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Especial 13: Dabi.

Especial 90k lecturas.

Cada viernes por la noche, las calles de la ciudad empezaban a llenarse de incontables personas que solo buscaban una forma de despejar la mente y desestresarse de la rutina del día a día. Jóvenes, adultos, ancianos, que solo querían un poco de diversión, calma, aventuras, entre otros.

Y allí estabas tú, en la entrada de un típico bar promedio, escondido entre los callejones más ambientados de la ciudad. Todo tu ser quería irse, llegar a la habitación y tirarse en la cama para dormir hasta mañana, pero eso no iba a suceder.

Tragaste en seco al sentir todas las miradas de los clientes dentro del recinto, al parecer no era muy común encontrarse a una joven por ese lugar. El local era de un tamaño regular, seguramente no entraban más de cien personas.

Bajaste la cabeza tratando de no mirar a nadie a los ojos. Siendo apenas las once de la noche, la mayoría estaba hasta el tope.

Caminaste hasta la barra, pues era donde tenían más lugares disponibles, y así estabas por lo menos cerca del barman.

-¿Qué va a pedir? -preguntaron justo cuando terminaste de acomodarte en el pequeño taburete. Dejaste tu bolso entre tus piernas y apoyaste los brazos en la barra.

-Uhm, dame una malta -respondiste a su pregunta. No ibas a pedir alcohol tan temprano, esperarías a que llegara tu cita.

Llevaste un mechón molesto de tu cabello hasta atrás de tu oreja. Tu celular marcaba cerca de las once y quince, temprano para la mayoría pero tarde para ti. Suspiraste al ver que tendrías que esperar un poco más de cuarenta minutos hasta que tu cita llegara.

Bloqueaste el celular y lo dejaste en la barra. El chico con el que te ibas a encontrar te había dicho que solo podrían verse si era después de las doce. Su excusa fue el trabajo, creerle era otro asunto.

-Aquí tiene. -El barman te dejó el vaso de vidrio y la lata de gaseosa sobre la mesa. Le agradeciste y este se fue a atender a otros clientes.

Volviste a suspirar después de darle un trago a la bebida, iba a ser una larga espera.

ooo


-¿Otra cosa?

-No, gracias. Estoy bien -respondiste negando con la cabeza. El barman te dio una cálida sonrisa y empezó a limpiar algunos vasos.

El lugar empezó a llenarse un poco más, ahora por lo menos no eras la única mujer en el local. Miraste hacia ambos lados tratando de ver si encontrabas a alguien igual que tú.

Apoyaste el codo sobre la madera y suspiraste mientras dejabas caer la cabeza en tu mano.

-¿Espera a alguien? -La pregunta que te hizo el barman te sacó de las nubes grises.

-Sí, pero se ha tardado.

Y así era, el reloj marcaba las doce y veinticuatro, casi media hora de atraso. Lo peor era no poder saber quién era dicho personaje, pues en su foto de perfil no tenía nada, y lo único que sabías de él era un seudónimo.

-A veces se demoran en encontrar el bar, está muy escondido de los otros locales -dijo tratando de reconfortarte, le sonreíste y le diste un trago al agua mineral que habías pedido después de la gaseosa.

El barman parecía un chico veinteañero, buen mozo y agradable.

-Puede ser -comentaste a su dicho, pero sabías que no era posible, pues él mismo te invitó a ese lugar.

El barman iba a hablar, pero le llamaron desde otro lado, y se fue disculpándose.

Te quedaste mirando la botella sin ganas, ya no querías seguir esperando por alguien que ni se dignó a enviar un mensaje de disculpas. Así que, tomaste tu celular y tu bolso, y te dispusiste a salir de allí.

El ruido de un taburete arrastrándose hizo que giraras la cabeza a un lado. Justo en el asiento continuo se sentó un tipo de aspecto hermético; cabello negro en puntas, ojos de un azul turquesa y extrañamente con parques en su piel.

Te miró de reojo y luego le dio un sorbo a la botella de cerveza que trajo consigo.

-Tienes mala cara, ¿Te dejaron plantada?

Levantaste la mirada del bolso cuando el chico de al lado te habló. Frunciste el ceño extrañada.

-No es de tu incumbencia -respondiste sacando el dinero para pagar.

El chico posicionó su cuerpo a tu dirección, apoyando el codo en la barra y manteniendo la botella de alcohol en su mano.

Se rascó la barbilla y dejó la botella en la mesa, y la arrastró hasta acercartela. Le miraste desentendida.

-Para que se te quite lo amarga -dijo antes de llamar al barman y pedir otra botella más.

Rodaste los ojos por su comentario, pero te quedaste viendo la botella de cerveza a medio beber. En todo el rato que estuviste esperando, no probaste ni una pizca de alcohol, y ganas no te faltaban para pasar el mal rato.

Te volviste a sentar, y tomaste la botella tomando su contenido de un viaje. El chico a tu lado dio una sonrisa ladina mientras también tomaba de su nueva botella.

-Puedo suponer que aceptas otra -dijo antes de dar una risa burlesca. Rezongaste ante su actitud, pero en ningún momento te fuiste de allí.

La noche era muy joven como para desperdiciarla.

ooo


-¡Y ni se dignó a llamar!

Tu grito fue apaciguado por la música y el ruido de los demás clientes. Golpeaste la mesa con enojo y bebiste los restos de alcohol del vaso entre tus manos. El chico a tu lado rio por tu comportamiento.

Tu estado estaba cada vez peor, no eras muy buena reteniendo el alcohol. Habías dejado la cerveza, y ahora estabas con algo más fuerte, al igual que tu acompañante.

-Pobre de ti.

-¡Lo sé! -Volviste a gritar-. Por lo menos tengo a mi amigo el alcohol -dijiste levantando el vaso vacío, le diste una mirada al chico-, y a ti... eh... ¿cómo te llamas?

El chico sonrió divertido por tu actitud. Dejó de lado todo y se levantó de su taburete. Se acercó a tus labios peligrosamente, mientras tú te quedabas quieta por la escasa reacción de tu parte. Más el pelinegro desvío su camino hasta tu oreja, dándole una erótica lamida al lóbulo, y un escalofrío pasó por tu cuerpo.

-Dabi -susurró después de ese momento. Tu mirada estaba perdida en la parte de su cuello que podías ver, y un sin fin de posibilidades pasaron por tu cabeza.

Después de eso, Dabi se alejó y se fue sin más. Aún seguías un poco aturdida por lo que hizo el pelinegro, pero empezando a recordar, ese mismo nombre era el seudónimo de quién era tu cita ese día.

Te giraste rápidamente para encararlo, pero al darte vuelta ya no estaba a la vista. Guiaste tu mano hasta tu oreja, donde el chico atacó. Tu rostro rojo por el alcohol disimulaba el sonrojo que estaba apareciendo.

Negaste con la cabeza y decidiste salir de allí, la noche había terminado para tí. Esperabas al día siguiente recordar algo de lo que pasó hoy.

Pero definitivamente recordarías al pelinegro.

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