Especial 28: Togata Mirio.
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—Es primera vez que hago esto, si la pelota se va volando yo no la voy a buscar —dijiste preparándote para darle el golpe a la pelota de golf con el palo.
—¡No te preocupes! Voy yo —dijo Mirio agachándose a la altura de la jugada, mirando atentamente el siguiente movimiento de la pelota.
Alzaste una ceja al ver tan concentrado esperando tu turno, así que le hiciste el favor y le diste con fuerza a la pelota.
—¡Home run! —gritó Mirio al ver que la pelota había salido volando más lejos de lo que debería—. [Nombre], no es por decirte que juegas mal pero... Juegas mal.
Golpeaste el piso con el pie indignada, aunque la sonrisa en tu rostro nadie la quitaba. Tomaste el palo de golf y le pegaste al chico, o eso intentaste cuando este traspasó el cuerpo completo del rubio.
—¡No se vale!
—¿Qué cosa? —preguntó el chico acercándose a ti.
—Que no te puedo pegar —dijiste cruzandote de brazos "enojada".
—¿Y por qué me quieres pegar? —preguntó con una sonrisa mientras se agachaba a tu altura para contemplar tu rostro, pues estabas mirando al suelo.
—Te burlas de mí —contestaste dándole rápidamente un golpe en el brazo, que nunca le llegó—. ¡Mirio!
La risa del chico retumbó en tus oídos en el momento que te abrazó de costado, tratando de que no te enojaras. La cercanía del chico fue algo sorpresivo, pero dejaste que te abrazara por las burlas de él hacia ti, aunque no lo reconocía.
Era la primera vez en un mini-golf para ti, y que el chico te invitara a salir justo aquí era lo mejor para tener experiencia.
Mirio era uno de esos chicos que son la alegría, estar con él era estar divirtiéndote siempre. Aunque esa solo era una faceta de las que seguramente tenía, y que esperabas apreciar algún día.
Te quedaste embobada mirándolo jugar en su turno, se notaba que era bueno es esto, puesto que no se le era difícil hacer todos en una jugada.
—¿Dónde aprendiste a jugar? —preguntaste de pura curiosidad. Querías conocer de a poco al chico.
—A veces venía con un amigo de la infancia.
—¿Y ya no vienen? —volviste a preguntar.
—Ahora no porque tiene que estudiar para los exámenes de la Academia.
—¿Y tú no?
Como si esa pregunta fuera una navaja, el chico se quedó estático ante tu pregunta. El ambiente cambió drásticamente, y aunque era muy poco el cambio. Siendo Mirio, se notaba cuando estaba pensativo.
—Perdón si te incomodó, yo no quería...
—Por ahora no —dijo, al parecer estaba contestando la pregunta que hizo que su semblante cambiara—, pero seguramente volveré.
Y así como el Mirio pensativo y decaído llegó, se fue por la esperanza que el chico tenía en convertirse en un héroe verdadero. Togata Mirio es, un tipo de temer. Tu cara preocupada cambió, dejando aparecer una sonrisa por las palabras del chico. Con agilidad te acercaste a él y atrapaste en un abrazo como él antes lo hizo contigo.
—¡Hey! Ahora te has dejado —dijiste riendo.
—Me gusta cuando te acercas y me abrazas —susurró envolviendo sus brazos para alargar el abrazo.
El mini-golf había pasado en segundo plano, y aunque el tiempo corría con o sin jugar, ese pequeño momento entre ustedes no se iba a olvidar. Podías sentir como tus mejillas se sentían calientes de la vergüenza que sentías. Era tan fácil para el chico el volverte loca, pero en un buen sentido.
—Serás el mejor héroe de todos, tenlo por seguro. —Lo alentaste cuando se separaron. Mirio asintió ante tus palabras.
Después de esa pequeña escena volvieron al juego. Ahora era tu turno de darle a la pelota. Aunque lo único que tenías que hacer era darle apenas un toque, siempre las sacabas fuera del área de juego. Le pegaste a la pelota, elevandola por entre los aparatos y haciendo que chocara con una decoración del juego y saliera más lejos de lo que debería.
Te giraste para ver como el chico sonreía sin más. Pronto se acercó a ti y te tomó como si fueses un costal de papas. Mientras que lo golpeas para que te bajara, el chico te llevó hasta una banca cerca de allí y te sentó.
Antes de que pudieras reclamar algo, este se fue.
—¿Qué haces? Aún tenemos que terminar el juego —dijiste cuando volvió, pero ahora con un par de cosas para comer y beber.
—Estás frustrada, y así no lograrás nada. —Abrió el paquete de papas y te las entregó, después abrió un paquete de galletas y de allí sacó un par para comérselas. Terminó de masticar y habló—. Comemos y volvemos a jugar, así te relajas.
Miraste la bolsa de papas sobre tus piernas. En parte tenía razón, te estabas frustrando y si así seguías no disfrutarías nada.
—Muchas gracias, Mirio.
—No te preocupes, lo hago por ti. —Te dio una amena sonrisa, mostrando la despreocupación en su rostro—. Tú también me alentaste hoy. Gracias otra vez.
Te quedaste mirándolo como comía y disfrutaba del paisaje de ver a otros jugar. No podías creer que alguien tan radiante como él podía existir. Mirio era un rayo de luz entre tanta oscuridad.
Era tu rayo de luz.
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