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Fase 2

Mundo de Fantasía

Título: Robot

...

Observa a lo lejos al azabache admirando silencioso el gran bosque que cubre el edificio. Poco a poco el verde se pierde cambiando a un amarillo anaranjado gracias a la llegada de otoño.

– Te dije que no debes salir de la habitación hasta que la herida de tu abdomen sane.

– Y yo te dije que no me importa lo que me digas, enfermerito. – El viento revolea su cabellera. Diego, curioso, se acerca a su paciente hasta llegar a su lado.

– ¿Eso es sarcasmo o ironía?

– ¿Tú qué crees?

– Creo que, como robot enfermero, mis recomendaciones deberían ser escuchadas, y más por un paciente que acaba de ser recientemente apuñalado en su abdomen.

Desvard frunce el ceño. Algunas veces se cuestiona por qué rescató de la basura un robot enfermero y no un robot médico, terapeuta, o algo más útil. Aunque sabe que solo lo piensa a modo de burla pues Diego es lo único que necesitaba.

– Yo igual lo creo, pero estar en el cuarto echado en la cama me estresa. No puedo quedarme así – Observa al robot a su lado, algunas veces lo ha admirado por horas porque sigue sin creer el cómo la capa de goma que cubre su anatomía es tan realista a tal punto de darle una imagen humana.

– Lo sé — Diego le devuelve la mirada sonriendo levemente, se escucha un leve rechinido y Desvard se hace una nota mental de revisar más tarde su caja de expresividades. – Por eso, como enfermero, te diré desde ahora que puedes salir, pero no hacer actividades que requieran un esfuerzo mayor.

Una risa nasal es lo que suelta el azabache, su nariz se arruga y sus ojos se enchinan desviando la mirada otra vez al paisaje.

– Muchas gracias. Doctor – Bromea apegando más su cuerpo al del contrario.

La sonrisa de Diego desaparece, otra vez le sucede algo, su memoria se congela ante la imagen que Desvard le regala y por inercia empieza a examinarlo notando un estado de salud estable en lo posible. El problema no era su paciente, era él mismo y lo sabía. Pero por más revisiones que se haga no encuentra ningún problema en su sistema.

– ¿Alguna vez has tenido arrepentimientos, Diego?

Su cabeza se mece a un lado y después al otro, una manera extraña de negar que Desvard ya conoce.

– Sabes que no puedo sentir eso, Desvard.

El castaño suelta otra risa nasal mirando sus manos por inercia.

– Quisiera ser igual a ti en ese sentido. No sentir el arrepentimiento y la culpa que cargo ahora por las acciones que tomé en mi vida y me llevan... – Su voz se apaga junto al soplido del viento que remueve el cabello de ambos. Desvard suspira, derrotado. – Me llevan a lo que soy ahora.

– ¿Estas arrepentido de ti?

– Avergonzado sería la palabra, o tal vez tengas razón, tal vez estoy arrepentido.

Diego vuelve a mecer su cabeza de lado a lado.

– No entiendo el arrepentimiento de lo que eres hoy en día

– Lo sé – Vuelve a admirar el paisaje, sus ojos café oscuros se apagan un poco – Lo sé.

Y otra vez el sistema de Diego recae, pero ahora más brusco, siente su visión fallar y las manos no le contestan, se sienten pesadas a sus costados ante la mirada triste de su paciente.

Por primera desde su creación, siente unas terribles ganas de abrazar a un ser humano.

Levanta suavemente su mano, intenta tocar a un Desvard perdido en sus pensamientos, quiere tener aunque sea ese mínimo contacto, pero apenas toca la camiseta roja que cubre su cuerpo el castaño se aleja y sonrie.

La mano de Diego vuelve a bajar hasta su costado.

– Entremos antes de que sea más tarde. Escuché un rechinido de tu boca cuando sonreiste, ¿quieres un poco de aceite?

– Estaría bien

Desvard asiente antes de empezar a caminar. Diego observa por última vez el paisaje amarillento antes de seguirle.

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