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11. ...destruir a una persona.

— ¿Tía? ¿Tía Sofi? ¿A dónde vamos?

Miro a Mariella por un momento y suspiro, sigo sin poder contactarme con Sara y todo se fue a la verdadera mierda. No sé a dónde ir, no sé qué hacer, ¿llamo a la policía? ¿Pero qué pueden hacer?

No han pasado 24 horas, se fue según la vecina de forma voluntaria y en todo caso la que cometió un acto violento fui yo.

— A casa, Mari. Mañana no irás a clase tampoco.

— ¿Qué pasa con papá?

—Nada, no va a pasar nada —contesto con la mejor voz que puedo poner. No quiero pensar en Roberto y recién ahora empiezo a sentir dolor en el brazo que me agarro—; ¿qué quieres merendar hoy?

Desvió su atención a eso, y sonrió cuando ella me sigue la corriente. No hablamos de lo que vio, ni siquiera cuando llegamos a mi departamento y Simón nos pregunta si había pasado algo grave. Niego con la cabeza cuando me hace una seña y él asiente entre dientes. Calculo que cuando la niña caiga dormida, empezara el interrogatorio.

Mi celular vibra en la mesada justo cuando me tomo una copa entera de vino blanco, Simón se apoya en el marco de la puerta de la cocina y me observa atender.

— ¿Sofía?

—Sara —respondo, sonando como una mezcla de reclamo y alivio—. ¿Dónde estabas? Me mandaste como cinco mensajes para que no estés en tu casa y encima te vayas con...

—Lo sé, es que no sabía cómo hacer que Mariella este contigo sin cruzarme a Roberto.

— ¿Qué? No entiendo, ¿de qué estás hablando? —Apoyo mi cadera en la mesada—. ¿Por qué no quieres cruzarte al padre de tu hija, y de tu futuro hijo?

—Porque no es el padre, y no sabía cómo decírselo.

Abro mi boca, pero nada sale de ella, salvo un jadeo casi inaudible. Simón alza sus cejas hacia mí.

—Me entere hace unos días y hoy tenía que hablar con Iván. Roberto nunca se lo tomaría bien, así que necesitaba que estuvieras en la casa para cruzártelo, ¿estás con Mariella, no?

— ¿Cómo sabías que me llevaría a Mari?

—Porque siempre los encuentros entre ustedes son así, violentos. Además me asegure que la vecina me vea irme con Iván, así te lo decía y bueno, te conozco, hermanita.

Tomo unas respiraciones con los ojos cerrados. Apoyo mi celular abajo, me sirvo otra copa y puteo.

Puede que me conozca, pero yo ya no la conozco a ella.

— ¿¡Cómo te atreves a manejar no solo mi vida, sino la de tus hijos?! ¡Y de este modo! Eres una irresponsable, Sara, una verdadera hija de perra.

—Me robaste a mi hijo, es lo menos que podía hacerte. El karma siempre se paga, Sofía; tú y yo aprendimos eso.

—Se ve que no aprendiste nada, no maduraste ni una mierda. ¿Sabes qué? Ni te aparezcas por acá, no te dejare entrar.

—Sofía, no puedes quitarme a mi hija también.

— ¿En serio? Pruébame. Te llamare cuando puedas venir, pero si te apareces por acá no la vas a contar.

Corto antes de que pueda responderme y me tomo la copa que me serví. Simón sigue mis movimientos con su mirada, por eso guardo las apariencias y le sonrió de costado.

— ¿Qué hizo mamá esta vez?

—Ser ella, existir; toma la opción que pienses correcta.

—Mari dice que quiere helado de merienda —dice aceptando mi respuesta. Pasa un brazo por mis hombros, y él siendo más alto que yo, me deja un beso en la cabeza—. Yo digo que quiero vainilla.

—Chocolate amargo —respondo inclinando mi cabeza, él asiente y toma el teléfono para marcar. Antes de irse, me llama—; ¿sabes que no estás sola, no?

—Lo sé, gracias mi sobrino favorito.

—Soy el único.

—Exacto —contesto alzando mis cejas, logrando que ría aunque noto que su mirada preocupada no se borra.

Tampoco creo que la tristeza de los míos lo haga.

****

Después de un largo rato riendo y viendo películas, logre que ambos demonios se durmieran. Mi celular suena con un mensaje de Sara, pero lo borro; también recibo varios de Ana y de Edison, que decido no contestar por ahora. Solo mando un "estoy bien" para que no se vuelvan locos.

Dejando de lado los cinco cigarrillos que me fume seguidos, a escondida de los chicos. Me niego a prender un sexto, diciéndome que no soy adicta a ellos. En cambio, sin pensarlo, marco el número de la única persona con la que siempre he contado para estos momentos: Ben.

— ¿Sofía? —Su voz sale un poco entrecortada, y tardo un poco en escuchar el ruido que parece haber detrás de ella—. ¿Hola?

Quiero responderle, pero una voz femenina se distingue entre todo el griterío detrás. Se oye dulce y tímida, pregunta si algo está mal.

Salgo de mi sorpresa inicial, pasó una mano por mi cara, noto una lágrima solitaria bajando por ella y niego con la cabeza. No puedo arruinarle la noche, no puedo decirle que lo necesito como mi ancla.

—Ben —digo respirando por la boca, tratando de no hacer ruidos que indiquen que podría estar a punto de un colapso total. Carraspeo suavemente contra mi codo, alejando el celular—, lo siento, me he confundido de contacto; no pretendía llamarte.

Unos minutos de silencio por su parte, arrugo el ceño y luego escucho un leve "vuelvo en unos segundos, ¿sí?". Vuelvo a negar como si me pudiera ver.

—Sofía, ¿está todo bien?

—Sí, todo está bien. Yo solo quería llamar a papá y me confundí totalmente.

—Ajá...

—Bueno, no puedo ser perfecta sabes. Me puedo confundir —respondo, haciendo el esfuerzo de sonar sarcástica y alegre. Como siempre he sido—; no quería interrumpir...

—Sabes que si me necesitas, estaré allí en unos minutos, ¿no? No importa si estoy en una cita, una reunión o en el medio de la corte; eres mi amiga, mi compañera de travesuras de niños y eres el primer crush que tuve. Jamás te dejaría sola, porque sé que si fuera al revés, tú ya estarías moviéndote. Y es más, creo que...

—No, no, no. Escúchame bien, Ben, tú no te mueves de allí, ¿de acuerdo? Yo estoy bien, súper y genial. Disfruta tu cita, sé feliz.

—No me estás calmando, Sofía. Tú no te confundes de número, tú chequeaste mil veces que le envías el mensaje correcto a la persona correcta, no cometes errores de ese tipo.

—Mira, hoy ha sido un día ajetreado, ¿sí? Estoy cansada y eso es lo que me hizo olvidar de chequear, ¿okey? —Apoyo mi cuerpo contra una de las paredes de mi sala de estar y suspiro cerrando los ojos—. Estoy bien.

—No te creo.

—Créeme, por esta vez —contesto, y sé que parece más un pedido que una afirmación, pero ya no puedo contener el fuerte y necesito cortar esta llamada—; hablamos mañana, ¿sí? Quiero dormir y tú tienes una cita que entretener.

—No se siente bien dejarte así, Sofí.

—Ben, ve. Estaré bien.

—La última vez que dijiste esas palabras ambos terminamos con el corazón roto.

—Esa vez fue hace mucho tiempo.

— ¿Te arrepientes?

Miro mis uñas, pensando en aquellos tiempos más simples y a la vez complicados. Todas las promesas que se rompieron o fueron olvidadas, igual que el sentimiento que sentía por él. Aun cuando recuerde cómo solía doler, también recuerdo que ambos no seríamos nosotros sin eso.

—No, ¿tú? —Casi susurro la última parte, porque no debería retenerlo más, pero la curiosidad pica en mi mente.

