5. No olvides el trato.
Espero impaciente afuera de su aula. Sí, yo la misma que no quería hacer hace menos de cinco días. Pero hoy es viernes, y si bien ha le di 6 datos de mí misma, quiero hacer algo diferente.
Los estudiantes salen apurados, mentalmente calculo que deben ser de segundo año y levanto una ceja al ver a unas chicas retrasarse apropósito.
Conozco el reglamento de la universidad y si bien no hay nada muy específico, no apoyan las relaciones entre los profesores y sus estudiantes que tenga contacto académico. Aunque en el caso de que no compartan clases, es válido.
Tengo entendido que algunos profesores han, de todos modos, salido con alumnas a las que les daban clases. Y avisan a administración para que se las cambie de clase, mientras que la universidad los hacia llenar unos formularios para proteger a la institución en caso de que suceda algo grave y haya una demanda.
Las tres chicas se acercan a paso lento, Eddi les da una sonrisa con los labios cerrados; se veía amigable pero no con coquetería.
Me apoyo en el marco de la puerta, con mis brazos cruzados. Agradezco haber puesto la pollera con botones adelante, color marrón y las medias negras, porque él me ve de inmediato y su escaneo calienta un poco mis venas.
Levanto mi mano dándole un breve saludo, él asiente.
Las chicas se ven un poco decaídas por haber perdido su atención. Salgo del aula, porque dudo que tengan mucho más que un enamoramiento normal y tal vez algunas dudas razonables sobre la clase; y lo último que necesitas en tu primer, segundo y hasta tercero/cuarto año de universidad es que una mujer que no conoces te mire interactuar con el profesor lindo.
Ellas salen minutos después, yo me encuentro apoyada contra uno de los pilares. Ríen un poco, una se sonroja y cuando me miran, les doy una pequeña sonrisa. Todas me asienten y se van, veo que codean a la del medio con diversión.
—Señorita García.
—Profesor Morales —digo de vuelta, él ríe pasando una mano por su pelo negro largo; esta vez el traje que usa es de tres piezas y un poco más formal—, usted se ve muy bien.
—Usted también. ¿Cómo has estado?
—Muy bien. Cansada, llena de cosas que leer, ah de eso te quería decir —contesto empujándolo con mi dedo índice—; mi primera carrera es ingeniería mecánica con especialidad en automotriz. La carrera que estoy haciendo ahora es diseño gráfico.
— ¿Ese es mi primer dato diario? —Asiento sonriéndole, él me tiende uno de los cigarrillos—. No puedo creer que ya vayamos por el noveno cigarrillo.
—Tienes otros 31, lo superarás —contesto encogiéndome de hombros; saco mi encendedor—; ¿tienes algo que hacer hoy?
— ¿Esa es tu frase para invitarme a hacer algo hoy? —ambos nos detenemos en el banco que hemos venido a sentarnos por días, acostumbrada a sentarme en el lado izquierdo para no tirarle humo en la cara. Otra cosa que descubrí es que a él no le gusta—. Puedes hacerlo mejor.
—En general no lo tengo que hacer —digo riendo de costado—; pero si necesitas una propuesta con rosas deberás esperar a mañana.
—Mañana es sábado —responde despacio, él saca su pequeño pote con maní y lo come de a poco—; ¿Cómo haremos esto de los datos?
—Pensaba que como es tú me pedirías salir contigo, ya sabes, eres el interesado en hacer esto.
—Ah, ahora haces eso. —Muerde su labio inferior, sé que quiere reírse mucho en mi cama—. Entonces, ¿haces algo mañana?
Suelto una risa algo ahogada por el humo, y él alarga su mano para palmearme la espalda. Luego se aleja y se relaja en su lugar, come su maní.
—No, nada que yo sepa. Aunque creo que a la noche vienen a casa mis sobrinos —contesto con una sonrisa—; mi sobrino tiene una fiesta y mi sobrina quiere pasar tiempo de calidad conmigo.
— ¿Querrías tener una salida conmigo y los niños?
—No creo que a mi sobrino le guste que le digas niño —respondo bromeando, él levanta su ceja—; tiene 21 años.
—Nunca lo pensé antes, pero... tú tienes 33, él 21. No se llevan mucha edad —susurra, no dice nada más, solo me mira.
