Capítulo 6
—¿Otra flor?
—¿Otra?
—Tal vez... entré a tu habitación sin querer y...
—Fuyumi, no escondo drogas.
La mayor se cubrió la boca con ambas manos en un gesto dramático, pero entonces comenzó a reír.
—No pensé que lo hacías —comentó cuando cesó la risa— Bueno... quizá sí, pero ya no —observó la bolsa que cargaba su hermano con lo que parecían ser libros, entonces sonrió— ¿Tienes pendientes para mañana?
—Sí.
—Ya veo, lunes otra vez —bromeó.
Todoroki detuvo sus pasos y la miró con intriga, sabía que ella escondía algo, era tan obvia.
—No te diré nada.
—¿Eh? —cuestionó desviándole la mirada— No sé de qué hablas.
—Ni siquiera lo intentes, no te diré nada.
Fuyumi suspiró, conocía a su hermano y sabía que presionar la situación solo serviría para hacer que este se encerrara en su habitación y no saliera en un buen tiempo, tampoco conseguiría nada de él, ni siquiera sabía por qué lo intentaba.
—Bien.
Shoto se sorprendió un poco ante lo rápido que cedió, pero eso lo hacía más fácil.
—Si me necesitas...
—Estarás en tu cuarto, sí... —intervino la albina fingiendo desinterés.
—Claro...
¿En serio su hermana pensó que eso funcionaría? ¿cuántos años creía que tenía?
Una vez dentro de su habitación bostezó, se acercó hasta su escritorio y dejó sus nuevas adquisiciones sobre este sin prestarles atención, ya tendría tiempo de leer, ahora su mente estaba dividida, pero con un único responsable.
Observó su futón como si este le hiciera una invitación silenciosa a dormir y no levantarse en al menos una semana —tentador— pero tenía cosas que hacer, lo primero era buscar en su teléfono por aquella flor de papel y el significado de este nuevo color, no tuvo tiempo cuando llegó por la mañana pues su padre y hermana lo atosigaron con preguntas y más preguntas.
Presionó con pereza sobre el icono que lo llevaría al navegador, entonces suspiró antes de comenzar a escribir.
Era una estupidez... ¿por qué siquiera estaba nervioso?
Nadie estaba viéndole, ya lo había buscado anteriormente cuando recibió la primera flor de papel, entonces no entendía el porqué de su paranoia, sentía que lo observaban y lo juzgaban.
Sacudió ligeramente su cabeza intentando alejar todos esos pensamientos extraños y empezó a teclear. Sin pensarlo demasiado entró al primer enlace que apareció y entonces comenzó a leer...
Rosa Naranja
"Las rosas naranjas representan la alegría, la satisfacción por el éxito conseguido. También es un color que indica precaución.
La rosa naranja puede ser un buen regalo para mandar mensajes como apoyo o agradecimiento."
—Genial —murmuró dejándose caer sobre el futón— De igual manera me hará preguntarle.
Recordó entonces que ahora tenía a Midoriya entre sus contactos —no eran muchos, cabe destacar— pero aún así no dejaba de ser extraño, inclusive sonrió un poco al acordarse, pero entonces lo invadió la incomodidad...
¿No era todo demasiado rápido?
Se sentía como su hermana aquella vez que estuvo saliendo con un chico, sonreía como boba cada que hablaba de él, cada vez que recibía una llamada o simplemente porque si, básicamente, como una adolescente enamorada, pero él no podía ser igual, ya ni siquiera era un adolescente.
Por un demonio, era su amigo, sentía esa calidez al pensar en el manojo de nervios con pecas porque jamás había tenido un amigo, sonaba patético y algo por lo que un niño de cinco años estaría feliz, pero siempre se aisló del resto, tampoco era alguien con quien quisieran charlar, pero Midoriya le había aceptado como era y le ofreció su amistad sin siquiera conocerlo del todo.
¿Debería escribirle?
No, no aún, quizá más tarde para que registrara su número y ya, pero nada más que eso.
Decidió que lo mejor sería aprovechar lo último que quedaba de su día de descanso, fue un fin de semana algo intenso... Miró una última vez la pantalla de su móvil y lo hizo a un lado para acomodare y dejarse llevar por el cansancio, cerró sus ojos y se dispuso a dormir, esperaba en serio que nadie fuese a molestarlo porque se sentía agotado, pese a que no había hecho la gran cosa.
—¿Qué demonios está haciendo?
—Está dormido... ¿podrías bajar la voz?
—¿Es normal que duerma tanto?
—Supongo, es joven... papá, Shoto está cansado, solo déjalo en paz ¿si?
—Debería estar pidiéndome disculpas por la vergüenza que me hizo pasar...
—No importa ya.
—¿Y a ti qué rayos te ocurre?
Todoroki se restregó los ojos y decidió salir de su habitación para frenar el inminente escándalo que estaba por comenzar.
—¿Pueden callarse de una vez? —reclamó el joven con pereza mientras asomaba la cabeza por el umbral de su habitación— Y deja en paz a Fuyumi, tu problema es conmigo.
Los dos adultos giraron y fijaron su atención en el semi albino que lucía somnoliento e irritado por la situación.
