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𝟭𝟱 | Cena

Becky había pasado por alrededor diez florerías, no encontraba ningún ramo que le convenciera para llevar a la casa de Freen. Creía que recorrería toda la ciudad en busca del perfecto ramo de flores.

Todo le causaba muchos nervios.

Quería lucir bien, ser lo suficiente para que los padres de Freen la aceptaran como uno más de ellos. Tenía bastante presión en su espalda, sentía que llevaba un saco de piedras en ella.

Cuando llegó a la última tienda de su ciudad suspiró, había llegado hasta el final de su ciudad solo para conseguir un ramo de flores.

Se bajó estacionando su moto en la acera, compraría el ramo de flores en esta florería, no sería malo después de todo.

Eso esperaba.

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Había comprado un ramo de rosas rojas y un pequeño pastel de fresas, todo el camino se aseguró de no estropear los pétalos ni el pastel, para su suerte llegaron en una sola pieza.

Se encontraba fuera de la casa de los Sarocha, con un ramo de flores en sus manos y un pastel. Se daba ánimos para tocar la puerta y presentarse a los padres de Freen. Era una tortura seguir estancada en la acera mientras acomodaba las palabras en su boca.

¿Cómo sonar lo bastante decente?

No sabía, su lengua se trababa al tratar de ensayar.

Estaba tan concentrada en desenredar su lengua que no se dio cuenta que una cabecita rosada la miraba desde la ventana. Freen sonreía con ternura viendo cómo su novia tenía una batalla interna.

Antes de bajar por las escaleras se dio un último vistazo en el espejo, girando en sus talones, viendo lo bonita que se veía.

Quería lucir muy bonita para su novia.

Bajó corriendo por las escaleras, casi saltando de alegría, arreglando una última vez su cabello abrió la puerta viendo cómo Becky aún tenía una lucha interna.

—Noches buenas, señores. — Becky se golpeó en la cabeza por la estupidez que acababa de decir, estando nerviosa y ansiosa le hacía la boca un enredo.

Cerró los ojos para pelear consigo misma en su cabeza para que pudiese elaborar palabras decentes.

Fue sorprendida por unos brazos que se envolvieron en su cintura. Abrió los ojos encontrándose con la cabeza rosada de Freen.

—Bec ¿Qué hacías? —Preguntó riendo.

—Nada. —Rio—Déjame verte, Saro.

Freen dejó de abrazar a Becky y dio vuelta frente a ella. Mostrando la blusa con encaje en el cuello y los pantalones negros que se había puesto, se veía bastante elegante, pero aun así su vibra adorable resaltaba.

—Te ves muy hermosa. —Halagó Becky, pasando una mano por la cintura de Freen y acercándola.

Para que ambas se besaran.

Oh, sus labios eran tan dulces, tan adorables, tan suaves, hacían un gran contraste con los labios secos y fríos de Becky. El sabor de la boca de Freen siempre era dulce, sabía a miel y a vainilla, en cambio la boca de Becky sabía a cigarros.

Hacían una hermosa combinación.

Entre sus besos podían juntar el sabor dulce con el de la nicotina.

Era maravilloso.

—Hmm ¿Qué trajiste? —Preguntó Freen separándose de Becky.

—Le traje un ramo de rosas a tú madre y un pastel de fresas para el postre.

—Mi mamá odia las rosas. —Dijo riendo.

—O—oh.

—Pero el gesto lo apreciará, se ven muy lindas. —Dijo Freen delineando con sus dedos los pétalos. —Fuiste muy amable, Bec.

—¿Qué me dices del pastel? ¿Les gusta el pastel?

—A mi mamá no mucho, cuando yo hago algún postre ella solo come un bocado, por cortesía. —Becky agachó la mirada, había perdido. —Pero a mi papá le encantan, sobre todo los pasteles, siempre que horneo es el primero en comerse todo.

—Menos mal. Estoy una a cero. —rio.

—¿Estas nerviosa?

—No. —Claro que lo estaba, pero no quería admitirlo, quería tener todo en las rieles.

—Hmm, está bien. Entremos porque hace frío.

Freen envolvió su brazo con el de Becky, pero cuando quiso empezar a caminar Becky se plantó, le aterraba entrar a su casa.

—Bueno. Tal vez esté solo un poco nerviosa.

—Todo estará bien. —Freen soltó una risilla para luego dejar un beso en la mejilla de Becky.

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Y bien, Becky se sentía pequeña en aquella mesa larga.

Tanto como la madre y el padre de Freen tenían expresiones fuertes y serias, no podía creer que de ellos dos haya nacido alguien tan dulce como Freen.

Los misterios de la vida, Becky piensa.

La sala estaría en completo silencio si Freen no hablara, era el único que hablaba sacándole conversación a cada uno, el ceño fruncido de sus padres se desvanecía cuando oían hablar a su hija. Era su vida entera.

—Y bien Becky ¿Cierto? —Habló el señor Sarocha.

—S—sí. —Tosió para disimular su tartamudeo.

—Freen nos ha hablado mucho de ti, parece que eres su tema de conversación favorito. —Habló la señor Chankimha.

—O—oh, eso es muy bueno de saber. —Sonrió mirando de reojo a Freen, viendo cómo la pelirosa sonreía y tenía las mejillas rosadas.

—Sí. Y dinos Becky, este es su penúltimo año escolar y ya se está acabando ¿Qué piensas estudiar? —Pregunto el señor Chankimha.

Los nervios la volvían a invadir, sentía que si decía su plan de vida sería rechazada y si mentía sería descubierta al instante.

Era pesado.

Frente a ella estaba un decano de historia que trabajaba en la mejor universidad de Inglaterra y su esposa una fiscal muy bien reconocida. Se volvió a sentir pequeña.

Todo en el entorno de Freen denotaba ser grande, tenía la grandeza en sus venas, desde ser una bailarina de ballet protagonista de muchas obras importantes hasta ser hija de personas sobresalientes en su área.

Ella solo era una ex peleadora de peleas clandestinas y una adicta a la nicotina.

—Pues...quiero entrar a la escuela de artes para...ser tatuadora.

La madre de Freen quiso disimular que se había atragantado con el guisante al oír eso, pero fue algo obvia.

—¿Mamá, estas bien? —Preguntó Freen, totalmente preocupada.

—S-sí, tranquila, Freen. —Sonrió limpiando sus labios con la servilleta tratando de disimular.

—Suena interesante, Becky. —Habló el señor Chankimha—¿Puedo saber por qué elegiste aquello?

—Siempre me ha gustado el arte, me gusta mucho dibujar y pintar. Una vez iba por la calle y me detuve en un salón de tatuajes, me asombré por los bellos diseños y cómo lograban que uno de esos diseños se quedara en la piel de las personas. Ese día conseguí mi primer tatuaje pequeño—Sonrió.

Contándolo como la mejor experiencia de su vida, haciendo sonreír a Freen por lo emocionada que se había escuchado al hablar.

—Suena interesante. —Dijo la señora Chankimha. —Me parece genial que tengas una meta trazada, quisiera que Freen hablase tan segura de su futuro.

—Mamá...

—Pero...Freen me contó que ella quiere dedicarse a la danza. —Interrumpió Becky.

—Si, nos lo ha dicho y sabe que la apoyamos. —Hablo el señor—Pero no lo dice tan segura como tú, es típico de su edad que este tan insegura sobre su futuro, a todos nos pasa.

—¿Cómo se conocieron? —Preguntó la madre de Sarocha.

—A Becky le gustaba Charlotte y me dijo que le ayudara a conquistarla. —Habló Freen riendo.

—Pero Charlotte tiene una novia. —rio su padre.

—¡Lo sé! Pero en ese entonces yo no lo sabía. Nos conocimos así. —Sonrió Freen, pintando sus mejillas de rojo.

Tan adorable.

El hielo se había roto y la velada había ido de buena manera. Freen siempre traía la conversación a la mesa y sacaba sonrisas a todos con las cosas que decía, incluso si solo respiraba.

Becky se imaginó que los padres de Freen le rechazarían y tratarían de alejarle de su hija, como en toda telenovela con un buen rating, pero no había sido así, por más que tuviesen una expresión intimidante y fuerte eran cálidos como su hija.

La cena terminó con el pastel partiéndose, los padres de Freen se despidieron de la joven pareja tomados de la mano y les dejaron la sala para ellas solas.

Freen tenía su cabeza recostada contra el hombro de Becky mientras sus manos estaban entrelazadas y veían una película en la televisión. Una de terror, como siempre.

A Freen le gustaban los clásicos, no daban tanto miedo, pero tenían un lugar en el cine de culto, por eso le gustaba. A pesar de no dar mucho miedo Becky saltaba en su lugar mientras sostenía la pequeña mano de Freen fuerte contra el sillón.

—Hablé con mis papás sobre el viaje. —Dijo Freen una vez que los créditos de la película aparecieron.

—¿A sí? ¿Qué te dijeron?

—¡Que tengo permiso! Claro, solo si va Nam y Nutt, sino no.

—¿Y si solo vamos las dos? -Movió sus cejas molestando a Freen.

— Si es así, no me dejarán. —Puchereó

—Diablos. — Becky rio.

Tomando entre sus manos las mejillas de Freen acunándole para dejar besitos sobre su puchero. Ambas rieron por el gesto y se dieron un beso, uno más profundo.

Movían sus bocas en una misma sincronía, robándose la respiración y sonrojando a sus mejillas, el calor se apoderó de sus cuerpos y el ser unas adolescentes hormonales les asaltó. Freen se subió a horcajadas de Becky mientras aún seguían besándose.

Chasqueaban sus bocas mientras gemían bajo, Becky acariciaba los muslos de Freen con miedo de llegar a su trasero y ser vista como un promiscua. Freen notó eso y con una media sonrisa tomó las manos de Becky y las posó en su trasero.

—Puedes tocar, Becbec. —Susurró Freen contra los labios de Becky.

Así lo hizo, sintiendo bajo sus dedos el trasero de Freen, aquel trasero que había querido tocar desde el día uno, ahora podía hacerlo y lo disfrutaba mucho. Amasaba la piel mientras seguía besando a Freen, sintiéndose en el cielo.

Tocando el cielo con sus dedos, solo por estar con Freen. Solo por amar a Freen.

Así se sentía el paraíso, creía ella. El paraíso se sentía de la misma forma que se siente amar y ser amada por Freen.

Tan bien.

Cuando empezaron a hacer fricción entre ellas fueron interrumpidas.

—¡Freen, ya es tarde! —Se escuchó de la planta de arriba a su madre gritarle.

Saltaron en su lugar alejándose lo suficientemente rápido como si hubiesen cometido un robo o hubiesen roto algo.

—¡S-sí mamá! ¡Becky ya se irá! —Gritó de vuelta.

—Por suerte no bajó, no creo que hubiera sido bueno ver a su linda hija con su novia amansándole el trasero.

—Oye. —rio Freen golpeando a Becky.

—Es hora de irme, supongo.

—Ya es tarde, tú mamá debe estar preocupada.

—Si, pero si le digo que estaba contigo la preocupación se desvanece. Te ama.

—Y yo a ella.

—¿Tengo que preocuparme de mi madre? —Becky elevó una ceja.

—Tonta.

Ambas fueron tomadas de la mano hacia la motocicleta de Becky, Freen le puso el casco para que todo estuviese en su lugar y pudiese irse segura, con un último beso de despidieron.

Una costumbre que habían obtenido era vigilar que la luna o el sol los acompañe en su ida.

Se aseguraban de que se fueran bien.

Y que lleguen seguras.

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