🍰!! ' Capítulo 15
꒰ Cena ꒱
¡ 15 !
Jimin había pasado por alrededor de diez florerías, no encontraba ningún ramo que le convenciera para llevar a la casa de Yoongi.
Creía que recorrería toda la ciudad en busca del perfecto ramo de flores.
Todo le causaba muchos nervios.
Quería lucir bien, ser lo suficiente para que los padres de Yoongi le aceptaran como uno más de ellos.
Tenía bastante presión en su espalda, sentía que llevaba un saco de piedras en ella.
Cuando llegó a la última tienda de su ciudad suspiró, había llegado hasta el final de su ciudad sólo para conseguir un ramo de flores.
Se bajó estacionando su moto en la acera, compraría el ramo de flores en esa florería, no sería malo después de todo.
Eso esperaba.
Había comprado un ramo de rosas rojas y un pequeño pastel de fresas, todo el camino se aseguró de no estropear los pétalos ni el pastel, para su suerte llegaron en una sola pieza.
Se encontraba afuera de la casa de los Min, con un ramo de flores en sus manos y un pastel. Se daba ánimos para tocar la puerta y presentarse a los padres de Yoongi. Era una tortura seguir estancado en la acera mientras acomodaba las palabras en su boca.
¿Cómo sonar lo bastante decente?
No sabía, su lengua se trababa al tratar de ensayar.
Estaba tan concentrado en desenredar su lengua que no se dio cuenta que una cabecita rosada le miraba desde la ventana. Yoongi sonreía con ternura viendo cómo su novio tenía una batalla interna.
Antes de bajar por las escaleras se dio un último vistazo en el espejo, girando en sus talones, viendo lo bonito que se veía.
Quería lucir muy bonito para su novio.
Bajó corriendo por las escaleras, casi saltando de alegría, arreglando una última vez su cabello abrió la puerta viendo cómo Jimin aún tenía una lucha interna.
—Noches buenas, señores —Jimin se golpeó en la cabeza por la estupidez que acababa de decir, estando nervioso y ansioso le hacía la boca un enredo.
Cerró los ojos para pelear consigo mismo en su cabeza para que pudiese elaborar palabras decentes.
Fue sorprendido por unos brazos que se envolvieron en su cintura. Abrió los ojos encontrándose con la cabeza rosada de Yoongi.
—Minnie, ¿qué hacías? —preguntó riendo.
—Nada —rió—. Déjame verte, Yoonie.
Yoongi dejó de abrazar a Jimin y dio una vuelta frente a él. Mostrando la blusa con encaje en el cuello y los pantalones negros que se había puesto, se veía bastante elegante, pero aún así su vibra adorable resaltaba.
—Te ves muy hermoso —halagó Jimin, pasando una mano por la cintura de Yoongi y acercándolo para que ambos se besaran.
Oh, sus labios eran tan dulces, tan adorables, tan suaves, hacían un gran contraste con los labios secos y fríos de Jimin. El sabor de la boca de Yoongi siempre era dulce, sabia a miel y a vainilla, en cambio la boca de Jimin sabía a cigarros.
Hacían una hermosa combinación.
Entre sus besos podían juntar el sabor dulce con el de la nicotina.
Era maravilloso.
—Mmh, ¿qué trajiste? —preguntó Yoongi separándose de Jimin.
—Le traje un ramo de rosas a tu madre y un pastel de fresas para el postre.
—Mi mamá odia las rosas —dijo riendo.
—O-Oh.
—Pero el gesto lo apreciará, se ven muy lindas —dijo Yoongi delineando con sus dedos los pétalos—. Fuiste muy amable, Minnie.
—¿Qué me dices del pastel? ¿Les gusta el pastel?
—A mi mamá no mucho, cuando yo hago algún postre ella sólo come un bocado, por cortesía —Jimin agachó la mirada, había perdido—. Pero a mi papá le encantan, sobre todo los pasteles, siempre que horneo es el primero en comerse todo.
—Menos mal. Estoy una a cero —rió.
