Recuerdos Infantiles
Capítulo dedicado a: july_ying7, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Cuando las puertas del metro fueron cerradas, Hishou pudo divisar a través de la ventana, como Shoyo se aguantaba las ganas de llorar, y Hiroshi, su amigo más cercano de la infancia, estaba hecho un manojo de lágrimas y nervios. A su lado, Tadashi parecía más emocionado por el gran paso de su hijo y Tsukishima Kei se notó más enfocado en querer burlarse de Shoyo, diciendo algunas palabras que no pudo escuchar, pero que fácilmente hicieron rabiar al de cabellos naranjas.
Tobio no había podido venir, estaba ocupado llevando a Kazuya a la escuela y acompañó a Sora a su club de béisbol, pero Hishou recibió una promesa veloz de que su padre iría a visitarlo dos días después de instalarse, para que les diera tiempo de desempacar las pocas cosas que llevarían.
—¿Estás algo nervioso? —atribuyó al silencio del joven mucho más bajo que él el menor de los Tsukishima, llamando la atención al joven cuando el tren ya comenzaba a avanzar y Hishou hacía todo lo posible para despedirse temporalmente agitando sus dos manos.
—No estoy nervioso... —murmuró Hishou, ruborizándose con más fuerza cuando la estación se perdió entre las vías del tren eléctrico y sus ojos azules lo observaron, al mismo tiempo en que sus manos buscaban aferrarse a uno de los tubos para no caerse.
Ryusei amplió su sonrisa sutil y Hishou se lamentó mentalmente por no haber alcanzado un lugar para sentarse.
—¿No te sentirás triste? —agudizó la plática Ryusei, soltándose del tubo con el que se sostenía, para poder quitarse la mochila de su espalda y bajarla a sus pies. Por suerte, a esa hora el tren no iba tan lleno aunque hubieran algunas personas paradas.
Hishou lo contempló con sus grandes ojos azules, sus acciones parecieron grabarse en su vista, que se esforzó e hizo todo lo posible como para copiar su acción, haciéndolo en un mal momento el soltarse, ya que el metro iba llegando a la siguiente estación y el joven mayor del matrimonio Kageyama, casi pasó a un nivel superior de la existencia humana y dio un paseo por el Cielo, yéndose de lado. Frenó su caída al pegar sus piernas fuertemente contra el suelo y sintiendo como el brazo del rubio se pasaba alrededor de sus hombros, impidiendo que todo desembocara en un desastre.
A veces, Hishou creía que Ryusei tenía un radar que le advertía que estaba en peligro o que le salían súper reflejos y fuerza, ya que siempre estaba ahí para ayudarlo.
Al acomodarse, pudo deshacerse de su mochila, en el piso, frente a él y sonriendo con vergüenza al sentir la mirada penetrante de varios pasajeros que empujó por accidente, como un efecto domino.
—¿Estás bien, Hishou? —Muy al contrario, el joven adulto con lentes lo observó con la preocupación plasmada en su cara, sin soltar a su pareja en el medio abrazo, para poder llevarse la rápida contestación del mencionado con una mueca donde enseñaba sus dientes. En menos de un segundo, Ryusei sintió que su corazón se aceleró en demasía, una sacudida larga que se extendió al ver como el propio Hishou no volvía a tocar el tubo para sujetarse, y en su lugar, se recargaba de su cuerpo, aprovechando que lo estaba casi rodeando con uno de sus brazos y buscó acurrucarse en su pecho.
Los Kageyama eran buscadores de atención por naturaleza desde el momento cero en el que Shoyo llegó a la vida de Tobio y en su boda cambiaron de apellidos. Era algo de familia y Ryusei podía entenderlo.
—Mi Ryusei me salvó —cantó en medio de su felicidad y el calor que estaba haciendo esa tarde de verano. Ryusei explotó en rojo ante ese tono acaramelado de su pareja, y se envolvió en la frescura del vagón por el aire acondicionado al experimentar el calor de los brazos de Hishou rodeando su abdomen y su rostro bonito restregando su mejilla en su pecho.
Ryusei estaba seguro de que ese día moriría, si algo llegaba a pasarle, culpaba a Hishou de cualquier consecuencia por sus muestras excesivas de afecto.
Después de eso, el silencio se hizo pronunciado entre la pareja, a pesar de que podían escuchar la plática animada de dos amigas sobre el chico y la chica que les gustaba, la ligera melodía de una anciana que ya se iba poniendo de pie para salir en la siguiente estación y los ronquidos de un señor que casi se iba de cara hacia el frente. Ryusei estuvo en paz ese rato, apretando más su brazo contra el cuerpo de su pareja y se aferró más para no caer por andar cargando con un peso extra.
Ahí, fue donde Hishou decidió romper el ambiente.
—Ir a Midori será una oportunidad perfecta para poder abrirme paso en el mundo del voleibol, mis papás me han apoyado en todo momento, me esforzaré. En preparatoria no me seleccionaron al campamento más importante —asintió en medio de un suspiro pesado, recordando como había sido tomado el pequeño líbero de segundo año. Ryusei no podía hacerse ideas erróneas, pero podía apostar a que esos grandes entrenadores que podían llevar a jóvenes a las Olimpiadas, buscaban seriedad.
Hishou podía ser una bestia hambrienta con el voleibol con sus veloces armadas y sus remates que fácilmente podrían sacar el brazo, y aunque los saques no eran su fuerte, era un jugador que sabía equilibrarse. Era algo digno incluso si tomaba en cuenta que el simple hecho de que sus padres sean dos jugadores de voleibol talentosos y de renombre que representaban al país, podrían abrirle muchas puertas. El problema era que en las nacionales de su primer año, se la pasó de ruidoso con sus superiores Katashi, Yugi y Katsuro. Hiroshi casi parecía que debía de llevar cuatro cuerdas para andarlos frenando y que no hicieran un desastre.
Eso en definitiva le bajó puntos, un chico inmaduro.
—Los alcanzaré —susurró en un tono de voz bajo, afilando sus facciones y generando un escalofrío en Ryusei al contemplarlo: un joven de ojos azules que se dirigían a su futuro anhelado, el fleco de su cabello haciendo sombra a sus facciones y esos genes aterradores de parte de sus padres salían a la luz—. Algún día llegaré a la selección nacional japonesa, jugaré con mis padres. También le hice esa promesa a Hiroshi, lo estaré esperando —dijo en un tono de voz bajo, no fingiendo para nada ni siendo sensato, una sonrisa se le escapó, fue sutil, pero generó un pequeño escalofrío en el rubio con lentes.
Ryusei se quedó mudo, notando como los brazos alrededor de su abdomen bajaban más a su cintura y lo apretaba fuertemente. Pronto, fue cuestión de tiempo en el que el gesto nublado por el excito de metas personales se despejó: sus gestos se suavizaron, y su mueca decidida se volvió un tanto apenada por el rubor creciente que nació en sus mofletes.
—Le prometí a So y Kazu que hablaría con ellos todos los días por videollamada, y So la única condición que me puso fue que debías de estar tú o me colgaría... dentro de dos días mi papá vendrá a verme ya que no pudo despedirse en la estación —aseguró, llorando internamente porque todo apuntaba a que Sora le tenía más favoritismo a Ryusei. El rubio mayor lo contempló y escuchó cada una de sus palabras—. También una vez a la semana tendré llamada con Hiroshi, hablaremos de sus BL. Así que no me sentiré mal —confirmó, riendo un poco pero sólo generando que el tono de su carcajada fuera decayendo hasta volverse algo dolorosa para Ryusei el simple hecho de escucharla—. Pero si llego al departamento nuevo y empiezo a llorar, tendrás que disculparme —bromeó el azabache, volteando a ver a su novio y ampliando su sonrisa verdadera que se mezclaba entre su anhelo.
Ryusei guardó silencio por un pequeño rato, su vista se direccionó a la ventana y notó la siguiente estación a la que habían llegado. A su mente, sus ojos verdes proyectaron la imagen sonriente de su padre Tadashi, y a Kei notablemente emocionado, sólo que con su misma cara de siempre. Una oleada de lágrimas también quería escaparse de su cuerpo.
—No me molestaré, creo que yo también empezaré a llorar apenas llegué —relató sus planes verdaderos el chico con gafas, dando una media sonrisa cuando los dos se contemplaron y casi soltaron una carcajada.
—Después de acomodar todo, nos vamos a bañar juntos —solicitó con facilidad el chico de ojos azules tras tratar de cambiar el tema, dejando congelado a Ryusei por repentina invitación.
¿Eso qué significaba? ¿¡Eso qué significaba!?
La idea de ver a un desconocido en el evento del día de padres y madres, en un jardín de niños, llegaba a ser escandaloso e incluso justificable.
Los cuchicheos no se hacían esperar a espaldas del tipo alto y musculoso que estaba en la entrada de la escuela, con los demás padres que no estaban adentro con sus hijos ayudándolos a prepararlos.
Era la primera vez que Kageyama llegaba a la escuela del menor, era el segundo año de su hijo y Shoyo se había encargado de llevarlo y recogerlo todos los días. Era el acuerdo al que habían llegado después de notar que sus horarios con los Adlers y MSBY así lo indicaban.
Kageyama no había terminado muy convencido con esa idea, y cuando la oportunidad se le presentó de jugar con la Selección Nacional de Japón, fue que su retiro oficial llegó para poder recoger a Hishou y turnarse con Shoyo. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que llegando al primer evento de su hijo en la escuela?
Hoy, Hishou haría una obra de teatro y le tocaba ser el Sol. Él y Shoyo le habían ayudado a hacerlo, era increíble. Él recordaba haber sido la Luna en su infancia, sólo tenía una línea, pero eso le emocionaba; memoró vagamente que sus padres no habían ido a verlo, pero sus abuelos y hermana estaban ahí.
—¿Creen que deberíamos de llamar a la policía? —La voz de una mujer a sus espaldas lo hizo parar la oreja, ante esa pregunta tan curiosa. ¿Por qué? ¿Había algo mal?
—Pero, ¿no será el padre de uno de los niños? —Ahora una voz masculina le siguió la plática, y Kageyama se mostró curioso, pero fue discreto y no volteó a verlos—. Tiene un anillo de casado en una de sus manos.
—Pero parece una persona sospechosa, ¿y si sólo está rondando el lugar porque busca algo? —destacó la fémina y Kageyama entró en pánico, abriendo sus ojos con sorpresa a través de sus gafas oscuras.
¿Una persona mala rondando un jardín de niños? Tobio empezó a mirar con cierta rapidez por todo el lugar, haciendo chillar a algunos al mantenerlo vigilado. Si estaba molestando confrontaría a esa persona, debía de cuidar de Hishou y Shoyo.
Vio por todos lados, afilando su vista y haciendo que los lentes oscuros resbalaran un poco de su rostro, mostrando sus aterradoras facciones. Pero no encontró a nadie sospechoso.
—¡Mira! Empezó a voltear a todos lados, debe de saber que está haciendo algo malo. —Tobio se descolocó ante esas palabras. ¡La persona mala había empezado a movilizarse! Debía de detenerla.
Pero por más que buscó, no la halló.
Ahí le entró miedo... ¿y si huyó?
No, ahí no había una persona sospechosa. No, ninguna.
O bueno, sólo una...
A alguien se le había hecho buena idea llegar a ver a su pequeño de su retirada oficial de los Adlres de una forma en la que no llamara la atención, porque tenía conflictos internos y temor de arruinar el festival de su hijo si los reporteros se le arremolinaban para preguntar detalles de su salida, o sobre su rechazo reciente de una invitación que recibió de un equipo italiano, el Ali Roma. ¿Qué otra razón querían más que la verdad?, buscaba ajustar su horario para poder pasar tiempo con su familia y por eso había tomado sus decisiones actuales. Shoyo también había estado haciendo lo mismo recientemente.
