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Todos Quieren A Shoyo Kageyama

Capítulo dedicado a: cam_moomie, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Shoyo Kageyama siempre había tenido el talento innato para ser amado por todos los que lo conocieran, pero es que, ¿quién podía resistirse a su brillante sonrisa, su personalidad entusiasta, su apariencia simple pero única y su forma de pensar?

Kageyama Tobio de verdad no podía entender cómo podía existir alguien en el mundo que detestara u odiara a Kageyama Shoyo. Y si es que llegaba a existir, Kageyama necesitaba nombres, lugar y día para arreglar-...

¡No, eso no!

La familia Kageyama tenía una regla no impuesta que habían aprendido a seguir a lo largo de los años. Era muy simple, y muy notoria a pesar de nunca haber sido descrita con palabras: Shoyo debía de ser querido y mimado siempre.

¿Por qué? Porque Shoyo Kageyama siempre los mimaba mucho. No era raro que de repente los atrapara entre sus manos y les comenzara a besar la cara, que los abrazara, que pasara sus dedos por sus hebras al peinarlas, que les hiciera pequeños detalles de vez en cuando, y todo el apoyo que siempre les brindaba.

Ésa podía ser la razón, por la que la situación actual que se estaba creando alrededor de la habitación de Tobio y Shoyo, fuera un tanto... curiosa.

Tobio recargado contra el respaldo de la cama y teniendo una almohada en su espalda para mayor comodidad, entre sus brazos tenía a Shoyo sentado en sus piernas, rodeando por completo su abdomen con sus brazos y recargándose del adulto en pijama, aspirando el delicioso aroma a naranja que desprendían sus cabellos.

Shoyo se rio y carcajeó al sentir como la nariz de Tobio se tambaleaba entre sus cabellos y bajaba lentamente hasta llegar a una de sus orejas, olfateando con fuerza y generando que el pequeño aire caliente expulsado, le generara cosquillas.

—¡Tobi! —Rio Shoyo Kageyama en un tono de voz un poco más elevado, sus labios fueron deshechos entre muecas de alguien que trataba de no ser tan ruidoso, y se encargó de apegar más contra su pecho, el pequeño cuerpo de su Kazuya.

Imposible, Tobio Kageyama entendió que podía continuar por las acciones positivas del de hebras naranjas, estirándose para que sus labios pudieran alcanzar las mejillas abombadas del más bajo, y comenzó a dejarle pequeños besos repartidos por el sitio.

Shoyo se carcajeó en medio de esa sensación dulce que sentía en su mejilla ya húmeda por todas las veces en que Tobio no se cohibió para besarlo.

Cuando por fin Tobio pareció más satisfecho, fue que alejó levemente sus labios tras dejar un último beso en el sitio y se dedicó a mirar al adulto de cabellos alborotados que ya había sido aprisionado por sus tres hijos y él en la cama. Cuando los dos conectaron miradas y Shoyo pareció más curioso que las otras veces, fue que Tobio pudo sonreír, con un pequeño rastro aterrador en su mueca.

—Con esto, ya te he dado 10076 besos desde que nos hemos casado —estancó su logro y su cuenta que había mantenido a lo largo de los años. Una pequeña competencia de quien le daba más besos al otro en la vida, cosas de ellos. Nada nuevo.

Shoyo tuvo un pequeño sobresalto, recordando esa extraña competencia avivada y una de sus cejas tembló, antes de chirriar sus dientes y mirarlo, con el enojo a punto de explotar.

—No es justo, te me adelantaste con 15 besos hace un momento —aseguró, rabiando por el enojo y sólo sintiendo como Hishou recargaba su cabeza de él del lado izquierdo, y Sora se aferraba a su pierna—. Mis 10061 besos algún día llegarán a rebasar los tuyos. —Se mofó en su cara, enmarcando una de sus cejas y notando por el rabillo del ojo, Hishou se acomodaba de cierta forma en la que su cabeza quedara recargada del hombro de Shoyo, y comenzaba a frotar su frente con la tela de la pijama, buscando atención.

Kageyama arqueó una de sus cejas, como si quisiera incentivar a la duda y poder continuar con las burlas que estaba teniendo, siendo testigo de lo lindo que se veía Shoyo cuando se mostraba seguro de sí mismo.

—¿Cuándo harás eso? —incentivó con seguridad, ignorando el hecho de que Kazuya ya los estaba contemplando. Y por supuesto, también contempló cuando el de cabellos desordenados y ojos cafés no perdió el tiempo para acercar su boca con ferocidad hasta los delgados labios del Kageyama adulto, y besarle la comisura con brevedad.

Al separarse, la sonrisa de Shoyo se difuminó de una manera torpe, como si fuera una competencia de quién era el más fuerte. Tobio no pudo evitar encenderse ante esas acciones.

—Ese tipo de besos valen dos puntos —aseveró con demanda el hombre de cabellos naranjas, enseñando sus dientes en esa mueca, dejando seco a Kazuya al ver de nuevo que sus regalos eran arrebatados bruscamente por su propio padre, ¿cómo era eso posible?

¡Los besos sólo podían ser para Kazuya Kageyama!

Y Kageyama se mostró insatisfecho, soltando un gruñido mientras era acompañado el silencio tranquilo de la habitación por el ronquido de Sora, apretando más sus brazos alrededor de la pierna de Shoyo y recargándose de su muslo como un almohada. Hishou dio un bufido en modo de contestación, e infló sus mejillas, molesto. Kazuya le copió las acciones casi seguido.

Kazuya era un bebé muy celoso con Shoyo. De hecho, ya era un milagro que no los estuviera ahuyentando por estar demasiado pegados a su amado padre.

—¡Yo no sabía que esos besos valían dos puntos! —Se excusó Kageyama, en un modo de querer reprimir sus impulsos y en su lugar se llevó la mirada juguetona de su esposo y su tono más endulzado de lo normal. Shoyo tampoco sabía, claro, se lo acababa de inventar.

—Y hay otro tipo de beso que vale tres puntos —acreditó con un pequeño tono sutil que sonó fácilmente como algo inocente si sólo lo oías, pero que sí mirabas el rostro de la persona que lo dijo, te encontrabas con los ojos burlones de Shoyo mirando directamente hacia el sitio donde estaba sentado: la entrepierna de Tobio.

Nadie pareció notar algo raro o de más, Hishou estaba perdido en su mundo, y sólo regresó a tierra firme cuando su padre Tobio se pintó de colores por los atrevimientos y atajos que tomaba Shoyo en busca de querer ganar, y sintió una cálida mano levantándole el mentón para que se alejara de su hombro. Al levantar la vista, se topo con Shoyo, quien le sonreía con la misma amabilidad y cariño de siempre.

—Pero hay un beso especial para mis tres niños que vale cuatro puntos —confirmó algo que se había sacado de la manga, simplemente pasando su mano abierta sobre las hebras azabaches de Hishou, al subir con delicadeza su mano, dejándola directamente contra esas hebras lacias y delgadas.

Kazuya observó todo, teniendo de consuelo el poder estar siendo cargado por el adulto y poder recostarse en su pecho, aferrando sus manitas a su padre y con su cara de pocos amigos que terminó por heredar de Kageyama, contempló con un enojo al que no supo nombrar la escena y sus ojos azules atraparon a su hermano más mayor de todos.

Al mismo tiempo, Sora ahogó un ronquido en el aire, sintiendo una sacudida en su cuerpo y abrió uno de sus ojos, con las ganas por los suelos de no querer levantarse, y expresó su descontento al dar un pequeño gruñido.

Tobio observó al niño de hebras alborotadas de color negro, quien daba la ligera impresión de estar algo desorientado, observando el muslo de Shoyo en el que estaba recargado, deshaciendo su abrazo en el sitio para enderezar su cuerpo con una torpeza tal, que lo primero que anotaron sus pequeños ojos de un azul muy claro, fue la figura de su padre Shoyo apartando el fleco de la frente de Hishou, antes de dejarle un beso en ese sitio.

Hishou se regocijó ante el tacto, esa extraña manía de dejar su mueca como un zigzag por los genes Kageyama que corrían por su boca, y sus mejillas de pronto se fueron tintando de color rojizo.

Seguido de eso, Shoyo miró al pequeño Kazuya que ya estaba hecho un manojo de nervios, creyendo que la mano de su hijo se volvió extremadamente fuerte al sentir un tirón en su pecho y el jadeo silencioso del niño al querer colisionar con el llanto por sentirse arrebatado y exiliado de los besos de su padre.

—Para mi Zu-chan serán cuatro puntos también —tambaleó en medio de su pánico, alejando la mano que estaba en los cabellos de Hishou, para poder tomar al pequeño bebé que estaba vistiendo un pequeño traje de tigre y lo elevó hasta la altura de su rostro, donde pudo depositar un diminuto beso en su mejilla.

