Noviembre, de los árboles marchitos cayeron las hojas. Mash no abandona el interior de la cabaña —a excepción del entrenamiento—, descansaba en el frío, dedicándose a todo y nada con su padre, esté invierno fuera de casa, lo extraña. Pero no es soledad, consiguió amigos, sobrevivía en el colegio, era añoranza.

No sabe estar lejos, jamás tuvo una razón.

Comer buñuelos en estás fechas confería en él gran tristeza, el hechicero al lado suyo experimentó algo parecido. Él también extraña y, extrañando, lo acompañó; en la cocina del dormitorio, a mitad de la noche, donde no hay nadie, ni nada más.

Únicamente chicos con tazas de porcelana, sueños espabilados.

Leche con canela —y clavo—, no era común; sentíase pesado en el paladar, calentando sus manos, quemándole el pecho, admiró al peliazul tranquilamente. Él le devolvió la mirada, ojos pálidos fijos en Mash, y él pensaba acerca de la ternura; en la bebida, los recuerdos, la dulzura de Lance —demostrada a Mash nada más──.

──¿Extrañas a alguien, Lance-kun? ──dijo, repleto de interés.

──No, solo a mí hermana.

Porcelana quebrándose al rozar dedos con ella, apaciblemente —crujido sutil e imperceptible—, prevaleció la calma y el grácil arete frente a él lucía exótico en la figura delgada de Lance.

Cautivado, lo escucha decir:

──La extraño todos los días.

──¿Pero no extrañas algo más? ──reiteró── Yo lo hago.

El hechicero apartó su mirada, se movía con lentitud. Mash lo añoró; ahogándose, deseó tantear, contemplar, permanecer próximo a él, cediendo el tiempo le otorgó compañía, admiración. La cocina albergaba dos chicos cercanos, él y Lance, no tiene idea de cómo lo ha extrañado.

Tanto, desea al mayor.

──No en Easton.

Noviembre, de los árboles marchitos cayeron las hojas, hielo delgado formándose en el arroyo, frío y sólido en las manos, efímero, deshaciéndose brevemente le dejó una sensación electrizante en la piel, estiró el puño y lo alcanzó. Parecían hielo, las manos desnudas de Lance envueltas en las suyas, una sensación clandestina, dulzor de leche con canela —y clavo—.

No lo apartó, lo dejó ocurrir. Frío y cálido, chocando, Lance lo dejó ocurrir.

──Cuando esté en casa, lo haré ──concluyó el peliazul.

──También te voy a extrañar ──juró, olvidándose de mencionar cuánto lo extraña ya, de pronto no parece la palabra adecuada, Lance giró a él con apatía y Mash lo codició.

──Dilo de nuevo y te mato.

otro escrito de mashle porque mi vida es una tragicomedia.

· ⸺ ❛Tanuki—dono·