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Capítulo 1 | El idiota de ojos grises

—¿Acaso te volviste loca, Blaire? —exclamó Lucas con horror, justo después de escuchar el resumen de mi desastrosa cita.

Alcé la barbilla con orgullo, decidida a no sentirme mal por aquel chico.

—El muy bobo me hizo esperarlo durante más de hora en ese lujoso restaurante —argumenté, cruzando los brazos sobre mi pecho—. Tenía que hacerle pagar por el tiempo que me hizo desperdiciar al asistir a esa tonta cita a ciegas.

Lucas sacudió la cabeza, todavía sin poder creer lo que yo acababa de contarle.

—¿Pero doscientos dólares por una cena? ¿No crees que fue un poco... exagerado?

—Me preguntó si yo era de las chicas que lo hacían en la primera cita —solté. Esas palabras fueron suficientes para hacer que él abriera mucho los ojos—. ¿Aún crees que fue «un poco» exagerado?

Suspiró, se ajustó sus gafas de montura redonda y apretó ligeramente los labios.

—Lo siento, no pensé que Nathaniel terminaría siendo esa clase de chico —se disculpó, cerrando la puerta de su taquilla—. Abigail dijo que había hablado con él, le prometió que se iba a comportar bien.

—¿Abigail? —repetí, entrecerrando los ojos—. ¿Te refieres a tu misteriosa novia?

—Sí, la misma.

Me colgué la mochila al hombro antes de emitir un pequeño bufido.

—¿Sabes? Hablas mucho de tu novia Abigail, pero nunca me la has presentado y tampoco te has atrevido a mostrarme alguna fotografía suya. Comienzo a creer que es imaginaria.

Lucas y yo éramos mejores amigos desde que estábamos en los vientres de nuestras madres. No había nada que él no supiera de mí, ni nada que yo no supiera de él. Nos lo contábamos todo. Sin embargo, hace unas cuantas semanas él comenzó a salir con una chica realmente misteriosa. Yo no conocía ni siquiera su rostro. Al parecer, Abigail era estudiante en otra universidad que vivía del otro lado de la ciudad. Por esa razón, nunca nos habíamos conocido y jamás habíamos coincidido.

O quién sabe, quizás Lucas se había vuelto loco y se había inventado una novia.

—Pues hoy es el día en el que vas a dejar de creer que soy un completo lunático. Saliendo de la universidad voy a llevarte a la cafetería en la que quedé de verme con ella.

—¿Hablas en serio? —exclamé muy emocionada, caminando junto a él por los pasillos de la universidad.

—Sí. Abigail tiene muchas ganas de conocerte. Además, creo que ya es momento de que te la presente. Aunque al verla, probablemente pienses que estoy extorsionándola o algo por el estilo.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque es hermosa, muy hermosa. En ocasiones tengo que pellizcarme para asegurarme de que es real. A veces me pregunto qué clase de trato habré hecho con el diablo.

Solté una risita. Lucas era un simpático chico de estatura promedio, cabello castaño claro y un par de ojos oscuros. Por supuesto, no era el hombre más atractivo del planeta, pero tampoco era feo.

—¿Estás seguro de que tu novia no es imaginaria? —murmuré, burlándome un poco de él.

Lucas me rodeó el cuello con uno de sus brazos y respondió a mi sonrisa con una más grande.

—Ya verás que no.

Después de la universidad, Lucas me llevó en su auto hasta una vieja cafetería que estaba mucho más allá de los límites que mi madre me permitía visitar. Al llegar al lugar, finalmente comprendí el por qué nunca había conocido a su novia. Abigail vivía demasiado lejos. Una vez dentro de la pequeña cafetería, Lucas y yo nos sentamos en una de las mesas para esperar a la misteriosa chica.

A decir verdad, ella estaba un poco... demasiado atrasada.

Mientras tanto, ordené una malteada de fresa y una rebanada de pastel.

—¿Estás seguro de que tu novia es real? —le pregunté de nuevo a Lucas, quien miraba la pantalla de su celular con cierto nerviosismo—. No voy a reírme si solo tú puedes verla.

—Ya no debe tardar, dice que hay un tráfico de mil demonios.

«Sí, claro. ¿Acaso esa excusa está de moda estos días?».

Justo cuando me preparaba para llevar un trozo de pastel de chocolate a mi boca, la puerta de la cafetería se abrió y una despampanante rubia entró al lugar. Todos los presentes dirigieron sus miradas a la hermosa chica, pues era tan bonita que le resultaba imposible no llamar la atención.

