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Cita 20: Monoma Neito.

Las clases habían terminado por fin ese día, y como te había pedido el rubio, se juntaron después de clases para pasar la tarde juntos. Como iban a estar los dos juntos y solos, estabas un poco nerviosa por eso, pues te hacías una idea de su personalidad por los mensajes que se mandaban.

Mientras recogías tus cosas para poder irte de la sala de clases e ir al lugar del encuentro, empezaste a escuchar cuchicheos de las chicas del salón. Te volteaste a ver el porqué de tanto alboroto y te encontraste la escena de todas las chicas de tu salón asomadas por la ventana mirando a la entrada de academia. Asomaste la cabeza por la ventana y te diste cuenta de la razón del porqué estaban tan alborotadas, el rubio había venido a buscarte.

—Monoma —susurraste viéndolo desde la altura, pues el salón de clases estaba en un segundo piso.

Terminaste de arreglar todo y saliste como un rayo escaleras abajo, pero paraste en la entrada por la cantidad de gente que estaba en los casilleros. Te hiciste paso y cambiaste rápidamente tus zapatos. 

Ya saliendo del lugar caminaste más tranquila hasta donde se encontraba apoyado el rubio.

—Monoma, te dije que me esperaras en otro lugar —recriminaste al chico cuando llegaste a su lado, este dejó de apoyarse en la pared de la academia para prestarte atención. El chico mostró una sonrisa ladina y llevó su mano a sus bolsillos. Este llevaba la ropa característica de su academia, así que era muy fácil saber donde estudiaba. Hiciste un mohín por su rostro y antes de poder seguir hablando prestaste atención a los susurros que daban los otros estudiantes que pasaban por allí. Bufaste molesta, por eso no querías que el chico viniera—, la gente a veces molesta.

—¿Y te importa lo que digan los demás? —susurró cerca de tu oído, te exaltaste por su cercanía y te alejaste rápido de él.

—¡No hagas eso! —gritaste tapándote la cara de vergüenza y empujándolo. El rubio por el empujón se fue hacia atrás, sin caerse, pero sí tropezándose con alguien. Esta persona lo atajó, pero lo soltó de inmediato, haciendo que el rubio se cayera al piso.

—¡Oye, ten cuid...! —dejó de gritar el chico desde el suelo para quedarse totalmente callado al ver quién lo había empujado.

Un chico de mínimo 2 metros estaba mirándolo con ganas de aplastarlo, mostraba los dientes con furia y apretaba los puños de sus tremendas manos. Te asustaste al reconocer que era uno de tus compañeros de clases, sabías que era una moledora de carne viviente, así que te acercaste rápidamente adelante del rubio que se estaba levantando y te reverenciaste en frente de tu compañero.

—Perdón, Masaoma. —Te inclinaste en modo de disculpa por parte del rubio. Después de eso no escuchaste nada más que tartamudeos de parte de tu compañero de clases.

—[Apellido], no... no te preocupes —dijo tu compañero mientras jugaba con sus manos nervioso—. No quería molestarte.

Sentiste las manos del rubio posarse en tus hombros mientras se escondía detrás de ti.

—¡Ja! ¡Debiste pensarlo antes de empujarme! —gritó altanero Monoma. Giraste tu cabeza hacia atrás para verlo y haciendo una señal con el dedo para que se callara—. En serio eres espeluznante.

Le diste un zape en la frente al chico para que se callara de una vez por todas, pero sentiste como una mano te empujaba con cuidado a un lado. Y todo pasó en cámara lenta.

La mano de tu compañero pasar por al lado tuyo.

El rostro de Monoma ponerse pálido.

Y el golpe seco del puño golpear su cara.

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—No pensé que gritaras como chica, Monoma.

Sonreíste de medio lado a ver como el rostro del chico mantenía un algodón puesto en la mejilla derecha de este. Después de ese incidente, decidieron pasar por una pequeña farmacia para comprar lo necesario y limpiar su herida de camino a su cita. Porque sí, el chico no desistió de salir contigo, aunque le habían propinado ese golpe.

—¡Yo no grito como chica! —dijo antes de gritar como tal al tocarle donde le golpearon. Te reíste de él por su grito y este solo te miró mal.

Después de una caminata entre sanaciones y risas, más por parte tuya que de él, llegaron a su lugar de destino, el museo. 

Entraron sin más y fueron directo al salón central. Al estar allí te acercaste al mostrador a sacar uno de los tantos panfletos que tenían esparcidos por allí y volviste con el rubio, quien estaba mirando a su alrededor sin muchas ganas.

—¿Dónde deberíamos ir primero? —preguntaste abriendo el panfleto y mostrándoselo al chico para que lo viera contigo—, aquí dice que hay una exposición del período Muromachi. 

—¿Quieres ir? —preguntó mientras te quitaba de las manos el folleto y empezaba a leerlo solo él. Trataste de quitárselo, pero él lo levantó mucho más para que no lo alcanzaras—. ¿Lo quieres? ¿sí lo quieres? ¿acaso lo quieres?

Apretaste los puños por la irritación que te estaba entrando, así que llevaste tus manos al rostro del chico, más bien a la herida del chico haciendo que este gritara de dolor y soltara el papel. Lo agarraste en el aire y sonreíste con suficiencia.

—No te metas conmigo —dijiste mientras le mostrabas la lengua y empezabas a caminar sin él.

Fuiste escaleras arriba hacia la exposición que estaría allí. Escuchaste pasos rápidos viniendo detrás de ti y sabiendo que era el chico, apresuraste el paso riendo por cómo te gritaba desde atrás.

—¡No te saldrás con la tuya!

—Estás en un museo ¡Cállate! —susurraste tapándole la boca en el momento que llegó a tu lado. Ya estaban en el segundo piso apoyados en el barandal del gran balcón que dejaba ver hacia abajo al salón principal. El chico destapó su boca tomando tu mano y se acercó peligrosamente.

—Cállame, preciosa —dijo agarrando tus mejillas con un poco de fuerza haciendo que hicieras una trompa con tus labios. Trataste de zafarte y como no pudiste, no tuviste mejor opción que pisarle el pie con fuerza, haciendo que este te soltara—. ¡¿Por qué la violencia?!

—¡Tú me haces ser violenta! —gritaste sin escrúpulos— ¡me dan ganas de... de...!

—¡Dime! ¿De qué?

—¡Ya cállate! —gritaste agarrándolo de la camisa y dándole un beso para que se callara de una vez por todas. Sentiste como el chico se quedó estático, pero luego de unos segundos te tomó de la cintura y empezó a corresponder tu beso. Y así estuvieron un rato hasta que la voz de un hombre los hizo separarse.

Cuando se separaron pudiste ver que era uno de los guardias del museo con una cara de pocos amigos.

—Les pido por favor que se retiren del lugar —dijo serio a ambos. 

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntaste sin entender por qué los estaban echando.

—¿Me lo está preguntando en serio, señorita? —dijo mientras se cruzaba de brazos—. Desde que entraron han estado haciendo escándalo. Esto no es un parque de diversiones donde pueden gritar donde sea, así que por favor les pido nuevamente que se retiren.

Asentiste sin rechistar y te disculpaste por todos los problemas que pudieron haber causado, ni si quiera vieron nada por estar peleando. Agarraste de la mano al rubio antes de que pudiera decir cualquier tontería y empeorara la situación. 

Ya afuera del lugar suspiraste derrotada por la cita fracasada. O tal vez no tan mala después de todo. 

—Ni que el museo fuera tan divertido —dijo el rubio mientras caminaba por las calles contigo de la mano. 

Le miraste por unos segundos antes de que se diera cuenta que lo estabas mirando. Te sonrió al percatarse de tu mirada, te sonrojaste por eso y le devolviste la sonrisa. 

—Tonto.

—Pero de lo más bien que besaste a este tonto, ¿no? —habló altanero.

—¡Cállate!

—Cállame —dijo, se acercó a tu oído para volver a hablar—, pero cállame como lo hiciste antes.

Y después de que dijo eso, llevaste tu mano hasta su herida haciéndolo gritar de dolor otra vez. Pero sí, igualmente lo volverías a callar de esa forma.

Cita 20: ??/10

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