capítulo XXI: El cielo oscuro.
Se miró al espejo una vez más, acomodando su vestido negro y planchando su chaqueta con las manos. Su reflejo se veía apagado, era lo menos que podría notar; después de todo, había llorado sin faltar todos los días. Aún era incrédulo sobre la partida de Dahyun.
Los días habían pasado rápido, casi no los sintió, pues su almohada había estado pegada a su rostro todos los días; llenándola de lágrimas. Llenándola de los sueños rotos acumulados, del amor roto y perdido entre la nieve.
Junto al dolor vino las preguntas, ¿qué hubiera pasado si nunca hubiesen viajado? Dahyun aún estaría aquí, aún estaría hablando sobre su día mientras comía algún dulce. Pero nada era de aquella forma y hacerse preguntas sin respuesta no ayudaría al gran dolor en su pecho.
Lo único que le quedaba era la resignación. La encontraría muy tarde, sinceramente, lo menos que pensaba en su dolor era resignarse a perder a su gran amor.
Sería todo un proceso, lo sabía muy bien, que pasaría muchos días deseando oír la voz de Dahyun una vez más, deseando siquiera haberse despedido de Dahyun, deseando por lo menos haberle dicho lo mucho que significaba en su vida y que siempre sería la persona que más amase.
Suspiro una última vez, escuchando los toques a su puerta, su madre entro a su habitación; ella también lucía de negro, con una pequeña sonrisa esperando reconfortar a su hija.
-Sanari, ya es hora.-Dijo, acariciando los hombros de Sana, se paró frente a ella y arreglo su vestido; estaba algo arrugado.
-Aún no quiero ir.-Susurro.
Su madre la vio a los ojos, no pudo encontrarlos, pues Sana miraba fijamente al suelo, ella tomó las mejillas de su hija e hizo que la mirase. No debió, pues vio en aquellos ojos redondos y marrones; un alma rota y desolada. Las lágrimas pesadas comenzaron a rodar por sus mejillas. Un abrazo no podría contener la marea que le azotaba, pero trataría de reconfortar su corazón; de alguna forma.
Sana envolvió sus brazos en su madre, abrazándola fuertemente mientras hundía su nariz en el hombro de su madre, soltando sollozos silenciosos. Desmoronándose antes del funeral de Dahyun.
Lloro todo lo que tuvo que llorar, las lágrimas acumuladas en sus ojos resultaron desaparecer, pero estos se hincharon por la gran afluencia.
Nuevamente soltó un suspiro, dándose ánimos para subir al auto de sus padres, de camino al funeral de Dahyun. Con los pies pesados y arrastrándolos pudo hacerlo, en silencio recostándose en la ventana, escuchando la radio matutina. Pensando solamente en los cambios de la vida.
Lo frágil que está era, lo fácil que recorría y se escurría por tus dedos. Sabía que la muerte era algo de la vida, la pérdida estaba impregnada a sus espaldas como seres humanos; pero nunca podría asimilarla, por el simple hecho de haber sido desprevenida. Nunca se planteó en su cabeza el perder a Dahyun, no de aquella forma. La única forma de pérdida que consideraba era separarse por los caminos distintos, pero no perder su vida entera de un día para otro. Era simplemente abrumante. Era arrebatador.
Se sentía perdida y a la deriva.
El camino al cementerio era largo, se hipnotizaba con los árboles que pasaban, con las personas caminando por las calles, el cielo aún estaba oscuro, nublado; cargado de nubes que en cualquier momento se romperían en lágrimas.
Incluso el cielo había estado triste por la pérdida de Dahyun, había llovido junto a Sana, todas las tardes antes de dormir.
Y el largo viaje acabo, en un abrir y cerrar de ojos de encontraban en el cementerio. Al salir del auto de sus padres pudo ver a todas las personas que alguna vez tuvieron la dicha de conocer a Dahyun sentadas en bancas, todos vestidos de negro. Vio en sus rostros la tristeza y el dolor, la pérdida de Dahyun había sido un gran hoyo hecho a la vida de las personas que se toparon con sus risitas.
Una pérdida que sería tardía en recuperar, en sobrellevarla, en resignarse de no volver a verlo nunca más.
El nunca, una palabra tan vacía, tan temerosa. Asomaba en sus cinco letras la pérdida enorme, el vacío de un acantilado.
Sana junto a sus padres camino para encontrar su asiento, este estaba al lado de los padres de Dahyun. Es que Sana había sido la parte importante de la vida de Dahyun, su amado novia, su gran amor.
Los funerales siempre son vacíos, aunque estén llenos de gente, se siente la soledad; por todo el dolor de los dolientes, por todas las lágrimas silenciosas y por las miradas perdidas. El funeral de Dahyun se sentía de aquella forma, demasiado vacío.
La misa para despedirlo empezó, Dahyun siempre había creído en la vida en el cielo; ya que él había sido una persona ejemplar en la tierra, creía que todas sus obras buenas serían recompensadas en un eterno descanso entre las nubes. Y así sería, pues Sana creía firmemente que Dahyun ahora formaría parte de los ángeles en lo más alto del cielo. En vida fue un ángel y después de ella también lo sería.
El discurso dado por el padre de Dahyun fue desgarrador; con cada palabra se escuchaba la desolación de su alma, se partía entre pedazos recordando el gran hijo que alguna vez tuvo. Y todos podían compartir aquellas anécdotas al lado de Dahyun, había cosechado sonrisas en muchas personas que siempre lo recordarán como una luz en sus vidas.
Dahyun siempre sería la luz que iluminase los recuerdos de todos, siempre sería la luz en la vida ajena. Siempre viviría entre las sonrisas otorgadas y en los recuerdos plasmados en las estrellas.
Y la parte dura del funeral llegó, todos se pusieron de pie, con un girasol en las manos; caminaron hacia el ataúd de Dahyun y lanzaron las flores mientras el ataúd era descendido a su eterno lugar. Las lágrimas no fueron controladas, Sana no pudo contener todas las lágrimas y sollozos por ver el ataúd de Dahyun perdiéndose entre la tierra marrón.
-Hasta el día en el que nos volvamos a ver.-Susurro tirando el último girasol. Dándose cuenta que todos los ramos de flores que le había comprado estaban siendo enterrados con Dahyun. Cada una de las flores compradas con la esperanza de verla una vez más, estaban siendo cubiertas por tierra.
Con lágrimas en los ojos, el ataúd fue cubierto por completo. Una lágrima rodó por su mejilla, siempre recordaría los días felices vividos al lado de Dahyun,siempre. Vivirán como si fuera la primera vez, los recordaría como lo más preciado en su vida; aquella huella hecha por las manos de Dahyun jamás se borraría, hubiese querido recorrer un largo camino al lado de Dahyun pero la vida se puso en medio, ahora solo tendría que recorrer aquel camino; sola.
-Voy a quedarme un momento más, si no les importa. Dijo Sana a sus padres.
-Esta bien.-Su madre le sonrió, besando su frente y acariciando su brazo.
Metió las manos en sus bolsillos mientras aún tenía la vista puesta en la tumba recién hecha, su corazón se sentía vacío; como si pudiese salir de aquel muchos ecos. Ecos de una vida interrumpida.
Las demás personas se iban retirando, dándole el pésame a la familia y soltando pequeñas lágrimas. Una gran pérdida siempre será despedida con muchas lágrimas. Poco a poco el cementerio iba vaciándose, Momo pasó por su lado abrazándola, las amigas de Dahyun hicieron lo mismo; entre ellas lloraron. Tenían en común la tristeza en sus ojos, todos, dándole un último abrazo a S se fueron; le ofrecieron llevarla a su casa pero Sana se negó, ella quería seguir dentro.
-Sana, aun no te has ido.-Escuchó de cerca, era el padre de Dahyun.
-Señor, quise quedarme hasta el final.-Dijo. El padre de Dahyun asintió.
Se paró al lado de Sana, ambas observando la tumba fresca. Con el común del dolor, en silencio, dejando que todo se oscurezca en el fondo.
-Ella te amaba mucho.-Soltó de repente.- No había un día en el que no hablase de ti, me decía que veía una vida entera a tu lado; ya sabes, aquellas cosas del primer amor. Tu fuiste aquello de Dahyun, se que la hiciste muy feliz, ella siempre me lo decía, saltando y riendo, "amo mucho a Sanari".
-Yo también la amaba mucho...lo amo.
--Mhm.-Asintió, limpiando una lágrima de su mejilla. -Se siente como si la vida hubiese terminado, la casa está oscura y sin sonido alguno. Se empieza a sentir su pérdida. Será muy difícil resignarnos, pero tendremos que hacerlo, Dahyun no hubiese querido que lloremos por ella durante toda la vida. No?-
-Es cierto, será muy difícil no llorarle todos los días.
-Demasiado. -Suspiro.- La hiciste muy feliz, Sana, siempre te agradeceré que hayas hecho que los ojos de mi pequeña brillen aún más.
-La que debe de agradecer soy yo, Dahyun fue quien puso estrellas en mi vida, me hizo tan feliz...- Suspiro, limpiando una lágrima.-Muy feliz.
Un último suspiro fue dado, un brazo pasó por los hombros de Sana, se convirtió en un abrazo, ambos derramando lágrimas silenciosas, al separarse se sonrieron ampliamente. -Cuentas conmigo y mi esposa para todo, no te pierdas.-
-No lo haré.-Asintió.
Ambos se despidieron con una sonrisa, Sana lo vio alejarse hasta que lo vio abrazando a su esposa, ambos saliendo del cementerio. Ahora Sana se encontraba a solas. Al lado de la tumba. Decidió sentarse, contemplando en silencio las muchas flores dejadas, sonriendo por saber que una persona amada por todo el mundo se había enamorado de ella.
Dahyun quien era una luz en la vida de muchos, había puesto sus ojos en ella, había puesto su corazón junto al suyo y lo había hecho el hombre más feliz de planeta. Sonrió melancólica.
-Fuiste amada y amaste.-Susurro.-Me siento perdida sin ti, pero se que encontrare el camino, no pronto, pero algún día, mientras tanto quisiera llorar tu perdida todos los días; espero que no te moleste. -Sonrió entre lágrimas. Te amo Kim Dahyun y siempre me dolerá que no estés más conmigo.-
-Siempre te amare y extrañare, rosita.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro