Álbum De Recuerdos: Bebé Huevo
Capítulo dedicado a: -WaffleOp-, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
¿Qué hacer cuando en el escuela te ponen a cuidar un huevo hijo?
La forma perfecta de querer mostrar lo que era ser padres, y las responsabilidades que eso traería a una edad temprana, era ésa.
Pero, quizás no todos estaban hechos para eso...
—Huevo... —susurró el nombre de su primogénito Kageyama Tobio, sintiendo como todo su interior se rompía al ver a ese huevo que tenía que cuidar con Hinata, en el suelo, estrellado.
—¡Era una chica, Kageyama! —destacó con rabia Shoyo, mordiéndose sus labios fuertemente al ver lo que había hecho con Tobio desvanecerse, se le escapaba la vida junto con la yema.
Su primera hija acababa de fallecer un día antes de que la profesora encargada de la actividad la revisara.
—Hueva... —Tobio cambió el feo nombre que éste le había colocado, creyendo que era todo un dramático y un sentimental al sentir sus ojos enjuagarse de lágrimas. Estaban tan cerca de lograrlo.
Y sólo se llevó como respuesta de la boca de Shoyo un obvio bufido en modo de desacuerdo.
—¡No se llama Hueva o Huevo, Kageyama! —recriminó con ofensa marcada el chico, afilando sus facciones y acercando una de sus manos temblorosas para recoger los pedazos de cáscara de huevo regados con la yema y clara en el piso del gimnasio—. Se llamaba Hiroshi.
Hiroshi Kageyama, el primer hijo de Hinata Shoyo y Kageyama Tobio, acababa de encontrar su fin a manos de sus propios padres.
¿La razón?
Después de las prácticas habituales, Shoyo le suplicó a Daichi para que los dejaran practicar remates y pases, y éste les había dado el permiso siempre y cuando no se quedaran ahí un buen rato. Un remate salió chueco, golpeando contra una pared y rebotando hacia el sitio donde su pequeño huevo envuelto en una cuna casera hecha de caja de zapatos y tela caliente, estaba.
El huevo salió disparado hacia afuera, al aire, estrellándose contra el piso... pasó a mejor vida.
Normalmente, su hijo-huevo había estado a salvo porque durante las prácticas, Yachi y Kiyoko muy amablemente le ayudaban a cuidarlo, a pesar de que la rubia también tuviera a su propio huevo que cuidar. Cuando se quedaban a entrenar hasta tarde, Suga se ofrecía a ayudarlos.
—¿Hiroshi? —repitió Kageyama, perdido. Shoyo detuvo de recoger los pedazos y la pequeña gorrita tejida de color azul que su madre le había hecho para que se lo pusieran al vestirlo y frunció su ceño.
Kageyama también ya había empezado a ayudar a recogerlo.
—Ni siquiera recuerdas el nombre de tu hijo —aludió en modo de un reclamó certero, enseñándole sus dientes en modo de iniciar una riña y le sacó la lengua.
—¿Quién decidió que se iba a llamar así, idiota? —Se defendió el chico, tomando los ojos movibles y recogiendo un pedazo donde el sello de prueba podía asomarse.
—¿Ves? ¡No lo recuerdas! —regañó Hinata con descaro, señalando con su dedo de manera acusatoria al padre no padre de su hijo huevo—. Sugawara-san decidió el nombre por nosotros, ¿lo recuerdas? En el segundo día que nos quedamos a entrenar dijo algo cuando estábamos pensando en su nombre: «Hiroshi se oye lindo, al huevo que cuidé hace un año le puse Hiroshi, y tengo un peluche que se llama Hiroshi. ¡Me gusta el nombre Hiroshi!» —repasó mentalmente las palabras del chico de tercer grado, siendo sincero en todo momento y elevando su mirada hacia el aire para pensar mejor.
Muy a lo esperado, Kageyama abrió bien su boca, dejando que la sorpresa se colara en todo su cuerpo al tener ese vago recuerdo.
—¡Es cierto! —elevó el tono de su voz más de lo que le gustaría, tirando un pedazo de cáscara de huevo de lleno al piso y haciendo que Shoyo asintiera, feliz por tener la razón—. Mañana habremos reprobado la actividad —susurró Tobio, queriendo cambiar de tema, al recoger el último pedazo que quedaba y se puso de pie. Shoyo copio su acción.
—Bueno, mi Hiroshi aguantó lo más que pudo, casi lo logra —mencionó con un rastro de tristeza, dando un suspiro pesado de su boca, como si realmente le pesara o le doliera con el alma la pérdida.
—¿Deberíamos de hacer otro huevo exactamente igual? —Dio una opción Kageyama, comenzando a caminar hacia el exterior del gimnasio para tirar los restos en el bote de basura más cercano.
Shoyo, claro, que se mostró algo indeciso.
—No tendrá el sello de prueba —evadió todo con facilidad, siguiéndole el paso por el pequeño pasillo exterior que los conduciría al interior de la institución para buscar un bote de basura.
—Podemos hacer uno exactamente igual y le diremos a la profesora que como somos unos padres muy responsables, encontramos a nuestro niño con un tatuaje y lo obligamos a quitárselo porque estaba muy chiquito —consolidó su estrategia, por fin entrando a la escuela y poder divisar apenas entraron un bote de basura.
Shoyo casi se atragantó una risa ante la propuesta del chico que le gustaba, y olvidó por unos segundos su mal humor.
—No creo que nos crea. —Rio el de hebras naranjas, desapareciendo su preocupación y sintiéndose extrañamente cálido.
—Entonces, ¿deberíamos de entregarle uno de verdad? ¿Quieres hacer uno? —Invitó de forma sutil, sin pensar realmente en el significado que esas palabras iban trayendo.
Para su mala suerte, Shoyo sí las entendió que casi se ahogó con el aire, dilatando sus pupilas con fuerza antes de siquiera mirarlo con sorpresa. Al mismo tiempo en que llegaban a botes de basura donde te pedían las botellas de plástico, la basura orgánica e inorgánica por separado, Hinata se iba pintando de color rojizo toda su cara.
—Kageyama, eres un pervertido —formuló mientras dejaba su basura en los lugares asignados, haciendo un puchero certero y mirando de reojo al serio Tobio que cayó en una zanja profunda porque fue rechazado de manera indirecta.
Kageyama era el padre no padre de su hija Hiroshi, los dos se habían inventado la falsa historia de que el niño había llegado de una nave extraterrestre y ellos decidieron adoptarlo.
La historia no era por una historia mitológica o leyenda de antigüedad, la única razón por la que habían decidido que su origen sería así, era por algo tan simple: para que nazca un bebé, dos personas deben de tener sexo.
Hinata imaginándose en ese tipo de situaciones o posiciones con Kageyama, le generaba un escalofrío porque una parte muy dentro suya aceptaba que no le molestaba la idea, y por otro lado, que ésta misma lo aterraba. ¡Nunca haría eso con Kageyama Tobio!
—Un momento... ¿Hiroshi no es un nombre para un chico? —destiló confianza el joven de ojos azules, terminando de tirar todo y sólo quedando sus manos pegajosas por los rastros de yema que deberán de juntar antes de irse.
Shoyo tiró las últimas cáscaras de huevo y pareció también entender el punto, dilatando sus pupilas con sorpresa ante esa cuestión, que terminó mirando al padre no padre de su bebé huevo.
—Ahora que lo dices... —razonó un poco más lento. Casi dos semanas juntos, con Tobio pegado como un chicle cuidando a su huevo adoptado, incluso durante los descansos: un chico que probablemente sería bastante atento en cosas como lo era la paternidad... no sonaba mal.
Shoyo pensó mejor eso y sacudió su cabeza, queriendo golpearse por tales pensamientos. Sus cejas se arquearon hacia abajo, sólo aceptando mentalmente que era cierto que ese chico se había visto ligeramente animado estando juntos esas dos semanas. Era algo lindo.
—¿Ustedes no se habían quedado en el gimnasio? —La voz de Tsukishima los hizo brincar del susto por lo repentino que sonó casi a sus espaldas. Los dos se vieron de reojo por unos breves segundos, y sólo se atrevieron a voltear a ver al rubio cuando una risa divertida se materializó en el aire.
—Hubo un accidente —comentó Shoyo cuando sus ojos cruzaron con los burlones de Kei, que lo examinaban atentamente. Muy contrario a la burla plasmada en el más alto, a su lado, Tadashi sólo los saludaba con un suave movimiento con la mano que no estaba ocupada sosteniendo su huevo. Tobio respondió con una pequeña reverencia el saludo.