—¿Por qué duermes tanto? —cuestionó su padre sonando ligeramente molesto— No te he visto desde que desapareciste ese día en la cena con...
—Estaba traficando órganos —intervino sin un ápice de humor— Y lo dices como si hubiesen pasado siglos, fue el viernes.
—Y mañana ya es lunes.
—Sí, tengo un calendario en mi habitación, gracias.
La muchacha presenciaba el encuentro sintiéndose incómoda, no era nada nuevo si debía ser sincera, pero jamás podría acostumbrarse a aquellas discusiones entre su padre y el menor de sus hermanos, pese a que la situación era como un déjà vu constante, solo quería paz en ese sitio que alguna vez se sintió como un hogar. Sabía que era complicado —irreal incluso— pero ella era una soñadora nata, alguien tranquila y en ocasiones un poco nerviosa, no toleraba seguir viviendo de ese modo, por todos los cielos, ellos eran una familia, no era normal.
—Ya es suficiente ¿no....? —susurró.
Pero como era de esperar, fue ignorada.
Se sentía tan tonta por conservar, no.... por siquiera tener la esperanza de que algún día pudiesen sentarse todos en la misma mesa a comer, como una familia y charlar sin comenzar a discutir o sin necesidad de recurrir al sarcasmo —cosa que el menor de los Todoroki utilizaba casi siempre.
—Por favor... podemos acabar el fin de semana sin discusiones —intentó elevando un poco más su tono de voz, pero no funcionó.
—Mañana...
—Mañana tengo clases, no puedo —interrumpió el más joven irritado.
—Déjame terminar...
—Dirás algo molesto, y no quiero escucharte.
—Tienes veinte años, deberías dejar de actuar de esa manera, o...
—¿O qué? —preguntó desafiándole con la mirada— ¿Me golpearás, me encerrarás...?
—Todas las anteriores si no dejas de ser tan irrespetuoso.
—¡Suficiente!
Ambos giraron su rostro para ver a la joven albina que con los ojos cerrados y los puños apretados había logrado robarse toda la atención.
—Fuyumi, cállate —ordenó su padre.
—No —respondió intentando con toda su valentía el mantenerle la mirada, pero era imposible, Enji tenía cierto de aire de superioridad y ella no podía evitar temblar al verle directo a los ojos.
—¿Qué has dicho?
—Que no... —toda la valentía que poseía hace unos segundos desapareció, nuevamente volvía a su posición habitual —al menos frente a su padre— el de una chica sumisa.
Shoto comenzaba a perder los nervios.
—Fuyumi, buenas noches.
Le dio una mirada de advertencia a Enji y volvió a su cuarto. Sabía que el hombre no se intimidaría con eso, pero si algo sabía el mayor, es que Shoto ya no era un niño que solo lloraba o se escondía tras las puertas, y si se atrevía a levantarle la mano a su hermana, esta vez no fingiría que nada había ocurrido, ya no quería ser un testigo, estaba en edad de actuar.
—Ahí van mis ganas de comer —murmuró claramente enfadado.
Pasó ambas manos por su cabello desordenándolo en el proceso, entonces supo que su mejor opción ahora era irse a la cama, pero entonces su teléfono vibró sobre el escritorio como si no estuviese de acuerdo con sus planes. Tomó el aparato sin real interés y soltó un quejido cuando el brillo de la pantalla le cegó momentáneamente.
—Que oportuno.
Se trataba de un correo electrónico donde le invitaban a matricularse en la universidad —donde ya estudiaba.
Como odiaba esos correos basura.
Perdiendo rápidamente el interés, miró la hora en la barra de notificaciones y vio que no era más de media noche.
¿Midoriya estaría despierto?
Lo meditó un momento —no el suficiente, al parecer— luego de un suspiro, comenzó a escribir...
Shoto
Este es mi número, lamento si es muy tarde.
Presionó para terminar de enviar de una vez, pero en cuanto lo hizo, sintió una molestia en la boca del estómago, quiso convencerse de que se trataba de hambre —lo cual en parte era cierto— pero lo que le provocaba en su mayoría esa incomodidad era otra cosa, sí, la duda de si había hecho lo correcto o no.
Izuku podría estar ocupado, quizá agotado, o simplemente pasando el rato con sus amigos.
¿Quién demonios enviaba mensajes a la media noche un domingo?
Pensó entonces que esa era una de las tantas razones del porque no tenía amigos, claro, mañana era lunes, el día más odiado de la semana —por ser el comienzo de esta— lo normal es que las personas quisieran descansar para tener un buen comienzo al día siguiente, era una idiotez el enviar un mensaje a esa hora, sobre todo a quien no tenía descanso hasta altas horas de la noche.
Entonces, mientras se torturaba mentalmente, su teléfono vibró y la pantalla se encendió, indicando la llegada de un nuevo mensaje.
Midoriya
Bueno, esto es incómodo, pero... ¿Quién eres?
La sorpresa ante aquella pregunta le hizo olvidar momentáneamente el mal rato de hace unos segundos.
¿Aquella pregunta era en serio? ¿Le estaba jugando una broma?
Pero entonces comprendió, y al momento en que lo hizo, se sintió un idiota, el idiota más grande que hubiese pisado el planeta tierra. Por supuesto que Izuku estaría confundido, Todoroki no le había dado su número, tampoco le mencionó quien era en su frío y corto mensaje.
—Vaya tarado...
¿Cómo responder aquello y no quedar como un tonto en el proceso...?
Shoto
Todoroki.
Bien, definitivamente esa no era la mejor manera.
Con el ligero aparato entre sus manos elevó la mirada topándose de frente con su reflejo en la pantalla de su computadora.
—¿Cuál es mi maldito problema? —preguntó viéndose irritado.
Pero antes de que continuara juzgando su capacidad para interactuar con otros seres humanos, un mensaje entrante le hizo volver a su realidad —su ahora muy patética realidad.
Midoriya
¿Todoroki-kun?
Una breve y casi inaudible risa se le escapó de los labios, por alguna razón se imaginaba a Midoriya apenado igual que él, porque vamos... ambos estaban enviándose mensajes realmente estúpidos y Shoto era muy consciente de ello, de seguro el pecoso también.
Shoto
Sí, bueno, lamento si es muy tarde, pero recordé que no tenías mi número agendado.
Midoriya
No te preocupes, acaba de finalizar el último show del día.
Midoriya
Pero tú en cambio... ¿no estás cansado?
Por cierto, ya te he registrado :D
Se sentía tan extraño, tan nuevo —claro— dado que lo extraño era que alguien de su edad no estuviese pegado al móvil mensajeándose con amigos y tal, por un momento se sintió tranquilo, inclusive más joven, ya que su comportamiento habitual era el de un hombre de cuarenta o más, lleno de problemas familiares y con muchas deudas. Pero ahora podía disfrutar de algo tan trivial y sencillo como enviarse mensajes con un amigo.
—¿Qué es tan interesante? —preguntó Fuyumi fingiendo desinterés.
—¿Interesante?
—En una semana has usado el teléfono como nunca en tu vida.
—Oh, veo la hora.
—¿Muchas veces al día? —cuestionó sin creer una sola palabra— ¿Durante toda la semana?
—Sí.
—¿Tienes que ir a algún lugar?
—No.
La albina suspiró con frustración, cuando creyó que había avanzado un poco con su hermano, él nuevamente le hacía ver que nada había cambiado, que todo seguía siendo misterio y respuestas breves, ella sabía que el menor la quería, pero también sabía que no confiaba en ella, no dolía tanto porque era consciente de que Shoto en realidad no confiaba en nadie —aunque eso no fuese mucho mejor.
—Shoto, me preguntaba... ¿tienes planes para hoy?
Por un breve segundo el aludido centró su atención en la joven de anteojos, luego le dio una mirada como si debiese entender todo con eso.
—No me veas de esa manera, el fin de semana anterior inclusive te quedaste fuera, entonces...
—Fuyumi, la verdad es que tengo planeado ir a una fiesta alocada, me drogaré y me emborracharé...
—Bien, no es necesario que respondas de esa manera —le recriminó ligeramente seria—. Es que, pensé en que podríamos ir a...
—No puede.
La albina giró su rostro con sorpresa, entonces desvió rápidamente la mirada cuando sus ojos se encontraron con los de su padre, Shoto por otra parte cambió su expresión relajada a una irritada, no le miraba a la cara, pero solo su presencia le molestaba.
—Bie-Bienvenido a casa —dijo ella con voz temblorosa dejando ver su nerviosismo.
—Hoy saldrás conmigo —sentenció Enji ignorando a su hija mayor— Así que ve a cambiarte.
—No, gracias —respondió el heterocromático sin darle importancia— Tengo mejores planes.
Padre e hija observaron con ligera sorpresa al menor de los Todoroki.
Él nunca salía de su habitación, no tenían conocimiento de que tuviese amigos o una novia, ni siquiera era alguien sociable, pero desde aquella visita al circo muchas cosas cambiaron en ese muchacho sereno e inexpresivo, entonces los adultos ya no comprendían si hablaba en serio o era una más de sus excusas para no salir de casa.
—¿Planes? —cuestionó su padre con ligera intriga, pero mayormente molesto.
—Sí.
—¿Qué planes? —insistió el hombre mayor.
—Estudiar hasta morir, por ejemplo —respondió sin verle aún—. Si me presiono lo suficiente, puede que al fin me explote la cabeza y muera de una vez.
Fuyumi suspiró y decidió que lo mejor sería salir de ahí, no importaba lo mucho que esa conversación se alargara, porque tanto ella, como su padre —e inclusive su hermano menor— sabían cómo acabaría eso...
Shoto saldría perdiendo, sin importar lo mucho que se negara...
—Ve a cambiarte de una vez, no tengo todo el día.
—¿No me escuchaste?
—Shoto, no estoy de humor para tus tonterías.
—No, simplemente nunca estás de humor.
Por primera vez en ese día los dos se vieron de frente, desafiándose con la mirada —siempre era así. La albina desearía que aquellas discusiones acabaran en bromas y tal, que todo fuese una situación cómica, pero nada estaba más alejado de la realidad.
Ninguno volvió a emitir palabra alguna, ambos se retaban en silencio, esperando que uno renunciara primero, solo observándose fijamente el uno al otro, pero como era de esperar, el menor suspiró y con obvia molestia se fue a su habitación, no quería problemas, no quería tener que escuchar a su padre dar uno y mil sermones, pero, sobre todo, no tenía más opción...
Todoroki entró a su cuarto realmente irritado y solo se cambió la parte superior de su vestimenta, ni siquiera sabía a dónde iba, o si habría más gente o no, por lo que realmente no le importaba mucho su aspecto. Cogió nuevamente su móvil y caminó con exagerada lentitud al encuentro con el ogro que tenía por padre, como si cada paso fuese una tortura, o así se sentía hasta que en eso el aparato que llevaba en su bolsillo derecho comenzó a vibrar.
Sacó el móvil con pereza, sonrió un poco al ver la pantalla, ni siquiera necesitaba freír sus neuronas pensando en quién podría ser, la única persona con la que tanto hablaba por mensajes era cierto chico pecoso.
Midoriya
¿Entonces aún no hay avance?
Comenzó a escribir sin mirar el camino.
Shoto
Lo lamento, Fuyumi aún espera la respuesta de uno de sus compañeros de trabajo.
Midoriya
Kirishima ha estado muy callado esta semana, temo que haga una locura D:
Shoto
Me preocupa más lo que has de estar tramando tú.
Midoriya
Jeje... Prometo que nadie irá a la cárcel.
Bueno, casi nadie...
Cuando estaba por responder chocó de frente con su hermana, se frotó la nariz por el ligero golpe y la miró intrigado.
—¿Pasa algo?
—¿Prometes que no habrá problemas esta vez?
—¿Problemas?
—Entre tú y papá... —murmuró nerviosa y sin sentirse capaz de verle a los ojos.
¿Por qué lucía avergonzada?
Shoto entendía a la perfección la postura de Fuyumi, ella quería paz y tranquilidad en esa casa y una familia normal, y él lo intentaba —en serio que sí— pero con Enji siendo... él mismo, era imposible mantenerse sereno y feliz.
—Prometo no decir nada...
—Solo, ignóralo ¿si?
—Bien.
Ella sonrió —una sonrisa que más que hacerla ver feliz, le daba un aspecto de una muchacha cansada y asustada de lo que la vida le tendría deparado.
El menor no pudo evitar sentir un pinchazo de culpa, se confió demasiado, fue un iluso al creer que todo se había solucionado aquel día en su visita al circo, pero la verdad es que nada había cambiado, tampoco han charlado y mucho menos salir de casa como ese día. Shoto creyó que ella estaba contenta, que su hermana mayor volvía a ser la joven alegre que vagamente recuerda, pero seguía igual de nerviosa, temerosa y sumisa como él acostumbraba a verla.
Y eso le molestaba, pues sabía que también tenía responsabilidad ahí, se había vuelto una carga para ella en vez de un apoyo emocional.
Sintiéndose como un fracaso de hermano, subió al vehículo junto a su padre y se dedicó a observar por la ventana, sin decir una sola palabra durante todo el trayecto —tampoco es como que Enji hubiese querido tener una charla amena con el menor de sus hijos.
Fueron veinte incómodos minutos encerrado con la persona que más repudiaba en un automóvil, luego aquella incomodidad se transformó en algo parecido a la cólera, pues reconoció inmediatamente el lugar en cuanto llegaron.
—Hemos venido a enmendar tus errores, y a conseguir una firma muy importante —comentó el hombre mayor sin siquiera darle una mirada—. Esta vez no me harás pasar una vergüenza como aquel día.
Se trataba del sitio lujoso y aburrido donde había compartido mesa con un par de fósiles la semana anterior.
¿En serio esos hombres seguían vivos?
—¿Y ahora qué? —preguntó Shoto—. ¿En serio esperas que me disculpe?
—Por supuesto, es tu deber.
—¿Mi deber? —intentó en serio no obviar su irritación, pero no era tan fácil como antes—. ¿Estás hablando en serio?
Sabía que esa pregunta era tonta, su padre jamás hacía bromas, el día que aquello ocurriera, de seguro el mundo acabaría explotando.
Ambos ingresaron al local dejando ver su mala relación a quien fuese el curioso que los observara, Enji por su parte adoptó una postura de hombre de negocios, poderoso y adinerado, mientras que el heterocromático miraba sus zapatillas sin interés y esperaba que le indicaran cuál era su mesa.
—Tenemos una reserva —mencionó el mayor en un tono de voz autoritario.
A cualquier otro, aquel hombre imponente y de voz grave hubiese hecho temblar, pero el semi albino estaba tan acostumbrado que le era indiferente, mas no al joven que intimidado le guiaba hasta su mesa y les informaba que sus acompañantes aún no llegaban.
—Tal vez se arrepintieron —dijo Enji molesto—. Me encargaré de arruinar sus compañías si no llegan a esta cena tan importante.
—Tal vez murieron —susurró el menor de los Todoroki.
—No empieces...
—Entonces digo "lo siento" y puedo irme ¿no es así?
Enji comenzó a reír —una risa que, más que invitarte a participar, te hacía sentir un frío recorrer la columna— y le miró como si hubiese contado la mejor broma de la historia. El menor de los Todoroki moría de ganas de repetir su escape como la semana pasada, pero en cuanto iba a lanzar un comentario que lo hiciera enfadar, vio como en cosa de segundos la cara de su padre se transformaba. Su expresión se volvió una de molestia mezclada con ligera sorpresa, entonces antes de ver al responsable del cambio abrupto en su progenitor, escuchó su voz...
—Enji-san, ha pasado tiempo.
—Tú...
El semi albino giró con discreción su rostro y grande fue la sorpresa al tener en frente a aquel que Izuku consideraba un padre, ese hombre que había traído a la ciudad aquel circo que le cambió la vida.
Toshinori Yagi sonreía ampliamente y luego enfocó su mirada en el muchacho.
—Joven Todoroki —saludó con entusiasmo—. ¿Cómo has estado?
—Hola —respondió sin saber muy bien cómo reaccionar—. Bien, gracias... ¿y cómo ha estado usted?
—¿Por qué demonios conoces a mi hijo? —cuestionó el pelirrojo sintiéndose ignorado.
—Bueno... verás... —el hombre rubio se rascó la nuca en un acto de nerviosismo y simplemente sonrió.
Cuando iba a responder alguna mentira fue que alguien llamó su atención.
—Oye, estamos aquí por trabajo, no para hacer vida social.
—Oh, Aizawa, lo siento, ya voy.
¿Aizawa?
Todoroki le miró sin poder creer que fuese el mismo hombre desaliñado que él conoció hace una semana.
A diferencia del aspecto de vagabundo que traía en el circo, ahora vestía un traje elegante, una corbata negra a juego con el traje y camisa blanca, estaba afeitado y su cabello bien peinado hacia atrás.
¿En serio era el mismo?
—Lo siento, bueno... disfruten de su cena —se disculpó para marcharse, pero antes se acercó al muchacho para susurrar—. Fue un gusto —le sonrió amablemente y se marchó a una mesa bastante alejada de la suya.
Le siguió con la mirada y pudo ver como en la mesa se encontraban con tres personas más, no pudo distinguir sus caras, solo que había una mujer de cabello negro, otro hombre rubio —con un aspecto más jovial— y un muchacho de cabello violeta y algo despeinado.
—¿De dónde lo conoces? —comenzó su padre—. No quiero que te acerques a él.
—¿De qué estás hablando? —preguntó en contraataque—. ¿Ustedes de dónde se conocen?
—No te importa —respondió tajante—. Sólo aléjate de ese tipo de personas, son unos fracasados.
El menor dejó escapar un bufido y dio por terminada la conversación.
Los ancianos llegaron después de diez minutos, tiempo en el que no hubo más que un silencio incómodo y tensión entre padre e hijo. Todo era negocios, negocios y más negocios, Shoto solo quería marcharse de ahí, estar en casa y quizá pedirle a Fuyumi que preparara soba fría. Pensar en eso le mejoró un poco el ánimo, los ancianos parecían solo prestarle atención a Enji —cosa que el menor agradecía internamente, pues poco y nada quería tener que ver con esos sujetos.
Así pasaron casi cuarenta minutos de una de las cenas más aburridas en su existencia, frente a él tenía su platillo que con lo que costaba de seguro y alimentaba a diez de esos niños sin hogar que tanto querían a Midoriya, lo miró con recelo, casi sin tocar y entonces no soportó más lo frustrante que era el estar ahí.
—Con su permiso —se colocó de pie lentamente, hizo una reverencia frente a los hombres mayores y usó de excusa una ida al baño.
Sí, excusa porque ahora el cuarto de baño era el único sitio donde podría escapar por unos minutos.
Estaba sacando su móvil para revisar los mensajes que no pudo responder cuando abrió la puerta y se encontró con una escena que lo dejó de piedra bajo el umbral.
Nuevamente se encontraba con el dueño del circo, pero esta vez era muy diferente, no sonreía, sino que se cubría la boca con su mano izquierda mientras se sostenía del lavamanos con la derecha, la zurda escurriendo sangre de entre sus dedos, por donde se supone corría agua, cubierto por aquel líquido rojo y el hombre rubio luciendo pálido y abatido, pero sobre todo... asustado.
Ni siquiera le dio tiempo de pensarlo, simplemente cerró la puerta tras de sí y se apresuró en dirección a Toshinori, le ayudó a recobrar un poco la compostura y abrió la llave para eliminar rastros de sangre, ofreció ayudarle a limpiar, pero el mayor se negó rotundamente, totalmente apenado de que alguien le haya visto en esas condiciones.
Toshinori comenzó a toser mientras se cubría otra vez la boca, estaba escupiendo sangre a cada repercusión que la tos provocaba en su delgado cuerpo, Todoroki solo reaccionó para tomar mucho papel higiénico del dispensador y ofrecerle para limpiar rápidamente. El rubio lo aceptó aún desviándole la mirada y una vez su respiración se regularizó, comenzó a limpiar el pequeño desastre.
Pasaron aproximadamente cinco minutos en que Shoto no hacía más que observar fijamente al hombre mayor frente a él, listo para socorrerlo en caso de ser necesario, mientras que el contrario terminó por hartarse de la mirada inquisidora del semi albino y aquel silencio que solo le exigía respuestas.
—¿Está...?
—No se lo digas nadie —interrumpió de manera abrupta sin ese tono amable y divertido que parecía utilizar el resto del tiempo—. No se lo digas a Izuku... por favor.
—Señor, yo...
—Él... menos que nadie, debe saber de esto.
—¿Es muy grave?
Toshinori le miró por primera vez a los ojos y entonces Todoroki entendió, sintió que su corazón se apretaba ante la expresión del hombre que le acompañaba. Bien podía ser alguien inexpresivo, pero nadie era lo suficientemente frío como para quedar indiferente ante esa mirada llena de dolor y desesperanza.
El hombre rubio suspiró y agachó la mirada para no tener que ver su demacrado reflejo en los enormes espejos del cuarto de baño.
—Tengo conocimiento de la enfermedad, solo que... no sé con exactitud cuanto tiempo... eh...
—¿Alguien más lo sabe?
Negó en respuesta.
—Ya veo... —con cierta inseguridad el muchacho se acercó hasta quedar a su lado—. Midoriya, él... usted es todo para ese chico.
—Lo sé —respondió sin poder abrir los ojos—. Y ese muchacho lo es todo para mí, por eso no puede saberlo.
—Pero...
—Por favor —imploró ahora viéndole fijamente—. Por favor, prométeme que jamás le dirás nada sobre esto.
—Tampoco es como que...
—En tres semanas más nos moveremos a otra ciudad, no necesita cargar con esa preocupación.
—Entonces debería ir con un médico... un buen médico, digo...
—Mira, solo estoy seguro de una cosa —dijo recobrando la determinación—. Si tengo que morir, no será esta enfermedad la que acabe conmigo —sonrió entonces en un intento de tranquilizar al menor, cuando la verdad es que también intentaba darse valor a si mismo—. Tampoco es que esté muy avanzada, entonces... mientras pueda seguir haciendo lo que amo, rodeado de las personas más importantes, nada más debe preocuparme a mí, ni a nadie.
Todoroki le vio y algo dentro de él se removió, por primera vez un adulto le provocaba aquella sensación, aquella emoción que se supone debía sentir cuando viera a alguno de sus padres —una que jamás concibió.
Admiración.
Sí, admiración por un completo extraño, pero uno que en cosa de minutos le había demostrado y enseñado un par de cosas que nadie se había encargado de explicarle antes, como por ejemplo el amor a la vida, lo mucho que una persona está a dispuesta a sacrificar por el bien de los que ama, porque ese hombre junto a él callaría hasta la muerte de ser necesario con tal de no lastimar ni preocupar a los suyos.
No dejaba de impresionarle lo mucho que personas sin ningún tipo de lazo sanguíneo se quisieran y respetaran de tal manera. No dejaba de fascinarle la imagen de familia que proyectaban aquellos en el circo, en un lugar donde dicen que la ley no existe, donde las reglas no son más que palabras al viento y la decencia un mal chiste.
Pero Todoroki sabía ahora de primera mano que quienes pensaban de esa manera, no podían estar más equivocados.
—Prometo no decir nada —habló al fin el semi albino acabando con el extraño silencio que se apoderó del lugar—. Puede confiar en mí.
Mientras esas últimas palabras salían de sus labios, sentía un nudo en su garganta y un ligero dolor de cabeza, porque sabía que estaba ayudando a un hombre a guardar su más grande secreto para no lastimar a nadie, pero también era consciente —desgraciadamente— de que estaba traicionando a Izuku.
Sí, una contradicción era en lo que se había convertido su promesa, porque para ayudar a unos, debía fallarle a otro, específicamente a aquel que le brindó su amistad e inclusive, se comenzaba a adueñar de sus pensamientos en los tiempos libres.
—Estaré eternamente en deuda contigo... —habló Toshinori dejando escapar un suspiro.
—Pero...
El rubio entonces se puso en alerta.
—¿Pero...?
—Prometo no contar nada, pero si su situación empeora, lamento decirle que tendré que hacérselo saber a Midoriya —advirtió.
Toshinori entonces comenzó a reír, aligerando así el ambiente. Todoroki entonces por alguna razón pensó en la suerte que tuvieron de que ninguno de los comensales que visitaban el lugar a esas horas —que no eran muchos— hubiese tenido ganas repentinas de ir a orinar o simplemente entrar al baño, o ellos jamás hubiesen tenido tal conversación.
—Eres muy diferente a tu padre.
Le gustaba como sonaba eso.
—Es la primera persona que me lo dice —mencionó como si recordara una memoria desagradable—. Por cierto, ustedes...
—¿Cómo nos conocemos? —intervino sonriente—. Bueno, verás... yo también soy abogado...
El semi albino le observó como si le hubiesen dicho que los cerdos volaban y que su padre era un ser amable y amado por los niños. Su clara expresión de sorpresa solo logró sacar una nueva y ligera carcajada al hombre rubio, hace poco escupía sangre, tampoco es como que pudiese tener un ataque de risa y fingir que nada pasaba.
—Estudiamos juntos —comentó divertido ante lo que al parecer eran buenos recuerdos—. Nunca le agradé a Enji porque siempre mis calificaciones eran mejores —tomó una pausa y luego de un suspiro continuó—. Pero creo que me odia desde que decidí abandonar todo ese mundo de leyes y corbatas para dedicarme al circo.
—Él odia todo lo que no tenga que ver con su estúpido trabajo.
—Pero tú estudias para ser un abogado exitoso como él ¿o me equivoco? —preguntó con interés.
—Sí... seguir sus pasos era la opción más sana para todos —respondió sin pensar.
Pero antes de decir alguna mentira sobre lo feliz que era con su vida para ocultar su arranque de sinceridad, Toshinori habló...
—Joven Todoroki, sólo hay dos tipos de personas en esta vida —alzó sus dedos índice y medio, acompañándolos con una sonrisa—. Las que actúan, y las que observan —señaló—. Pero sólo tú puedes decidir cuál ser.
Los que actúan y los que observan.
Aquello lo sintió como una lección de vida que nadie jamás podría enseñarle de mejor manera, y es que siempre ha sido un observador, siempre es quien se queda en las sombras mirando todo, esperando que pase y simplemente callar, sí, siempre fue de las personas que prefieren quedarse en las gradas viendo como otros deciden actuar y tomar las riendas de su vida.
Pero estaba cansado de todo eso, estaba harto de tener que ser un simple espectador, uno más entre el gentío cuando unos pocos valientes se decidían a tomar el control total y vivir como se debe, sin culpas, sin lastimar a otros para conseguir sus metas y sin guardar rencor a nadie, pero sobre todo... siendo libres.
Luego de aquella charla tan reveladora con el dueño del circo en el baño de un restaurant, sintió que muchas cosas estaban claras, y otras no tanto.
Para su suerte el resto de la comida transcurrió sin mayores problemas, los ancianos realmente habían acudido a esa cena por una disculpa de su parte —una que ofreció de mala gana, ocultándola con falso respeto— los fósiles quedaron maravillados con la actitud tan correcta del más joven de los Todoroki, el semi albino creyó por un momento que volverían a sacar el tema de una nieta y que quizá ese sería su dolor de cabeza para cerrar con broche de oro, pero le sorprendió cuando supo que mientras él compartía una charla amena y significativa con el hombre rubio, su padre se encargaba de engatusar a esos sujetos, consiguiendo al fin su tan anhelada firma y el cierre de un trato que de seguro le traería muchos beneficios a futuro —o al menos a su padre.
Se sentía raro ver al viejo de tan buen humor, no era precisamente que estuviese saltando sobre un campo de flores tarareando una melodía u ofreciendo disculpas a su familia por haber sido un monstruo toda su vida, pero al menos no estaba haciendo comentarios molestos ni quejándose de nada.
Cuando por fin estuvieron en casa, Shoto se fue directo en busca de su futón, de alguna manera se sentía realmente agotado, su cabeza dolía y los párpados le pesaban, necesitaba un descanso, pero entonces el teléfono sonó.
—¿Quién es a esta hora? —preguntó irritado sin ver de quien se trataba.
Contestó con parsimonia y entonces volvió a despertar cuando escuchó aquella voz al otro lado de la línea.
—Todoroki-kun, lamento tanto la hora ¿estás dormido?
Midoriya.
—No, yo solo...
—Sí, claro, si estuvieses dormido no estarías hablando por aquí ahora —una risa nerviosa se escuchó de su parte—. Porque cuando la gente está dormida no suele contestar las llamadas, mi pregunta fue estúpida, perdón por eso —hablaba de manera atropellada—. ¿Estoy siendo muy molesto? Es que yo...
—Oye, tranquilo —intervino en un intento de calmar lo nervios del pecoso, y en parte, los suyos de igual manera—. No hacía nada, no hay cuidado —mintió intentando no bostezar y así evitar delatarse—. ¿Qué ocurre?
—Sí, bueno, verás... —dijo bajando la voz—. Lamento llamar por esto, pude preguntar por mensaje, pero es que soy tan idiota, olvídalo, mejor te escribo...
—Midoriya, en serio, no es problema —insistió expectante ante las palabras del otro a través del móvil.
—Bien, el asunto es...
—¿Es...? —se quedó en silencio dejando aquella pregunta en el aire, dándole así espacio a que Izuku hablara.
—Me preguntaba si te gustaría acompañarme... acompañarnos —se corrigió nervioso—. Acompañarnos el próximo viernes al centro comercial...
—¿A quiénes? —cuestionó intrigado, pero a la vez, luchando con el cansancio.
—Bueno... Verás, irán muchas personas la verdad, y pensé que sería una buena idea invitarte, aunque entenderé si no quieres ir, o si tienes más cosas que hacer —comentó mientras volvía a acelerar el ritmo en que las palabras salían de su boca—. Lamento si es egoísta de mi parte, pero es que...
—¿Egoísta? —preguntó confundido—. ¿Por qué dices eso?
—Es que estoy imponiendo el viernes sin saber si estarás ocupado, pero es el único día que tengo de descanso, bueno, todos en el circo, y el resto de la semana me hubiese gustado vernos más seguido, pero estudias y yo tengo mis deberes acá, entonces...
—El viernes suena bien —interrumpió Todoroki intentando calmar al chico al otro lado de la línea.
—¿Eso es un sí?
—Sí.
—Oh, genial —respondió mientras reía—. Prometo que será divertido.
—Puedo imaginarlo.
—Entonces... ¿nos vemos el viernes?
—Claro.
—Pero...
—¿Pero...?
—Seguiremos hablando durante la semana, digo...
Shoto observó divertido su teléfono al oír las maldiciones de Midoriya —maldiciones que de seguro el otro no quería que fuesen oídas.
—Perdona mi estupidez.
—Midoriya, no eres estúpido —sabía que no era lo mejor que podía decir, pero tampoco es que fuese el mejor teniendo charlas.
—Sí, bueno, supongo...
—Solo algo... disperso, quizá...
Izuku soltó una carcajada al oír esas palabras.
—Eso no es mejor, pero me ayudó bastante, gracias.
—Oye, aprovechando que estamos hablando...
Los dos se quedaron en completo silencio, Midoriya esperando ansioso por lo que Todoroki tendría para decir, mientras que el semi albino callaba en espera de que el pecoso le hiciera saber que seguía escuchando...
Eran un par de tontos.
—Eh... —dijeron al unísono.
Nuevamente una risa nerviosa por parte del pecoso, y un silencio abrupto de parte de Shoto.
—Tú primero —volvieron a hablar a la vez.
Midoriya comenzó a reír y Todoroki sonrió ligeramente ante esa extraña situación —aunque divertida, debía reconocer.
—Bien, bien... —habló por fin el rizado—. Puedes continuar —dijo intentando cesar el ataque de risa previo.
—Pero tú querías decirme algo... ¿no?
—Sí, pero te interrumpí, así que por favor...
Todoroki iba a decir lo que tenía pensado, pero Izuku nuevamente tuvo un ataque de risa a través del teléfono, eso solo le hizo sonreír y suspirar ante lo que para otros debería parecer una situación ridícula.
—Midoriya —le recriminó intentando sonar serio.
Fracasó horriblemente.
—Lo siento —decía entre risas.
—Esto no tiene sentido...
—Lo sé, lo sé —más risas—. Pero... por favor, continúa —dijo finalmente recobrando la compostura.
—Yo...
Silencio...
—¿Lo olvidaste?
—Lo olvidé.
Eran un par de jóvenes teniendo una conversación sin sentido por teléfono, un par de amigos pasando un buen rato sin necesidad de verse siquiera. Todoroki se sentía enloquecer, y es que era increíble como Midoriya le mejoraba el ánimo en cosa de segundos.
Eso no podía ser solo amistad, no, imposible... pero el semi albino se sintió ligeramente aterrado al reconocer que estimaba a ese chico demasiado y en muy poco tiempo.
Eso no era normal.
—¿Qué tal si vienes mañana al último espectáculo?
La invitación repentina le sacó de su breve estado de pánico. Tal vez debería decir que no, agradecer de manera cortés, acabar con la llamada para ir a dormir y aclarar sus ideas... Sí, eso sería lo más sano.
—Los sábados, al final del día, solemos ordenar comida rápida por montones, por si quisieras...
—Ahí estaré —respondió sin pensar.
Se dio un golpe en la frente al ser consciente de como su cerebro y su boca no estaban trabajando en conjunto ese día.
—Genial, entonces nos vemos mañana —hubo silencio al otro lado por unos segundos, entonces Izuku luego de un suspiro volvió a hablar—. Te dejaré descansar ahora, lamento ser tan tedioso...
—No lo eres —interrumpió—. Pero de seguro tienes un largo día mañana.
—Sí, bueno... que descanses.
—Sí, que descanses.
Y la llamada finalizó...
¿Por qué las despedidas siempre eran tan incómodas?
Antes de comenzar con mis testamentos, vengo a decir dos cosas importantes...
La primera...
Sé que dije que actualizaría pronto, y Dios mío, soy un ser horrible porque digo cosas y no las cumplo, perdón por eso (es una lección, nunca le crean a esta mujer loca)
Perdón, perdón y más perdón para quienes se quedan esperando las actualizaciones, las ideas están, el tiempo y energía son quienes no me acompañan últimamente, así que no se preocupen por bloqueos mentales, que aquí como ya mencioné antes, tengo hasta el final listo xD
Lo otro... Agradecer mucho, de todo corazón y con todo el amor que un ser humano puede poseer, porque con los capítulos que llevamos ya van poco más de 2k en visitas y casi 500 votos... Son gente MARAVILLOSA, que no sé cómo agradecerles, en serio 😭
La verdad es que las estrellitas me valen un pepino (bueno no, igual me agradan xD) pero a mi me llena el alma el ver sus comentarios llenos de amor y palabras bellas, el que guarden esta historia en sus listas de lectura me enamora y cuando hay quienes me dicen que incluso la han recomendado, hacen a esta mujer feliz, así que ustedes merecen ser felices también 💕
Ahora sí, me largo a dormir o moriré y no queremos eso (espero)
Los quiero a tod@s con el alma, de verdad, que tengan una bella vida hasta que nos volvamos a leer 💕💕
Gracias por tanto, perdón por tan poco 😭💕
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