¿Por qué todo tenía que ser siempre tan complicado? Seungkwan mira por la ventana del auto. Ni siquiera se atreve a mirar a Chan, y no sabe qué le apena más; que no haya rechazado el beso del alfa o que incluso lo haya profundizado.

Seungkwan se siente un pésimo omega, esposo y padre. Siente que traiciona a Mingyu y a sus cachorros al querer a Chan de aquella forma. Y ciertamente es algo tonto, pero no puede evitar pensar que todo sería más sencillo si aquel pequeño alfa no se hubiera atravesado en su camino: aunque siguiera llevando una vida monótona, aburrida y... no. Seungkwan tiene que dejar de pensar cosas así.

—¿Estás bien? —pregunta Chan mirando de reojo a Seungkwan. Le falta conducir un par de kilómetros más para llegar a casa del omega.

Seungkwan medio asiente.

—Sabes que si te molesta algo puedes decírmelo, Kwannie —y ahí estaba de nuevo, aquel bonito apodo que aún hacía burbujear el estómago de Seungkwan—. Tu aroma se vuelve pesado cuando piensas en cosas que no deberías.

—¿Cómo lo sabes? —cuestiona de pronto el rubio, confundido.

Las mejillas del menor se tiñen de carmín.

—Porque conozco tu aroma y te conozco a ti.

A veces Mingyu solía decirle cosas así de empalagosas a Seungkwan y entonces Seungkwan se reía y le devolvía el cumplido.

Ah, de nuevo estaba divagando en Mingyu. No era malo, pero...

—Detente.

Chan lo mira confundido.

—¿Qué?

—Detén el auto.

El menor pisa el freno y el auto da una sacudida brusca. Seungkwan mira a Chan para asegurarse de que se encuentra bien y se alegra de que las calles estén desiertas.

—Tienes que conocerlo —dice—. Tienes que conocer a Mingyu.

Seungkwan balbucea un poco mientras habla, nervioso.

—¿Yo?

Él omega asiente. Le apena un poco, pero la mera idea de que su alfa conozca a Chan lo tranquiliza considerablemente, como si aquel suceso pudiera quitarle un peso de encima a Seungkwan. No sabe en qué momento lo supo, pero si Mingyu sabía de Chan todo estaría bien, porque Mingyu deseaba que Seungkwan fuera feliz a pesar de todo. Y Chan hacía a Seungkwan feliz.

...

Había pasado un tiempo desde que Seungkwan lo visitó. Se inclina un poco y siente la brisa acariciar sus mejillas.

—Hoy te vine a presentar a Dino.

Chan, quien se encuentra detrás del omega, alza una ceja cuando escucha a Seungkwan llamarlo así. El rubio lo nota, así que le explica.

—Jun ya le ha hablado de ti.

Eso hace a Chan apenarse un poco y sentirse feliz, pero se siente más emocionado que nada.

—Espero que te haya contado cosas buenas —dice de pronto acercándose a la piedra tallada—. Si te dijo algo malo, no era yo.

Media sonrisa aparece en Seungkwan. Ahora se siente... calmado, y un poco liberado. Creyó que quizá sería raro para Chan presentarlo ante una lápida de piedra, pero el menor parecía incluso feliz de estar ahí, con él.

—Creo que le habrías agradado a Mingyu.

El corazón de Chan lo traiciona y late tan fuerte que teme que Seungkwan lo escuche tan acelerado.

—Le agradas a mis cachorros, y Mingyu también es parte de ellos —termina de decir Seungkwan.

—¿Entonces está bien? —cuestiona esperanzado—. ¿Estamos bien? ¿Estás bien?

Seungkwan mira la piedra de nuevo. Una pequeña florecilla amarilla había comenzado a crecer en una cuarteadura y se veían tan bonita que Seungkwan quizo tomarle una foto.

La brisa lo acaricia de nuevo y la florecilla se tambalea con delicadeza

Entonces Seungkwan dice que sí.