«¿Ella es...? ¿En serio...?».

—¡Lucky! —chilló la rubia, corriendo a los brazos de Lucas. Fue como mirar una película romántica—. Siento muchísimo el retraso, Nate tuvo problemas con un tipo en el tráfico.

Lucas tenía razón, la chica era bellísima. Parecía una Barbie de carne y hueso; alta, delgada, con una figura espectacular y unos preciosos ojos azules que eran mucho más claros que los míos.

Sintiéndome bastante tímida, me levanté de mi lugar y me acerqué a ellos.

—Abby, ella es... —comenzó Lucas, pero no pudo terminar de presentarme.

La Barbie humana se abalanzó sobre mí para darme un fuerte (realmente fuerte) abrazo.

—¡Blaire! —exclamó muy animada, intensificando todavía más su poderoso abrazo.

Ni siquiera mi madre me recibía de esa manera. Avergonzada, traté de poner un poco de distancia entre nosotras, pero me fue imposible. Los brazos de esta chica se negaban a dejarme ir.

—Abigail... —murmuré, casi sin aire en mis pulmones—. Es un placer... conocerte.

—¡Pero mírate nada más! ¡Eres igual a una muñequita de porcelana!

Aquí la única que era exactamente igual a una muñeca, era ella. No yo. Dios, ¡¿por qué la pubertad no me golpeó de la misma manera que a ella?!

—Oye, vas a matarla —intervino Lucas, salvándome de morir asfixiada entre sus pechos.

Al percatarse de esto, Abigail me soltó con el rostro enrojecido por la vergüenza.

—Lo siento muchísimo, ¿estás bien?

Asentí con la cabeza y sonreí, riéndome en voz baja.

—Estoy bien, no te preocupes.

Su rostro se iluminó de nuevo.

—¡Tenía tantas ganas de conocerte! ¡Lucky me ha hablado mucho de ti! —exclamó. Segundos después, me tomó de ambas manos y habló en voz baja—. ¿Es verdad que nunca has tenido novio?

Inmediatamente le lancé una mirada asesina a Lucas, quien se sonrojó y bajó la mirada al suelo.

—Bueno, yo... no tengo tiempo para salir con chicos.

Mi vida consistía en ir a la universidad, asistir a mis prácticas de ballet, trabajar a medio tiempo en un restaurante de hamburguesas y dormir sies horas diarias. Cualquiera diría que era una rutina bastante sosa y aburrida, pero hey, esa era mi vida y la verdad, me gustaba.

Los ojos de Abigail me miraron con una pizca de compasión.

—Es una lástima que las cosas entre Nate y tú no hayan salido nada bien. Muchas veces actúa como un imbécil, pero en el fondo es realmente una muy buena persona.

—En realidad, lo dudo —respondí, sin ánimos de ofenderla.

Ella negó con la cabeza, dándome a entender que entendía mi posición.

—Por mucho tiempo he estado buscando a una chica con la que Nate pueda... sentar cabeza, por decirlo de alguna manera. Lucas me habló de ti y por eso pensé en organizarles una cita a ciegas, jamás creí que él iba a terminar comportándose como un completo imbécil.

—¿Estás hablando de mí? —murmuró de pronto la voz de un chico.

Se me erizaron los vellos de todo el cuerpo.

El mismo chico al que yo había hecho pagar una cena de poco más de doscientos dólares, estaba parado detrás de la Barbie humana con los brazos cruzados sobre su pecho. Llevaba una cazadora verde militar encima de una sudadera negra, pantalones oscuros y botas militares marrones.

Fruncí las cejas al reconocerlo.

Él hizo exactamente lo mismo.

—¿Qué está haciendo él aquí? —pregunté, a la vez que Nate hacía la misma pregunta.

—¿Qué está haciendo ella aquí?

—Oh, oh, creo que esto huele a problemas —habló Lucas, rascándose la nuca.

—Nate, espero que le tengas preparada una buena disculpa a Blaire después de cómo te comportaste anoche —exclamó Abigail, mirando al apuesto chico de ojos grises.

Nate rodó los ojos y cruzó los brazos sobre su pecho.

—Esta chica me hizo pagar una cuenta de doscientos dólares por una cena que ni siquiera probé, lo último que puede esperar de mi parte es una disculpa.

—¿Y qué esperabas? Te esperé durante más de una hora. Todo para que al final decidieras hacerme una pregunta totalmente fuera de lugar —me defendí, enfrentándolo como una guerrera.

Clavó sus ojos grises en los míos, provocando que mi corazón se acelerara.

