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Especial 22: Amajiki Tamaki.

Especial 190k lecturas.

—¡Estoy emocionadísima! ¡Ya no puedo esperar a que abran las puertas!

—Sí... —susurró Tamaki escondiéndose entre tú y la pared.

Hace un par de semanas le mencionaste vagamente tus gustos musicales por mensaje al chico, y como uno de tus cantantes favoritos iba a estar dando un concierto en la ciudad. Lo que no sabías era que el pelinegro hizo el empeño de comprar dos entradas generales para poder dartelas como obsequio. El día que te las regaló, le recriminaste por gastar en ti pero por dentro estabas feliz; porque así podrían estar más tiempo juntos.

Ahora, el día del concierto, estaban esperando a que las puertas del recinto abrieran y poder tomar buena posición. Estaban en la fila que se formó afuera, junto a miles de personas más.

Notaste la incomodidad del chico, pues era muy obvio gracias a su postura curvada. Le tomaste el brazo, cosa que lo sobresaltó.

—¿Estás bien? —preguntaste preocupada al verlo tan nervioso; no querías incomodarlo.

—Estoy... bien.

Su habla temblorosa y el como evadia tu mirada te hacía dudar de la veracidad de sus palabras. Posaste tu mano en su espalda, y lo reconfortaste con caricias de apoyo.

—Si no puedes estar aquí, simplemente dilo.

Tamaki abrió la boca como si quiera decir algo, pero luego apretó los labios frustrado y simplemente asintió con un intento de sonrisa.

Abrieron las puertas del recinto, y la fila empezó a moverse hacia adelante; ya estaban entrando. Te mordiste el labio emocionada, y empezaste a moverte únicamente de nervios.

—¿Te gusta mucho este cantante? —preguntó Tamaki viendo como reaccionabas cada que la fila se acortaba.

—¡Sí! ¡Es súper talentoso!

Tamaki sonrió al verte feliz, y agachó la cabeza para que no lo vieras cambiar esa expresión a una triste; no quería desilusionarte.

Ya en el principio de la fila, uno de los staff les pidió las entradas y los dejaron pasar. Antes de que fueran hasta sus lugares correspondientes paraste y te acercaste al mismo chico que les pidió las entradas.

—Disculpe, ¿dónde se encuentran los baños? Para saber...

El chico se giró y te sonrió, mientras seguía atento a las personas que entraban. Te indicó brevemente por dónde eran y le agradeciste.

—Si tienes problemas me buscas y te ayudo —dijo guiñandote el ojo.

Después de ese gesto, sentiste como tomaban tu mano; Tamaki, que estuvo esperándote un par de pasos más alejado, se acercó donde estabas y te tomó la mano sin mirarte directamente. El trabajador y tú se quedaron extrañados por el comportamiento del pelinegro.

—Yo sé donde queda el baño —susurró Tamaki aún sin mirarte.

Inconscientemente sonreíste; su gesto de celos te hizo morir de dulzura, pues su actitud fue más tierna que posesiva. Le apretaste la mano y eso hizo que fijará su vista en ti, aunque la volvió a desviar cuando vio tu sonrisa.

—Creo que ya no necesitas mi ayuda —dijo el chico de staff mirándolos divertido; asentiste y te llevaste al chico hasta donde sería el show.

En ningún momento se separaron las manos, y era mejor; ni tú querías separarte de él, ni él quería separarse de ti.

Empezaron a caminar entre la gente, más tú que llevabas arrastrando al pelinegro. Cuando ya no podías seguir paraste justo en el centro de todo, quedando en una buena posición del escenario. Alrededor de ustedes había ciento de personas, todas animadas e hiperactivas, lo contrario de Tamaki.

Las luces se apagaron y el sonido de una guitarra empezó a escucharse; el concierto empezaba. Gritaste e hiciste ruido, como la mayoría de allí. Estabas tan emocionada y extasiada por el artista, que no te diste cuenta cuando fue que te soltaste del pelinegro.