—Me arrepiento de no haber peleado tú decisión, de haber dado vencido tan fácil por la distancia y la excusa de que ambos estábamos en distintas etapas. No sé si fuiste la única, que se me escapo, pero sé que pude haber hecho más.

—Deberías volver con ella, deberías decirle lindas cosas y hacer el esfuerzo.

—Yo no hacía un esfuerzo contigo, recuerdo lo fácil que era, Sofía.

—Ben... no te amo de esa manera, lo sabes —digo tratando de desviar el tema, porque no recuerda que sea fácil para mí, por momentos. Lo recuerdo a veces pesado y agotador.

—Yo tampoco, pero... recuerdo lo que era hacerlo.

—Te quiero, cuídate. —No espero a escuchar su respuesta, cuelgo sin pensarlo.

Apoyo mis brazos en mis rodillas y hecho mi frente hacia adelante. Aflojando mis hombros, siento el peso del día en mi cabeza y las lágrimas empiezan a fluir. Lloro en silencio por unos minutos, o tal vez fueron horas. Hasta que un leve golpe en mi puerta hace que levante mi vista y ubique el reloj que tengo en una de las paredes,

Son la una de la madrugada. ¿Quién vendría a verme?

Muerdo mi labio, pienso en Ben, quien tal vez tuvo su cita y vino a verme de todos modos. Pienso en lo que dijo y en lo que yo no dije.

Me acerco sin hacer ruido para mirar, tratando de no hacer sombra con mi cuerpo por debajo de la puerta. La abro casi de inmediato cuando sé quién es.

—Sofía. —Mi nombre de sus labios se desliza con facilidad y yo podría llorar más al verlo. En ese momento me doy cuenta de algo que me quita el aliento por un momento, pero no logro profundizar en ese pensamiento cuando me acerco a su cuerpo y dejo que mis labios toquen los suyos.

Sus brazos se aprietan alrededor mío, dándome fuerza y estabilidad. Seguridad y cariño. Mis manos sostienen su mandíbula, aun cuando están temblorosas y algunas lágrimas siguen cayendo por mis mejillas, él me devuelve el beso con una pasión que me sumerge en una burbuja de tranquilidad.

Mi labio inferior es mordido con cuidado, lo suelta luego de saborearlo y eso hace que un amague de una sonrisa se me escape. Él recorre mi rostro con los dedos de una de sus manos, limpiando la humedad y su mirada preocupada es todo lo que necesito para recordar dónde estamos.

Dejo ir el aliento que estaba reteniendo y doy un paso hacia atrás, pero sin soltar su mano lo acerco a mi departamento. Diciéndole sin palabras específicas que lo dejo entrar y cuando cierro la puerta, su nombre se me escapa como una oración que se susurra en voz baja.

—Edison.

—Estaba muy preocupado y no contestabas más, luego ese mensaje que no me dejo nada seguro ni menos inquieto, pensé en venir para chequearte y no quiero que pienses que yo...

No lo dejo continuar cuando me acerco y lo abrazo, apoyando mi cabeza en su pecho. No me doy cuenta cuándo ni cómo pero termino siendo arrastrada a su regazo, cuando él nota que no pienso moverme de sus brazos. Puedo ver, por mis ojos entre abiertos, su mirada desplazarse por mi departamento y mirar los abrigos de mis sobrinos en el sillón que no ocupamos. Dejo salir un suspiro cansado.

Sus manos en mi espalda tratando de calmar algunos temblores que tengo, las lágrimas parecen empezar a detenerse y cada vez que relajo un musculo, una nueva descarga de alivio me embarga. No intenta hacerme hablar, sino que escucha de otro modo; escucha a mi cuerpo porque empieza a masajear las partes que siente aun tensas, guiándome sin decir mucho para que me apoye completamente en él.

—Perdón por no llamarte —susurro, él no detiene sus movimientos—. Gracias por venir.

—Puedes llamarme si quieres, cuando necesites que esté, estaré.

—Llame a alguien más, y no quiero ocultártelo —digo contra su cuello, aspiro su olor y me siento más en control—. Llame a Ben, porque... es lo que siempre he hecho.

—Él es esa persona, ¿no?

— ¿Mi llamada de auxilio? Creo que sí. Nunca lo he pensado así.

—No quiero ser un idiota, porque no hemos hablado de que somos con seriedad, pero...

—No te gusta no ser el primero, lo entiendo.

—Jamás te controlaría las amistades o con quien sales, pero me gustaría saber que me llamarás cuando necesites esto.

—Lo sé ahora.

—Tampoco me agrada del todo que fumes cinco cigarrillos —responde de forma más lenta y levanto mi cabeza para nivelar nuestros ojos—. No me gusta que parezca un castigo para ti. He visto tu cara de asco cuando hueles los cigarrillos en otras personas, es como si fuera una penitencia.

—Es un mecanismo de supervivencia que siempre he tenido. No estoy acostumbrada a tener una pareja con su mierda junta, ¿entiendes?

—Creo que sí, porque no tengo mi mierda en orden. Nadie lo tiene. Pero quiero que cuando la mierda se vuelva jodida, me llames. —Una de sus manos sostiene mi mejilla y la acaricia—. Me gustas cuando eres solo tú, Sofía.

— ¿Incluso con los ojos rojos, los exes entrometidos, mi familia desastrosa y mi vida jodida?

—Solo tú. Incluso cuando parezca que está destruida, veo a la Sofía que me gusta. A la que quiero enamorar —responde casi pensativo. Sonrío al ver sus ojos agrandarse al escucharse; supongo que no esperaba decir eso.

—No te arrepientas de decirme eso, porque yo también quiero que sigas mirándome así. Me gustas Edison. Mucho.

Ambos nos miramos unos minutos más, le susurro pequeñas oraciones relatando lo que sucedió con mi hermana y él solo me escucha. Un gruñido se le escapa cuando nombro al padre de Mariella, sus brazos ajustando su agarre y ese es mi señal de que es mi turno calmarlo.

—Así que tienes casa llena.

—Sí, digamos que sí.

— ¿No te molesta que puedan venir y vernos?

—No, ya no —digo sonriendo de costado. Le dejo un beso en su mejilla—. Es más, ¿te quedas?

— ¿A dormir?

—Sí, solo eso.

—De acuerdo...

—No me mires así, Edison —respondo frunciendo el ceño, aunque él sabe que no estoy enojada—. Sé comportarme.

—Yo también, pero no sé si pueda hacerlo contigo.

—Tú eres el obsesionado con los pasos bebés. Despacio y lento, ¿recuerdas? —Lo arrastro en silencio a mi habitación, deslumbro una sonrisa de su parte y le robo un beso.

—Sí, recuerdo, Sofía. Pero también puedo follar de ese modo —contesta reteniéndome por la cintura, susurrando las palabras sobre mis labios y mi cuerpo se derrite con sus palabras. Sus manos masajean mi piel por debajo de mi remera, pero se detiene cuando yo dejo mis manos en su pecho—. No esta noche, sin embargo.

—Lastima —murmuro, recomponiéndome un poco. Él levanta una ceja—. También la puedo chupar de ese modo.

Mi comentario me regala una mirada algo acalorada de su parte y cierra la puerta con un poquito más de fuerza.

—Lento y despacio. —Modulo las palabras con mis labios, él ríe entre dientes.

Va a mi baño personal para darme espacio a cambiarme y luego él se saca la remera, dejándolo solo en joggins. Me acomodo en sus brazos y es todo lo que necesito para empezar a dormirme, pero lo escucho decir en mi oído.

—Esas palabras jamás tendrán el mismo significado, señorita García.

****

Bueno, espero que no odien a Sara tanto.

Ya entenderemos mejor la relación entre ambas hermanas, espero que les guste el capitulo


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