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Kazuya Necesita Mimos

Capítulo dedicado a: Genya_mi_nene, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

—¡Estoy en casa! —La voz animada de Hishou al abrir la puerta de la casa con la copia de su llave, logró captar la atención de los cuatro integrantes.

El pasillo estaba vacío, pero se podía ver la puerta de la cocina y el comedor algo abierto, haciendo que Shoyo saliera casi al instante, dejando ver medio cuerpo, con una cuchara para sopa en la mano y un delantal naranja con estampado de mandarinas. Hishou sonrió de manera grande, y el acompañante que había llegado sin una invitación previa más que el incentivo del mayor de los hermanos Kageyama, sólo pudo saludar con una pequeña reverencia.

—Bienvenidos, Hi-chan, Ryu-chan... —saludó el de hebras naranjas, haciendo un diminuto movimiento en modo de saludó al novio de su hijo y cuando el azabache de menor edad se acercó hasta él, le depositó un beso en la mejilla.

Últimamente, el clima estaba bastante fuerte, incluso se había predicho un posible tifón que empezaría esa noche. Hishou y Ryusei parecían estar al tanto de eso, por lo que el de ojos azules giró su cabeza para observar al rubio que no se había movido para nada de su lugar, quedándose pálido al sentir la mirada de los dos Kageyama sobre su persona.

—¡B-buenas noches! —saludó el chico más alto, poniéndose firme lo más que pudo, recto y pegando sus brazos contra su propio cuerpo, demasiado nervioso y asustado ante su descortesía.

—Ryu-chan, ¿te quedarás a dormir y a cenar? —respondió Shoyo al saludó, mientras la boca de Ryusei se abrió con suavidad ante su grito y Hishou le hacía señas para que se acercara.

¡Qué vergüenza! Ryusei estaba asustado, ¡es que no podía ser! ¡Lo más seguro es que su grito sonó por toda la casa! ¿Qué haría si despertó al bebé? ¿Si hacía enojar a Tobio? Ryusei se puso pálido y la boca se le secó, deteniéndose en medio de su camino, tratando de caminar sin tambalearse hasta llegar al otro chico de preparatoria que lo había invitado a su casa. Al ya estar más cerca de Hishou y Shoyo, donde sólo pudo asentir ante la pregunta del mayor.

—En ese caso, deberías de llamar a tus padres —advirtió Shoyo Kageyama como única condición, sonriendo con amplitud y calmando con rapidez el torbellino mental que se estaba haciendo el adolescente por sus terrores. Ryusei se quedó mudo, y esa vez, no pudo hablar, viendo la cordialidad del adulto de menor estatura, volviendo a comprobar de dónde había salido esa personalidad tan definida por la felicidad que poseía Hishou—. Hoy salió que un tifón azotaría Miyagi, así que lo mejor será no salir de casa.

—Muchas gracias —agradeció esa vez, de una forma en la que su voz se vio regulada porque la confianza le regresó tras su pequeño ataque de nerviosismo.

—¿Qué estás haciendo, papá? —Hishou quiso cambiar de tema a la vez, poniéndose de puntitas para poder observar mejor el interior de la cocina y lo que se estaba cocinando en una olla. El aroma era dulce, delicioso y reconfortante.

—Estoy haciendo para la cena udon y Onigiri —contó, recapitulando en su mente como hace apenas unos minutos atrás había colocado en los fideos gruesos, vegetales y carne cortada. Shoyo se mostraba entusiasmado, tan vivaz y alegre como siempre, que volvía cálido el ambiente en menos de un parpadeo. Ventajas de ser un Sol andante—. También calentaré un té, esta noche hará frío, así que debemos mantener el calor —aseguró con un orgullo notable el hombre, alzando su cuchara al aire con la que estaba moviéndole a su cena y se vio entusiasmado.

Hishou sonrió, con torpeza y con una curvatura extraña que llegaba a ser inevitablemente tierna para Ryusei.

—¿Quieres que ayude en algo? —Invitó su hijo mayor, y el de cabellos naranjas sólo negó con rapidez.

—Ya terminé aquí, sólo debo esperar a que esté listo —contestó de una manera más simple, mostrándose decidido ante su creación y sus mejoras notables en la cocina. Es decir, ya casi dominaba el pastel de mora, con eso, ya podía considerarse como un experto—. Mejor deberías de tomar un baño, estuviste en el club y sudaste. —Dio otra opción completamente opuesta que se desvió por completo del gusto de Ryusei, teniendo el impulso casi innato de morderse los labios y ocultar las cara de desagrado que quiso formarse.

