Capítulo 3: Un Ángel Enviado Del Cielo
Mis lágrimas parecían no terminar, a mi alrededor miré , noté que había un desván, sin pensarlo me encaminé hacia allá.
Al entrar el aroma era de madera nueva, estaban construyendo precisamente un desván. Me senté a un lado junto a la pared, y sin más comencé... a llorar más.
Comencé a gritar de coraje, no podía aguantar más esto. Miré hacia arriba destrozada.
−¿Por qué me haces esto?
Tapé mi rostro con mis piernas mientras los abrazaba con los brazos.
Sentía el corazón latiendo muy fuerte, sentía mis manos temblar, sentía que de plano el mundo se derrumbaba.
De pronto... escuché unos pasos acercarse a mí, no quería que esa persona me viera llorando por una situación ridícula, al menos yo lo consideraba así.
−¿Estas bien?
Al escuchar esa voz, sentí algo de nostalgia, poco a poco levanté la cabeza. Me encontré con un señor mayor, tenía un cubre bocas negro y unos lentes del mismo color.
−¿Estas bien?− Volvió a preguntar. No podía hablar, solo asentí con la cabeza.
−¿Puedo ayudarte en algo?
Esa voz... era tan extraña. Esa voz se me hacía tan familiar.
−N-no −tartamudeé. −Estoy bien.
Acercó su mano, esperando que yo lo tomará para levantarme. Lo miré un poco confundida. No lo pensé dos veces y lo tomé.
Al tocar su mano sentí algo extraño. Lo miré y noté que era más alto que yo.
−¿Segura que estas bien?
Le sonreí de lado.
−Sí.
Agarré mi mochila, y me lo colgué en mis hombros. Suspiré y volteé a verlo.
−¿Estas segura que no necesitas ayuda?− preguntó, él sabía que necesitaba ayuda...
Miré la calle. No tenía idea de donde me encontraba ahora.
−Me he perdido.
Se acercó a mí con lentitud.
−¿Sabes como llegar a tu casa?
Miré la calle nuevamente, tratando de ubicarme más o menos.
−Sé la dirección de mi casa.
−Puedo llevarte.
Lo miré un poco rara y vi que agachó la cabeza.
−Si no es de mucha molestia...
−Oh, no.
−Bien.− dije insegura de lo que estaba haciendo.
Ambos salimos del desván, caminamos hasta llegar a una camioneta negra con polarizados. Me dio cosa. Subí con ayuda del señor, y después el subió y este arrancó.
Miraba con detenimiento cada cosa que había en la camioneta. Vasos de vidrios, vinos, dulces, una televisión pequeña, hasta un DVD y unas bocinas.
−¿Como te... llamas?− preguntó y giré la cabeza para verlo.
−Me llamo _____ ¿y usted?
−Oh... eh...
Comenzó a ponerse raro.
−Joseph.
Abrí los ojos.
−Un gusto.− acercó su mano.
Estreché la mano, el lo tomó y de nuevo sentí esa corriente eléctrica, o no se que era lo que estaba sintiendo. Nos soltamos y en mis adentros sonreí nerviosa.
−¿Puedo preguntar algo?
Yo asentí con la cabeza.
−¿Por qué llorabas?
Tragué saliva y agaché la mirada.
−Yo...
Intentaba hablar pero no podía.
−Disculpa si es extraño para tí pero... es muy raro que vea a una niña llorar de esa manera.
Alcé la mirada, no podía ver el movimiento de sus ojos, ni de sus labios, nisiquiera de sus gestos.
−Hay gente... que disfruta lastimar a las personas...
Una lágrima cayo sobre mi mejilla.
−Odio ser la víctima.− dije con molestia mientras limpiaba la estúpida lágrima.
−No es eso. Veo que algo te lastima.
Lo miré extrañada.
−¿Me dirás...?
Me preguntó algo tímido y yo suspiré con lentitud.
−Yo siempre soy el objeto de la burla, me usan para reírse de mí con sus bromas. No se por que, pero siento que a la mejor es por una persona que amo con todo mi alma y que admiro más que a nadie.
−¿Puedo... saber quien es aquella persona?
Lo miré de frente.
−Por el gran único hombre que ayudó a los niños en hospitales, orfanatos, entre otros, por hacernos entender que hay gente mala que nos hará hundir lo más profundo, esa gran persona fue quien nos conquistó con su música, él decía que todos éramos y somos iguales, que el amor es lo que necesitamos, que si queremos dar un cambio en nuestro mundo debemos empezar con el hombre en el espejo, que curemos al mundo. Es... creo yo - tragué el nudo con dificultad. - que él ha sido y sigue siendo la persona más un juzgada, sufrió mucho durante casi toda su vida.
Apreté mis ojos y salieron mis lágrimas.
−Esa persona es... Michael Jackson.
El limpió mis lágrimas.
−No llores... − susurró.
Sin saber el por qué... lo abracé. Correspondió el abrazo de inmediato, entonces sentí su mano acariciando mi cabeza.
−Lo siento.− dije entre sollozos.
−Todo estará bien, _____.
Mis lágrimas caían sobre su chaqueta negra. El seguía acariciándome la cabeza.
Después de unos segundos logré calmarme, me solté de su abrazo lentamente. Me dio un papel para limpiar mis lágrimas. Lo tomé y empecé limpiar mis lágrimas por casi todo el rostro. Me soné la nariz y lo tire en un botecito que había dentro de la camioneta.
−¿Ya estas mejor?
−Si, lamento... haberte abrazado.
−Hey... un abrazo es lo que necesitabas ¿o me equivoco?
Lo miré un poco sorprendida.
−Sí, un abrazo es lo que necesitaba. Gracias.
−De nada.
La camioneta se detuvo.
−Parece que ya llegamos.
Yo asentí con la cabeza, primero el se bajó de la camioneta, estrechó su mano, la tomé y bajé con cuidado, agarré la mochila y me la colgué en mi hombro derecho.
−Muchas gracias por dejarme en casa.
−De nada. Cuídate _____.
−Igualmente.
Nos despedimos con la mano, de nuevo sentí lo mismo. Me dirigí a la puerta de la casa y la abrí, lo vi de nuevo, se veía tan... misterioso con ese cubre bocas.... con esos lentes que no me permite ver sus ojos... el atuendo muy formal... el sombrero negro junto con sus rizos que de verdad se veía muy bien. Le sonreí de medio lado y el asentó con la cabeza y cerré la puerta con lentitud.
Subí a mi habitación, miré por la ventana a Joseph, vi que había desaparecido de mi calle. Suspiré, me recargué en la pared mientras volví a recordar ese momento con él.
Ese abrazo fue mágico, fue algo inolvidable, ese abrazo significó muchas cosas.
Por un momento sentí que estaba en el paraíso.
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