Alimentos Adornados
Recapitulando tres años atrás: ¡Entrevista A La Selección Nacional Por San Valentín!
Tsukishima Kei:
—¿Qué puede decir de estas fechas? —Después del partido de voleibol que se realizó en el estadio de Sendai contra Brasil, la selección nacional fue entrevistada debido al día especial en el que se había celebrado: 14 de febrero.
Tsukishima Kei fue el primero en ser atrapado por la reportera que llegó para el evento, y todas las personas que habían visto el partido en vivo, fueron testigo de ojos inconformes del rubio, y su claro desagrado por segundos ante esa pregunta. Sí, al ser una persona casada y con un hijo, esperaban que su lengua filosa se viera cubierta de caramelo y flores por la fecha. Podrían tener en exclusiva y hablando por semanas de: Kei Tsukishima, y su lado romántico.
Sin embargo, Tsukki era Tsukki.
Tsukishima arqueó sus cejas hacia abajo, y su sonrisa tambaleó entre la burla y la pena.
—Es una fecha comercial, ¿no? Por algo hay mucha venta de chocolates en el mercado... —Marcó de forma seria, alzando su voz con más fuerza para que fuera oído y no dejado de lado—. ¿El amor? Eso no es lo importante.
La reportera castaña guardó silencio, quedándose quieta al ver que no iban a sacar lograr nada con ese adulto alto, y en su lugar, se dedicó a girar sobre sus talones para ver al chico que sostenía la cama, y le hacía señas para que se movieran del sitio.
—Ya veo, muchas gracias, Tsukishima-san... —soltó en un modo de huida veloz, al mismo tiempo en que sus facciones se veían ligeramente irritadas al ver cómo el mencionado respondía al agradecimiento con una sonrisa igual de cálida que resultaba falsa.
Wakatoshi Ushijima:
—Usted al ser un hombre bastante atractivo, debe de recibir varios chocolates este día —aseguró la mujer con destreza, pasando el micrófono ahora hacia el alto y serio hombre de apariencia formal. Nadie lo veía, pero la mujer estaba usando un banco de color café para poder estar a la altura de su entrevistado.
—Sí, me pregunto si es un complot del nuevo orden mundial que planea establecer Satori con los chocolates —confesó en medio de la verdad una de las bromas que había soltado Tendo cuando fue a visitarlo a Francia.
La reportera no supo qué era lo peor: si Ushijima rompiendo probablemente los corazones de sus fans al ver qué estaba en unión con alguien, o que decía esa tontería con una mirada y expresiones serias.
—Y... ¿qué opina de los chocolates que le regalan? —manifestó una pregunta diferente, queriendo cambiar de tema, y sólo logrando que el hombre alto bajara su mirada al suelo, como si lo pensara demasiado. Cuestión de tiempo antes de asentir y levantar su pulgar arriba.
—Están bien... —dijo, sin quitar sus gestos inexpresivos.
«Qué seco».
Atsumu Miya:
—¿Es cierto que Onigiris Miya va a crear una edición especial para esta semana amorosa? —mostró la adulta, sólo logrando que los labios del rubio se entreabrieran un poco, queriendo contestar, pero el reportero de esa ocasión no le permitió siquiera decir alguna palabra—. Muchos fanáticos han dicho que sería una increíble idea que usted y su hermano posaran con poca ropa para un comercial de Onigiri picante.
—¡Estoy casado! —exclamó Atsumu de golpe ante la petición extrañamente descabellada, queriendo perder la paciencia y mostrando al aire su mano donde en su dedo anular se podía ver el anillo.
—¿Y eso qué importa?
Claro, los reporteros disfrutaban de irritar a Atsumu hasta el punto de hacerlo explotar de la furia.
¿La razón?
Atsumu tenía unas palabras y opiniones bien guardadas que podían llegar a ser cuestionables hasta cierto punto, sin llegar al extremo. Sí, Atsumu podía ser funado en cualquier momento, y eso significaba sólo una cosa: popularidad.
—Hablando de matrimonio, su pareja y usted han estado ocupados, ¿verdad? —destacó el hombre, haciendo que el rubio ladeara la cabeza al querer entender esas palabras en clave—. ¿Es cierto que van a ser padres de nuevo?
Y la voz de Atsumu, junto con su pequeño teatro que quería ser serio, se vio interrumpido cuando sus labios se abrieron con delicadeza en medio de los murmuros, todo se congelaba a su paso.
—¿Cómo saben eso? —respondió con una pregunta que se notó seca, y con ganas de violencia. ¡Se suponía que eso era una sorpresa para sus hijos, para sus padres, para su hermano, para su cuñado Suna y para sus amigos más cercanos!
—Eso no es lo importante... —soltó el reportero en un tono de voz bajo, logrando que Atsumu mostrara sus verdaderos colores al endurecer sus facciones y ponerse a gritar en medio de la entrevista.
—¡Mi Shin-kun y yo estábamos guardando el secreto para que fuera sorpresa! —contó los planes destruidos el de cabello pintado y ojos cafés algo caídos. La irritación se podía notar al tope, por sus grandes ojos siendo inyectados por el enojo y dejando de lado su compostura—. ¡Era un secreto! —repitió, dando un pequeño bufido al terminar su frase y apretando sus puños a sus costados para no hacer algo indebido.
Parece que los funados serían otros.
Pero aun así servía...
Kageyama Tobio y Kageyama Shoyo:
A los reporteros también les gustaba ser la manzana de la discordia para obtener fuertes visitas.
—Shoyo-san, ¿sabe usted que su pareja es considerada como una de las personas más atractivas en la industria del voleibol japonés? —soltó la reportera, lista para detonar la bomba, y sólo logrando que el adulto diera un asentamiento algo avergonzado, porque él también tuvo que subirse a un banco para parecer más nivelado a la estatura de Tobio.
—Lo sé... —comentó Shoyo a la pregunta, en un extraño tono de voz más calmado de lo esperado. Sí, el noticiero buscaba planear una pelea en el par de melosos. Perdón, Shoyo, perdón, Tobio, ¡el rating!
—Es llamado como el armador caliente o colocador sexy —contó en un tono de voz bajo la reportera, como si fuera un secreto. A pesar de esos apodos, Tobio no mostró sorpresa o terror, y en su lugar, estuvo ya al tanto desde hace unos días atrás al verlo en Twitter. También era curioso como a la gente le gustaba recapitular sus momentos románticos con Shoyo. Shoyo Kageyama volvió a asentir, y la entrevistadora se vio lista para rematarlo—. ¿Qué piensa de eso?
Shoyo al principio no dijo nada, su cara se quedó seria en todo momento: Tobio lo miró de reojo, y esperó a que le reportera le acercara el micrófono.
—La verdad... —Hizo una pausa certera, por fin cruzándose de brazos y frunciendo su ceño de manera inevitable. Tobio fue testigo de como un pequeño aire de complicidad rodeaba su cuerpo—. ¡No los culpo! Es un hombre muy atractivo —conectó de forma directa, logrando sacar un respingo en el azabache más alto y un gesto perdido en la reportera.
Pronto, su pequeña afirmación y sus brazos cruzados se deshicieron, permitiendo que una curvatura tímida se plasmara en su cara, y con una de sus manos, tomó el brazos de Tobio más cercano, y se recargó del cuerpo ajeno; ante el tacto, su esposo dilató sus pupilas, quedándose congelado con más facilidad y queriendo esconder la sonrisa torcido que se le escapaba.
—Aunque estoy muy seguro de que le pondría mucho más feliz a mi Tobi si reconocieran sus habilidades en la cancha, más que su físico —informó, sin siquiera dudarlo un poco, dejando que a cámaras nacionales, se viera la imagen de Shoyo aferrándose al brazo y restregando su mejilla en el hombro de su pareja.
Sí, Shoyo era un celoso que sabía cómo demostrarlo con sutileza ante las cámaras.
La primera estrategia no salió como lo esperaba la mujer, así que ahora tuvo que pasar su mirada sobre Tobio Kageyama, quien dejaba que su esposo lo consintiera a cadena nacional, mostrando esas sonrisas extrañarme peculiares y algo aterradoras que le borraban su apodo de armador caliente.
—Tobio-san, ¿usted sabe que Shoyo-san tiene muchos pretendientes? —finalizó la entrevista con esa pregunta, haciendo que Shoyo dejara de tallar su mejilla en el brazo del mencionado, y apretó un poco más su mano contra la chamarra deportiva de la selección que el otro estaba usando.
Eso no era un secreto para los dos, los mensajes que le llegaban siempre en su cuenta pública administrada por Kuroo, casi siempre estaba bombardeado de propuestas de matrimonio, confesiones románticas y mensajes extraños que nunca contestaba.
—Los he llegado a leer —asintió casi a la par Tobio, moviendo su brazo de cierta forma en la que Shoyo se lo pudiera soltar, y fuera más fácil moverse.
El de ojos cafés no protestó ante la petición silenciosa de su pareja, observándolo con cierta curiosidad por lo que podría salir de su boca. Porque Tobio era la persona más honesta del mundo.
—¿Y qué piensas? ¿No tiene miedo de que Shoyo salga con algún chico lindo? —incentivo la reportera, repasando el guion que preparó. Casi al instante en que esas dos preguntas salieron a la luz, Tobio dejó que su cara se tornara de carmín, volteando a ver al chico que estaba en el banco, viéndose un poco más alto en la televisión, y el brazo que anteriormente fue liberado, ahora fue el que atacó al más bajo.
Sí, en menos de un segundo, Tobio ya sujetaba a Shoyo de una de sus mejillas y jalaba de ella con suavidad.
—Sé que tiene muchos pretendientes, y es normal, brilla mucho —destacó con seguridad, dando un movimiento positivo y soltando la mejilla de Shoyo tras pellizcarla sin lastimarla.
—No sé si debo de tomar eso como un halago o un insulto —atribuyó Shoyo Kageyama en medio de un puchero, sobando su mejilla y notando cómo la reportera se notaba algo descolocada, porque se esperaba que el adulto azabache amenazara a los televidentes o violentar a su propia pareja a nivel nacional.
¡El rating!
—Es un halago, siempre eres muy amable con todos, inevitablemente terminas rodeado de personas, tonto —mostró los hechos, volteando a ver al de cabellos naranjas y notando como éste se avergonzaba tras esa afirmación y buscaba rascar su nuca.
La reportera movió su cabeza de manera positiva, y se preparó para preguntar a Shoyo sobre el tema...
¿Qué no estaban hablando de San Valentín?
—¿Qué piensas, Shoyo-san? ¿Qué les dirías?
—Bueno, agradezco mucho sus comentarios y peticiones, pero sólo tengo ojos para mi Tobi. —Dio el veredicto final, siendo amable y brillante en todo momento, que la cámara se vio cegado por unos instantes. Tobio se quedó paralizado ante tan repentina afirmación a pesar de lo obvia que era, su corazón se le tambaleó en medio de la nada, y toda su cara se llenó de carmín.
—¡S-sho! —gritó Tobio, lanzándose casi arriba de él, envolviéndolo entre sus brazos e interrumpiendo la entrevista sin importarle nada. El banco se tambaleó un poco y casi caen, pero fue todo frenado por los brazos de Tobio y al propio Shoyo aferrándose a la ancha espalda de Kageyama, riendo con emoción y recargando su rostro en el pecho ajeno—. ¡Cásate conmigo, Sho!
—Acepto... —silabeó en un tono de voz bajo, medio cantando.
Alimentos Adornados
—¡Mizuki-kun y Kano-chan trajeron arroz en forma de fefelante! —declaró el pequeño Kazuya al llegar corriendo a casa, abriendo de golpe la puerta corrediza del comedor y cocina, notando la figura de su padre Shoyo con un bonito delantal naranja ceñido a su cuerpo. Hoy le tocaba hacer la comida a Shoyo, por lo que Tobio había recogido a Kazuya del jardín de niños.
Tobio entró seguido de su pequeño, viendo como su pareja sacaba el cucharón del curry que terminó, dando un pequeño sorbito para probar, y sonriendo con orgullo al ver que le quedó muy bien.
Lindo.
—Zu-chan, Tobi, bienvenidos —soltó el adulto, apartando la vista de la cuchara, para poder mirar al mayor y a su hijo. Kazuya fue veloz, con su típica sonrisa de oreja a oreja, alzando sus dos manos al aire al saludar y corrió con velocidad hasta él. Fue cuestión de tiempo antes de que su pequeño cuerpo se aferrara a la cintura del de cortos cabellos naranjas.
—¡Ya estoy en la guarida secreta, papi Shoyito! —saludó Kazuya a su manera, levantando la cabeza y siendo testigo de como Shoyo le sonreía al recordar que su hijo menor jugaba a que la casa era una guarida súper secreta contra ataques enemigos, y se limitó a pasar su mano sobre sus cortos rizos de color naranja. Kazuya se dejó acariciar, cerrando sus ojos al sentir esos dedos paseando por sus cabellos, cerrando sus ojos y no poniéndose alerta cuando Tobio se acercó hasta donde estaba Shoyo para poder posar una de sus manos en su hombro, y se agachó para que pudiera darle un beso de bienvenida.
—Estoy en casa, Sho —descargó sus palabras con destreza, en un tono de voz bajo y sólo para que los dos lo escucharan. El mencionado sonrió con sutileza, feliz por las palabras que soltaba su pareja.
—Me alegro que ya hayan llegado —respondió, riendo de forma directa y haciendo sonreír a Tobio.
—¡Mizuki-kun y Kano-chan trajeron arroz en forma de fefelante! —llamó por fin la emoción interrumpida que el pequeño había tenido, alzando sus dos brazos al aire y comenzando a dar pequeños saltitos en el sitio. Cuestión de tiempo antes de alejar sus pequeños brazitos de la cintura de su papá, y los extendió al aire.
Tobio volvía a escuchar por quinta vez esa afirmación, no entendiendo muy bien eso: podía entender el sabor delicioso de los Onigiri, era una de sus comidas favoritas, y a su niño menor también le encantaba. Pero su mente no llegaba a comprender esa increíble revelación.
Para su suerte, Shoyo Kageyama sí lo entendía.
—Ah, hablas de un almuerzo personalizado —indagó más Shoyo, notando como el niño temperamental sacudía su cabeza a una velocidad impresionante por eso, y sus saltos se hicieron más pronunciados. Shoyo sonrió, y pensó, elevando su mirada al techo, queriendo ver si tenía todo lo necesario.
No fue su imaginación captar la mirada perdida de su esposo, apretando levemente la mano que tenía sobre su hombro y con un gran signo de interrogación en su cara.
—Mañana me tocará hacer los bentos, y sé que sobrará arroz —corroboró, bajando su rostro para observar al emocionado niño mandarina que esperaba respuesta, y se pintó de colores al sentir los ojos rasgados de Tobio sobre su cuerpo: sí, no calculó bien la ración de arroz y saldrá mucho... otra vez—. Tengo algas Nori en el refrigerador, ¡así que te haré un almuerzo muy lindo mañana! ¡Zu-chan, déjalo en manos de papá Shoyo! —estipuló con destreza el de cabellos alborotados, alzando su puño al aire y mostrando su decisión, sintiéndose importante al ver como su pequeño lo observaba con admiración, sus ojitos brillando y un grito agudo escapándose de sus cuerdas vocales.
—¡Papi Shoyito es genial! ¡Genial! —explotó de felicidad el de cinco años, dando brincos más grande y altos en su sitio, sólo haciendo que Shoyo inflara su pecho con orgullo, cruzándose de brazos y cerrando sus ojos con orgullo. Tobio pudo ver cómo se parecían.
No dijo nada el más alto de ojos azules, hasta que vio como el pequeño gorro escolar similar al de un pescador de su hijo caía de lleno contra el suelo, haciendo reaccionar a los dos de su trance.
—Ve a cambiarte tu uniforme, Kazuya —incitó Tobio, con su tono y rostro serio habitual de siempre. Los saltos se detuvieron, dejando que esos grandes ojos azules llenos de vida, voltearan a ver al que le dirigió la palabra. Ahí lo notó: Tobio ya pasaba su brazo por la cintura de Shoyo y lo apegaba a él.
—¡Me apuraré, papi Tobito! ¡Así que no toques mucho a mi papi Shoyito! —respondió con emoción Kazuya, formando puños a su altura de su pecho, decidido—. ¡Cuando regrese mi hermano de la escuela, le contaré que mañana me comeré un fefelante!
El niño Kageyama no esperó respuesta, recogiendo su sombrerito del suelo y salió corriendo de la cocina. Shoyo dio una pequeña sonrisa al ver las acciones, volviendo a girar su cuerpo hacia donde estaba la estufa prendida, dando una pequeña sonrisa divertida al sentir como su cónyuge se volvía a parar a su lado, posando su mano de nuevo en su cintura, volviendo a acercarlo a él.
La estufa fue apagada, y pronto el número 10 de la selección, daba una media sonrisa divertida, girando su cuerpo para ver al número 9.
—¿Me besarás? —Rio con cierta impaciencia el más extrovertido de los dos, logrando que su acompañante lo afirmara al sacudir su cabeza. Shoyo se mostró satisfecho, poniéndose de puntitas y listo para indicar los lugares que quería—. Uno en la frente, otro en el cuello y uno en la nariz.
Y Tobio, sonrió sin poder evitarlo, no protestando: acercó la mano que no estaba puesta sobre su cintura a su frente, apartando los cortos cabellos que tenía en el sitio y así poder dejarle un pequeño beso en el sitio. Su piel suave hizo a Tobio sentir cálido, notando como el más bajo se removía entre risas, con su bonita voz entrando a los oídos ajenos.
—No entiendo muy bien a qué se refería Kazuya —estimó Tobio, notando como el cuerpo del otro Kageyama se revolvía ante el tacto y la humedad, queriendo ser abrazado, e inclinando parte de su rostro para que su cuello fuera más visible y fuera besado.
—Zu-chan habla de moldear en el Onigiri animales de forma tierna —ilustró en palabras la idea, dejando que las dos manos de Tobio se aferraran a la parte trasera de la playera que éste usaba detrás del delantal, al mismo tiempo en que le humedecía su cuello por los besos que le iba dejando—. Aunque no estoy muy seguro de poder hacerle un elefante, le haré algo lindo.
Tobio se separó un poco, sin soltarle el abrazo y notando la pequeña nariz respingada de su pareja, que estaba en espera del último beso.
—¿Sabes hacer ese tipo de cosas? —respondió de forma certera, acercando sus belfos a la punta de su nariz, sólo dejando que sus pieles se rozaran por segundos antes de separarse. Tobio no sabía eso de Shoyo, era algo nuevo.
Eso lo hacía feliz, seguir conociendo pequeños detalles en Shoyo era algo gratificante.
—Sí, aprendí a los 12 años, aunque yo no cocinará, pero como mi mamá se iba al trabajo temprano, nos dejaba el bento preparada. Natsu no se comía sus alimentos, hasta que los empecé a moldear o a crearle caritas felices, le encantaba —murmuró con algo de nostalgia, perdiéndose en su pequeña infancia donde se ocupaba de las tareas del hogar y de cuidar a su hermanita la mayor parte del día. Tobio sonrió, con un poco de dolor y cierta angustia acometida, subiendo una de sus manos que sostenía a Shoyo, y la colocaron en el rostro ajeno para despertarlo de sus recuerdos, apretando las dos mejillas y sacando un quejido suave.
—¿Tu mamá llegó a prepararlos para ti? —indagó con seguridad Kageyama, ya esperando la respuesta y sólo logrando que Shoyo Kageyama le apartara la mano de sus mejillas para poder hablar. Al sentirse liberado, dio un pequeño respiro y meneó la cabeza.
—Nunca me ha llamado la atención comer ese tipo de comida, creo que sabe igual. Me daría más pena comérmelo —increpó con seguridad, haciendo a Kageyama asentir al pensar lo mismo—. Traté de hacerle ese tipo de almuerzos a Hi-chan, pero me reveló que no podría comérselo —recontó con seguridad, haciendo memoria, imaginando a su hijo mayor cuando era un pequeño niño de cinco años, haciendo sus dramas arraigados en su personalidad, al creer que se volvería un asesino tras comerse algo con forma tierna. Hishou siempre fue así—. Y So-chan dijo que el sabor de la comida seguirá siendo la misma —recordó eso, notando que Sora siempre ha sido más simple y lógico—. ¡Me esforzaré si eso hace feliz a Zu-chan!
Shoyo terminó esa frase, haciendo creer a Tobio que cuando a él le tocaran hacer los almuerzos de sus hijos para la escuela, y los suyos en el entrenamiento, se encargaría de decorar el de Kazuya de forma tierna.
La puerta principal se abrió, escuchando cómo era recorrida tras arrastrarse, y se escuchaban los pequeños pasos de Sora en la sala principal.
—¡Estoy en casa! —gritó Sora, haciendo que Shoyo y Tobio se separaran, para poder acercarse al umbral y saludar al pequeño azabache de ojos claros. Pero Kazuya se les adelantó, escuchando sus pasos presurosos por la casa y correr por el pasillo.
—¡Bienvenido, hermanito! —Dio la bienvenida Kazuya, llegando a la entrada con emoción. Estaba demasiado eufórico—. ¡Voy a comer fefelante en la escuela! —relató las buenas nuevas, sólo llevándose como respuesta el grito de su hermano mayor.
—¡Ponte ropa, Kazu! —indicó Sora, dejando congelados a sus padres que todavía seguían en la cocina, al entender que Kazuya había salido a recibir a su hermano desnudo, porque llegó cuando seguía cambiándose.
—¡Zu-chan! —gritó Shoyo, apurándose para salir del cuarto y estando preparado para hacer ejercicio y corretear a su niño por toda la casa. No era algo nuevo, a veces antes de bañarse, debían de perseguir a Kazuya casi desnudo por la casa para hacerlo bañarse.
Y sí, al día siguiente, Kazuya se encontró unas pequeñas bolas de Onigiri que con ayuda de la alga Nori y pedazos de zanahoria, se asemejaban a unos lindos pingüinos en la nieve.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro