Capitulo 4.
CINDEREKI
fanfic by: Sora Vasconcelos
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🔥-Capítulo 4-❄
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La tristeza de CindeReki en ese momento era por lo cruel que fueron sus hermanastros y padrastro con él. Nunca tenía lo que quería, siempre lo trataban mal, lo maltrataban, lo golpeaban, y lo odiaban sin que él les hiciera algo a ellos. Pero, lo que más le dolía era que el único recuerdo que tenía de su padre estaba destrozado... En ese lugar nunca iba a ser feliz; nunca tenía, aunque sea un momento, felicidad. Ni subirse a su skate lo alegraba como tenía que ser, ya no soportaba más.
—No... no puede ser... ya no soporto más— se decía CindeReki entre lágrimas, mientras se cubría el rostro con las manos.
Mientras CindeReki lloraba sin control, empezaron a aparecer unas luces muy brillantes alrededor del chico... El pelirrojo no se dio cuenta de aquellas luces por tener su rostro tapado. Las pequeñas luces empezaron a crecer, y se fueron juntando todas, y al estar todas las luces juntas empezaron a brillar más y, poco a poco, la luz brillante empezó a desvanecerse y se empezó a formar una figura humana al lado de CindeReki, quien no se daba cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor.
La figura que apareció era de un hombre, era un hombre muy grande, y musculoso con una piel muy bronceada. Su cabello era de color verde, con unos ojos de color rojo vino, pero su vestimenta era muy inusual y poco común. La ropa que tenía puesta era un suéter azul con negro, que por dentro llevaba un fondo rojo, también llevaba unos pantalones blancos muy holgados, y unas botas color café. En su brazo izquierdo tenía un tatuaje tribal de un sol, y por último un moño rojo en su cuello. Lo más importante que tenía era una varita mágica de color blanco que llevaba en su mano derecha. Cuando apareció por completo, ese hombre empezó a ver a su alrededor, y pudo escuchar el sollozo del chico que estaba en el piso llorando sin control. Después se inclinó a la altura del chico y sonrió. Esa sonrisa que tenía era de ternura.
—Ya nada me queda— CindeReki no paraba de llorar, y el hombre empezó a acariciar el cabello del chico de forma delicada.
—¿Nada? ¿Estás seguro de eso? — preguntó el peliverde sin dejar de acariciar el cabello del más joven.
—Claro que sí, no me queda nada en este mundo— contestó CindeReki sin levantar su rostro y sin darse cuenta de que había alguien con él.
—Tonterías, niño— el hombre separó las manos de CindeReki —Si no te quedará nada, yo no estaría aquí—
Cuando CindeReki quitó sus manos de su rostro y vio al hombre musculoso enfrente de él se sorprendió. Nunca antes lo había visto, pero no se asustó por su presencia. La presencia del peliverde no le daba miedo a pesar de su apariencia. Ver a ese hombre, por alguna razón le transmitía confianza y seguridad, y sentía que era alguien que no le haría daño.
—Vamos niño, levántate— el hombre ayudó a CindeReki a que se levantara —Seca esas lágrimas, pequeño— pasó sus dedos por los ojos de CindeReki para secarle las lágrimas.
—Di... disculpa, ¿Quién eres tú? — le preguntó CindeReki confundido.
—Ah, cierto. Discúlpame. Yo soy tu hada madrina— contestó el hombre moviendo su varita mágica.
— ¿M... mi hada madrina? — preguntó CindeReki impresionado por la respuesta.
—Sí, pero no me digas hada madrina, dime Joe, el título de hada madrina no va con este cuerpazo tan varonil— Joe empezó a presumir.
Mientras Joe presumía su cuerpo flexionando sus músculos, hablando de cada uno de ellos y de los ejercicios que hacía... CindeReki le dejo de prestar atención recordando que cuando era pequeño su padre le leía cuentos de hadas a él y a sus hermanastros, en esos cuentos se mencionaba mucho a un hada madrina.
Según su padre, un hada madrina era un ser con poderes mágicos que ayudaba siempre a la princesa en los cuentos. CindeReki creyó que las hadas madrinas eran un invento de los adultos para las historias de niños... ¡Pero en ese momento estaba enfrente de un hada!
Aunque también creyó que las hadas madrinas serían unas mujeres muy hermosas y no unos hombres musculosos...
—Bien niño, hoy hay un baile, ¿verdad? — preguntó Joe sonriéndole a CindeReki.
—¿Ah? Oh, sí, en el castillo...— contestó CindeReki saliendo de sus pensamientos y poniéndose triste porque sus deseos de ir a ese baile se habían arruinado con la crueldad de su familia hacia él...
—Bien... ¿y vas a ir? — preguntó curioso el peliverde.
—Mmmmm... No...— contestó el pelirrojo con la mirada agachada.
—¿Y por qué no? —preguntó Joe, y CindeReki miró su traje destrozado, esa era la razón por la que no iba —¡Ah...! Ya sé qué necesitas...— CindeReki sonrió ya que creyó que Joe iba a ayudarlo con su traje —Necesitas... ¡Una patineta! —
—¿Una patineta? — preguntó CindeReki confundido.
—Sí, como esa...—Joe señaló la patineta de CindeReki.
—No... no voy a dejar que toques mi patineta— el chico abrazó su preciada patineta poniendo ojos grandes de cachorrito y haciendo un puchero.
—Jajaja, tranquilo niño, sé lo importante que es para ti esa patineta— río Joe —Podemos usar...— el hombre empezó a buscar por todas partes y se detuvo cuando vio la puerta de la entrada de la casa de CindeReki —Esa— el peliverde señaló a una patineta que estaba allí, era la patineta de Miya.
Los hermanastros de CindeReki también patinaban, pero sólo lo hacían para ser mejores que CindeReki en todo. Pero el mejor en el skate en esa casa era CindeReki, y al ver que no podían ser mejores que él, abandonaron sus skates. CindeReki no se deshizo de los skates porque él los había hecho con mucho esfuerzo para sus hermanastros, aparte, sería incapaz de destruir una patineta que él había hecho.
Joe con su varita mágica le lanzó un hechizo a la patineta de Miya. Cuando el hechizo tocó la patineta del niño, ésta empezó a moverse sola, como caminando en sus dos ruedas traseras... y se fue acercando hacia donde estaban Joe y CindeReki. Mientras más se acercaba a ellos, se hacía más grande, y poco a poco se fue transformando en un carruaje.
La apariencia del carruaje era muy elegante y hermosa. Era de un color blanco muy brillante, tenía unos detalles dorados. La puerta tenía una pequeña cortina blanca. Las ruedas eran doradas. Todo el carruaje parecía tener brillo propio.
—¿Qué te parece? — preguntó Joe orgulloso de lo que había creado.
—¡Wooo...está preciosa...! — CindeReki se acercó al carruaje muy impresionado.
—Lo sé, no está nada mal— Joe se acercó a CindeReki quien en ese momento se le había borrado por completo su expresión de tristeza —Y para este carruaje tan bello como este, vamos a necesitar...— el peliverde empezó a buscar por todas partes, y pudo ver unos pequeños animalitos —¡RATONES! —
—¿Ratones? — preguntó CindeReki.
—Sí, para este carruaje tan elegante y hermoso, vas a necesitar, caballos, cochero y un lacayo— Joe calmó a CindeReki porque se veía que estaba preocupado de lo que podía pasarles a los pobres animalitos.
Joe empezó a mover su varita mágica y lanzó un hechizo hacia los pequeños ratones, cuando fueron alcanzados por la magia fueron llevados hacia el carruaje flotando. Cuatro ratones se habían convertido en 4 caballos. Los caballos, al igual que el carruaje eran blancos y muy elegantes, tenían arneses dorados, parecían unos caballos muy bien cuidados y muy bien alimentados.
CindeReki se acercó a los caballos y los acaricio sonriéndoles, los animalitos aceptaron el gesto del chico. Él nunca había lastimado a los ratones, siempre los dejaba libres porque no quería que le hicieran daño su padrastro o hermanastros, y al parecer esos ratones lo habían reconocido ya que no se portaron de forma agresiva con él.
Otro ratón fue acercado al carruaje con la magia de Joe, y ya estando cerca se convirtió en una persona con un traje azul con detalles dorados. ¡Se había convertido en cochero! La elegancia del cochero era tanta que parecía ser el cochero de una familia real.
Y, por último, un ratón fue acercado al carruaje con la magia de Joe, y este ratón también se convirtió en una persona muy igual al ratón anterior, y tenían el mismo traje.
¡El carruaje, los caballos, el cochero y el lacayo eran tan elegantes que parecían venir de un castillo! Cualquier conocedor que viera ese carruaje lo podría reconocer como uno que pertenecería incluso al castillo Crazy Rock Castle.
CindeReki no podía creer todo lo que estaba pasando, todo eso era para él... Estaba muy agradecido con todo lo que estaba haciendo Joe por él, pero no estaba vestido de forma adecuada para ir al baile del castillo.
—Vamos niño. ¿Qué esperas? Sube— animó el peliverde y se acercó a CindeReki para empezar a empujarlo dentro del carruaje.
—Pe.... pero— CindeReki se quería detener, pero el hombre no se detuvo.
—No me des las gracias, no hace falta— le sonrió Joe a CindeReki.
—No, no— CindeReki se separó de Joe —Te lo agradezco Joe, pero, no crees que mi traje...— iba a seguir hablando el chico, pero el peliverde lo interrumpió.
—Sí, te queda perfecto ni.... ¡AAAAH!, ¿Qué es eso? ¿Qué pasó con tu traje? — Se sorprendió Joe cuando vio el traje que tenía CindeReki.