—Sí, larga historia —murmuro, me giro para mirarlo—; ¿por qué odias que fume?
— ¿Cómo sabes que lo odio?
—Haces una mueca rara cuando me ves prenderlo.
—Bueno, mi primera razón es que te estás matando, de forma lenta y concisa.
— ¿La segunda? Dime algo que no sepa.
—Es la mirada que pones cuando lo prendes —dice masticando y suspirando. Guarda el pote y junta sus manos sobre las rodillas—; es como si fuera un ritual. No tu gusto, no tu adicción, ni acostumbramiento... es como si fuera algo que debes hacer para llenar algo.
Lo miro en silencio, sacudo las cenizas que cayeron sin querer en mi jean y tiro el cigarrillo usado. Suelto el último humo y me relajo.
—Mi papá fumaba mucho —contesto con lentitud—; dejo de fumar cuando nací. Porque decidió darme un mejor ejemplo, pero decayó cuando mis padres decidieron separarse. Sin divorciarse, solo separados. Y él me dijo que los cigarrillos curaban un corazón roto.
—No voy a preguntar nada más, porque espero con ansias que me invites a cenar hoy y me dejes llevarte a tomar un café mañana con los niños. Pero quiero que sepas que me gustaría mucho ayudarte a encontrar otras cosas que pueden ayudar con un corazón roto. —Eddi dice al romper el silencio, deslizándose a mi lado y tomando una de mis manos. No es hasta que cierra mi puño, que siento el segundo cigarrillo caer en mi mano—. Un trato es un trato.
*****
Sus ojos brillan divertidos, se forman arrugas a su alrededor y su sonrisa es terriblemente bonita. Yo no puedo evitar reír mientras le cuento sobre Simón de chico.
—Suena como todo un terremoto.
—Lo era y lo es. Por algo los llamo encantadores demonios, porque Mariella también tiene sus momentos —digo encogiéndome de hombros, corto mis fideos, así puedo comerlos mejor. Él está comiendo algún pedazo de carne con ensalada—; aunque ambos son muy lindos.
—No lo dudo. Todos los niños pasan por esa edad.
— ¿Hablas desde la experiencia? —Mi pregunta ya tiene respuesta. No es secreto que tiene un hijo, del cual me ha contado pequeños detalles. No me molesta, si tuviera un hijo o hija, querría evitar exponerlo a mis salidas con nuevas personas—. Si no quieres...
—No, quiero —asegura asintiendo, cruza sus manos sobre el plato y lame sus labios, mira hacia arriba como si estuviera pensando—; Ollie es un tornado simpático. Mi pequeño hombrecito sabe hipnotizar a todos los que conoce, pero luego lo dejas solo dos minutos y puede que las cosas vuelen.
—Suena como una aventura —contesto sonriéndole—; entonces, mañana...
—Te llevare café a tu departamento, no subiré, porque no estamos ahí todavía.
—Sugieres que estaremos ahí. —Cierro los ojos escuchándome, siento que mis mejillas se sonrojaban.
Demonios, pensé que podría pasar un día sin que esto sucediera. Eddi ríe.
—Mis intenciones son puras.
—Ajá.
—Retomando, antes de que esto vaya hacia el sur —dice guiñándome un ojo, capto el mensaje y me siento calentar aún más—; llevaremos a los chicos por una vuelta, luego a la fiesta y luego a comer una pizza con helado. Y como no me agrada que vayas sola a una fiesta llena de adolescentes en cuerpos de adultos jóvenes, te acompañare a buscar a Simón.
—Suena como un buen plan —digo antes de meterme un bocado. Él abre sus ojos como si recordara algo y busca en su saco—. ¿Qué paso?
—Ten, mi parte del trato —contesta tendiéndome un cigarrillo, lo agarro insegura—; casi me olvidaba.
—Yo también —respondo mirando el cigarrillo. Sonrío mientras lo guardo en mi cartera.
Unos segundos pasan hasta que toma mi mano a través de la mesa y espera a que mis ojos se encuentren con los suyos.
—Me gusta pasar tiempo contigo, Sofía.
—A mí también, Eddi.
Ahí es cuando caigo, una pequeña voz en mi mente me dice no olvides el trato.
Porque una persona como yo no puede salir con una persona como él.
No olvides el trato.
31 cigarrillos más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro