Capítulo 2
—Para ti no existe el descanso ¿no?
—Buen día para ti también.
Toshinori sonrió al chico que yacía sentado a un lado de la enorme red suspendida sobre el piso, el pecoso vestía una remera un poco holgada, unos pantalones deportivos de color gris y sus zapatillas rojas tan características.
—Todos duermen aún —comentó mientras tomaba asiento junto a Midoriya en el suelo—. ¿De qué se trata esta vez?
—Necesitamos un nuevo acto para el trapecio, el anterior ya es...
—Sabes que no me refiero a eso.
El menor le observó confundido, pero luego de unos segundos sonrió y suspiró.
Que bien lo conocía aquel hombre.
—Es solo que estoy algo inquieto.
—Puedo notarlo —dijo cruzándose de brazos—. Son las siete de la mañana y apostaría que estás despierto desde mucho antes.
—Desde las cinco —murmuró apenado— Pero decidí usar el tiempo para hacer un nuevo acto, que estoy seguro de...
—Ahí vas otra vez, cambiando de tema.
—Lo siento.
—¿Es sobre el chico con quien charlabas ayer? —preguntó sin darle tantos rodeos—. Sabes que siempre tengo un ojo sobre ti, o terminas perdido y haciendo lo que se supone no deberías.
—Es que... no lucía como alguien feliz.
—La gente no está contenta todo el tiempo, lo sabes.
—Lo sé, pero me refiero a.... sus ojos no brillaban.
—Chico, ya hemos hablado de esto —comenzó a ponerse de pie, intentando adoptar una posición autoritaria, pero para nada amenazante—. No puedes salvar a todo el mundo, bastante has hecho con...
—¡Lo entiendo, lo sé! —respondió apresurado imitando la acción de Toshinori— Pero, no puedo evitar el creer que puedo ayudar en algo...
El rubio suspiró mientras se rascaba la nuca, ligeramente incómodo, no es que no le gustara la idea, inclusive admiraba a esa alma bondadosa que siempre anteponía la felicidad de todo el mundo antes que la propia, aún si se trataba de completos desconocidos. Pero no podía evitar sentir preocupación, pues Izuku no medía consecuencias, y solía tener ideas alocadas, sabía que, de ser posible, el chico invitaría a todo el mundo a vivir con ellos en el circo —cosa que él aceptaría gustoso de ser viable— pero el mundo real no era tan mágico como querían creer.
—Sé que, aunque te diga que no unas mil veces —dijo dándose por vencido—. Lo harás de todas formas.
—Bueno, tal vez es cosa del destino ¿no crees? —preguntó con cierto brillo en los ojos—. Quiero pensar que, por alguna razón, las personas que necesitan ayuda aparecen en mi camino, y yo en el de ellas, entonces... mientras pueda hacer algo, lo haré.
—Solo... no te involucres demasiado —su sonrisa ahora lejos de ser una divertida, era más bien una que ocultaba preocupación—. No quiero que termines mal, no como la última vez.
Midoriya tragó con dificultad y entonces tosió para encubrir su incomodidad.
—Será un mes, lo sabes —advirtió—. Ni un día más, ni un día menos, tenemos un estilo de vida diferente, por eso no podemos establecer tantos lazos con las personas de las ciudades que visitamos —nuevamente suspiró y ahora revolvió el cabello del joven frente a él—. Nos tomó quince años volver aquí, no quiero que te encariñes y sufras.
—Lo entiendo, lo entiendo —respondió sin titubeos—. Significa que tengo un mes para sacarle una sonrisa —comentó entusiasmado—. Una verdadera sonrisa.
Toshinori comenzó a reír, contagiando así al pecoso de bajita estatura.
La mañana transcurrió sin ningún contratiempo, aquellos que ante los ojos ajenos eran conocidos como artistas, comenzaron a despertar de a poco dando así inicio al día. Sí, hoy era su primer espectáculo en esa ciudad después de muchísimo tiempo, al menos para quienes llevaban más de veinte años en el circo, pero para la gran mayoría, era la primera vez ahí, y a pesar de que viajaban mucho y constantemente, cada vez que se presentaban en una nueva ciudad los nervios se hacían presentes.
—¡Deku-kun!
El chico no tuvo siquiera tiempo de voltear cuando ya se colgaban a su cuello.
—Uraraka, no dejas respirar al pobre.
A pesar de que el aire llegaba con dificultad a sus pulmones, se las arregló para sonreír a dos de sus amigos más cercanos.
—Ochako, Kirishima tiene razón —habló a duras penas.
La aludida lo liberó del agarre, pero no sin antes soltar una queja.
—Es que estoy muy nerviosa.
—Todos estamos nerviosos —comentó distraído el joven de sonrisa afilada—. ¡Demonios, olvidé ir a darle los buenos días a mi princesa! —sin decir más, salió corriendo en dirección a la parte trasera de la gran carpa, un lugar prohibido a los visitantes puesto que ahí se hallaban los animales.
Que básicamente se trataba de unos cuatro caballos de color blanco, al igual que la imponente tigresa, una de las grandes estrellas del circo. Era una fiera en todo aspecto, y es que desde que fue rescatada por el dueño y maestro de ceremonias —Toshinori Yagi— que jamás cedió, era imposible intentar ganar su confianza, o lo fue hasta que Kirishima apareció.
—Yo le daría un premio Nobel o algo así.
—¿De qué estás hablando?
—Sé que no existe uno para las personas con paciencia infinita y tal —comentó la castaña con seriedad—. Pero en serio, si fuese real, Kirishima sin duda alguna lo ganaría.
—Belia no es tan mala —dijo Izuku mientras se quitaba el vendaje de ambas manos—. Los gatos son complicados, y ella es... un gato muy grande.
—No lo decía solo por esa bola de pelos con mal carácter —sonrió a modo de burla mientras dirigía una mirada para nada discreta en dirección al rubio que se acercaba a ellos—. Eijiro ha de ser el mejor domador de bestias sobre la faz de la tierra —soltó una risa inocente una vez tenían a Katsuki frente a ellos, para variar... enfadado por alguna razón que todos desconocían.
—Oye nerd, ¿has visto al inepto de Kirishima?
—Buenos días Kacchan —respondió para luego soltar un suspiro—. Acaba de ir donde...
—Donde tu competencia —interrumpió Ochako intentando contener la risa—. Su princesa es más importante, ya supéralo.
—No hablaba contigo cara redonda —gruñó con molestia y sin decir más, se marchó.
—Eso fue extraño —dijo la castaña—. Esperaba más insultos de su parte.
—Si... igual yo.
Midoriya no necesitaba que alguien le confirmara, pues sabía que Bakugo también estaba nervioso por surrealista que le pareciera al resto de sus compañeros, y es que el pecoso conocía a todos los integrantes del circo como la palma de su mano, pues de una forma u otra, era el responsable de que la mayoría de ellos estuviese ahí.
—Hablando de cosas extrañas —dijo Izuku para acabar con el silencio—. ¿Dónde está Iida? —preguntó con la mirada fija en la entrada—. Siempre es muy puntual, es raro que no esté aquí, sabiendo que hoy es la primera presentación.
—Tienes razón, llegué primero al ensayo —una sonrisa comenzó a crecer en sus labios luego de aquellas palabras—. ¡Oh por dios, fui la primera en llegar esta vez!
—Tu caravana está junto a la de él ¿no?
Uraraka borró la sonrisa para dar paso a una mueca, una que dejaba en claro que se sentía ofendida.
—¿Qué estás insinuando?
—Yo no insinúo nada...
La chica iba a comenzar a recriminarle al pecoso hasta que fueron interrumpidos.
—¡Lamento la demora!
Ambos giraron sus cabezas y observaron a un muy agitado muchacho.
—Por alguna extraña razón, la puerta de la caravana se trabó, y creo que estuve unos veinte minutos intentando abrirla —inclinó la mitad de su cuerpo para expresar sus disculpas con una reverencia—. De no ser por Asui, no sé cuanto tiempo más me hubiese quedado ahí.
—Con que ideas mías... —murmuró para ser oído solo por la chica—. No te preocupes, ya estás aquí, que es lo importante —sonrió para darle tranquilidad al joven de anteojos—. Ahora comencemos con ese ensayo, porque aún debo ayudar al resto de los chicos.
—¡Shoto!
—Ya basta.
—Pero es que... aún no puedo creer que viste todo el desfile y sin mi —reclamaba mientras se acercaban a la gran carpa.
—Fuyumi, estamos a menos de cinco minutos de ver el show —contestó exasperado—. ¿Podrías solo dejarlo pasar?
—Y pensar que yo me quedé en casa, completamente sola —murmuró haciendo énfasis en la última palabra.
—¿En serio eres mi hermana mayor?
La albina sonrió y aceleró el paso, dejando a su hermano detrás. A pesar de eso, él no se apresuró.
La fila resultó ser enorme, y es que en un principio no creyó que tanta gente asistiría, pero debió darlo por hecho después del desfile del día anterior. Había aproximadamente quince personas antes que ellos, por lo que ignorando el parloteo animado de su hermana decidió observar a su alrededor.
Ciertamente la carpa era enorme, ahora podía apreciarla sin distracciones —si Midoriya podía ser considerado una— con sus colores típicos y tan maravillosos a la vez, la lona a penas y se agitaba con la débil brisa, las banderas hondeaban, pero difícilmente eran visibles desde la distancia. Había grandes focos en el suelo, todos colocados de manera estratégica para resaltar detalles como la taquilla, la entrada, afiches al estilo vintage con imágenes de un tigre blanco y otras de los artistas principales, pero lo que más resaltaba sin dudas era el nombre del circo, que en letras doradas ponía "Cirque de Rêves" sobre un rótulo de color negro.
—Estoy tan emocionada.
La voz de Fuyumi lo hizo volver al presente, decidió mirar al frente.
Cinco personas más.
Mediante se acercaban la música del interior de la carpa se hacía más potente, logrando sobresalir sobre la que se escuchaba en el exterior. Por más que intentó mantener la compostura sabía que su hermana no era tonta, y tarde o temprano notaría que la ansiedad comenzaba a crecer dentro de él.
—¿Me estás escuchando? —preguntó mientras agitaba su mano frente al rostro del chico—. ¿En qué piensas tanto?
—Es solo que... —tomó aire y desvió la mirada—. Aquí estuvimos con mamá, hace ya tanto tiempo —comentó con cierto aire nostálgico.
—¿La extrañas?
Iba a responder, pero cualquiera fuese su respuesta murió en sus labios.
No se sentía listo para hablar de eso, no aún.
Fuyumi comprendió que ese tema seguía siendo delicado, por lo que simplemente lo dejó pasar, entonces como si de un milagro se tratase, las personas frente a ellos desaparecían de su campo de visión, siendo su turno frente a la persona en la taquilla.
Se trataba de un hombre que para nada lucía agradable, tenía la mirada cansada, un aspecto desaliñado e incluso una pequeña cicatriz bajo su ojo derecho.
¿De dónde había salido ese sujeto?
—Buenas noches —dijo sonando fatigado.
Todoroki le entregó los dos tickets después de devolver el saludo. La joven de anteojos se sentía extraña entre ese hombre con aspecto de vagabundo y su hermano que poco y nada parecía importarle.
Vaya par.
Pensó intentando ocultar una sonrisa.
—Que disfruten el espectáculo —intentó sonreír, pero fracasó estrepitosamente al ser las ganas por bostezar más fuertes.
Atravesaron por un pasillo ligeramente iluminado por pequeños focos en el suelo, la música se hacía más alta, junto al bullicio de la gente que ya estaba dentro. Cuando Shoto puso el primer pie dentro, se sintió brevemente cegado por las luces, todas ellas moviéndose de un lado a otro de manera intermitente, la gran arena central, rodeada por las gradas de color rojo, todas ellas formando un enorme círculo.
Se sintió como un niño otra vez, entre todas esas familias, la música, los aromas y la iluminación, pero a pesar de eso, solo deseaba una cosa...
Que el espectáculo comenzara.
—¿Cuántas personas crees que quepan aquí? —preguntó su hermana con entusiasmo mientras buscaban un lugar donde sentarse—. Podrían ser cien, quizá doscientas.
—Quizá trescientas —respondió el heterocromático ligeramente contagiado con la emoción de su hermana mayor.
Fuyumi le miró sorprendida, y es que dentro era muchísimo más grande de lo que parecía.
—Espero sea tan mágico como lo recuerdo.
—¿Recuerdas algo? —cuestionó el menor.
—Bueno.... el show fue fantástico —sonrió ante el vago recuerdo—. Pero ha pasado tanto que de seguro es totalmente diferente —lo meditó unos segundos y entonces sonrió en dirección a su hermano— Lo importante es que de seguro será asombroso, además... estamos creando buenos recuerdos juntos.
Todoroki sintió un pinchazo de culpa, observó el perfil de su hermana y suspiró.
¿Podría recuperar tanto tiempo perdido?
Se mentalizó en disfrutar, sí, gozaría esa noche de magia y alegrías en la mejor compañía —la de su torturada e inocente hermana mayor— decidió enviar al demonio por unas horas su aburrida vida y la carga de su padre, esa noche solo serían él y Fuyumi, maravillándose por algo tan infantil como el circo.
—Lo lamento —susurró.
Pensó que podría pasar desapercibido entre el ruido de la música y las charlas animadas alrededor, pero supo que ella le había escuchado fuerte y claro, pues sin decir palabra alguna sonrió con dulzura.
Entonces... las luces se apagaron.
—Ya va a comenzar —murmuró ella con la emoción de un infante.
El bullicio cesó en cosa de segundos, el sonido que emitió un foco al encenderse atrajo la atención de aquellos con la mirada perdida, la luz era tenue y apuntaba al centro de la arena, dejando ver la solitaria silueta de aquel que se encontraba ahí de pie, frente a todos.
—¡Señoras, señoritas y señores...! —la voz enérgica de aquel hombre retumbaba por todo el lugar—. ¡Niños y niñas, gente de todas las edades! —hizo unos segundos de silencio, no se escuchaba un solo murmullo, entonces continuó hablando—. ¡Permítanme darles la cordial bienvenida a nuestro circo de los sueños!
Entonces la oscuridad volvió y se hizo un silencio sepulcral —increíble considerando la cantidad de gente.
Los ojos heterocromáticos intentaban divisar algo a pesar de la escasa —por no decir nula— iluminación, pero era en vano, al menos hasta que el fuego apareció, fuego que atravesaba la arena de un extremo a otro, entonces la música comenzó nuevamente y las luces se encendieron.
El tragafuegos hizo su aparición bajo la luz principal, inició el espectáculo haciendo malabares con dos varillas —ambas con cada extremo en llamas— estas giraban en el aire a la par y en sincronía, las luces comenzaron a bajar cuando el chico inició con los movimientos más rápidos, ante los ojos del público en general era como ver aros de fuego rodearlo por completo.
—¿Crees que el chico se haya quemado alguna vez? —preguntó Fuyumi en voz baja.
Shoto la observó confundido, pero antes de que pudiese decirle que sí, el joven sostenía una botella en sus manos, comenzó a beber lo que sea que esta contuviera y volvió con los malabares. De un segundo a otro parecía como si explosiones salieran de su boca, y es que las llamas eran enormes, pero no lo suficiente como para lograr lastimar a alguien entre el público.
Todoroki reconoció al muchacho rubio y una mueca se formó en sus labios, se sintió idiota al pensar por un segundo lo genial que este era, jamás reconocería en voz alta lo talentoso que le parecía, nunca, ni aunque lo torturaran.
Entonces en lo que pareció ser la última llamarada la música se elevó aún más.
La gente miraba asombrada como cuatro caballos hacían su entrada en escena, acompañados por cuatro chicas, todas ellas haciendo actos de equilibrio mientras los equinos parecían dar saltitos y desfilar al son de la melodía. La gente vitoreaba animada, algunos inclusive se ponían de pie para ver mejor, los animales comenzaron a rodear la arena con las muchachas aún sobre ellos.
El maestro de ceremonias apareció nuevamente en el centro, con una enorme sonrisa en el rostro hizo girar el bastón negro entre sus manos y dio un golpe seco en el piso, la música paró en el instante y entonces aparecieron lo que Todoroki supuso eran payasos —dadas sus vestimentas extravagantes en exceso— eran dos, ambos sonrieron antes de saltar sobre lo que parecían ser un par de pequeños trampolines, tiraron de una cuerda suspendida en el aire y entonces dos personas fueron impulsadas hacia arriba entre giros.
—¡Queridos visitantes, hoy tengo el honor de presentarles a la preciosa, la única e incomparable Uravity! —el hombre rubio hacía su presentación en lo que el público elevaba la mirada hacia una chica castaña—. ¡Ella desafía la gravedad en el trapecio, jamás verán algo similar!
Los caballos volvieron al centro de la arena, cruzándose entre sí, entonces el maestro de ceremonias desapareció, dando así toda la atención a la joven trapecista.
Una melodía más lenta comenzó a sonar, todos los ojos estaban sobre la muchacha en las alturas, aún desde tal distancia lograba deslumbrar con su llamativo y radiante maillot de color rosa, brillaba tanto que Todoroki sentía doler sus ojos, o tal vez no había parpadeado en algún tiempo.
La nombrada Uravity hizo una breve reverencia y entonces dio el primer salto. Los jadeos y gemidos de preocupación en el público no se hicieron esperar, seguidos por el asombro colectivo al ver como aparecía un chico colgando solo de los pies y la tomaba de las manos justo a tiempo.
El hombre delgado no mentía cuando dijo que la chica desafiaba la gravedad y es que Shoto pensó en más de una ocasión que ella caería, y no era el único, dado que escuchaba a su hermana soltar suspiros de alivio cada vez que la muchacha era atrapada en el aire sin esfuerzo alguno. El temor constante en el público era razonable, puesto que no había nada que garantizara una caída sin riesgos, pero a pesar de eso, fue espectacular, los jóvenes trapecistas parecían danzar en el aire, el solo observarlos hacía que olvidaras por unos segundos lo que te rodeaba.
Entonces cuando parecía que no podían sorprender más a la gente, ambos saltaron a la vez desde lados contrarios, mientras se elevaban gracias al impulso comenzaron a soltar trozos de papel brillante picado en minúsculas pedazos, todos ellos creando una lluvia de estrellas dentro de la carpa.
—¡Ella les hará dudar si lo que ven sus ojos es real o no! —habló entusiasta— ¡Capaz de hacer creer incluso al más escéptico!
Fuyumi dio una mirada fugaz a su hermano ante las últimas palabras del maestro de ceremonias, pero sin decir nada solo sonrió, no podía hacer más nada pues Todoroki tenía la mirada fija en la arena principal. La albina sintió un alivio e inclusive unas leves ganas de llorar... su hermano tenía nuevamente un ligero brillo en los ojos.
—¡Ante ustedes, la mejor ilusionista de todo el universo! —sonrió y se quitó el sombrero antes de hacer una reverencia—. ¡Creati!
Las luces se apagaron, y en lo que parecieron ser menos de cinco segundos el hombre rubio fue reemplazado por una joven de cabello negro, ella vestía el típico esmoquin que utilizan los magos clásicos, pero adaptado a su forma curvilínea, además de cubrir la mitad de su rostro con un antifaz de color rojo.
Ella sonrió y saludó al público con dulzura, entonces de entre sus mangas sacó un cerillo y una pluma blanca, juntó ambas y pequeñas chispas saltaron, la gente estaba sin palabras, inclusive Todoroki se sentía perdido, pues ahora la muchacha tenía una paloma en su mano derecha, la tomó con ambas manos y ahora eran dos aves.
La multitud comenzó a ovacionar el acto aún si este acababa de comenzar, entonces metió a las pequeñas aves dentro de una jaula que estaba a su lado sobre una mesita para café que de altura no pasaba su cintura. Sacó un pañuelo blanco, comenzó a apretarlo en su mano derecha y sopló cuando el trozo de tela ya no era visible, entonces otra paloma apareció.
Cuando ya tenía tres aves dentro de la jaula se acercó a uno de los niños en el público, sonrió y sacó un huevo como si hubiese salido del oído del menor, la gente reía, ella lo pasó de una mano a otra y entonces un pájaro aún más pequeño salió. Ante la expectación masiva de las personas, la azabache lo envió a volar, se acercó a la jaula, la cubrió con un gran trozo de tela negro, lo movió y al quitarlo la jaula ya no estaba, en su lugar, apareció una chica de cabello corto y de color oscuro, utilizando un vestido blanco cernido al cuerpo.
Hubo silencio, y entonces todos se pusieron de pie, aplaudiendo maravillados lo que acababan de presenciar, inclusive Shoto aplaudió, con la diferencia que este lo hizo desde su asiento y sin tanto entusiasmo como su hermana.
La joven ilusionista y la chica que parecía ser su asistente hicieron una reverencia y desaparecieron.
Le siguió el show de los payasos que sacó carcajadas en el público, más no en Todoroki, que a pesar de no reír como todos si sonrió en más de una ocasión. Luego cuando el público pensó que todo acabaría con el número del domador de bestias, vino el verdadero final.
Era como si el lugar se hubiese vuelto una fiesta, los trapecistas volvieron a danzar en las alturas, pero a un ritmo más animado, mientras todos los artistas llevaban lo que parecía ser una coreografía en el centro de la arena. Los más pequeños sonreían, los adultos volvían a ser niños y los ancianos incluso bailaban al son de la música.
¿El circo era tan bueno como antes?
Demonios sí, incluso pensó que mejor, pero a pesar de que quería sonreír dada la calidez que sentía, seguía sintiéndose inquieto. Pues sus ojos siempre estuvieron en busca de una persona, una de la que no vio ni la sombra.
¿Por qué Midoriya no era parte del espectáculo?
Primero quiero aclarar algo por si las dudas...
"Maillot" es aquel similar a un "body" o mallitas como alguien me dijo 😂
Igual si ponen "maillot de circo" en san Google aparecerá de inmediato c: (soy un asco con las explicaciones y tal, espero lo entiendan 💕)
Ahora a lo que vine, eh.... se supone que actualizaría el martes, pero estaba tan cansada que por alguna extraña razón lo hago ahora 🤷🏻♀️
Sé que no fue tan mágico ni maravilloso como de seguro esperaban, pero hice lo mejor que pude(? Aún así espero lo disfruten y sigan leyendo lo que se viene ☻☻💕
Sin más ocurrencias por ahora me despido, oh.. pero no sin antes agradecerle a las bellas personas que tanto apoyo le han dado a esto.
Gnne0811 quiero agradecer tus bonitas palabras y la dedicatoria en tu libro 💕 en serio, no lo merezco.
Miss_Shooting_Star ¿Qué haría yo sin ti? 🙃 tantas ocurrencias me alegran el día, pero fuera de las locuras... tus dibujos me dan 10 años de vida 😭💕
newyorkblues Siempre que terminas de leer me llenas de palabras bellas y me das mucho apoyo, i ❤ u'.
Sakura_9801 Estimada.... sin tus canciones de seguro el bloqueo no me hubiese abandonado 😭 gracias por tanto 💕
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