Ya sabía adónde se dirigía esa desastrosa conversación, y Hishou le dio el último empujón tras asentir con entusiasmo, ¡con entusiasmo! ¡Nooooooo!

—¡Sí, lo haré! —confesó Hishou con seguridad, abriendo su boca lo más grande que pudo y una de sus manos fue alzada al aire. Shoyo se mostró satisfecho, que eso hizo al rubio con lentes, respirar tranquilo por microsegundos, al creer que salió librado del baño demoníaco.

Mala suerte, ¡nunca debes bajar la guardia! En menos de un segundo, ya tenía los ojos de Shoyo Kageyama sobre su persona, ¡eso no era justo! ¡No era justo!

—También puedes tomar un baño si quieres, Ryu-chan... —aludió en modo de dar hospitalidad al chico rubio, quien sólo pudo aguantarse las ganas de recriminar y decir que no quería hacerlo, apretando sus puños y dando una sonrisa temblorosos que se reflejó en sus ojos verdes temblorosos atrapados a través de los cristales de sus lentes—. A mi Tobi no le molestará prestarte una muda de ropa.

¡Le gustaría negarse y despotricar contra todo! Pero claramente no sabía qué hacer, negarse sería grosero. Por alguna razón, Shoyo Kageyama lograba un efecto a nivel menor casi similar al que hacía Tadashi Tsukishima con él. Eso sólo hizo apretar sus dientes y sus labios, parpadeando con pesadez ante su lloriqueo.

—Tomaré un baño después de Hishou, muchas gracias —dijo por fin tras atreverse, creyendo que se estaba condenando a sí mismo.

—Por cierto, hablando de papá, ¿dónde están los demás? —intervino Hishou, bajando su mochila para posarla sobre el suelo de manera temporal al platicar con su padre. Shoyo los observó y notó la duda creciente en los dos jóvenes, sonrió con emoción ante su seguridad y señaló la puerta corrediza de la cocina cerrada.

—So-chan estaba haciendo su tarea y Tobi está con Zu-chan, lo trata de alimentar...

—Kazuya, abre tu boca —pidió Tobio en un tono de voz no tan elevado, y haciendo todo el uso de su fuerza para no alterarse, al ver como el pequeño bebé tenía su ceño bien fruncido, como alguien aterrador y que se negaba a seguir las propias órdenes de su padre.

Sus delgadas cejas naranjas arqueadas hacia abajo, sus ojos azules entrecerrados, haciendo un uso impresionante de su boca para apretar sus labios y apartaba su rostro a una velocidad impresionante cuando la papilla trataba de acercarse.

—Kazuya... —repitió en un tono de voz bajo, queriendo llamar la atención del pequeño niño que ahora estaba girando su cabeza hacia el lado derecho, ignorando el grito asustado de Ryusei al saludar y observando como Sora se ponía atento al escuchar su voz, dejando de lado su pequeña tarea—. Abre tu boca.

Mmmmm... —respondió de manera negativa y sin rodeos el infante, a punto de que sus ojos se cristalizaran, y todo colindara con el pequeño bebé queriendo llorar.

Kageyama Tobio no era una persona muy paciente, quizás por eso llegaba a ser impresionante la forma en la que lograba aguantar los berrinches de Kazuya. Porque sí, con lamentable noticia, su pequeño Sol podía tener toda la cara de Shoyo y ser buscador de mimos por naturaleza como sus dos padres, pero... pero... ¡tenía toda la actitud de Tobio!

Sabía por anécdotas de sus padres, abuelo y hermana, que él de bebé no era muy sencillo de tratar. Era demasiados difícil, tal vez demasiado difícil. Justo ahora, tal vez el karma estaba cobrando su factura.

Kageyama apretó sus labios, y esperó a que Kazuya volteara por cuenta propio, tras recuperar la confianza de ya no ver a su papá insistiendo para comer, con sus grandes ojos azules que observaron al adulto y el movimiento veloz de su mano con cuchara y papilla ingresando de lleno contra la boca del infante.

Un descuido y ya lo tenía entre sus garras, los ojos de Kazuya se abrieron con fuerza al sentir sus labios y su paladar probando la textura resbalosa y extremadamente dulce, que casi lo hizo jadear. Para colmo, Kageyama sonrió de par en par, con una apertura para nada discreta ante su logro de alimentar a su pequeño. Sacó con lentitud la cuchara de la boca del de hebras naranjas alborotadas, empezando a tragar a la fuerza la papilla y haciendo una mueca de desagrado y rabia contenida al afilar sus facciones, y miró al traicionero de su padre Tobio sonriendo aterrador.