En su modo de ocultarse, había decidido usar unos lentes oscuros, una gorra azul, una sudadera de color verde oscuro y un cubrebocas... ¡no había nada de raro en su apariencia!
No, claro que no...
—Debería de llamar a la policía —susurró una madre, sacando su teléfono entre sus bolsillos, con cautela.
Tobio se alertó, ¿el sujeto había empezado a moverse?
—¡Tobio! —La voz de Shoyo lo hizo sobresaltar, dejando de estar alerta casi por impulso, al dar un pequeño brinco del susto en el sitio, al ver a su esposo saliendo de los terrenos del jardín de niños de aspecto colorido.
—Shoyo —dijo, sintiendo como el alma le regresaba a su cuerpo, posando su mano sobre su pecho y respirando con tranquilidad. Nadie a su alrededor se atrevió a decir palabra alguna—. Vine a ver a Hishou, salí un poco antes del evento de despedida para poder llegar —contó con seguridad las palabras que soltó. Eso tranquilizó a los demás padres, quienes sólo pudieron suspirar y la mujer bajó su teléfono con el número a punto de ser marcado.
Shoyo sonrió con emoción, apurando su paso hasta él antes de estirarse lo más que pudo para poder quitarle las gafas de Sol.
—¿Por qué estás usando esto, Tobi? —interrogó Shoyo en un tono de voz bajo, haciendo que el mencionado diera un gruñido que se marcó al arrugar su frente y empezar a pintarse de color rojizo. Shoyo, por su parte, señaló con uno de sus dedos sus propios labios, indicándole al más alto para que se deshiciera del cubrebocas.
—Traté de no llamar la atención. —Se limitó a decir, haciendo la petición con señas de su pareja, para después dejarse atrapar por la mano del de hebras naranjas en su brazo, forzado a agacharse y que Shoyo Kageyama pudiera besar sus labios en modo de un saludo ligero.
Tobio sonrió con torpeza después del beso y buscó tomar la mano de Shoyo, entrelazándose cuando sus pieles rozaron y la apretó.
—Tonto, así destacas más. —Rio el más bajo de los Kageyama, empezando a jalar de él y dejando congelados a los demás ahí presentes.
Kageyama sólo gruñó como contestación, pero dejándose guiar por Shoyo hacia dónde sea que lo llevara.
—Necesito tu ayuda, le intenté tomar fotos a Hi-chan, pero por alguna razón salían borrosas —comentó con cierto reproche a sí mismo, haciendo un puchero. Lo único que pudo pensar Tobio era que tal vez eso debía a la extraña emoción que se le escapaba y sus temblores y movimientos veloces han desenfocado las tomas.
Esa acción se le hacía linda a Tobio.
—Ya verás cuando lleguemos al salón, Hi-chan se ve muy lindo disfrazado de Sol —cantó con felicidad el de ojos cafés, volteando a ver a Kageyama y éste le correspondió la mirada—. Ryusei-chan estaba disfrazado de árbol y Tadashi se gastó toda su memoria al tomarle fotos.
Tobio abrió un poco sus labios y asintió con ligereza, soltando la mano de Shoyo que se entrelazaba con la suya, para poder subirla hasta los hombros del número 10 de la selección nacional japonesa, dándole un medio abrazo y agachándose para poder besarle sus cabellos.
Al mismo tiempo, Hishou salió del aula, recorriendo la puerta para poder asomar su pequeño cuerpo en el pasillo. Ahí Tobio notó el disfraz terminado: el niño de cuatro años usando pantalones y una playera de manga larga de color blanco, en el centro de su pecho había un enorme Sol hecho de fieltros naranjas y amarillos, y en su cabeza, la mayoría de sus lacios cabellos negros eran cubiertos por lo que parecía ser un gorro similar a la corona por los picos amarillos que simulaban la parte alta del Sol.
