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Especial 8: Kirishima Eijirou.

Especial 40k lecturas.

Último día del año, última oportunidad para poder salir con tus amigos, o en esta ocasión con tu pelirrojo favorito, Kirishima Eijirou.

Este año no fue lo mejor al principio, pero al momento de conocer al chico tu vida dio un giro de 180 grados, cambiando de penumbra a alegría total, y eso era porque él destilaba felicidad siempre que estaba contigo. Así que lo que más agradecías de este año, era conocer a Eijirou.

Hace un tiempo que cuando salían sentías un dolor de estómago, nudos en la garganta y siempre subía el calor a tu rostro. Tu madre decía que era amor, pero no creías que algo podría pasarte si apenas ese año estabas tratando de olvidar de tu ex.

—[Nombre], no te muevas —dijo tu madre tratando de arreglar tu cabello, le habías pedido si podría peinarte para la salida que tendrías con el pelirrojo. Al principio no querías decirle nada, pero al ver que ese día tu cabello te dio una mala jugada, decidiste pedirle ayuda—. Ya está.

Tomaste el espejo de mano que estaba cerca y revisaste como te había quedado el peinado que te había hecho tu madre. Un par de pequeñas trenzas a los lados que se unían atrás, algo simple pero perfecto para ahora que el templo estaría lleno.

—Será mejor que te vayas si no quieres llegar tarde.

—¿No irás, mamá? —preguntaste extrañada por no querer ir contigo. Ella negó.

—Iré con tu hermano mañana, no te preocupes por mí. Disfruta tu cita. —Miraste a tu madre avergonzada, el color en tu cara llegó para mantener tu rostro rojizo. Ella solo rio por como te ponías cada vez que te molestaba. 

Dejó de reír y te dio una sonrisa amena y tranquilizadora, le devolviste la sonrisa y te despediste de ella para ya irte.

Ya afuera de casa tomaste aire y lo dejaste escapar de los nervios, negaste con la cabeza y trataste de tranquilizarte. Solo era una cita cualquiera.

Empezaste a caminar hasta el lugar de encuentro, lo bueno era que había un templo cerca de tu hogar y el pelirrojo decidió venir para que fuera más fácil volver para ti. Eran esos pequeños detalles que te hacían temblar por él.

Un par de minutos después llegaste al lugar indicado, aún no llegaba, así que recostaste tu espalda en la pared, esperando por el pelirrojo. Habían decidido encontrarse en una de las esquinas cerca del templo, entendías que no estuviera aún, pues este no era su barrio y seguro que se demoraría por la lejanía de su hogar. 

O eso fue lo que pensaste antes de verlo salir de una de las tiendas konbini que estaba al otro lado de la calle. el chico se dio cuenta que ya estabas allí y levantó su mano llamando tu atención.

—¡[Nombre]! —gritó saludándote, y cuando pudo, fue trotando hasta donde te encontrabas—, estaba esperándote pero fui a comprar algo para comer. Lo siento si no me viste.

—No te preocupes Eijirou, acabo de llegar —dijiste para que no se molestara—. La que debería de pedir disculpa soy yo por llegar tarde.

—No tienes porqué —dijo agarrando tu mano, te sobresaltaste por su acto, pero no dijiste nada—. ¿Vamos?

—Vamos.

ooo

—Las filas están enormes —comentaste al chico, o eso intentaste pues el bullicio de toda la gente no dejaba escuchar bien—. En general, vino mucha gente.

—Es normal, creo —respondió. Rascó su cabeza un poco inseguro—. Tal vez no fue buena idea traerte, seguro estarías mejor en tu casa.

Negaste a lo que dijo y le acariciaste la mano que ahora te sujetaba de la cintura, más por precaución. Estuvieron haciendo la fila por un tiempo más hasta que por fin les tocaba.

Te acercaste al santuario y tiraste una moneda como ofrenda para los dioses, al lado tuyo se encontraba el pelirrojo ya con los ojos cerrados y las manos juntas. Le copiaste la pose y diste un par de palmadas antes de rezar por tus deseos. 

Deseo poder estar con mi familia y amigos, —Pensaste como uno de los deseos que tenías—, y quisiera entender que es lo que estoy sintiendo ahora.

Terminaste de pedir tu deseo y te giraste para ver si Kirishima ya había terminado, pero te topaste con los ojos del chico mirándote fijamente y una sonrisa adornando su rostro.

—¿Qué pediste? —preguntaste mientras salían del frente y se posicionaban a un lado, las demás personas siguieron con la rutina.

—No te lo voy a decir, ¡no se cumpliría! —dijiste—. Si se hace realidad te lo digo.

Se quedó pensando un poco en lo que dijiste y asintió entendiendo.

—¿Y tú que pedist...?

No alcanzaste a terminar la pregunta cuando escucharon varias campanadas, eran las campanas que sonaban por la gente que se estaba purificando. Kirishima se entusiasmó y se dirigió hasta donde se encontraban todos tratando de conseguir una de las grandes cuerdas para tocas sus 108 campanadas de año nuevo.

Te quedaste mirando como el chico movía la cuerda con fuerza y hacía sonar la campana, seguramente el sonido se podría escuchar hasta el otro lado del país.

Cuando terminó con eso, volvió donde estabas con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿No lo harás tú? es divertido.

—Tal vez más tarde —dijiste y el chico comprendió. Sacaste tu celular para ver la hora—. Faltan 10 minutos para las 12.

—Vayamos a dar una última vuelta.  

Después de eso, fueron a comprar algo para comer, pues lo que él antes había comprado ya se terminó en el camino. Decidieron por comprar soba y un poco de dulce de arroz.

Caminaron alejados de todo el tumulto, cerca de unos bancos bajo los árboles nevados que empezaban a llenarse de papeles llenos de deseos de otras personas.

—Me encanta el dulce de arroz. —Saboreaste el dulce con felicidad. Kirishima tomó un poco de tu dulce de un mordisco—. ¡Oye!

—¡Está delicioso!

Te sonrojaste al ver como el rostro del chico estaba demasiado cerca de tu cara, los mismo sentimientos que aparecían cuando estabas cerca de él volvieron. Kirishima no se alejó, solo se mantuvo allí, mirándote a los ojos. 

El sonido de la campana mayor del templo indicaba el fin del año y el comienzo de otro más. Aparecieron un par de luces de colores en el cielo, pero no se percataron hasta mas tarde ya que ninguno de los dos dejaba de verse.

—Feliz año nuevo, Eijirou.  

—Feliz año nuevo, [Nombre] —susurró el chico sobre tus labios.

Se acercó lentamente hasta juntar sus labios con los tuyos y fundirse en un beso lento y tierno. Sentiste las manos del pelirrojo posarse en tus mejillas para profundizar el beso armonioso que estaban teniendo. Sobrepusiste tus manos sobre las muñecas del chico y te afirmaste de él.

Se separaron manteniendo el contacto con sus manos. El chico volvió a sonreír hasta que se achinaron sus ojos, pero ahora también su cara hacia juego con su cabello.

—No pensé que mi deseo se hiciera realidad tan luego —habló.

Te extrañaste por lo que dijo y frunciste el ceño sin entender, hasta que captaste la indirecta y tu rostro volvió a un rojo intenso. Te escondiste en el hombro del chico mientras este acariciaba tu espalda.

—Idiota —susurraste sobre sus ropas y escuchaste la risa del chico.  

Tal vez, solo tal vez ya estabas entendiendo que era ese sentimiento dentro de ti. Tu madre tenía un poco de razón, sí era amor.

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