Tobio pensó, viendo como el gesto ensombrecido de Kazuya por la rabia y alrededor de su boca teniendo juntado pedazos de papilla para bebés casera de manzana, se iba agudizando hasta verlo sacarle la lengua con demanda. Ahí recordó que cuando Shoyo lo alimentaba, eso nunca pasaba. Por supuesto, la primera vez siempre era lo mismo, Kazuya se rehusaba a comer la papilla y cuando lograban metérsela a la boca y se la comía, sacaba su lengua en modo de enojo; pero después de eso... Kazuya comía con gusto lo sobrante.

Pero, ¿cómo lo hacía Shoyo?

Tobio de igual forma borró su sonrisa, agudizó sus gestos y se limitó a ver al pequeño bebé que estaba sentado en su silla para comida frente a donde él estaba sentado. Sus grandes manos se aferraron al plato y la cuchara con la papilla, y notó su pequeño babero azul alrededor de su cuello para que no se enojara.

Luego, la idea vaga de haber visto ese llavero la semana pasada cuando a Shoyo le tocó alimentar al niño, y recordó todo: Kazuya en los brazos cálidos de Shoyo Kageyama, siendo felicitado cada vez que devoraba la papilla y los leves besos que le dejaba en la frente.

¡La clave era ser cariñoso!

Los ángeles iluminaron a Kageyama, el foco se le encendió y todo cobró sentido para él. ¡Todo tenía sentido ahora!

Bien, lo intentaría. No creía poder ser igual de empalagoso que Shoyo, pero haría su mejor esfuerzo, ¡no pedrería contra su esposo!

—Kazuya, ¿no es cómodo estar ahí? —interrogó el adulto, poniéndose de pie y dejando en la pequeña mesita de la silla para bebés la papilla, para poder tener libres sus dos manos.

Kazuya intuyó las acciones de Tobio, al verlo acercar sus dos brazos a su pequeño cuerpo, que él se esforzó para estirar sus brazitos, aceptando el agarre y pronto siendo liberado de la silla al ser elevado al aire por Kageyama.

El bebé se revolvió y sus dos manos fueron posadas en el pecho de Tobio, no protestando al ver como el mayor se agachaba para poder llegar a su frente y depositarle un suave beso. Las facciones de Kazuya así pudieron suavizarse, no protestando o enojándose al sentarse de nuevo en el sillón, cargándolo con una mano, y con la otra la papilla que dejó en su pierna izquierda, cuidando que no se cayera.

—Bien, Z-zu-chan... —Comenzó Tobio, esforzándose lo suficiente al soltar ese apodo extremadamente acaramelado a lo que tenía acostumbrado, formulando un puchero y tomando con la cuchara una porción generosa y la acercó al niño que ya se le había pasado el enojo.

Se le habría pasado el enojo al estar en los brazos de Tobio y recibir un beso de él... hasta que vio la cuchara con la papilla. Volvió a fruncir su ceño al acercarse a él, y Tobio no pasó por alto sus acciones.

Así que decidió copiar las acciones de Shoyo, volviendo a acercar su boca a la pequeña cabeza con cabellos desordenados de su hijo, y le dio un leve beso. Suficiente para que todo pasara a segundo plano en Kazuya, y aceptara la papilla con gusto.

Tobio lo vio masticar y moldearla en su boca, sabiendo que había sido buena idea haber revisado a Shoyo con detenimiento tras fallar muchas veces en alimentar a su niño, ¡ahora encontró el truco!

Apenas Kazuya tragó su comida, giró su rostro curioso para observar a Tobio, quien ya estaba listo para poder continuar con las fases.

Esos grandes ojos azules lo observaban con fuerza, lo examinaban y Kageyama creía que veía al pequeño Shoyo Kageyama cuando era sólo un bebé y su apellido era Hinata.

Lindo.

—¿Te comiste todo? —preguntó en modo de querer asegurarse, sólo recibiendo como respuesta a Kazuya abriendo su boca grande para enseñar que no tenía nada, y luego sonrió de esa forma aterradora y única que sólo los Kageyama podían tener.

Tobio se conmovió, y se sintió el ganador de una batalla que su persona amada ni siquiera sabía que existía.

«Gané, Sho».

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