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Capítulo 08.

Después de perderse entre besos y miradas llenas de amor, él sintió una profunda necesidad de estar a solas. Un cosquilleo recorrió su abdomen e intentó mantenerse lo más sereno posible mientras apretaba las caderas de Ran. Observó sus lindos ojos marrones a través del cabello que los cubría y se relamió los labios. Aegir se consideraba a sí mismo como una prueba de que las mariposas en el estómago existen.

   —Melkeku, ¿por qué siempre tienes que ser tan bonita? —Bajó la voz para que el momento se mantuviera privado, lejos de los oídos de los demás estudiantes—. Necesito comerte a besos de arriba abajo.

   La sonrisa de ella lo contagió de nuevo y atrapó sus labios otra vez en un beso calmado, con ternura pero con deseo también. Decidió soltarla después de pocos segundos para retomar ese espacio personal que necesitaba cada cierto tiempo, él todavía no se acostumbraba a ese tipo de cariño y contacto, aunque le gustaba y mucho.

   —¿Dormirás en casa hoy? —Ran preguntó mientras acariciaba su mentón—. Podemos ver alguna película Slasher.

   —Aunque me tienta la idea de ver películas pésimas contigo, tengo otra idea. —Cerró los párpados y disfrutó de la sensación otro rato más—. Almorcé con mi padre antes de venir, dijo que podemos ir a su casa para visitarlo y ver el dormitorio que hizo para mí.

   —¿Para ti? —Ella se movió el cabello del rostro para poder verlo mejor, dejó ver la sorpresa en su mirada y mantuvo el contacto visual—. ¿Estás seguro de ir? Sabes que te acompaño a donde digas, pero quiero que estés seguro de esto y no te arrepientas en pleno camino.

   Aegir solía hacer eso. Muchas veces intentó llevar a Ran al monoambiente para que su madre la conociera en buena forma y cambiara su opinión sobre ella, quería presentarla como su novia y dejar en claro que no era una mujer cualquiera; sin embargo, cambiaba de idea en pleno viaje y regresaban a casa de Ran. Cosa que a ella le aburría porque no era fanática de las salidas.

   A pesar de todas las situaciones y las cosas que pasaron con sus padres, Igvar era mucho más flexible que Dahlia, por lo menos cuando se trataba de parejas y su amable sugerencia de visitarlo lo demostró. El resentimiento no abandonó el corazón de Aegir, pero quería cambiar las cosas. Quería sentirse como un hijo querido, así sea por un solo padre.

   —Te prometo que haremos el viaje completo. —Agarró las manos de la chica y sonrió—. Nos quedaremos a dormir, vendremos a tiempo mañana para tus clases, ¿qué te parece? No puedo prometer que vamos a pasarlo cien por ciento bien, pero no te vas a arrepentir.

   Ran entrecerró los ojos, la duda era clara. Ella siempre lo estaba cuidando y manteniéndolo a salvo de cualquier daño familiar que pudiera sufrir de nuevo. Tenía muchas anécdotas de las cosas malas que Igvar hizo a través del tiempo, así que no aceptó tan rápido.

   —Volveremos en la primera discusión que tengan —dijo, después de pensarlo—. Le voy a avisar a mis papás. ¿En dónde es?

  Entre conversaciones filosóficas de dudosa moral, tomaron el autobús 930 hasta Tørvikbygd. Al llegar al pequeño pueblo donde su padre vivía, cerca de los fiordos, Ran se aferró a su brazo. El autobús los dejó en una zona segura y caminaron colina arriba, tanta cantidad de césped le provocó ganas de tirarse y dormir, aunque el hielo y la nieve le recordaban que estaban en invierno.

   —Es lindo este lugar. —Aegir sonrió al escucharla y la miró de reojo, ella parecía un animalito curioso por cada cosa que veían—. Tu padre.

   El agarre se hizo tenso por parte de los dos. Igvar bajó la colina hasta alcanzarlos, saludó a su hijo y después miró a Ran por unos segundos. La recibió del mismo modo: dándole un beso imaginario en la mejilla y palmeando sus omóplatos. 

   —Gracias por venir. —El tono en su voz sonó sincero y calmado—. Aegir me dijo una vez que te gustan los animales, ¿no? Tengo dos perros, Toto y Kita, y cinco gallinas sin nombre. ¿Quieres bautizarlas?

   Aegir arrugó la nariz y miró a su padre con indignación, no sabía si le molestaba más que le hablara como si fuese una niña o que no le preguntara a él primero si quería nombrar a los animales. Ran, a diferencia, asintió con la cabeza y sonrió enseñando sus dientes, acomodó sus lentes y el flequillo. Usó la goma elástica de su muñeca para recogerse el cabello en una coleta alta.

   —Yo quiero nombrarlas.

   —Me preguntó a mí.

   —¿Y? Es mi padre, por ende esas gallinas son mi herencia. Mi herencia, mis nombres.

   Igvar apretó su frente con su mano zurda, la conversación le pareció absurda, pero divertida. Suspiró y negó con la cabeza cuando Ran le dio un empujón a Aegir antes de correr el resto de la subida. Los perdió de vista en un parpadeo. No podía alcanzarlos tan rápido, ya no era tan joven ni delgado.

   —¿A eso llamas correr? —preguntó Aegir mientras se reía— Por favor, amor, ni siquiera tengo que trotar para alcanzarte.

   —Cállate. —Ran de verdad corrió, pero se cansó pronto. No tenía aptitud física para subir tan rápido hasta el fiordo—. Sabina y Honoria.

   —¿Qué? 

   —Así se llamarán dos gallinas, Sabina y Honoria.

   —¿Quieres tener un gallo y llamarlo Tránsito también? 

   Ella mantuvo la sonrisa, se pasó las manos por el abdomen y respiró profundo, aunque ya sintió pinchazos en el costado derecho debido a la falta de oxígeno. Aegir se detuvo a su lado y mordió su lengua para evitar cualquier comentario al respecto. El aspecto de Ran era exactamente el de una vaca highlander, despeinada, con el rostro cubierto, gordita y bajita.

   —Tengo que hacer más ejercicio.

   Le hizo un escaneo visual de arriba abajo, se acercó para apretar su cintura con suavidad e inclinó el rostro para susurrarle:

   —Yo sé cómo puedes quemar calorías rápido —susurró—. Solo debes lucirte como una verdadera melkeku.

   Ella le dio otro empujón debido a la vergüenza y no pudo evitar reírse de los nervios. Él no dijo nada más ya que su padre los alcanzó. Caminaron el resto del sendero hasta llegar a un terreno grande con una casa que todavía se estaba construyendo. Detrás de las vallas se asomó un perro de pelaje marmolado, un mestizo, y detrás llegó una perra naranja que parecía una mestiza de pitbull. 

   —¡Ay, pero qué lindos perritos! 

   Los dos hombres empezaron a reírse cuando Ran no esperó a que abrieran la valla y se tiró de cabeza hacia el otro lado, ensució su ropa con tierra y césped; los perros la olfatearon y lamieron su rostro y manos. Ella usó una voz aguda para hablarles, como si fueran dos cachorros, pese a ser perros adultos.

   —Sí, sí, muy lindos. —Aegir los apartó con pequeños empujones y ella se paró de nuevo para sacudirse el polvo—. Qué rápido crecieron ustedes.  

   El transcurso de la tarde fue rápido y sin darse cuenta, después de haber estado conversando por horas, llegó la noche. Después de haber cenado y alimentar a los animales, Igvar fue a dormir. Ran llevó dos tazas de café al cuarto de Aegir mientras él cerraba la puerta con llave y admiraron el interior.

  Era más grande de lo que imaginó y le tembló el labio, jamás creyó que tendría un lugar así para él. Ese dormitorio equivalía al monoambiente de su madre, muy grande para una sola persona. Las paredes eran rojas y tenía una ventana grande con macetas vacías en el alféizar; la cama estaba empotrada contra la pared y un armario negro la tapaba para que, al abrir la puerta, se mantuviera la privacidad. 

   —¿Tierra negra? —Ran se agachó para abrir un poquito la bolsa bajo la ventana, después de leer su contenido—. Es para que puedas plantar algo en las macetas, ¿no? Guau. Además de darte un lugar propio, te dejó otro regalo.

   —Con lo que amo la jardinería...

   Estaba sorprendido por el gesto de su padre y de haberlo visto antes se lo habría agradecido. Se sentó en el borde de la cama, miró la pantalla apagada de un televisor Hitachi y agarró el control para entrar a Netflix. 

   —¿Scream o Hellraiser?

   —Entre mala y pésima... La pésima.

   —Hellraiser será. —Aegir le dio inicio a la película y se quitó el calzado—. Henry Cavill sale aquí. Ya no te parece tan mala la película, ¿eh?

   Ran no escondió su fanatismo por el actor y lo buscó en la pantalla, al no verlo se encogió de hombros con desdén. Imitó su acción de quedarse descalza, caminó hasta el armario para quitarse el suéter blanco y el resto de ropa. Aegir se relamió los labios varias veces al verla solo con su falda de tubo negra y un top animal print.

   —Henry Cavill. —Su voz sonó un poco ahogada y miró el televisor para calmarse—. Está hablando.

   Ella se acostó con prisa en la cama para no perderse ninguna escena del actor, hasta sonrió y Aegir se arrepintió de poner esa película, no pudo evitar sentirse celoso por esa tontería. Acomodaron todo para poder tomar café acostados. Hellraiser lo aburrió más rápido de lo que esperó, así que se entretuvo mirando las piernas de Ran y la forma en que la falda se ceñía en su trasero.

    Dejó la taza vacía en la mesita de luz para poder acariciarla como quería, se acurrucó contra ella y escondió el rostro entre sus pechos, no necesitaba ver la película, con oír era suficiente para entender lo que sucedía. Se concentró en acariciar el muslo de Ran sobre la falda y pudo relajarse cuando ella le acarició el cabello con las uñas, el roce le causó un poco de satisfacción. Levantó el borde de la tela para dejar al descubierto más piel y apretó un poco, sin apartar la mirada de la pequeña porción de sostén que se asomó bajo el top.

   —¿Acabas de aplicar la famosa táctica de "ver" una película? —preguntó en voz baja, sin dejar de acariciarlo—. Porque soy capaz de dejar de ver a Henry Cavill para que hagamos otra cosa.

   Aegir subió la mirada hasta su rostro para encontrarse con sus mejillas rosadas y una mirada sumisa. No pudo controlar la creciente urgencia de besarla mientras presionaba su glúteo derecho. Un escalofrío bajó por su espalda cuando la oyó gemir en medio del beso y se apartó con una sonrisa traviesa.

   —Aunque suba el volumen de la tele, vas a tener que controlar tu ruido, bonita.

    Decidió cambiar la posición mientras rezaba en su mente para no sufrir un paro cardíaco en el mejor momento. Nunca habían llegado hasta ese punto para cruzar la línea, tuvieron fricciones y mucha tensión, pero eso... Era algo muy distinto e iban a aprovechar.

  Se acostó contra la cabecera de la cama y la sentó sobre su regazo, acarició su cintura sin restricciones y metió las manos bajo su top para desabrochar su sostén. No dejó de observar su rostro en ningún momento, lo estaba excitando su sonrojo. Ella arqueó un poco la espalda cuando sintió sus dedos fríos y puso las manos en sus hombros para sostener parte de su peso sobre él.

   —¿Vas a ser una buena melkeku, Ran? 

   El tono ronco de Aegir la hizo estremecer y sus brazos casi flaquearon, asintió con un gesto mientras acomodaba mejor su cuerpo y suspiró cuando sintió la erección dura chocando contra su entrada, la ropa estaba estorbando. No sabía cuánto tiempo iba a soportar antes de que su fachada de chica dulce se rompiera y suplicara por un contacto más profundo y mojado.

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