29. Dulce hogar, recuerdos amargos, parte 1.
—Hola papá, Sofía, mi dulce hijo —dice Sara al entrar a la cocina de la casa de nuestra infancia. O por lo menos de la mía.
— ¡Tía! —Mariella me envuelve en sus brazos y pone su celular en mi rostro—. Mira, mi novio...
— ¿¡Tu novio!? —Las voces exaltadas y curiosas de mi hermana y sobrino invaden el espacio, mi papá ríe en el fondo y vuelve a revolver la cacerola con nuestra comida.
— ¿Novio? ¿Quién es, princesa? —Mi tono es menos brusco, haciendo que Mariella me dé su celular y ver sus chat libremente; mientras que a su mamá la mira con el ceño fruncido. Oculto mi risa, sabiendo muy bien qué le va a decir.
— ¿Cuándo tuviste tu primer novio, mamá?
Sara busca en nuestro padre alguna ayuda, pero él solo se encoge los hombros y yo desvío mi mirada. Simón niega con la cabeza, reconociendo que su hermana es inteligente y obviamente venía preparada para esto.
—A los 15, ¿verdad? —Su madre asiente con los labios apretados—. Bueno, estoy por cumplir 16 años en unos meses. Y recién oficializamos antes de las vacaciones.
— ¿Quién es tu esclavo, digo novio, hermanita?
—Ja, ja, gracioso —responde sacándole la lengua—. Se llama Maximiliano. Lo conocen, fue a casa varias veces con el resto de nuestro grupo...
—Lo recuerdo, ¿fue el que nos mandó dulces caseros hechos por la mamá, cada vez que venía a mi casa o a la de tu mamá?
—Me encanta lo fáciles que son ustedes dos, con comida este chico entro en los pantalones de mi hermana delante de sus narices —bufa Simón, frunciendo el ceño. Yo lo miro fijo y él relaja los hombros—. Okey, eso sonó feo. Pero estoy molesto. Mi hermana menor no debería tener novio, hasta por lo menos 5 años más.
—Wow, cinco años más, que considerado —contesto rodando los ojos. Le devuelvo el celular y sonrío—. Parece un buen chico, y sí, me gusto que trajera cosas cuando venía a nuestras casas. Demuestra que pensaba en hacer una campaña por su causa llamada "quiero ser el novio de su sobrina, hija y nieta". Y fue sincero al decir que las hizo su mamá. Mientras no te rompa el corazón, no le romperé ningún hueso.
—Ídem a toda la última oración —dice Simón, accediendo con una sonrisa. Y luego ríe por debajo—. Deberíamos invitarlo a la cena de Año Nuevo, ¿verdad?
—Como a tu novia —contesta Mariella sacándole la lengua, a lo que Simón pone los ojos en blanco.
Papá me observa poner el postre que traje en la heladera junto al champagne. Sus ojos parecen buscar algo y eso hace que lo enfrente, con ambas manos en mi cintura. Una sonrisa es la única señal que me da.
— ¿Y a ti qué te pasa?
—Estoy pensando en si debo preguntar por Edison o no.
—Ah, abuelo ese es un tema sensible, ¿sabes? —Simón le guiña un ojo. Mientras que Sara le jala una de las orejas haciendo que se calle.
—No estamos juntos, juntos, pero no estamos separados. De momento. —Es todo lo que digo, papá levanta una de sus cejas—. Fui una tonta, lo quise dejar, él no quiso y ahora estoy reparando mis errores, ¿okey?
Ellos se ríen pero rápidamente cambian de tema y yo sonrío recordando los besos que Edison y yo compartimos. Le mando un mensaje cortito:
"Espero que tengas una noche buena hermosa y una Navidad especial con ese niño lindo."
No espero que me responda de inmediato por lo que dejo el celular en mi cartera sobre el sofá.
Mis pasos me llevan al patio, ahora iluminado con un par de luces distribuidas por los laterales. Las estrellas empiezan a aparecer de a poco y yo me quedo observándolas. La noche cayendo y envolviéndonos.
El jazmín que mi mamá planto por mí en el patio llama mi atención cuando su olor llega a mí con el viento. Podemos echarle la culpa al cambio climático por una Navidad algo más fresca de lo que normalmente estamos acostumbrados.
Toco uno de sus pétalos y este se cae al estar ya flojo de por sí. Un recuerdo se desliza en mi mente.
Los pasos apurados y gritos inundan la casa de pronto, haciendo que se me desparrame pintura sobre mi camisa vieja. Hago una mueca, pero no logro ni levantarme de mi silla en la cocina que Sara entra y agarra un vaso de vidrio. Lo tira contra la pared, haciendo que tanto mamá como yo nos exaltemos más.
— ¡Te odio, mamá!
— ¿¡Estás loca!? Podrías haberme sacado un ojo, o peor lastimarte a ti misma.
Las respiraciones de ambas son agitadas, como si hubieran estado corriendo. Me hago un bollito en la silla, buscando desaparecer y no llamar la atención.
Sara ríe ante sus palabras y sacude la cabeza en negación.
— ¿Loca? Eso estás vos. ¿Qué pasa tratando a mi novio de esa manera?
— ¿Lo tenía que dejar toquetearte toda en el medio de la calle, a plena luz del día, en el barrio dónde todos te conocen?
— ¿Ese es tu problema? ¿Mi reputación? ¿O la tuya?
— ¡Mi problema es que no sos consiente que la gente ya habla, de vos y de tus noviecitos! Ni siquiera es sobre que seas sexualmente activa sino del peligro en el que te pones, sabes cómo es la sociedad, Sara. No sos intocable y lo único que estás haciendo es quedar como una pelotuda que se deja hacer por cualquiera.
—Ah, entonces tu problema es que no sea igual que mi hermana, ¿verdad? La Santa Sofía.
—Tu hermana es más chica, ni siquiera podes compararte a ella, ¿me escuchaste, Sara?
— ¿Qué opinas, Sofía? ¿Soy una puta o no? ¿Soy demasiado zorra para sus malditos estándares, señorita perfección?
Trago saliva al obtener ahora toda la atención y bajo la mirada sin contestarle. Ella ríe más fuerte y con burla.
—Seré puta pero no seré una idiota como ella. Calladita, bonita pero vacía por dentro.
—Sara, te advierto, deja a tu hermana en paz. Ella no es la que está en problemas.
Mi hermana pone los ojos en blanco y se sienta de golpe del otro lado de la mesa. Se ríe y se burla de mis dibujos. En automático, mezclo pintura con en el frasco que uso con agua limpia para mojar los pinceles y me levanto.
—Podre ser ingenua, pero por lo menos no voy a quedar embarazada antes de hacer algo con mi vida. Algo que importe para mí, que sea sobre mí y nadie más. ¿Vos, Sara? Vas a terminar siendo una de las mujeres de las que tanto te burlas. Teniendo dos o tres hijos solo para que el gobierno te pague. No eres más que una inútil, hermana mayor —digo interrumpiendo su discusión y vuelco sobre su pelo perfecto la mezcla. Haciendo que ella grite.
Mamá abre sus ojos y pone una mano sobre su boca, sin palabras para decirme. Yo sonrió de costado y dejo el frasco en la mesa.
— ¿Calculo que estoy en penitencia, verdad?
No espero a que me respondan, así que camino a mi cuarto, no antes de notar a mi papá, recién llegado del trabajo observándome con la misma cara de sorpresa que mamá. Suspiro y le dejo un beso en la mejilla.
—Buenas noches, papá. No voy a cenar hoy, ¿sabes?
— ¡Sofía! —Sara grita cerca de mi oído y yo retrocedo asustada, ella ríe por lo bajo al notarme distraída. Miro a otro lado—. Lo siento, estabas tan ida que no podía hacer que me escuches de otro modo.
— ¿Necesitabas algo?
—Necesito que dejes de tratarme como a una prima lejana. Pensé que íbamos a tratar de llevarnos mejor, después de todo ambas estamos yendo a terapia, para mejorarnos y convivir en paz.
— ¿Por eso piensas que voy a terapia? —Bufo y cruzo mis brazos—. Yo voy a terapia gracias a vos, Sara. Toda mi infancia está teñida de color gris, gracias a vos.
— ¿De qué mierda estás hablando? Mamá nos traumo a ambas, ella es la razón...
—La razón por la que mamá te gritaba era porque estabas tan ida en tu propia persona, en tus prejuicios y vida egocéntrica que no nos escuchabas, Sara. Nunca lo hiciste. Siempre hiciste y deshiciste lo que querías. Jamás nos tomabas en serio. Mamá y papá tuvieron la suerte de no volverse psicópatas gracias a vos.
—Siempre fuiste la hermana buena, y te gustaba Sofía. No me digas que no disfrutaste todos esos años siendo la mejor. El juguete preferido.
—Ah claro, porque soy perfecta, ¿verdad? Pues no, Sara, no fue divertido. No fue ni cercano a eso. Pero vos tuviste muchas oportunidades de cagarla y arreglarlo, solo que decidiste seguir cavando tu tumba. ¿Yo? Tuve que ser perfecta siempre. Sin dar un paso en falso.
—Mamá te amaba...
— ¡Ella nos amaba a ambas! Solo que dejo de decírtelo porque lo único que decías era que la odiabas. ¡La matabas cada vez que lo decías!
— ¡No lo decía en serio!
Antes de que pueda dar un paso en su dirección para sacudirla, un cuerpo se interpone y me aleja. Papá me abraza y retiene mi cabeza entre su hombro y cuello. Ahí noto que he estado llorando todo este tiempo.
Escucho a Simón decirle a Sara que entre y se calme. Algo sobre el bebé y la presión alta.
No intento alejarme de papá, porque no puedo. Porque después de todos estos años, sigo necesitando a mi papá. Para ayudarme a alejar los recuerdos amargos y dolorosos que invaden esta casa.
¡Hola! Perdón por la demora pero empecé la universidad y me absorbió por completo. Espero que les guste este capítulo y nos vemos la próxima semana para la parte 2.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro