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VIII

— ¿Quieres un permiso para casarte con el único demonio penitenciario? — Taiju levanto la ceja.

— Así es. — Sus mejillas rojas se veían adorables, por su parte Yuzuha trataba de ahogar el grito de fangirl que amenzaba con salir.

— El único ángel previsor quiere casarse con el unico demonio penitenciario? — Un dolor de cabeza amenzaba con llegar a Taiju.

— Sí.

— Dejame adivinar, no me dejaras en paz hasta que te lo de. — Taiju tallo su cabeza.

— Exactamente. — Respondió con una sonrisa.

— ¿Tus padres saben de esto?

— ¿Crées que a los arcángeles Uriel y Jofiel les interesará mi vida? No, no lo hace mientras yo haga mi trabajo lo demás no importa. — Una sonrisa burlona aparecio en los labios de Takemichi, sus padres siempres estuvieron ocupados, practicamente fue criado por los Haitani y Shinichiro, incluso cuando el último era un demonio.  

— Bien te concederé el permiso.

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— Shinuchiro, Mitchy y yo queremos casarnos, danos el permiso. — Hablo serio Mikey, por su parte Shinichiro que estaba tomando vino (solo para verse genial) se ahogo.

— ¡¿Te vas a robar a mi hijo?! — Gritó exaltado.

— Técnicamente sí, pero tú hermano menor soy yo. — Sonrió sin gracia.

— Wakasa decidirá si eres digno de nuestro hijo. — Dijo serio para comenzar a arreglar los papeles para el matrimonio.

— Gracias.

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La boda, por así llamarla, se realizo sobre una montaña, un lugar alto sin ser tanto como para que los demonios no pudieran llegar, Takemichi vistio de negro (porque seria una de las pocas veces en las que los podría usar) y Mikey de blanco (exactamente por la misma razón que Takemichi), fue una ceremonia simple donde ambos prometieron compartir toda su vida inmortal con el otro.

Shinichiro y Emma lloraron al igual que todos los amigos de Takemichi. Todos aquellos ángeles y demonios que no podian verse hacia bastante tiempo se encontraron ahí. Hakkai y Mitsuya se escaparon a quien sabe donde. Chifuyu y Baji solo hablaban, mejor dicho coquetaban. Los Haitani tuvieron que tragarse sus descontentos, pero claro qur no desaprovcheron para coquetear con los demonios gemelos Kawata. Koko e Inui no golpearon a Mikey, Kazutora fue oficialmente adoptado como hijo de Mikey incluso cuando este se nego frenéticamente provocando risas por parte del Hanagaki.   

Y de regalo tanto del cielo como del infierno les dieron veinte años libres en la tierra.

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— No podrás ayudar a nadie en veinte años ¿Estás bien con eso? — Pregunto bajando la última caja.

— Si, creó que ellos deben aprender a cuidarse. — Sonrió Takemichi viendo su nuevo apartamento.

— Estoy de acuerdo, ahora disfrutemos el mundo. — El cabello de Mikey era negro, no queria resaltar tanto, ademas de que se mudarian con regularidad porque no envejecían.

— Así es. — La sonrisa adorable en el rostro del angel provoco que el demonio quisiera devorarlo en ese momento, cosa que hizo.

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El ángel sonrió avergonzado después de hacer eso, nunca decía el nombre por vergüenza pero casi siempre Manjirō lo decía, Mitchy tuvimos sexo y el de ojos océano quería golpearlo.  

— Gracias por amarme Mikey. — Dijo de pronto.

— Mitchy eso debería decirlo yo. — Río besandolo. — Gracias por amarme Takemichi, lamentó que tus padres no fueran a la boda.

— No importa, nunca les importe, solo nos tuvieron a mi y a mis hermanos para para hubiera más ángeles, de hecho para mí Shinichiro es como un padre y Wakasa como un madre. — Sonrió. — Cuando era joven me escapaba al infierno para verlos y jugar con ellos.

— Tengo que admitir que mucho hermano puede ser genial aveces, pensé que veias a Koko e Inupi como padres. — Río divertido.

— Lo hago pero ellos solo son cincuenta años mayor, son mas como hermanos consentidores sobreprotectores.

— Tienes razón.

— Gracias por decir que Kazutora es tu hijo, se que puede no significar mucho pero de verdad amo a Kazutora como a hijo. — Vio con ojos estrellados a su esposo. 

— Se que lo adoras y es muy importante para tí, lo que es importante para tí tambien lo es para mí.  

— Te amo tanto Sano Manjirō.

— Y yo a tí Hanagaki Takemichi.

— Sano Takemichi. — Corrigió.

— Bien, Sano Takemichi te amo.

Se besaron suavemente, mientras se acurrucaban listos para dormir, no era tarde pero querian disfrutar su tiempo en la tierra, incluyendo el simple y satisfactorio hecho de dormir.

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