—Creo haberte dicho que había un maldito tráfico del infierno. ¿Qué es lo que querías que hiciera? ¿Qué me teletransportara y apareciera mágicamente en el lugar en el que te encontrabas?

—¿Y tú que querías que hiciera? ¿Qué me muriera de hambre esperándote?

A mi lado, Lucas suspiró y pasó un brazo alrededor de la cintura de su novia.

—Parece que esto les va a llevar un buen rato. ¿Quieres que vayamos a ordenar algo mientras que esos dos terminan de discutir? —le preguntó Lucas a Abigail.

Ella asintió y se dirigieron juntos al mostrador, dejándome a solas con ese tipo.

—¿Pero doscientos dólares por una estúpida cena? —continuó el idiota de ojos grises, que parecía cada vez más enfadado—. ¿Qué demonios fue lo que comiste? ¿Un mamut?

—Los mamuts están extintos, idiota. ¿Y sabes qué? No voy a perder mi tiempo discutiendo contigo, me voy de aquí —espeté, girando sobre mis talones para dirigirme a la salida.

No esperaba que él me sujetara del brazo para detenerme.

—De aquí no te vas hasta que me pagues lo que me debes.

—¿Disculpa?

—Ya me escuchaste.

¿Acaso estaba loco? Miré a Lucas en busca de un poco de ayuda, pero ese tonto y su novia estaban muy concentrados mirando el menú, decidiendo lo que iban a pedir para comer.

«Maldición, yo ni siquiera pude terminar de disfrutar mi rebanada de pastel de chocolate...».

—Dos cosas —comencé, subiendo mi tono de voz—. Lo primero que debes saber es que ahora mismo no cuento con esa cantidad de dinero para pagarte. Y segundo... —Sacudí el brazo del que me sujetaba para liberarme de sus garras—. Aunque tuviera tal cantidad de dinero conmigo, ten por seguro que no te lo daría a ti. Te lo mereces por haberme hecho perder mi valioso tiempo.

Nate arqueó una de sus oscuras cejas con desdén.

—¿No tienes el dinero suficiente para pagarme?

En realidad, no creí que volvería a encontrarme con él, por lo que nunca pasó por mi cabeza la idea de pagarle. Doscientos dólares era mucho dinero.

—No.

Sonrió y dio un paso hacia mí, desprendiendo un aura verdaderamente amenazante.

—Perfecto, en ese caso, págame con tu cuerpo.

Creo que el sonido que hizo la palma de mi mano al golpear la parte izquierda de su rostro fue muchísimo más ruidoso de lo que imaginé, pero no me importó. ¿Pagarle con mi cuerpo? ¡Já, sí claro!

—Ouch —escuché la voz de Lucas a mis espaldas.

—Ese fue un golpe muy bonito —lo acompañó Abigail, riéndose.

—Vete al diablo, idiota —exclamé antes de salir a toda prisa de la cafetería.

Por un momento pensé que ese tal Nate iba a salir corriendo detrás de mí para darme la paliza de mi vida, pero no fue así. Al darme cuenta de que nadie estaba siguiéndome, dejé de correr sintiéndome como una grandísima tonta. Después de calmarme un poco, decidí enviarle un mensaje de texto a Lucas para pedirle que viniera a recogerme. Sin embargo, para mi muy mala suerte, descubrí que había dejado mi mochila con todas mi pertenencias dentro sobre la mesa de la cafetería.

¡Genial, Blaire! ¡Simplemente genial!

Mientras deambulaba por las calles y miraba los escaparates de algunas tiendas, cerré los ojos y gruñí con frustración. No conocía es lado de la cuidad. En otras palabras, estaba perdida. Pensé en regresar a la cafetería y pedirle a Lucas que me llevara a casa, después de todo, él fue quien me había llevado a ese lugar, pero al final descarté esa idea. Lucas y su novia no se veían muy a menudo, además, se suponía que este iba a ser un encuentro amistoso entre yo y la novia de mi mejor amigo.

Fui yo quien lo arruinó todo al abofetear a ese chico.

—Pareces perdida, chica. ¿Necesitas ayuda? —me preguntó un chico al verme tan desorientada.

—Sí, necesito llegar a Queens —respondí—. ¿Sabes dónde está la estación de metro más cercana?

Con las pocas monedas que tenía en los bolsillos traseros de mis jeans, para lo único que me alcanzaba era para comprar un pasaje del metro. Tomar un taxi estaba fuera de mis límites.

—Si vas a Queens, yo puedo llevarte. Justo ahora voy para allá por unos asuntos de trabajo.