—¿Estás nervioso?
—No —claro que lo estaba, pero no quería admitirlo, quería tener todo en los rieles.
—Mmh, está bien. Entremos, hace frío.
Yoongi envolvió su brazo con el de Jimin pero cuando quiso empezar a caminar Jimin se plantó, le aterraba entrar a su casa.
—Bueno... tal vez esté sólo un poco nervioso.
—Todo estará bien —Yoongi soltó una risilla parándose de puntitas para besar la mejilla de Jimin.
Y bien, Jimin se sentía pequeño en aquella mesa larga.
Tanto como la madre y el padre de Yoongi tenían expresiones fuertes y serias, no podía creer que de ellos dos haya nacido alguien tan dulce como Yoongi.
«Los misterios de la vida», Jimin piensa.
La sala estaría en completo silencio si Yoongi no hablara, era el único que hablaba sacándole conversación a cada uno, el ceño fruncido de sus padres se desvanecía cuando oían hablar a su hijo. Era su vida entera.
—Y bien, Jimin, ¿cierto? —habló el señor Min.
—S-Sí —tosió para disimular su tartamudeo.
—Yoongi nos ha hablado mucho de ti, parece que eres su tema de conversación favorito —habló la señora Min.
—O-Oh, es muy bueno saberlo —sonrió mirando de reojo a Yoongi, viendo cómo el mayor sonreía y tenía las mejillas rosadas.
—Sí. Y dinos, Jimin, este es su penúltimo año escolar y ya se está acabando. ¿Qué piensas estudiar? —preguntó el señor Min.
Los nervios le volvían a invadir, sentía que si decía su plan de vida sería rechazado y si mentía sería descubierto al instante.
Era pesado.
Frente a él estaba un decano de historia que trabajaba en la mejor universidad de Seúl y su esposa una fiscal muy bien reconocida. Se volvió a sentir pequeño.
Todo en el entorno de Yoongi denotaba ser grande, tenía la grandeza en sus venas, desde ser un bailarín de ballet protagonista de muchas obras importantes hasta ser hijo de personas sobresalientes en su área.
Él sólo era un ex peleador de peleas clandestinas y un adicto a la nicotina.
—Pues... quiero entrar a la escuela de artes para ser tatuador.
La madre de Yoongi quiso disimular que se había atragantado con el guisante al oír eso, pero fue algo obvia.
—¿Mamá, estás bien? —preguntó Yoongi, totalmente preocupado.
—S-Sí, tranquilo, Yoongi —sonrió limpiando sus labios con la servilleta tratando de disimular.
—Suena interesante, Jimin —habló el señor Min—. ¿Puedo saber por qué elegiste aquello?
—Siempre me ha gustado el arte, me gusta mucho dibujar y pintar. Una vez iba por la calle y me detuve en un salón de tatuajes, me asombré por los bellos diseños y cómo lograban que uno de esos diseños se quedara en la piel de las personas. Ese día conseguí mi primer tatuaje —sonrió contándolo como la mejor experiencia de su vida, haciendo sonreír a Yoongi por lo emocionado que se había escuchado al hablar.
—Suena interesante —dijo la señora Min—. Me parece genial que tengas una meta trazada, quisiera que Yoongi hablase tan seguro de su futuro.
—Mamá...
—Pero... Yoongi me contó que él quiere dedicarse a la danza —interrumpió Jimin.
—Sí, nos lo ha dicho y sabe que lo apoyamos —habló el señor Min—, pero no lo dice tan seguro como tú, es típico de su edad que esté tan inseguro sobre su futuro, a todos nos pasa.
—¿Cómo se conocieron? —preguntó la señora Min.
—A Jimin le gustaba Taehyung y me dijo que le ayudara a conquistarlo —habló Yoongi riendo.
—Pero Taehyung tiene un novio —rió su padre.
—¡Lo sé! Pero en ese entonces yo no lo sabía. Nos conocimos así —sonrió Yoongi, pintando sus mejillas de rojo.
Tan adorable.
El hielo se había roto y la velada había ido de buena manera. Yoongi siempre traía la conversación a la mesa y sacaba sonrisas a todos con las cosas que decía, incluso si sólo respiraba.
Jimin se imaginó que los padres de Yoongi le rechazarían y tratarían de alejarle de su hijo, como en toda telenovela con un buen rating, pero no había sido así, por más que tuviesen una expresión intimidante y fuerte, eran cálidos como su hijo.
La cena terminó con el pastel partiéndose, los padres de Yoongi se despidieron de la joven pareja tomados de la mano y les dejaron la sala para ellos solos.
Yoongi tenía su cabeza recostada contra el hombro de Jimin mientras sus manos estaban entrelazadas y veían una película en la televisión. Una de terror, como siempre.
A Yoongi le gustaban los clásicos, no daban tanto miedo pero tenían un lugar en el cine de culto, por eso le gustaba. A pesar de no dar mucho miedo Jimin saltaba en su lugar mientras sostenía la mano de Yoongi fuertemente contra el sillón.
—Hablé con mis papás sobre el viaje —dijo Yoongi una vez que los créditos de la película aparecieron.
—¿Ah, sí? ¿Qué te dijeron?
—¡Que tengo permiso! Claro, sólo si va Joohyun y Hoseok, sino no.
—¿Y si sólo vamos los dos? —movió sus cejas molestando a Yoongi.
—Si es así, no me dejarán —puchereó.
—Diablos —Jimin rió.
Tomando entre sus manos las mejillas de Yoongi acunándole para dejar besitos sobre su puchero, ambos rieron por el gesto y se dieron un beso, uno más profundo.
Movían sus bocas en una misma sincronía, robándose la respiración y sonrojando a sus mejillas, el calor se apoderó de sus cuerpos y el ser unos adolescentes hormonales les asaltó. Yoongi se subió a horcajadas de Jimin mientras aún seguían besándose.
Chasqueaban sus bocas mientras gemían bajo, Jimin acariciaba los muslos de Yoongi con miedo de llegar a su trasero y ser visto como un promiscuo. Yoongi notó eso y con una media sonrisa tomó las manos de Jimin y las posó en su trasero.
—Puedes tocar, Jiminie —susurró Yoongi contra los labios de Jimin.
Así lo hizo, sintiendo bajo sus dedos el trasero de Yoongi, aquel trasero que había querido tocar desde el día uno, ahora podía hacerlo y lo disfrutaba mucho. Amasaba la piel mientras seguía besando a Yoongi, sintiéndose en el cielo.
Tocando el cielo con sus dedos, sólo por estar con Yoongi. Sólo por amar a Yoongi.
Así se sentía el paraíso, creía él. El paraíso se sentía de la misma forma que se siente amar y ser amado por Yoongi.
Tan bien.
Cuando empezaron a hacer fricción entre ellos fueron interrumpidos.
—¡Yoongi, ya es tarde! —se escuchó a su madre gritarle de la planta de arriba.
Saltaron en su lugar alejándose lo suficientemente rápido como si hubiesen cometido un robo o hubiesen roto algo.
—¡S-Sí mamá! ¡Jimin ya se irá! —gritó de vuelta.
—Por suerte no bajó, no creo que hubiera sido bueno ver a su lindo hijo con su novio amansándole el trasero.
—Oye —rió Yoongi golpeando a Jimin.
—Es hora de irme, supongo.
—Ya es tarde, tu mamá debe estar preocupada.
—Sí, pero si le digo que estaba contigo la preocupación se desvanece. Te ama.
—Y yo a ella.
—¿Tengo que preocuparme de mi madre? —Jimin elevó una ceja.
—Tonto —Yoongi rió.
Ambos fueron tomados de la mano hacia la motocicleta de Jimin, Yoongi le puso el casco para que todo estuviese en su lugar y pudiese irse seguro, con un último beso de despidieron.
Una costumbre que habían obtenido era vigilar que la luna o el sol les acompañe en su ida.
Se aseguraban de que se fueran bien.
Y que lleguen seguros.
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