Capítulo III
Diciembre 2010
Todo mi grado y las otras dos secciones estábamos en la plazoleta de la basílica esperando al inicio de la misa. Inés estaba en la fila del frente con Felipe, portando la banda tricolor.
Claro, los mejores alumnos y sus privilegios. Había dicho Celestina cuanto tomaba asiento al lado mío, a lo que yo solo asentí.
Yo que conocía a dos de ellos podría asegurar que no todo en su vida son privilegios, bandas honorarias y papeles vacíos que eran llamados menciones de honor, ellos eran los que más sufrían y lloraban para poder cumplir con metas ajenas.
Sonaron las campanas y el coro empezó a cantar, venían los monaguillos seguidos de los sacerdotes para dar inicio a la misa de acción de gracias por el término de un año lectivo productivo.
Era nuestro último año en la primaria y estábamos emocionados por irnos a una quinta para festejar nuestros logros.
Pasaron los minutos y la misa llegó a su fin. Los de la sección B, en la cual estábamos desde el segundo grado porque no nos poníamos de acuerdo quien se mudaba junto a la otra y llegamos a esa conclusión gracias a Benjamín, la cual también fue acatada por Felipe que se negaba a dejar a su única amiga y terminamos los tres en la misma sala. Ahora nos subiríamos al autobús para que nos lleve a la fiesta patrocinada por nuestros padres.
⎯ La homilía estuvo muy buena ⎯ dijo Inés mientras pasábamos frente a la zapatería Guido.
⎯ Ya no recuerdo mucho de los que dijo ⎯ le respondí con toda sinceridad y ella solo suspiro mientras se quitaba la banda, odiaba tenerla porque le recuerda que siempre tendrá una atadura a los libros y no a la felicidad.
⎯ Ahora vamos a festejar porque nos merecemos un descanso ⎯ se acomodó mejor y recargó su cabeza en mi hombro ⎯ no quisiera que el festejo dure mucho, me aburro rápido en esos lugares y quiero volver a la paz de mi casa.
⎯ Puse mi juego de parchís en mi mochila, podemos jugar eso alejadas de la gente cuando te comiencen a desesperar ⎯ sabía que eso sucedería luego de una hora de convivencia con las demás personas y era divertido jugar bajo la sombra de un árbol.
Llegamos y descendimos con cuidado, el lugar transmitía paz, había muchos árboles con banquitos bajo ellos, caminos zigzagueantes que iban de una zona a otra, una piscina con reja, un parque con varios juegos, unas hamacas paraguayas y un quincho donde dos padres estaban preparando el asado y tres madres las guarniciones.
Los demás padres ya habían pasado por ahí para dejar a sus hijos ropa adecuada para la ocasión y algunas cosas más. Por turno nos fuimos cambiando para luego dividirnos y hacer lo que más deseáramos.
Pasamos la mañana en las bancas hablando y tomando tereré, al medio día nos llamaron a comer en mesas armables que los padres dispusieron. Inés iba a mi lado caminando de la manera más lenta posible.
⎯ ¿Ya estás aburrida? ⎯ Me observo unos breves segundos y negó con la cabeza ⎯ Entonces ¿Por qué estás tan apagada?
⎯ Apagada no, pensativa ⎯ respondió mirando a nuestros compañeros comer, le hice un gesto con las manos animándola a seguir hablando ⎯ Terminamos la primaria, probablemente nuestro grupo ya no será el mismo, muchos se irán y no me gustaría que nos separáramos.
⎯ ¿Tú te vas a cambiar de escuela? ⎯ Mi voz sonó más chillona de lo que había pensado, seguramente por el calor de diciembre.
⎯ No, ¿Tú lo harás? ⎯ Negué fervientemente con la cabeza ⎯ Me alegro mucho, podemos estar tranquilas al menos por tres años más y luego deberemos buscar tiempo libre para vernos.
Porque por cada cosa positiva que decía habría dos cosas negativas, preferí guardar silencio y comer.
Mientras pensaba en que no importa si el destino nos separa o tenemos demasiadas actividades para vernos seguido, nosotras siempre seremos unidas y cuando necesitemos nos tendremos, como las buenas amigas que somos.
Así que por ese día me permití comer, jugar y reír como no lo hacía en meses, acompañada de las persona con las que crecí mientras estudiaba, de mis compañeros de infancia, de mis hermanos de otras madres.
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