—¿En serio? —El chico asintió—. Oh, eso sería genial. ¡Muchas gracias!

—Ven, mi coche está detrás de ese viejo edificio.

Con una enorme sonrisa en mi rostro, seguí a aquel chico por un callejón, agradeciéndole a todos los dioses por haber puesto a una persona tan buena y amable en mi camino.

—¿A qué te dedicas? —le pregunté, intentando hacer un poco de conversación.

El amable chico me miró de reojo y sonrió de manera muy extraña.

—Soy vendedor.

—¿Qué es lo que vendes? —quise saber.

En ese momento, el hombre que muy amablemente se había ofrecido a llevarme hasta el otro lado de la cuidad dejó de caminar y se giró a mirarme con ojos fríos. Mi corazón se detuvo.

«Un segundo... este callejón no tiene salida. ¿Por qué...?».

—Mujeres —exclamó él, abalanzándose sobre mí.

Intenté soltar un grito de ayuda, pero él fue más rápido que yo y me cubrió la boca con una de sus manos. Aterrada, vi como sacaba una pequeña navaja del bolsillo izquierdo de su chamarra.

«No puede ser, no puede ser, no puede ser...».

¿Acaso ese era mi castigo por haber abofeteado al idiota de ojos grises? ¿O era mi castigo por no haberle querido pagar esos doscientos dólares? Sea como sea, esa forma de castigarme era un poco exagerada, ¿no? ¿Por qué a mí, señor todo poderoso? ¿Por qué tenían que pasarme este tipo de cosas a mí? ¿Qué acaso ser una buena persona no era suficiente? ¿Por qué darme un castigo tan horrible?

En mi cabeza, solo podía imaginar al señor todo poderoso observándome desde allá arriba con los brazos cruzados sobre su pecho, chasqueando la lengua mientras me miraba muy decepcionado.

Cuando el chico robusto de piel morena que me tenía arrinconada contra la pared del callejón acercó el filo de su navaja a la piel de mi cuello, cerré los ojos y esperé lo peor.

—¡Eh, imbécil! ¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?! —exclamó una tercera persona.

Esa voz... ¡Se trataba del idiota de ojos grises!

—¡Largo de aquí, metete en tus propios asuntos! —gritó el chico, acercándome aún más su navaja.

—¡Maldición, aléjate de ella!

—¡Oblígame!

Entonces, todo sucedió demasiado rápido. Nate empujó al chico con toda su fuerza para quitármelo de encima en un abrir y cerrar de ojos. No obstante, como el chico era mucho más grande y fuerte que él, no tardó en recuperarse y enfrentarlo con su pequeña pero realmente afilada navaja.

—Retrocede ahora o haré que te arrepientas, imbécil —espetó Nate, colocándose frente a mí.

Con las piernas temblando por el miedo, intenté sostenerme de la pared que tenía detrás.

—¿Quieres jugar al héroe, mocoso? —gruñó el moreno, acercándose en lugar de retroceder.

—¿De verdad acabas de llamarme mocoso?

—Te lo advierto, dame a la chica o...

—¿O qué? ¿Vas a matarme con tu estúpido juguete? Adelante, intenta tocarme con esa cosa.

—N.. Nate... —tartamudeé yo, sujetándolo de la parte trasera de su cazadora.

El idiota de ojos grises me miró por encima del hombro y sonrió para tranquilizarme.

—Tranquila, no dejaré que este hombre te haga daño —me aseguró.

Aprovechando que yo había conseguido distraerlo, aquel chico se abalanzó sobre Nate con la navaja en mano, listo para clavársela en un costado. Mi corazón se detuvo por completo.

—¡Cuidado! —chillé horrorizada.

Afortunadamente Nate fue mucho más rápido. Sujetó al chico por la muñeca y torció todo su brazo hacia atrás, consiguiendo que este dejara caer la navaja. A continuación, le dio un poderoso puñetazo en el rostro que lo mandó directo al suelo, dejándolo inconsciente al instante.

—¿Q-qué...? —balbuceé con torpeza, todavía muy confundida y desconcertada.

«¡¿Qué diablos?! ¡Noqueó a un tipo mucho más grande que él de un solo puñetazo!».

—¿Estás bien? —me preguntó él, muy tranquilo—. Hace un momento parecía que estabas a punto de...

Intenté responder, pero el mundo comenzó darme vueltas y mi visión se tornó borrosa. Lo último que sentí fue un par de fuertes brazos sujetándome antes de que mi cabeza golpeara el suelo.

¡Por un demonio! ¡Lo que me faltaba!

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