Kei tomó como verdad esa revelación, al bajar la vista a las manos del más bajo y notar la sustancia pegajosa de un huevo. Qué casualidad que a todos los de primer grado les hayan dejado cuidar un huevo, ¿no?
—Sólo a ustedes se les ocurre matar a su huevo un día antes de la fecha límite. —Se burló abiertamente de ambos, generando rápidamente que los dos se pusieran completamente rojos antes la ironía de la situación.
—¡Fue un accidente, ya dije! —excusó Shoyo su mal remate que terminó destruyendo todo de la peor manera posible. Hoy Sugawara ni nadie de los de tercero había podido quedarse con ellos hasta tarde ya que tenían una charla vocacional, ¿qué querían que hiciera? Yachi también se había quedado en casa por estar resfriada.
—Lástima especialmente para el Rey —exasperó en medio de un suspiro, dando otra media sonrisa algo torcida, dejando que el susodicho tuviera un sobresalto al ser mencionado de golpe—. Ya no te veías tan solitario con Hinata a tu lado —destacó con seguridad, sólo generando que Kageyama diera un chasquido de lengua, y apartara la mirada de golpe.
Shoyo dilató sus pupilas ante esa revelación de la que antes no se había percatado, pero que llegaba a ser obvia: Tobio Kageyama no era bueno socializando. Ellos dos nunca se juntaban en los descansos y sólo se veían en la práctica, no sabía que era lo que hacía el azabache durante los dos descansos del Karasuno.
De hecho, a parte de él y algunas veces con los chicos del Karasuno, no había visto a Kageyama con alguien más...
—¿Acaso ustedes han cuidado bien de su bebé huevo? —continuó Hinata, cambiando de golpe el tema para no molestar a Kageyama, y en su lugar, se dedicó a acercar tímidamente su mano a la de Tobio, pidiendo permiso para tomarla sólo extendiendo dos primeros dedos.
Tobio se ruborizó al sentir el tacto pegajoso, volteando para verlo pero no negando el tacto, aceptándolo rápidamente.
—¡Sí! ¡Daisuke está bien! —avisó Tadashi con emoción, dejando que en su rostro lleno de pecas el orgullo se hiciera presente casi por impulso y enseñara una caja de zapatos forrada de color verde.
Hinata casi olvida su enojo con Tsukishima por la respuesta de Yamaguchi, apoyando la felicidad del de hebras verdes y dibujó una débil sonrisa.
Kageyama contempló a Tsukishima fuertemente, y éste le correspondió la mirada, no pasando por alto el ver como el pequeño roce de manos para nada sutil que tenían los dos idiotas, se vio más marcado cuando los dedos de Shoyo se movieron suavemente para quedar entrelazados con los de Kageyama.
—Tsukki ha cuidado mucho de Daisuke —respondió con emoción Yamaguchi, sólo llevándose como respuesta ajena los pasos de Tsukishima caminando hacia otro lado.
—Cállate, Yamaguchi —ordenó el más alto. Contrario a lo esperado, a Yamaguchi no le molestó esa forma acostumbrada de dirigirse hacia él.
—Lo siento, Tsukki —siguió Tadashi con el diálogo, apurando su paso para poder llegar hasta el rubio mayor.
Kageyama y Hinata los vieron alejarse, quedándose en silencio y sólo afianzando un poco más el agarre de manos antes de siquiera poder materializar algo con sus propios labios.
El primero en intentar hablar fue Kageyama, queriendo acallar a su corazón agitado por ese repentino acercamiento. ¡Hinata lo estaba tomando de la mano!
¡Hinata lo estaba tomando de la mano!
—Hinata-...
—Después de limpiar el gimnasio, ¿quieres ir a comprar bollos? —soltó la bomba Shoyo de golpe, girando a verlo para poder observar sus gestos y reacciones. Tobio ni siquiera pudo evitar su sorpresa, quedándose quietos los dos al verse y empezando a arder en rojo poco a poco. Fue tan vergonzoso que su corazón latiera tan rápido que Hinata tuvo que apartar la vista hacia los botes de basura—. Ta-también, mañana podemos comer juntos si quieres... y todos los otros días.
Tobio parpadeó, dando un asentimiento casi por mero impulso.
Demasiada calidez para soportarlo.
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