—Es una larga historia— habló CindeReki soltando un suspiro de tristeza.
—Bueno, no te preocupes, yo me encargo de todo— Joe se acercó al chico para verlo mejor —Vamos a ver, tu tono de piel, tu estatura, tu cuerpo, tus ojos y tu pelo— Joe empezó a rodear el cuerpo de CindeReki mirándolo con cuidado —Perfecto, ya sé qué ponerte— Joe se separó de CindeReki y le sonrió —Aunque tú te verías bien con cualquier cosa, tú tienes una belleza natural— Joe le acarició el cabello de CindeReki sonriéndole.
—Vaya... muchas gracias...— agradeció el chico avergonzado por los halagos de su hada madrina.
—Será un traje muy hermoso, estoy seguro que te va a encantar— Joe empezó a mover su varita mágica y le lanzó un hechizo a CindeReki.
La magia empezó a rodear a CindeReki desde sus pies hasta su cabeza. Poco a poco, el traje destrozado que tenía fue desapareciendo siendo sustituido por un traje muy hermoso.
El nuevo traje de CindeReki era muy hermoso. Llevaba puesto una camisa blanca de manga larga la cual tenía unas piedras azules en sus puños, llevaba también un chaleco blanco con unos detalles azules, en el cuello en vez de corbata tenía una joya azul muy preciosa, también llevaba puesto un saco blanco muy hermoso con detalles azules.
El saco era muy especial ya que tenía una cola muy larga que lo hacía lucir muy elegante y vistoso como si fuera un ostentoso vestido, llevaba también unos pantalones de vestir de color negro, hermosamente oscuro. Junto el pantalón llevaba una cinturilla azul De un precioso tejido, y lo más llamativo de todo el conjunto eran unos maravillosos zapatos hechos enteramente de cristal.
—Wooo... Es un increíble traje— CindeReki miraba su traje muy asombrado.
CindeReki miraba cada detalle muy entusiasmado y muy contento, le gustaba tanto ese traje. Empezó a dar vueltas y la cola del traje seguía su movimiento de un modo muy grácil. Era la primera vez que usaba algo tan bello como ese traje.
—Muchas gracias Joe, esto es... es como un sueño— CindeReki estaba con una gran sonrisa mientras miraba su traje.
Joe asintió —Sí...— y empezó a hablar con un tono serio —Como todos los sueños, este hechizo no puede durar para siempre. Solo tienes hasta la medianoche— Joe se sentía mal por ver a CindeReki muy feliz.
—Sí, lo sé— habló CindeReki sin prestar atención a lo que decía el peliverde.
—No, niño... Escúchame— Joe tomó a CindeReki de sus brazos y lo alzó en el aire, sorprendiéndole, y habló para que le prestara atención —Cuando sean las 12, desaparecerá el hechizo, y todo volverá a la normalidad— CindeReki, al escucharlo, se sorprendió cayendo en cuenta de esto —El carruaje volverá a ser la patineta; los caballos, el chofer, y el lacayo volverán a ser los ratones, y tu traje va a desaparecer— Joe bajó a CindeReki cuando terminó de explicar.
—¿Todo va a desaparecer? ¿Por qué? — preguntó CindeReki un poco triste.
—Desaparecerá porque es como un sueño, tú lo dijiste— Joe trataba de animar al chico.
CindeReki entendió ya que él lo sabía bien, un sueño no era para siempre... No pudo evitar recordar el sueño que tenía, nunca podía terminar su sueño, siempre despertaba, pero por lo menos tenía hasta las 12... Era tiempo suficiente para él.
—Muy bien, lo entiendo, es todo el tiempo que necesito— CindeReki le sonrió a Joe y le estaba profundamente agradecido por lo que hacía por él, y como muestra de agradecimiento, le dio un gran abrazo a su hada madrina —Muchas gracias por todo...—
Joe al sentir el abrazo del chico se sorprendió por ese contacto, pero no lo separó, sino que correspondió al abrazo de CindeReki.
—Bien niño... es hora de irse...— Joe separó a CindeReki de él y lo llevó adentro del carruaje.
—¡Espera, falta algo importante! — rápidamente CindeReki se dirigió al árbol donde estaba llorando hace poco.
El chico tomó su skate. Ya que, si iba a ir al Crazy Rock Castle, necesitaba su skate consigo. Después de tomarlo y mirarlo con una hermosa sonrisa, regresó rápidamente al carruaje y entró en éste muy emocionado.
—Bien, ya está todo listo, se te hace tarde— hablo Joe cerrando la puerta, y el carruaje empezó a avanzar.
Mientras CindeReki se alejaba en el carruaje iba desapareciendo Joe.
¡Al fin el sueño de CindeReki de conocer el castillo y pasar en el jardín toda la noche se iba a hacer realidad!
El chico estaba emocionado, pero al mismo tiempo nervioso. Se mantenía positivo. Esa noche iba a ser mágica para él.
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