Kageyama Tobio sintió que las flechas de la ternura se estampaban en su rostro cuando su hijo los encontraba andando por el pasillo y les extendía su mano con una gran sonrisa para que se apresuraran.
Kageyama abrió sus ojos, al sentir como pasaban por un bache en el lugar donde estaba descansando. Al principio se encontró desorientado, viendo el sitio oscuro con varios asientos similares a los de un autobús y el barullo para nada silencioso de sus compañeros de equipo de voleibol en la madrugada. Su cuerpo se sentía pesado: el peso de alguien arriba de sus piernas y su barbilla recargada de unos cabellos suaves y con olor a naranja. Por inercia reconoció a Shoyo, bajando la vista sin mucho movimiento para no despertarlo.
Sí, habían tenido un partido algo lejano, en una prefectura que estaba literalmente a tres horas de distancia, regresaban ya tarde, era mitad de la noche y las cortinas estaban corridas, las luces estaban medio apagadas, y Tobio ni de broma sería capaz de asomarse para ver el paisaje, porque era factible que en medio de la carretera, una cara fantasmal se le apareciera en el vidrio y no lo dejara dormir por años.
Shoyo le había pedido a Tobio que lo dejara acurrucarse en él para dormir, después de haberle deseado buenas noches a Hishou por mensaje y tuvo una pequeña plática con Sora y su pequeño Kazuya donde les pidió que obedecieran a su abuela y Natsu, y que no se durmieran tan tarde. Para Kageyama era un deleite, sí, tener a Shoyo sentado en sus piernas de lado, de tal forma en la que el más bajo pudiera recargar su mejilla en su pecho, sus brazos alrededor de su cuello, era maravilloso. Tobio tenía uno de sus brazos rodeando sus hombros y con el otro en su abdomen, apegándolo a su cuerpo.
A pesar del peso, el aroma de Shoyo de su cabello lo hizo arrullarse, y había despertado tras sentir como el camión se hundió con levedad por accidente y ahora retomaba la realidad, dejando atrás su recuerdo en su sueño.
Shoyo sólo arrugó un poco su nariz al recibir el movimiento y se aferró más fuerte al cuerpo de su esposo, acurrucándose en él y dando un suspiro. Tobio se sintió cálido, dando una media sonrisa que salió mejor de las habituales, y pensó en el sueño que tuvo, un recuerdo efímero de su hijo estando en el jardín de niños. Ahora ya no estaba en casa, y recordó como la noche anterior de la salida de Hishou a Tokyo, Shoyo lloró de felicidad tras afirmar que lo extrañaría. Era algo extraño, ver como en las comidas ya no estaba presente, su cuarto vacío y una semana después de su ingreso a la universidad, había encontrado un artículo especial de él donde lo entrevistaban.
Hishou aceptó la entrevista, y dejó salir muchos de sus aspectos dramáticos en su personalidad y su amor a los tanuki. Eso notó cuando lo leyó.
Creyó que su cuerpo se revolvió y su corazón latió con fuerza, con el impulso diminuto de querer ponerse a llorar por su sueño, procesándolo un poco tarde.
Pero, por el ruido exterior de su pequeña burbuja que mantenía con Shoyo, le impidieron llorar, al escuchar la pequeña discusión que estaban teniendo Sakusa y Atsumu.
—¿Qué intentas con mi Akemi, Omi-omi? —gritó con la rabia acumulada Atsumu, al recordar como uno de sus gemelos había llegado esa tarde antes de partir al partido lejano, diciendo emocionado que Sakusa le había permitido ser su mánager personal.
Kiyoomi dio un gesto algo perdido, arqueando sus cejas hacia abajo y aunque llevaba el cubrebocas, Miya podía apostar que el azabache de cabellos rizados tenía una mueca de duda.
—Me insistió demasiado... —Fue lo último que dijo, sin querer extenderse más y sólo logrando que Atsumu arqueara sus cejas con más pronunciación, al no estar completo con esa realidad.
—¡Eso no es lo que pregunté! —chilló Atsumu, sólo logrando que su grito por fin despertara a Shoyo, tras dar un pequeño brinco por el susto. El de cabellos naranjas abrió sus ojos agitado y se dedicó a observar al adulto que lo estaba cargando al reconocer la voz demandante de Atsumu—. Es muy joven para casarse...
—No pienso casarme con él, Atsumu —afirmó el de cabellos negros y lunares en su frente, dando un respiro.
—¡Mentiroso! ¡Pero no te daré permiso! —afianzó en un tono amenazante, señalando con obviedad al chico que sólo quería descansar un rato—. ¡Es muy joven!
—Tú te casaste con Shinsuke-san apenas te graduaste de preparatoria —recapituló lo que había llegado a ver sin dar rodeos y dando un gesto acusatorio. Miya sólo tronó sus dientes, notando el tono amigable y respetuoso que estaba usando su compañero de equipo con su Shinsuke—. Habías dicho que no podías esperar más tiempo, y apenas tenías 18 años.
—¡Es diferente!
—¿En qué es diferente?
Shoyo Kageyama escuchó todo, sólo apartando la vista tras haberse enterado de la edad en la que Atsumu contrajo matrimonio y pensó que él también se casó muy joven: a los 20 años. Sonrió un poco al recordar su boda, y volteó a ver a Kageyama, queriendo hablar de ese momento tan importante, pero teniendo que frenar en seco al observar a Tobio volviendo a recuperar sus ganas de llorar, con la mirada perdida y al borde de las lágrimas.
Eso preocupó a Shoyo con notoriedad.
—¿Tobi...? —dijo en un tono de voz bajo, llamando la atención y encontrándose con esos ojos azules con las lágrimas amontonadas en sus ojos. ¡Las alarmas se encendieron dentro de Shoyo!—. ¿Qué pasa? ¿Te duele algo?
—Hishou. —Fue lo único que dijo, quedándose quieto y no apartando la mirada del preocupado adulto de hebras naranjas. No dijo más, y fue por su creciente incomodidad de ser escuchado.
Kageyama era un poco más reservado cuando tenía problemas, tampoco le gustaba la idea de ponerse a llorar y ser rodeado por todos sus compañeros del club. Por eso agradeció enormemente el ver cómo las facciones ajenas se notaron más sutiles y relajadas, la sonrisa se dibujó en el de menor estatura y pronto ya lo tenía levantándose de las piernas de su esposo para poder sentarse a su lado.
—Hablaremos de eso con calma en la casa si eso es lo que quieres —aseguró Shoyo, sonriendo suavemente mientras entre sus bolsillos de la chamarra de la selección buscaba sacar un pequeño pañuelo de tela de color vino. Al tenerlo entre sus manos, con una tomó el mentón de Tobio quien pareció satisfecho con la respuesta, y con la otra le limpió los ojos, acariciándolo.
Usualmente se esperaba que Kageyama Tobio protegiera a Kageyama Shoyo: hablando de fuerza física, Tobio tenía mayor que Shoyo, era más alto y grande, con sus brazos fácilmente podía rodearlo para cuidarlo, y que esté se recargara en su pecho. Shoyo no podía cargar a Tobio fácilmente por los diferentes pesos, pero Tobio sí podía cargar a Shoyo con facilidad en sus brazos.
Pero a pesar de todo, ver a Shoyo subiendo sus dos piernas en el asiento, recargando su espalda contra las cortinas y el vidrio, al mismo tiempo en que le extendía sus dos brazos para que se metiera entre sus piernas y se recargara de su pecho, lo incentivaron a hacerlo.
En menos de un segundo, Kageyama ya estaba recargado del tranquilo pecho de Shoyo, algo apretado por su gran estatura y teniendo que estar recostado en dos asientos, pero nada de eso importaba, ya que sentía los dedos de Shoyo pasando por sus hebras y queriendo acariciarlo.
—Por lo mientras, deberías de dormir un rato —susurró Shoyo, queriendo calmarlo y consolarlo con mimos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro