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III

El infierno era un lugar grande, lastima que no fuera capaz de hacer turismo como siempre, en su lugar voló directamente hacia el gran consejo del infierno donde por "pura casualidad" se encontro a alguien, Takemichi no dudo ni un instante y salto sobre el azabache de ojos ónix. Los Haitani rodaron los ojos, ya sabían que seguía.  

— ¡Shinichiro! — Lo abrazó mientras el mayor le correspondió el abrazo. 

— Mitchy, lamento tanto que vengas por tonterías de trabajo. — En cuanto se separaron Shinichiro que revolvió el cabello. 

Shinichiro Sano actual cabeza de el gran consejo del infierno, un demonio de balance, su funcion era cuidar que todos fueran juzgados como era devido y merecían, solo era doscientos años mayor que Takemichi, se conocieron prácticamente cuando Takemichi nació.

— No te preocupes igual de iba a visitar uno de estos días. —  Shinichiro era como un hermano mayor para el Hanagaki. 

— ¿Solo ha Shinichiro? — Sonrió Wakasa que acababa de llegar, Hanagaki sin dudarlo también se abalanzo en su dirección, el albino lo atrapo directamente por la cintura y comenzaron a dar vueltas. 

— ¡Waka-Chan! — Gritó emocionado el ángel.

Wakasa Imaushi, un demonio juzgador, se encargaba de castigar a todos aquellos con pecados graves pero no lo suficiente como para llegar a manos de los ángeles penitenciarios.

— Mi pequeño ángel ¿Cómo hasta estado? — Saludo porfin bajandolo al piso. 

— Bien ¿y tú Waka-Chan?.

El apodo de de Waka-Chan nació de Shin-Chan (como así llamaba Wakasa a Shinichiro), cuando Takemichi aún era un pequeño ángel le gusto el apodo de Waka-Chan para Wakasa y asi se quedó por casi mas de ochocientos años.   

— Nada mal. — Wakasa abrió una paleta y se la metió a la boca.

— Lamento arruinar el momento pero aún hay cosas que hacer. — Llego un cansado Takeomi. Takeomi Akashi un demonio encargado de revisar cada uno de los contratos que realizaban los humanos con los demonios. 

Todos asintieron mientras comenzaban su camino al gran cosejo.

— Takeomi ¿Está Senju? — Preguntó por una de sus mejores amigas.  

— Lamento decepcionarte pero salió a cobrar contratos. — Suspiro, esperaba que su hermana no se metiera en problemas en el mundo humano. 

Senju Akashi, hermana menor de Takeomi y Haruchiyo, era una de las encargadas de cobrar los contratos entre humanos y demonios, así que casi siempre se la vivía de aventura en aventura durante su estadia en el mundo humano, ella amaba su trabajo porque no estaba atada a ningun lugar, podía ir y venir a gusto. 

— Que lástima de verdad quería verla. 
Takeomi le revolvió el cabello como respuesta, mientras una pequeña sonrisa adornaba su rostro. 

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A diferencia del gran salón del cielo el del infierno era como una oficina presidencial, elegante y exagerado, los colores monocromáticos le daban un aire mas relajado que los pulcrales en el cielo. Varias personas ya estaban reunidas ahí y él Hanagaki no dudo ni un instante en caminar en dirección a una. 

— Mitsuya. — Sonrió mientras le extendía el sobre. — De parte de Hakkai.

El de cabellos lilas no dudo ni un instante en estirar sus manos, a decir verdad fue con bastante rapidez, tanta que Takemichi tuvo que aguantar las ganas de reír, cosa que Ran no hizo, el sí se solto la carcajada. 

Mitsuya Takashi un demonio recopilador, era una de las cabezas del infierno actual porque como lo dice su nombre se encarga de recopilar informacion de cualquier cosa con la que tenga que ver el infierno, desde contratos hasta condenados; claro que tambien tenía sus pasatiempos como confeccionar ropa.

— Gracias. — Sonrió mientras abrazaba al ángel.

— No hay de que, ¿Cómo están Mana y Luna? La última vez que las vi aún iban a la escuela. — Suspiró como si hubiera sido hacía demasiado.

— Mana ya salió, está empezando sus practicas en contratos y a Luna le falta un poco más para terminar.

— Todos crecen y yo solo envejezco. — Río el de ojos océano. 

— Takemitchy solo eres trescientos años mayor que yo.

— ¿Sabes cuantos humanos viven en trescientos años?

— Touche.

Takemichi decidió no molestarlo más pues seguramente querría leer la carta de su adorado Hakkai, así que se despidio y camino hacia cierto demonio de cabello negro que al sonreír mostraba caninos. 

— Baji, Chifuyu me dijo que te saludara su parte. — Una sonrisa acusadora adornaba sus labios.

Keisuke algo nervioso se paso las manos por el largo cabello azabache, pero aún asi una enorme sonrisa florecio en cuanto paso por su cabeza el adorable ángel de la amistad que tenía algo de tiempo sin ver.

— Yo también lo saludo y se lo diré en persona en cuanto lo vea. — Paso un brazo por los hombros del pequeño angel que solo sonreía, su mejor amigo sería muy feliz al lado de alguien como Baji.  

Baji Keisuke era un demonio encargado de castigar a todos aquellos que maltraban a los animales, no importaba si eran caseros ó salvajes, cazadores por diversión, personas que mataban mascotas, todos ellos eran su trabajo. Chifuyu siempre decía que la amistad mas pura es la de los animales hacia un humano asi que les tenía bastante cariño a las criaturas, no fue raro que esos dos se enamoraran hace cuatrocientos años.

— ¡Mitchy! — Lo llamó una voz que enseguida reconoció, se alejo del Baji y abrio sus brazos que pronto fueron ocupados por un demonio de ojos miel.

— Tora. — El abrazo era muy familiar, no había mas que amor familiar ahí.

— Debes venir más. — Respondió el demonio entre sus brazos.

— Lo haré. — Suavemente acaricio el cabello negro con mechas rubias.

Kazutora solía ser un humano, ya eran casi quinientos años de eso, no era feliz pues sufría a manos de su padre, estuvo a punto de tomar un camino equivocado cuando Takemichi lo ayudó. Decir que Kazutora era como un hijo para Takemichi estaba bien dicho, Takemichi lo vio crecer, odiar, apasionarse, incluso se presento a él muchas veces durante su estadía en la tierra, para Kazutora, Hanagaki era lo mas cercano que conocía de una figura paterna, alguien que se preocupara por ti incluso cuando tomas decisiones equivocadas por eso no dudo en volverse un demonio en vez de reencarnar cuando murió, cosa que él ángel nunca le reclamo, siendo sinceros una parte suya estaba muy feliz de seguir con su pequeño perdido. 

Todos los presentes conocían la historia así que solo sonreían entrecernidos por la bonita imagen. 

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