Seguías gritando y aplaudiendo al compás de las canciones, así varios minutos hasta que el cantante llegó a una pausa para descansar. Suspiraste derrotada de cansancio.

—¡Estuvo genial! —gritaste girandote a un lado para hablar con el chico, pero cuando lo hiciste te diste cuenta que no estaba. Así, te fijaste en todos lados, sin rastro del chico por ningún lado—. ¿Tamaki? ¡¿Tamaki?! —gritaste llamándolo, pero era en vano, había mucho bullicio y nunca te escucharía.

Te preocupaste al no verlo, y empezaste a sentir culpa. Sabías que no estaba bien, que no era fácil para él estar con tanta gente siendo que él es más tranquilo. Te mordiste las uñas y saliste de allí, para ir a buscarlo por todo el lugar.

Empezaste a caminar por entre la gente, buscando por los pasillos interiores del recinto, por los puestos de comida que se ponían hasta el fondo, por la entrada para ver si había salido o no, pero no lo encontrabas.

—¿Necesitas ayuda? —El mismo chico del staff de la entrada te habló al ver como caminabas de un lado a otro con desespero. Asentiste y le hablaste de tu problemática—. Ah, sí. Tu amigo lo ví cerca de los baños, parecía decaído.

—Muchas gracias —dijiste antes de encaminar hacia allá, pero paraste al darte cuenta que no sabías dónde estaban. No tuviste que hacer nada para que el chico se diera cuenta de tu problema.

Es así como él te encaminó hasta donde estaba el pelinegro. A lo lejos lo viste sentado en el suelo, a un lado de la puerta del baño de varones. Le agradeciste al staff y te dirigiste donde Tamaki.

Caminaste despacio hasta él, quedando parada frente suyo; el pelinegro levantó su mirada, para sorprenderse de verte de brazos cruzados.

—Perdón —habló agachando la cabeza para no verte a los ojos—, arruiné tu diversión.

Suspiraste mientras te agachabas para estar a su altura. Con tu mano acariciaste su rostro, cohibiéndolo.

—Debería pedir perdón yo, —Levantaste su rostro para que te mirara—, que no me di cuenta de tu incomodidad entre tanta gente. —Tomaste su rostro de una mejor manera, acariciando su mejilla mientras el puso sus manos sobre las tuyas—. ¿Por qué no me dijiste? Podríamos habernos ido, o simplemente no venir.

Tamaki hizo que lo dejaras de tocar, y apricionó tus manos con las suyas para luego levantarse del suelo sin soltarte.

—Quería hacer algo contigo —dijo con la mirada baja, nervioso—, quería estar contigo.

Después de decir eso levantó la cabeza, mostrando un rostro serio.

—Tamaki —susurraste conmovida—, no necesitas obligarte a cosas difíciles para ti con tal de estar conmigo, ¡Podemos buscar algo que hacer donde los dos estemos cómodos!

Le soltaste las manos y tomaste sus mejillas. Te acercaste a él en silencio, escuchando el ruido de todas las personas de fondo y como volvieron a tocar, pero eso ya no te importaba. Sentiste las manos temblorosas del pelinegro sobre tu cintura, tratando de seguir tu ritmo. Le sonreíste antes de tocar sus labios con los tuyos, fundiendolos en un beso tierno. Cerraste los ojos al igual que él, disfrutando de la sensación en silencio. Luego de unos segundos se separaron.

—Vámonos de aquí —dijiste para romper el silencio y que el chico calmara su rostro enrojecido. Asintió apenado, tomando tu mano otra vez.

—¿No te importa perderte el concierto?

—No te preocupes —contestaste—; conciertos hay muchos, pero tú eres único.

Ante esa frase, el rostro del pelinegro volvió a enrojecer; reíste por su vergüenza tan notoria. Salieron del recinto, escapando de todo el bullicio para volver a casa juntos.

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