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Álbum De Recuerdos: Dos Chicos Que No Saben De Amor

Capítulo dedicado a: HanaeNatsuki02 y Anni_Kotaro_20, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Era un día lluvioso. Después de las prácticas, los dos habían terminado en esa extraña situación.

Hinata y Kageyama estaban de pie sobre la estación de autobuses, empapados hasta los pies por la repentina lluvia que los atrapó a medio camino.

—Toma, seca tus cabellos con esto —habló Tobio con seguridad, extendiendo una pequeña toalla seca y sin usar que no había utilizado esa tarde. Los ojos cafés de Shoyo no pudieron evitar conectar con el chico empapado de pies a cabeza, y terminó por soltar una risa contenida entre sus cuerdas vocales, aceptando la pequeña toalla y colocándola sobre sus cabellos.

—Kageyama está extrañamente amable conmigo hoy... —cantó con ligereza el joven de hebras naranjas al mover sobre sus cabellos la toalla. Por supuesto, no los secó bien.

Shoyo acostumbraba a enfermarse demasiado porque no sabía cómo secar bien sus cabellos. Y Tobio, a su lado, apenas oyó esas palabras, fue como una salpicadura de agua fría que se coló por su cuerpo, teniendo que chasquear su lengua para acallar el reciente sentimiento del que se había percatado no hace mucho.

—¡Sólo cállate, idiota! Sería un problema que te enfermarás y después ya no puedas jugar —contestó en modo de una advertencia, afilando sus facciones con obvia certeza y sólo llevándose de parte del más bajo un diminuto puchero.

En definitiva, no se llevaban muy bien. Hinata creía que no podrían congeniar de forma certera, y creía que su corazón era un masoquista si había elegido a un idiota del voleibol como el chico que le gustaba (le costó demasiado trabajo darse cuenta de eso, Tsukishima y Sugawara lo ayudaron un poco).

Aun así, el número 10 de Karasuno se atrevió a mirar de reojo al joven armador: atractivo, la vista que le presentó fue muy atractiva, porque el mayor apartó sus cabellos lacios de su frente al sentir que las gotas de éstos golpeaban directamente sobre sus ojos. El uniforme pegado a su cuerpo, sus cabellos húmedos, su serio rostro algo perturbado por su reciente agitación... Hinata Shoyo podía sentirse un pervertido justo en ese instante.

—En ese caso, ¿no sería lo mismo para ti? —murmuró con cierta molestia el chico más alegre, bajando la toalla hasta colgarla en sus hombros y hacer que éste le correspondiera la mirada: sus cabellos alborotados de color naranja estaban algo caídos todavía. En definitiva, Hinata no sabía secarse la cabeza—. Si te enfermas, no podrás colocarme el balón, ¿qué haré? —dijo Shoyo en modo acusatorio, no permitiendo que el armador pudiera responder o decir algo, ya que se deshizo de la toalla por completo de su cuerpo, poniéndose de puntitas lo más que pudo para poder llegar a sus cabellos.

Kageyama giró su cuerpo hasta su figura casi por mero impulso, teniendo un sobresalto donde toda su cara se pintó de colores y se vio atrapado por la toalla ligeramente húmeda, y las manos de Shoyo agarrando un extremo de la toalla y talló torpemente sus cabellos negros.

Tobio no pudo evitar sentirse atrapado entre una nube espesa de intranquilidad y un golpe certero y cálido dentro de su pecho, tener al chico de cabellos naranjas frente a su persona, poniéndose de puntitas para a duras penas llevar sus brazos sobre sus cabellos, y secándolo... lo hacían sentir feliz y aterrado. La extraña combinación no dejaba de ser extraña.

Para variar, de la boca ajena se materializó una carcajada diminuta, que se combinó con el aire e hizo temblar al joven mucho más alto, poniéndolo en alerta ante una posible e inminente pelea.

—¿Q-qué pasa? —dijo en un tono de voz más calmado de lo normal, frunciendo su ceño con ligereza y tratando de esquivar lo lindo que se vio Hinata al dar una sonrisa grande que enseñó todos sus dientes y la carcajada se proyectó en la vacía estación donde sólo ellos dos estaban.

—Sólo tuve un pequeño pensamiento... —manifestó lo que viajó en su mente por unos segundos sin hablar de más o decir palabras innecesarias—. Que tal vez debería de cuidar de ti de ahora en adelante, así siempre podrías colocar el balón para mí —aseguró Shoyo su pequeña idea, dándose por satisfecho de su gran trabajo y alejó lentamente sus manos de la toalla sobre la cabeza de Tobio.

«Ni siquiera sabes secar bien», cruzó por la mente del azabache de ojos azules, apretando su boca para no decirlo en voz alta, pero era algo obvio, incluso tras haber tallado su cabeza, Kageyama podía sentir como algunas gotas traicioneras viajaban por su cuello y se metían entre su uniforme escolar, dejando una situación molesta.

Pero no hizo o dijo nada, sólo se limitó a captar a través de sus ojos oceánicos la figura del Pequeño Gigante tratando de ponerse atento ante el sonido del claxon del autobús.

—Odio admitirlo, pero fue buena idea esa sugerencia de que dejara la bicicleta en la escuela y tomara el autobús —completó de improviso el de cabellos alborotados, siendo testigo de como la fina lluvia poco a poco se volvía un torrente largo al comenzar a caer con mucha más fuerza. Por suerte, no hacía demasiado frío—. Espero que no se vaya a mojar mucho.

—El estacionamiento de bicicletas de la escuela tenía techo, no lo hará —animó vagamente Kageyama, sacando un rápido asentimiento a Hinata.

—Me pregunto si el autobús que vendrá será el mío o el tuyo —cantó con cierta emoción el joven, al ver en la lejanía, el vehículo mojándose a través del lluvioso Miyagi—. ¿Quieres apostar? Si es el mío, me comprarás bollos dulce por una semana, y si es el tuyo, te compraré una leche o un yogur mañana.

—¿Por qué yo tengo que comprarte uno toda la semana, y tú sólo un día, idiota? —Saltó al ataque el mayor, con la rabia contenida en su cara y no procesando del todo las primeras palabras de Shoyo.

Por supuesto, esa inocente apuesta terminó conectando en la mente del idiota del voleibol, Kageyama Tobio. Un milagro que ocurría posiblemente cada mil años y se iba proyectando a través del tiempo: ¿por qué Hinata hablaba de dos autobuses?

—No piensas irte a tu casa solo, ¿verdad? —confesó por fin lo que su mente se materializó, afilando sus facciones con una fuerza sobrehumana que heló los huesos del pequeño Shoyo, quien no puedo evitar quedarse secó ante el número 9 de Karasuno al voltear a verlo, con el temor enjaulado en sus ojos castaños—. Vives muy lejos y en la parte alta de Miyagi, ¡es obvio que no te dejaré ir! ¡Te vendrás conmigo a mi casa! —informó su decisión tomada por su cuenta, dejando a Hinata congelado, aun cuando su autobús terminó de acercarse a la parada, abriendo sus puertas.

Kageyama creyó que su corazón se saldría de su pecho, al sentirse desbaratado por sus emociones y siendo testigo de como su propio cuerpo comenzaba a mostrar su pánico de ser observado detenidamente por Shoyo, hasta el punto en que el color rojizo se estampó en su cara.

—¿Voy a dormir y bañarme contigo? —Muy al contrario, Shoyo se enfocó en esa pregunta que, según él, era lo más importante. Kageyama tuvo un sobresalto ante esa pregunta que no iba en broma, siendo respaldada su idea al ver como el bonito rostro de Hinata se curvaba, con sus cejas arqueadas hacia abajo, y su boca borrando su sonrisa para encararlo con esos profundos ojos cafés.

¡Hinata debía de estar bromeando!

Kageyama cerró sus ojos para no sentirse presionado, lo mejor era simplemente decirle que no, que tenían un cuarto para invitados y que los dos se tomarían turnos para bañarse separados, pero... pero...

¡Ni siquiera eran pareja!

—Nos bañáremos juntos, y también dormiré contigo, sí —destacó el joven mucho más alto, evadiendo la mirada curiosa de ese pequeño Sol andante, haciendo un mohín y queriendo fingir que sólo lo hizo porque quería cumplir los caprichos de Shoyo. No porque él quisiera, no, no.

Pero, a pesar de todo, esa respuesta positiva tan simple, pareció encantarle a Shoyo, recibiendo la invitación con un salto largo y abriendo bien sus piernas.

El autobús que llevaría a Shoyo a casa cerró sus puertas, y partió, sin Shoyo en él. Kageyama no pudo evitar sentirse feliz por esa pequeña acción, por muy mínima que ésta fuera.

—Te compraré un bollo todos los días de esta semana —aceptó que perdió el número 9.

¿Era normal sentirse feliz?

—¿Tomaron un baño juntos? —La mujer que tomó por sorpresa a Kageyama, fue nada más ni nada menos que su propia madre. Tobio no podía decirlo en voz alta, pero sentía la necesidad casi insana de gritar como un pequeño chico asustado que fue atrapado con las manos en la masa.

De por sí, se había esforzado lo suficiente como para no tener pensamientos o hacer cosas impuras con Shoyo en la regadera principal del hogar, y ahora se venía enterando de que se formó un enorme malentendido.

Hinata ni siquiera parecía agitado, que era lo peor, ¡él era el único preocupado!

Toda su cara se combinaba con el color rojizo, y su corazón estaba que se le salía del pecho. Ni siquiera habían podido salir del baño porque la mujer los encontró por casualidad. Y como si las cosas no parecieran empeorar, la mujer de fuertes ojos azules, le dio una leve risa divertida que se mezcló con su corazón engatusado.

—Así que esto es lo que hace mi Tobio cuando regresa a casa y no hay nadie porque sabe que nosotros estaremos trabajando todo el día, ¿verdad? —Se mofó la mujer, dando esa extraña sonrisa Kageyama y haciendo que el chico menor tuviera un sobresalto por falsas acusaciones: ¡era la primera vez que Hinata llegaba a su casa a tomar un baño! Seguido de eso, la adulta pasó su mirada hasta el congelado chico de hebras naranjas que poco a poco parecía ir entendiendo las indirectas, y permitía que el color rojizo se expulsara en su cara de una forma demasiado obvia—. Muchas gracias por cuidar de Tobio —agradeció la señora Kageyama, poniéndose recta de golpe y dando una pequeña reverencia.

—¡Mamá! —pronunció avergonzado Kageyama por el malentendido, más rojo que cualquier tomate fresco.

Y Shoyo lamentablemente iba por el mismo camino, más asustado de lo que debería, comenzando a sacudir sus manos a una velocidad más grande de la esperada, justo al frente y haciendo que la toalla que estaba sobre sus cabellos cayera hasta sus hombros.

—¡N-no soy novio de Kageyama! —Se excusó el chico, tratando de poder decir las cosas con palabras. Pero, su momento de aclarar el malentendido, se vio creado cuando los ojos azules de los otros dos integrantes de la familia Kageyama se asomaron en el pequeño pasillo donde estaba el baño y las habitaciones. Hinata gritó internamente, más porque no le molestaba esa confusión y eso era preocupante—. Él fue muy amable y me dejó quedarme en su casa por esta noche... —murmuró el de hebras cafés, bajando la mirada al suelo y sólo mirando a sus pies usando chanclas sobrantes de Tobio (le quedaban grande), y también el pantalón de algodón y la playera de color negra que éste le había prestado como muda de ropa.

—Oh, ¿era eso? —dijo la mujer con desgano, dejando que un puchero se posara en sus belfos y apartara la vista, mirando a su hija mayor y su esposo que se asomaban al inicio del pasillo, dando un movimiento negativo de que «Tobio trajo a su novio a la casa, hay que atenderlo con cordialidad», como la operación de esa noche, no era real.

—Así que él no es Hinata —susurró Miwa a su padre, y éste negó.

Sólo era un amigo más. No era el tan dichoso Hinata del que su hijo hablaba casi inconscientemente cuando sus tiempos les permitían verse (rara vez). Acompañado de su tono de voz habitual, iba un débil brillo en sus ojos apenas perceptible, pero que ahí estaba.

—Muchas gracias por recibirme. —Ahora fue Shoyo quien fue lo suficientemente amable con la madre de Tobio como para dar una reverencia bien descrita, dejando que algunas gotas de agua cayeran de lleno contra el suelo.

—No hay problema, los amigos de Tobio siempre son bien recibidos —confirmó la mujer con un movimiento rápido, dando una leve mentira porque realmente nunca había visto que Tobio trajera amigos a la casa—. Cenarás con nosotros, ¿está bien? —interrogó con cierta suavidad, recibiendo como contestación el rostro libre de penas del de hebras naranjas y una sacudida de su cabeza tan veloz.

Por fin, Tobio así pudo obtener la oportunidad perfecta, dando un bufido en modo de reclamo.

—¡Dejen de hacer sentir incómodo a Hinata! —pidió, dando un carraspeo certero cuando el tema iba a quedar hasta ahí.

Ese apellido...

¡Ese apellido!

Hinata fue testigo de como Miwa y Kosuke giraron su rostro para verlo, encerrándolo a través de su vista por tan repentino encuentro sorpresa con el amor (futuro novio) de su Tobio. Hinata se vio acorralado, tragando grueso con fuerza al creer que estaba encerrado en medio de una manada de personas aterradoras, pegando un pequeño grito y actuando por instinto, buscando esconderse detrás de la alta figura de Kageyama Tobio.

Kageyama fue testigo de esas acciones extrañamente lindas, la calidez de las manos de ese chico en su piel descubierta de su brazo derecho por usar una playera de color blanca de mangas cortas, porque se estaba aferrando a él. Imposible que alguien pudiera ignorar la tenue sonrisa que vislumbró su cara, con un zigzag mal trazado a través de su inexperiencia en esa área.

Miwa casi pegó un alboroto y se tapó la boca con sus dos manos, Kosuke le dio un ligero codazo y Kaede se quedó inexpresiva. Todo hubiera seguido de la misma forma, de no ser por el regreso de Tobio a tierra firme tras ese colapso satisfactorio, volviendo a voltear a ver a su familia, bajando sus cejas con un enojo creciente y haciéndolos congelarse, teniendo el impulso repentino de alejarse.

—Iremos a acomodar las cosas para la cena —conectó Kosuke primero las ideas, volteando su cuerpo como si fuera un robot ante la mirada amenazante de su hijo, y Miwa copió su acción. Kaede rio un poco, pero no protestó en querer seguirlos.

Simultáneamente, a Shoyo se le esfumó el miedo rápidamente, desapareciendo como si éste nunca hubiera existido, y asomó su cabeza de entre el cuerpo de Kageyama.

—¡Les puedo ayudar! —Trató de ser amable, justo como su madre le había enseñado. Sin embargo, Tobio ni siquiera lo dejó irse, tomándolo del brazo cuando quiso salir disparado hacia el lugar, dejando que los tres integrantes voltearan a verlo.

—No, tú dejarás que seque tus cabellos —afirmó el joven más alto, forzando a detenerse y haciéndolo quedar frente a frente. Shoyo arqueó sus cejas hacia abajo en modo de reproche, pero no se quejó cuando sintió como su toalla volvía a caer sobre sus cabellos, y las grandes manos de Kageyama lo acariciaban—. Están muy húmedos, ¿no sabes que el no secarlos bien puede hacerte enfermar? —regañó con certeza, dejando que Shoyo cerrara sus ojos y se dejara mimar por el mayor.

—Kageyama es muy atento... —cantó en medio de todo, soltando una suave risa emocionada y permitiendo que Tobio lo siguiera cuidando—. Kageyama es un chico lindo.

—Sólo guarda silencio —exigió, teniendo un temblor en sus manos tan repentino al recibir ese halago.

Toda la familia Kageyama fue testigo de la presencia de un nuevo invitado. Un chico llamado Hinata Shoyo.

Su Tobio estaba creciendo.

—¿De qué quieres tu bollo, Sho? —dijo Tobio en un tono de voz calmado, tras estar parado frente al pequeño puesto dedicado a ese alimento de la estación de metros cercana que tomaban diario. Shoyo respondió con certeza, primero observando la tabla de contenido y pasando su mano sobre los cabellos alborotados de su pequeño Kazuya de un año, quien estaba cómodamente dormido y arropado en sus brazos.

Los dos estaban vistiendo el uniforme de descanso de la selección nacional japonesa, su entrenamiento había acabado y estaban a buen tiempo para pasar por Sora de la escuela y esperar a Hishou en la casa.

—Quiero de curry —dijo por fin tras decidirse, ampliando más su sonrisa emocionada, para poder ver como Tobio recibía su orden de forma afirmativa y se lo pedía al hombre encargado.

Pronto Tobio recibía dos bollos en una bolsa: uno de mora aul y otro de curry. Se acercó más a Shoyo, y notó como sus dos brazos estaban ocupados por estar cargando al pequeño Kazuya inquieto que se había divertido demasiado en el gimnasio de la liga nacional. Kazuya también tenía el sueño pesado.

—¿Quieres que cargue a Kazuya? —cuestionó el de ojos azules, mostrando la posibilidad de que los brazos de su esposo descansaran, a pesar de que sabía la respuesta. Shoyo se puso alerta y sacudió su cabeza muy rápido.

—¡No! Tú cargaste a mi Zu-chan cuando íbamos de camino a la práctica, ahora lo quiero cargar yo —confesó, acunando más el cuerpo del bebé y lo mecía suavemente, paseando su mano sobre los cabellos alborotados de la pequeña mandarina. Tobio vio a Shoyo formar un puchero con sus labios al verlo con amenaza, y a Kazuya mover su nariz como si fuera un ratón al disfrutar de las caricias—. Zu-chan, tu papá malo quiere apartarte de mi lado —susurró Shoyo con destreza, haciendo que Tobio tuviera un temblor en sus cejas y se limitara a levantar la bolsa con los dos bollos.

—¿Entonces...?

—Dame de comer en la boca —pidió el de menor estatura, emocionado. Kageyama tuvo un pequeño movimiento de duda ante esa petición y terminó por asentir.

Al sacar el bollo de curry de la envoltura y darle un pequeño soplo para que el de hebras naranjas no se quemara por lo sensible que era su lengua, se lo acercó. Y éste no dudó ni un segundo en morderlo.

Y por supuesto, fue demasiado tierno el ver como su boca se adueñaba de la textura suave, sus mejillas se inflaban y sus cortas pestañas se asomaban al cerrar sus ojos. Tobio sintió como una sacudida se dio en su corazón, viendo al más bajo alejarse de la comida para poder masticarlo, y toda su cara se calentó.

—Cásate conmigo, Sho... —soltó en un tono de voz bajo, y observando al adulto con la boca llena, distinguiendo el rubor llenándolo y como hizo un esfuerzo sobrehumano para poder enseñar el anillo en su dedo anular que indicaba que ya estaban casados, sin despertar a Kazuya.

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