en una misión, pero la terminé rápido para llegar a verte y también traje comida! Seguro tienes mucha hambre.
—La verdad es que no... ¿Aoi sabe que entraste aquí? —preguntó con obviedad recibiendo una carcajada nerviosa que respondía mucho—. Bien, Rengoku, vete, no es horario de visitas.
—Entiendo que estés cansada, pero hablé con tu tsukago, a duras penas, y me confesó que lo recomendable es animarte lo más posible, no quisiera que quedaras en coma otra vez —aclaró con cierta atención mientras se sentaba en una de las sillas y mostraba la bandeja con comida—. ¡Las niñas dijeron que no comiste bien! Te ayudaré en ello.
Para el pilar del insecto no era sorpresa que Kyoujuro sea dejado pasar por sus niñas, suponiendo que él era el único pilar junto a Mitsuri que también le dedicaban su tiempo de forma desinteresada y a veces hasta jugaban con ellas, en el caso de Kyoujuro se dejaba armar peinados y aprendía a cocinar para algún día llegar a hacerle una comida realmente sabrosa a toda su familia sin que lo acusen de que está quemada. Él realmente era considerado un amor para casi todo el mundo. Un buen hombre con todas las letras y aquel que cualquier mujer quisiera para su matrimonio, de no ser que ella no quería casarse en lo absoluto.
Aún, a pesar de todo lo bueno que pueda pasar por la mente de Shinobu al respecto de su compañero, tenía que admitir que sentir la luz pegando contra su rostro no era la mejor experiencia, menos estando tan cansada como lo estaba. Por ello necesitaba distraer su mente, incluso cuando sabía que no era lo debido.
—No tengo hambre, Rengoku, así que te pido que me dejes ir a buscar al menos una inyección para lograr dormirme —contuvo bastante su tono, ya que relativamente casi le grita.
Pero él no se merece su furia solo por un mal día.
Masajeó sus sienes intentando no mostrar alguna expresión de molestia y se quitó las sabanas de encima, moviendo ligeramente su cuerpo hacia el costado, sentándose para intentar levantarse y tomar al menos una inyección que ella misma había creado para hacerla dormir de una forma antinatural. Al menos con esta no tenía horrible pesadillas y podría calmarse por completo.
Kyoujuro intentó frenarla al ver la acción que estaba por cometer, pero para su sorpresa ella estaba de forma erguida lanzando un suspiro con ligereza.
—No deberías...
—Estoy bien, puedo moverme —aclaró esta vez con más tranquilidad.
Una tranquilidad que duró unos segundos, aquellos en los que sus piernas que temblaban cayeron una vez más al suelo tras los repentinos movimientos y su boca comenzó a chorrear sangre mientras sus ojos comenzaban a soltar ligeras lágrimas llenas de frustración. Sus puños débiles golpearon sus propias piernas, intentando que funcionen como debían mientras no podía dejar de soltar sangre.
Al parecer sí era débil desde cualquier perspectiva.
—Kocho, tranquila, déjame ayudarte.
—No me toques —pidió tapando su boca y dejando su mirada adherida al suelo.
Estaba cansada, tan cansada de ser tan débil por sus propios sentimientos. De no haber sido porque aquella noche se distrajo pensando en Giyuu, seguramente hubiera ganado hasta la información que necesitaba acerca del maldito que asesinó a su hermana. Detestaba que ese hombre rondara más en su mente que su propia hermana y que le doliera sus reacciones tan frías. Detestaba lo que algunos llamaban amor, porque para ella resultaba la perdición.
Todo era culpa de ese hombre, si tan solo no hubieran sido compañeros en primera seguro seguiría con su increíble estabilidad.
Por un momento sus ojos solo captaban el color negruzco como si ya nada más existiera y su boca no dejaba de chorrear sangre, manchando por completo su mano, la cual ya había sido manchada tiempo atrás, porque esa situación no era nueva para Shinobu. No tenía miedo a lo que le estaba sucediendo, pero estaba claro que la desesperaba, porque era demasiado estrés.
—Kocho, levanta la cabeza —ante esa orden, le hizo caso con un poco de cansancio y se encontró con la mirada preocupada de ese hombre—. Debes saber pedir ayuda... Me duele verte así.
Sus ojos cansados lo observaban como si se tratara de la mismísima luz y hacía mucho tiempo no observaba una persona brillante como él. De pronto su cuerpo solo cayó contra el suelo sin ánimos por levantarse y con la voz de Kyoujuro retumbando en su oído como si de una alarma molesta se tratase. Definitivamente sentía que había perdido, todas las pistas que planeaba conseguir, el veneno en su sangre, todo... Todo por nada ¿cierto? Después de todo, creía que Kyoujuro ya había acabado con esos demonios cómplices y no lo culpaba, era su deber. Solo podía culparse a ella misma por ser tan débil y pequeña.
Quizás ya era hora de dejarse llevar por el dolor agonizante e irse hacia el más allá con su hermana... Oh, su querida hermana debe esperarla con los brazos abiertos o ¿es que estaría enojada con ella? Lo lamentaba mucho si esa opción se volvía real, pero en ese mundo no tenía nada por lo que vivir, incluso el amor del que ella tanto hablaba terminó bajando sus esperanzas e incluso estaba explotando a sus niñas en trabajo. Seguro que si recurrieran a Tamayo, como una vez ya hablaron, le sería encantadora y podrían tener un bonito símbolo maternal que sea capaz de cuidarlas sin importar qué.
Si empezaba a caminar hacia la luz acabaría todo ese sufrimiento, pero algo le impedía irse, había cierto sentimiento en su corazón que la hacía sentir culpable de marcharse y era estúpido que lo pensara, pero ¿cómo se sentiría ese ángel suyo que siempre la ha salvado cuando más desesperanzada se ha encontrado? Nunca llegó a darle las gracias por todo el tiempo que se gastó en ella... No, directamente no sabía quién era, no lo recordaba en absoluto, su memoria estaba tachonada con graves agujeros.
Quizás quería conocer quien fue aquel que siempre ha estado para ella, salvándola incluso en sus peores momentos. Si tan solo supiera quién es.
—¡Lamento haber sido tan cruel contigo antes! —exclamó recuperando el ánimo mientras le servía un extraño líquido en un vaso—. Ahora todo está bien, te has desmayado unos 15 minutos.
—Rengoku —musitó con lentitud mientras mantenía sus ojos entre abiertos.
—¡No digas nada! Te haces daño. Y abre la boca.
Con un pequeño pañuelo que tenía en su mano izquierda limpió el rastro de sangre que bajaba por los labios de la mujer mientras veía como le hacía caso, aunque abriera la boca con dificultad.
Vertió un líquido, uno que al sentir el gusto Shinobu generó unas notorias muecas. Era la medicina que ella solía darles a todos sus pacientes ante los dolores fuertes, y debía de admitir que le puso los pelos de punta. Kyoujuro sabía lo asquerosa que era esa medicina, a él lo hizo maldecir y eso que solo una vez en su vida había dicho tal cosa desagradable, ni siquiera hace falta aclarar la primera vez que maldijo.
—¡Dentro de un rato seguro podrás quejarte!
Shinobu lo observó de mala gana por el efecto que le causaba la medicina.
—¡Ya sé, te contaré chistes y te sentirás mejor!
Shinobu negó con la cabeza mientras mostraba una suave y nerviosa sonrisa.
Los chistes que su compañero contaban no eran graciosos y algunos ni siquiera se debían considerar chistes. Mas a pesar de su negación, este habló de igual manera sin darse cuenta que por cada chiste la risa de la contraria se volvía más apagada hasta el punto de ya ni saber cómo reírse. Esto causó que Kyoujuro diera un último chiste como ultimátum, ya que había dado todo aquello a propósito para que aquella se hartase y hablara de una vez, pero al parecer no funcionó. Era raro que no lo frenara, según había investigado la voz saldría cuando más se hartase, y según Uzui sus chistes daban ganas de golpearlo por lo malos que eran.
—Kocho, ¿cómo me ves desde tu pequeña perspectiva?
Pudo ver como finalmente ella volvió a dirigirle la mirada y abría la boca sin poder formular una palabra. Notaba su vena, quería golpearlo luego de tantos chistes malos y luego que saltase con esa estupidez fue el colmo. Sin saber que en realidad Kyoujuro necesitaba provocarla, tomó su haori y tironeó de este para que se acercase a sus labios. No podía hablar en voz alta ya que aún dolía su garganta, pero en un susurro soltó:
—¿Te crees gracioso? —luego formuló una sonrisa maliciosa que en realidad le causó ternura al muchacho.
Kyoujuro fue el que rió esta vez, realmente alegre porque el método que le había dado Giyuu funcionara. No creyó que ese pilar llegase a conocer tanto a Shinobu. Pero ciertamente fue placentero verla intentando golpearlo de una manera pasiva-agresiva. Ya podía entender a Giyuu y la posible diversión que le debía causar en el fondo de su frío corazón esa furia tan poco ocasional. Le agradaba esa caprichosa Shinobu que le pedía que nunca le hablase o le daba golpes en la cabeza. Como estaba debilitada, no era molesta y hasta se dejaba. Después de todo, podía ver cierta diversión en ella, tal como una niña pequeña que no nota esa felicidad.
Semanas luego, cuando Shinobu finalmente salió de aquella cama sin tener que vomitar sangre o tener que ser llevada en la espalda de Tanjiro, quien se ofrecía a ayudarla, la primera idea que se le ocurrió fue visitar a su queridísima hermana. Hacía meses que no iba, así que seguro le hacía falta. Mas en cuanto se acercó a donde ella se encontraba, se sorprendió bastante para su gusto. Alguien había dejado flores en donde permanecía su agraciada alma, cuando las únicas que tenían permitido ir eran Kanao y Aoi, sin contar que siempre solían avisarle cuando hacían algo al respecto.
—¿Alguien conocía tan bien el gusto por los tulipanes de Kanae? —inquirió extrañada tomando entre sus manos aquellas flores—. ¿Habrá sido Himejima?
No creía realmente que Himejima hubiera entrado sin su permiso, mas era la opción más fiable que tenía en mente luego de Shinazugawa. Aunque siendo honesta nunca creyó que el último iría a darle flores a su hermana, por muy bien que se llevasen tenía demasiado orgullo para ser así. Esos eran los dos pilares que conocían la Finca tanto como la zona donde descansaba su hermana, sin contar que con ambos ella había tenido un buen vínculo.
—¿Shinobu? Oh, lamento no haberte informado sobre esa visita. —Aoi llegó hasta la contraria mientras llevaba una jarra de agua—. Tenía planeado ir a ver cómo te sentías.
—No pasa nada, Aoi, me he estado sintiendo mucho mejor y bien quise venir a visitarla... Me llama la atención quién habrá sido.
—No creo que se vaya a creer quién realmente ha venido aquí, me da escalofríos saber que él haya estado y no me trató mal al preguntarme sobre Kanae, ¿Shinazugawa tenía tan buena relación con ella? Creo que solo vino dos veces y esas dos fueron cuando usted estaba en cama.
Shinobu mostró la sorpresa con solo un exaltar de ojos mientras bajaba la mirada hasta las flores que sostenía. Sanemi nunca había ido a visitarla, entonces ¿por qué justo cuando ella estaba en un estado débil? ¿Será por algún tipo de preocupación? Ladeó ligeramente la cabeza hacia Aoi, esperando oír los motivos, pero al parecer ella tampoco tenía idea.
Ante aquello la de reflejos violáceos solo soltó un suspiro por lo bajo para dejar aquellas flores en su lugar, las cuales parecían bastante frescas, lo que le dio a entender que tan solo había llegado hace unos días de aquella nueva misión.
—Shinobu, ¿a usted le enoja que ese hombre venga a dejar flores donde descansa Kanae?
—No, en realidad, me alegra mucho, porque mi hermana le tenía un gran respeto y aunque haya tardado tanto, el saber que ha venido me deja calmada.
—Qué emotivo suena eso... ¡Usted es una gran persona!
—Aoi ¿estás llorando? Ara ara, lo lamento.
—No lloro es solo una basura en mi ojo, además, es la emoción de que usted se encuentre bien.
Shinobu acarició el cabello de la menor mientras mostraba una suave sonrisa.
"City of stars" o "ciudad de estrellas", palabras que parecen fantasiosa para referirse a un lugar hermoso o quizás puro. Kyoujuro fue el primero que le habló de aquella ciudad, pero fue más bien cuando estaba inconsciente. Relataba que si ella llegaba a morir, debía de esperarlo en la ciudad de estrellas, porque él bailaría a su lado para que no se sintiese sola. ¿Habrá oído Sanemi también al respecto? ¿Por ello fue a entregarle fores a su difunta compañera?
Esperaba algún día saberlo.
Nota de autor: ¡Oh, hemos vuelto con el romántico escrito de City of Star que me ha destruido emocionalmente a la hora de escribirlo! He hecho unos fuertes cambios, pero básicamente en narración, luego de ello tendrá 10 capítulo, tal como lo había prometido tiempo atrás, y la esencia que lo caracterizará será lo efímero. No quiero hacer un escrito enorme de 30 capítulos ni desarrollar relaciones que no tienen más que un sentido secundario, solo deseo ofrecerle lo mejor de mí, un escrito que aprecio tanto que parece mentira. No esperen de esto algo organizado y con increíbles giros drásticos, eso no se los daré, al menos aquí no. Es solo una historia calma.
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