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Capítulo 14.

Aprender a ser independiente fue muy difícil. Estaba acostumbrado a buscar a Ran todos los días o hablar por teléfono hasta quedarse sin crédito; pasar días enteros en su casa o ir al cine a ver películas de terror de pésima calidad. Nunca se vio obligado a dejar de verla por tanto tiempo hasta que llegó el 18 de Mayo de 2019, ahí solo le quedó despedirse e irse sin mirar atrás.

   Mirar atrás nunca es bueno.

   El proceso de adaptación en la base fue más incómodo de lo que esperaba y no le gustó sentirse aislado de lo que anhelaba, pero conoció a otros soldados que tenían cicatrices parecidas a las suyas e incluso peores; un hombre que perdió la nariz en una misión, chicos jóvenes que tenían prótesis y, en particular, un soldado con el rostro desfigurado. 

   Tuvo la oportunidad de conocer más hombres y entablar conversaciones profundas, más allá de simples saludos o gestos de cabeza. Escuchó sus experiencias y las cosas que vivieron, las oportunidades que perdieron, las consecuencias que afrontaron y los resultados positivos que terminó dándoles la vida debido a sus buenas acciones y la perseverancia que mantuvieron. Aegir aprendió mucho de ellos.

   No era el único lejos de su familia. Muchos soldados de su misma edad a veces lloraban por la necesidad de estar con sus madres y otros que sufrieron como él, extrañaban a hermanos o amigos. Todos tenían a alguien en casa y a la vez tenían nuevos amigos o personas cercanas dentro de la unidad militar. 

   Ese fue el motivo que lo tuvo en pie cuando, al comenzar el año 2020, se anunció una pandemia. La aparición de extraños vídeos chinos hablando de una enfermedad y el modo en que las personas fallecían lo asustaron. Jullie y Ran eran propensas a tener neumonía en el peor de los casos y la idea de que alguna se contagiara de Covid casi le causó un infarto en plena ejercitación. Para su buena suerte, todo salió bien.

   Por culpa de la cuarentena, Aegir pudo volver a casa en 2021, cumpliendo un total de dos años en la milicia. Dos años donde solo pudo ver a Ran a través de fotos, vídeos cortos y, por tanto insistir, logró hacer una videollamada de una hora el día de su cumpleaños. Hubo tantas cosas que quiso contarle que anotó cada pensamiento en un cuaderno gastado y sucio; desde el primer día en el cuartel hasta el último. 

   El viaje a casa resultó reconfortante, su Coronel a cargo condujo el camión con la unidad entera, dejándolos en sus hogares mientras les deseaba un feliz regreso a sus vidas civiles, excepto a Aegir. De su unidad, fue el único que no quiso volver a ser un civil.

   Al llegar, sus manos empezaron a sudar y golpeó la puerta con algo de duda. Las inseguridades del pasado no atacaron su mente con pensamientos destructivos y cosas negativas, pero las palabras de Dahlia le decía desde niño estaban escondidas en su mente: «Nadie te va a extrañar». 

   —No puede ser.

   Aegir sonrió bajo el pasamontañas cuando vio los ojos cristalizados de Jullie y abrió los brazos para recibirla. Era más alto y grande que la última vez, así que pudo envolverla mejor. Los dos temblaron ante el reencuentro y las lágrimas de la mujer lo pusieron nervioso por un momento.
«Nadie te va a extrañar.»

   —Ay, Aegir, qué emoción. —Jullie se limpió la mejilla con su mano zurda y suspiró con alivio—. Ran está durmiendo la siesta y Arture no tardará en regresar del trabajo. ¿Quieres café, verdad?

   —Me conoces tan bien —murmuró. Su voz sonó débil por los nervios—. ¿Puedes hacerme un favor antes? Dile a mi bella durmiente que baje. Estoy tan nervioso que voy a caerme si subo las escaleras.

   Aegir se quitó la camisa del uniforme mientras Julia subió las escaleras e intentó relajar los hombros con movimientos circulares. Era extraño estar en casa de nuevo y sentir el aroma agradable de ricos perfumes, pero se sintió bien. Poder estar en su lugar seguro después de ver morir a varios de sus compañeros por Covid resultaba refrescante y soplo de vida nueva.

   Levantó la mirada de nuevo ante el ruido de pisadas y las quejas de Ran por ser despertada, volvió a sonreír y se quitó el pasamontañas al mismo tiempo que ella dejó escapar un grito agudo, cargado de emoción, confusión, sorpresa y felicidad. Aegir tragó duro cuando la vio bajar con su top de leopardo y un short negro; su cabello estaba más largo que antes, pero su flequillo se dividió en dos y pudo ver en su mirada lo contenta que estaba.

   «Nadie te va a extrañar.»

   No tuvo tiempo de pensar en nada más cuando Ran se lanzó a él y se trepó como un koala, la sujetó de la cintura para abrazarla y dieron vueltas en el lugar mientras ella llenó de besos toda su cara. Antes le habría dado muchísima vergüenza que Ran fuera tan cariñosa frente a Jullie, pero después de estar dos años viendo cosas peores, no le importó. ¿Por qué negarle afecto en público? Si a alguien le molestaba, qué se joda. 

    —Voy a hacer café, ustedes póngase al día —dijo Jullie y se perdió detrás de la puerta de la cocina.

   Aegir y Ran podían iniciar su conversación con diferentes oraciones, pero los dos tenían un nudo presionando sus gargantas. Ella se bajó de su cuerpo hasta pisar el suelo de nuevo y mantuvieron el contacto visual; Aegir no soltó su cintura, dio caricias suaves en su espalda baja y le miró los labios con desesperación. 

    —Estás... —Ran no encontró las palabras adecuadas y sonrió con un leve rubor en el rostro—. Eres todo un big boy.

   La excitación que sintió Aegir en ese momento iba más allá de la simple lujuria y la necesidad humana. No podía mirar a Ran y estar quieto al mismo tiempo; quería tocarla en todas las formas posibles, besarla, abrazarla, mimarla y no volver a separarse jamás, aunque sobre eso último ya había tomado una decisión. 

    Admiró el brillo en los ojos de Ran, sus manos pequeñas y suaves acariciándole los pectorales sobre la camiseta, las mejillas rosadas y todo ese cabello despeinado. Parecía la misma Melkeku que tuvo que dejar, pero sabía que algo había cambiado. Los dos tuvieron cambios.

    —No te cansas de ser hermosa, ¿verdad? —susurró, ignorando sus palabras. Dejó de acariciarle la cintura para acunar su cara entre las manos—. Estás tan bonita. No. Eres preciosa. 

    —No puedes regresar después de dos años y decirme que te parezco hermosa cuando estás usando ese uniforme —murmuró con un tono ligeramente más agudo—. Debería ser ilegal que entres en mi casa de este modo, me estás calentando —susurró, mirando de reojo la puerta de la cocina.

    Aegir se relamió los labios antes de agacharse un poco y atrapó su boca en un beso desesperado. Apretó el agarre sin pensarlo, pasó a ser una pelea húmeda de lenguas y se apartó antes de jalarle el cabello hacia atrás.

   —En la noche puedes reclamarme todo lo que quieras, Melkeku. —Le dio otro beso y después se acomodó el cabello hacia atrás para calmarse—. Por ahora vamos a ponernos al día, ¿hmm? Quiero saber cómo van tus estudios. No los abandonaste, ¿verdad?

    —¿Por quién me tomas? —Ran frunció el ceño ante la mirada severa de Aegir—. No me contestes. No, no los abandoné. Ya estoy en el tercer año de mi carrera, me fue mucho mejor en la cuarentena, no hice nada más que estudiar y hacer videollamadas con Leif para que termine de explicarme algunas cosas. Estoy cada vez más cerca de ser forense.

   —Me alegro. Estoy esperando el día en que pueda llamarte Doctora Melkeku.

   —No lo digas en público. —Se rio con vergüenza y lo abrazó de nuevo—. ¿Le aviso a Leif para que venga? Estará muy feliz.

   —Por ahora solo quiero relajarme, bañarme, comer y comerte. A Leif puedo soportarlo mañana.

    Después del café y quedarse hablando una hora con Jullie, fueron al dormitorio de Ran. Se sentó en el borde de la cama, dejó que ella se acomode sobre su regazo y escondió el rostro en su cuello perfumado. La había extrañado tanto que tenía miedo de que eso no fuera más que un sueño, pero la sensación en su ingle le confirmaba que era más que real. 

    —Mientras estaba en los entrenamientos estuve pensando en muchas cosas y acepté trabajar de manera permanente en la milicia —murmuró despacio. Se quedó callado unos segundos para ver la reacción de Ran, pero como solo recibió silencio siguió hablando—. De lunes a viernes trabajaré desde las siete de la mañana hasta las siete de la noche, pero tendré disponible los sábados y domingos si no surge ningún imprevisto. 

   Ran no dijo nada en ningún momento y se puso tenso porque pensó que estaba enojada o que iba a apartarlo por no haberle consultado primero, pero volvió a relajarse cuando sintió sus manos acariciándole la nuca. Respiró profundo y le dio un beso en la clavícula.

   —¿Por qué aceptaste eso?

   —Porque te amo y quiero darte lo mejor. En estos dos años ahorré mucho dinero de lo que me pagaron por estar en el servicio y... —Se calló de nuevo. Cerró los ojos y apretó su cintura con más fuerza—. ¿Sabes todos los beneficios legales que vas a tener si te casas con un militar? 

    Ella se removió sobre su regazo de nuevo y lo empujó hacia atrás, Aegir soltó un jadeo de placer al acostarse sobre ese colchón tan suave y la miró a los ojos. Tenerla encima otra vez lo hacía feliz.

    —¿Qué estás queriendo decir?

    —Quiero darte todo lo que tengo, que puedas viajar gratis, tener descuentos, recibir mejores asistencias médicas y que ya no tengas que pagar tu carrera. La puedo pagar yo. Ahora puedo pagar todo lo que necesitamos, Ran. —Acarició su espalda—. Podemos empezar comprando un departamento más cerca de tu universidad y adoptar todos los gatos que quieras. 

    Ran empezó a llorar en silencio cuando se dio cuenta de lo que Aegir realmente quería decirle y asintió con la cabeza, incluso si él no había hecho ninguna pregunta todavía. El sentimiento era demasiado grande para poder hablar. Él volvió a relamerse cuando sus lágrimas le humedecieron los labios.

   —Te amo y quiero que te cases conmigo, Ran.

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