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7. Papá siempre sabe.

—Así que compraste una caja de cigarrillos.

Pongo mis ojos en blanco aun cuando Anna no me puede ver. Ella suena decepcionada de mí, pero yo no tengo nada de que arrepentirme. No iba a traer a un extraño el día en que mi sobrino descubrió que no fue planeado, que fue ocultado por su madre y esa fue la elección correcta.

—Mira tengo que atender a alguien ahora, luego te cuento lo demás —digo escuchando el timbre. Me alejo del balcón y apago el cigarrillo que estaba fumando, el cuarto en el día. Anna suspira—; no me suspires, Anna. Sabes lo complicada que es la relación con mi familia.

—Sí, lo sé —responde, y suena tan cansada como me siento yo. Eso me recuerda que estuvo hablando conmigo toda la noche luego de acostará a Mariella y a Simón—. Hablamos luego.

—Chau, cuídate.

Corto y dejo el celular en la mesa. Dejo que el invitado entre por el portero. Lo espero con dos copas de vino y algunos fiambres cortados.

Como en los viejos tiempos.

— ¡Papá! —Lo abrazo en la puerta y cierro mis ojos mientras siento que me da pequeñas palmaditas en la espalda. Siempre me burle que parecía que saludaba a un perro y no a su hija—. Pasa, por favor.

—Estás muy hermosa, de verdad que sí —dice sonriéndome de costado.

Carlos García fue el primer hombre que amé, es decir, era mi héroe. Mi papá. Sé que mucha gente no tiene la suerte de tener un padre presente, pero él siempre fue el primero en levantarse a aplaudir en los actos del colegio, el que me llevaba a todos lados, en mandarme mensajes preguntándome si estoy bien... él es el mejor papá, por lo menos para mí. Sus ojos color negro brillan viendo la mesa de la sala de estar preparada, le guiño un ojo señalándole que se siente y me deje guardar su saco.

Cuando ambos estamos cómodos, apoyo mi cabeza en mi brazo flexionado sobre el respaldo. No sé qué decir por lo que solo lo miro.

—Dime que cagada se mandó tu hermana antes de que derritas con tu mirada laser, princesa.

—Extrañe que me digas así.

—Entonces deberías visitarme más —contesta encogiéndose de hombros—; la casa es grande y las puertas están siempre abiertas.

—Lo sé —admito asintiendo con la cabeza—; es solo que a veces siento que los recuerdos me van a consumir.

—Curioso que esa sea la razón por la que nunca me iré de allí.

Soltamos una risa baja, entre dientes. El vínculo que siempre hemos tenido está ahí, él sabe que quiero decirle algo, pero se me cierra la garganta.

—Sabes que no deberías sentirte mal por los actos de otras personas, que no eres la niñera de Sara, ¿no?

—La respuesta no te sorprenderá —digo balanceando mi cabeza de un lado a otro, aprieto mis labios—; está embarazada de nuevo, papá.

Él suelta un suspiro profundo, sus hombros se aflojan y toma su copa entera. Yo dejo la mía y me preparo por lo que sea que vaya a decir.

— ¿Es de Roberto?

—Sí, es de él —respondo asintiendo mientras lo veo a los ojos, él toma una de mis manos y la sujeta con fuerza—; y esa no es la noticia más impactante que te voy a dar.

—Ah, yo sabía que había más. Siempre lo hay.

—Ayer, cuando Simón y Mariella vinieron, tuvimos una... discusión.

—Por qué no me sorprende. —Sus palabras hacen que por unos segundos me sonroje de vergüenza, es como si tuviera quince de nuevo y me retara por contestarle a mamá—. Continua, princesa.

—Simón la escucho decir que ella no lo quería mantener —susurro, siento mis ojos humedecerse y los de él se ven algo brillantes también.

Suspiro y miro al techo, buscando retener las lágrimas. Aprieto mis labios y muerdo la parte interna de mi mejilla. Mi papá no deja ir me mano, con la otra se limpia una lágrima solitaria.

—Con tu madre nunca dijimos nada, cuando él nació, porque no queríamos poner más estrés en la situación. Demonios, nos enteramos el día que nació que íbamos a ser abuelos. Y eso... —Hace un gesto con sus manos de explosión—. Pum. Desordeno todas nuestras vidas, pero de algún modo, cuando mire los pequeños ojos del diablo ese, cambio todo. Daría mi vida por esos dos. Como la daría por ti, princesa.

—La eche de aquí y le dije a Simón que podría quedarse conmigo, todo el tiempo que necesite —digo mordiéndome el labio inferior, me encojo de hombros ante su mirada algo sorprendida—; él siempre va a ser mi bebé. Mi pequeño sobrino, no tan pequeño ya.

—Si tienes los medios para mantenerlos a ambos... sino puedo...

—No, no, papá estamos bien; estoy bien. Trabajo a remoto muchas veces y sino trabajo por la tarde, pero son bastantes flexibles ya que trabajo con ellos hace años. Estaremos bien.

—Sí, es un buen chico —contesta sonriendo de costado, aunque no llega a sus ojos.

Me termino recostando en el sofá y él me imita. Vemos una película de acción por una hora, en silencio, sumergidos en nosotros mismos supongo. Cuando la película está llegando a su final, él me mira de costado y niega con la cabeza.

—A veces me sorprende ver que tienes 33 años, So.

—Créeme, también es difícil para mí de creer.

—Muchas veces me sentí culpable por no darte todo lo que te merecías, cuando había problemas económicos o...

—Papá. —Me quejo en voz baja y tomo sus manos—. Jamás me falto comida en el plato, ni un techo, ni educación, ni amor. Te amo mucho por haber sido el papá más genial del mundo.

—No te merezco, princesa.

—Pensé que habíamos dicho que nadie me merece —contesto bromeando un poco. Él ríe, pero sus ojos empiezan a derramar algunas lágrimas—. Abraza a tu viejo, por favor.

—No lo tienes que ni pedir, papá.

Lo abrazo de costado y recuesto mi cabeza en su hombro. Nos quedamos ahí, él me pregunta algunas cosas de la universidad, de Sara y de mis amigos. Él no recuerda sus nombres a veces, pero recuerda anécdotas y ríe cuando se las cuento para que haga memoria.

No tratamos de hablar de qué va a pasar con Sara, sabemos que ya está grande y que si necesita nuestra ayuda, sin importar que tan molesta este yo o él, ambos vamos a estar ahí. Y que el niño será amado o la niña serán amada, por ambos.

También, y una cosa importantísima, Mariella y Simón jamás dudaran de nuestro cariño por ellos. Siempre tendrán un hogar en nosotros.

—Cambiando un poco de tema, Simón, en su anterior llamada, me conto algo muy peculiar.

—Ah sí, ¿qué te dijo el diablito ese?

—Me dijo que tenías un amigo que ibas a presentarles... ¿Horacio o era Héctor?

—Eddi, Edison, mejor dicho —contesto sonriendo, él levanta ambos cejas—. Papá, no es nada. Es solo un conocido.

—Ajá.

—No voy a explicarte todo, pero no es lo que piensas que es. Créeme. Además luego de que le cancele ayer, por lo que sucedió, no creo que me vuelva a hablar.

—Si el hombre estaba interesado y es inteligente, primero preguntara y luego tomara una decisión —responde sirviéndose más vino y señalándome con el dedo—; no tomes esa decisión por él, Sofía.

— ¿Por qué me acusas? —Me paro y ubico mis manos en mi cintura, indignada—. Jamás he hecho eso.

—Sí, lo has hecho. Has terminado todas tus relaciones, todas con la misma excusa disfrazada con otras palabras, pero siempre tomando la decisión. Esta vez, deja al hombre decidir, princesa.

— ¿Tú también vienes con eso? ¿Se pusieron todos de acuerdo?

— ¿De quién estás hablando? Solo yo puedo habilitarte a tener un novio, nadie más —dice él mirándome con el semblante serio, pero a último momento sonríe—. Seguro fue el metido de tu primer novio... ¿Cómo era? ¿Benecio?

—Ben, papá, Ben —contesto suspirando, pero río con él—. No, en realidad, sí pero no. Fueron todos. Menos Sergio.

—Ah, todos los metiches de tu ex.

Río fuerte ante el gesto de asco que hace, sabiendo que es pura mierda. Él realmente quiere a los chicos, todos ellos tienen una gran relación.

Mi timbre vuelve a sonar y miro extrañada hacia mi papá. Pero se hace el desentendido. El portero me dice que hay un paquete y que me lo sube, acepto y aguardo hasta que lo recibo.

Papá se acerca a la puerta y saludo al hombre, y como siempre empiezan a conversar. Me aparto y los dejo solos, mientras que llevo la caja blanca de tamaño mediano a mi mesada para abrirla.

Adentro de ella hay una pequeña nota, abajo un lemon pie que se ve exquisito y otra hoja doblada.

Sofía, luego de mandarte el último mensaje y que no respondieras, me ha puesto un poco nervioso. Siento que has dado un paso hacia atrás y lo estoy viendo suceder sin que pueda hacer nada. No sé qué habrá pasado para que canceles los planes, pero sé que Simón y Mariella son muy importantes para ti. Como lo es Ollie para mí.

Por eso mi hijo y yo acordamos mandarte algo para que compartas con ellos y poner una sonrisa, aunque sea pequeña, en tu cara y en la de ellos.

Espero verte el lunes, con muchas ansias.

Eddi.

PD: sospecho que has comprado una caja de cigarrillos, realmente espero que eso no rompa nuestro trato. Porque voy a luchar si eso quieres hacer. No soy abogado pero pienso defender mi caso, señorita García.

PD 2: Ollie pensó que te alegraría un dibujo de él, espero que te guste. Él tiene un verdadero talento para ello.

Cuando termino de leer la nota, despliego la otra hoja y veo un dibujo infantil de un parque y quien supongo que es mi representación con una gran sonrisa. Abajo, hay una pequeña dedicatoria de Olliver, tiene su firma y todo. Sonrió viendo que explica su dibujo y promete dibujar a mis sobrinos, una vez que los conozca. Ya que me dibujo solo con referencias que le dio su papá y aclara que no fue muy fácil.

Ambas cosas me sacan una risa alegre, que hace que papá venga a la cocina. Él mira la caja desde la puerta de la cocina y bufa.

—Viste, princesa, papá siempre sabe.

—Sí, a veces sabes.

—No, siempre lo hago —contesta acercándose y dejando un beso en mi cabeza—. Iré a despertar a los dormilones. Parece que tenemos desayuno.

—Sí, parece que sí. 

*****

Y... conocemos al Señor García, formalmente.

La relación padre-hija que manejan es especial y tiene sus altos-bajos, ¿quién quiere conocer más?

Nos leemos, D.


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