VI
Mikey no sabía como llego a esa situación, su ángel sobre sus piernas mientras su lengua casi llegaba a su garganta, sus dedos jugaban en la cintura del azabache mientras él hacia pequeños sonidos en respuesta. El sabor de la boca de su ángel era un millón de veces mejor de lo que pudo haber soñado, era tan dulce, tan adictivo, quería mas, si seguían así se volvería adicto.
De pronto su pequeña parte racional desperto apartando así Takemichi, sus mejillas color cereza, sus labios pintados de una tonalidad rojiza hinchados que eran decorados por un pequeño hilo de saliva, sus hermosos ojos océano perdidos mientras pequeñas lágrimas los decoraban dándoles un aire extremadamente seductor, Manjirō estaba a un segundo de ponerlo bajo suyo, gracias al infierno lo soportó.
— Mitchy muestrame tus alas. — Exigió limpiando los labios rojizos.
— ¿Para qué? — Respondió moviendo su cabeza aún fuera de si a la derecha.
— Mitchy por favor.
Takemichi que aún no entendía del todo la situación abrió sus alas como le pidieron, pequeñas motas color negras la decoraban, ya no eran esas hermosas alas pulcras como en la mañana, Mikey suspiro.
— Si seguimos así caerás. — Suavemente acaricio el rostro del mayor, cosa que él azabache acepto gustoso.
— Oh, lo dudo tengo ochocientos años, de los cuales he salvado gente durante setecientos, si quiero caer debo cometer más pecados que solo besarte. — Sonrio provocando que el corazón de Manjirō se derriteria.
— Mitchy no quiero verte caer, se que amas el cielo odiaría que cayeras por mi culpa, nunca me lo perdonaría.
Los ángeles podían volverse ángeles caídos, siendo asi incapaces de volver al cielo, no importaría cuanto volaran, no podrían poner un solo pie en el cielo de nuevo a menos que su pecado fuera perdonado. Los pecados que Takemichi estaba cometiendo eran el deseó y la lujuria, cosas con las cuales podria caer en cualquier instante. Mikey no podía volar al cielo, era imposible que un demonio pusiera un pie en el cielo, pero el cielo era el hogar de Takemichi.
— Bueno si de verdad no quieres que caiga entonces — La voz de Takemichi se hizo bajita mientras sus mejillas se pintaban de un color rojo aún más intenso — Tendríamos que casarnos.
— ¿Casarnos? — Preguntó tratando de reprimir una sonrisa.
— Bueno, se supone que con el matrimonio eres libre de hacer de todo con tu pareja. — Su voz bajita era adorable.
— Tienes razón. — Susurró también.
— Pero mira — Abrió sus alas. — Ya son blancas de nuevo, tengo muchos puntos a favor para no caer aún, así que no tenemos que casarnos si no quieres. — Sus manos se movieron freneticamente señalando sus alas.
— Pero mi sueño siempre ha sido casarme con Mitchy.
Tal frase provoco que humo saliera de la cabeza de Takemichi, su rostro estaba tan rojo como una manzana, Mikey estaba encantado, una pequeña parte también maldijo por no se capaz de ver ese adorable lado del ángel antes.
— T-tú ¡No digas cosas así de la nada! — El rostro del ángel se oculto en el pecho de Mikey.
— Si no me equivoco para que un ángel y un demonio se casen deben tener permiso tanto del cielo como del infierno, tú de Taiju y yo de mi hermano. — Aseguró acariciando el cabello azabache.
— ¿Cómo sabes eso? — Hanagaki tenía conocimiento de eso gracias a que durante su larga vida habia visto ángeles casarse con demonios pero que el supiera Mikey no tenía nadie cercano en esa situación.
— Te dije que mi sueño era casarme contigo ¿Pensabas que mentía?, le pregunte a mi hermano hace tanto que ya ni recuerdo cuando fue. — Sonrió mientras que Takemichi escondía su rostro rojizo en su pecho.
De pronto el ángel levanto su cabeza, su expresion era sería.
— ¿De verdad quieres que nos casemos? Es decir aún eres joven. — Su expresión avergonzada desubico a Mikey.
— Mitchy tengo quinientos años, ya no soy un niño. — Su expresión fue como diciendo algo obvio.
— Y yo tengo ochocientos siento me aprovecho de ti.
— Somos inmortales la edad es una mierda. — Río mientras Takemichi le daba pequeños golpecitos.
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