Tobio no pudo evitar no pasar por alto el extraño cambio de actitud. El pequeño bebé de cabellos alborotados y desordenados de color naranja, dejó de jadear y llorar apenas recibió un beso en su mejilla, sus lágrimas se detuvieron en sus ojos, su vista cristalina se volvió brillante y sus labios empezaron a temblar de la emoción.

Fue algo chistoso de ver para Kageyama, y también contempló como la otra mano de Shoyo, tras acomodar a Kazuya de nuevo en su pecho, viajó hasta el pequeño rostro del niño de seis años, y con sus dedos acarició la blanda piel blanquecina del niño, pasando su mano sobre sus mejillas e invitando al menor a que se acercara más a él, y así Shoyo pudo inclinarse y le besó la frente, no siendo necesario quitarle los pocos cabellos que caían sobre ese sitio, porque su fleco era muy cortito. Sora sólo se mostró algo cohibido, apartando la mirada y sonrojándose.

Después de eso, Shoyo rio con un suavidad tal, dando una pequeña carcajada al obtener la atención de los cuatro integrantes de su familia, y seguido de eso, se giró lo más que pudo para observar al adulto que lo estaba abrazando por detrás, y como pudo, se giró para poder depositarle un beso en la mejilla más cercana. Tobio se quedó quieto al sentir la humedad en el sitio, el color rojizo lo turbó y se quedó embobado al ver como Shoyo también se iba pintando de colores.

—Ése es un beso que sólo por hoy, también durará cuatro puntos —aludió entre risas Shoyo Kageyama, haciendo que Tobio simplemente apretara más contra su cuerpo a su esposo, y buscara querer enterrar su rostro entre los cortos cabellos destinados de él.

—Cásate conmigo, Sho... —pidió.

El mencionado se revolvió ante lo cariñoso que era Tobio, y una sonrisa se asomó en su cara de manera honesta.

—¡Acepto! —comentó entre risas, revolviéndose de la felicidad al sentir ahora como Kazuya se buscaba acercar más a su pecho, apretando más sus manos al pijama que utilizaba, a Tobio apretando un poco más su abdomen para acercarlo a su cuerpo, a Sora buscando enroscar sus pequeños brazos en uno de los de Shoyo y Hishou lo abrazó por el cuello.

—¡Hoy están muy cariñosos! —Se rio con sutileza, abriendo sus ojos y riendo al sentir como el pequeño Kazuya comenzaba a restregar su frente de la misma forma en que lo hizo Hishou, sólo que en su pecho.

—Es que hemos atrapado al Sol —continuó con las palabras Kageyama, sacando una afirmación decidida de Hishou detrás, y a Sora dio un bufido, satisfecho.

Por su parte, Kageyama Shoyo se ruborizó con fuerza, terminando hecho un revoltijo de emociones golpeadas en su corazón alborotado.

—¿Eso qué significa? —Se volvió a reír el de menor estatura, sintiéndose apenado por sentir las miradas de todos sobre su cuerpo.

—¿Qué crees que significa? —contestó la pregunta de su esposo con otra cuestión, haciendo que el de menor estatura dilatara sus pupilas y una tenue sonrisa se difuminó en sus acciones y sus mofletes coloreados por los nervios, lo hicieron sentirse a gusto con el bonito ambiente creado.

—Mi familia sólo ha crecido con el paso del tiempo, y eso me ha hecho muy feliz —aseguró Shoyo, contando la razón de su felicidad a todos quienes lo escuchaban con atención. Incluso Kazuya, que de vez en cuando miraba de reojo con cierto enojo a Sora y Hishou, por lo pegados que estaban a su papá—. Antes sólo éramos mi mamá y Natsu. Luego conocí a Tobi, y gracias a él pude conocer a Miwa-san, Kaede-san y Kosuke-san, ¡incluso también a Kazuyo-san! —Hizo una diminuto pausa, repasando mentalmente su situación, y aceptando que amaba su pequeña gran familia—. Luego, mi familia se amplió cuando llegó Hi-chan, So-chan y Zu-chan... ustedes cuatro son los Soles de mi vida —confesó con seguridad venidera, ampliando su sonrisa, o tratando de pensar en algo más—. O tal vez, todos aquí somos montañas de las sombras, por nuestro apellido.

Esa tarde, toda la familia Kageyama tomó una decisión, al ver la radiante sonrisa del único que portaba ojos cafés: Shoyo Kageyama debía de ser mimado más, cuidado más, protegido más, besado más y abrazado más.

Un Sol que salía detrás de las montañas de sombra.

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