𝟬𝟵 | El resplandor
Estaba ansiosa, no dejaba de ver su celular mientras movía sus pies y metía un dulce en su boca.
Becky había aceptado venir el sábado a su casa para acompañarle en su maratón de películas, le había dicho que llegaría a las siete, faltaban cinco minutos y eso le ponía más nerviosa.
Se levantó del sillón queriéndole dar un nuevo orden a las bandejas llenas de palomitas y papas fritas, lo había hecho unas cinco veces durante toda la tarde. Acomodo los controles, los vasos y los pequeños dulces, quería darle una bonita impresión a su visita.
Los cinco minutos que parecían eternos llegaron a su fin, Freen era una persona puntual, por eso creyó que Becky también lo sería, pero cuando la manija marcó en el siete y no vio ningún rastro de Rebecca tuvo que aceptar que era igual de impuntual que sus amigos.
Por eso decidió relajarse, prendiendo la televisión en algún canal aleatorio mientras le daba fin a los dulces que supuestamente había comprado para compartirlos con Becky. Le iba a dejar unos cuantos, esperaba hacerlo.
Las manijas siguieron su curso, marcando una media hora en donde Rebecca aún no se hacía presente en la casa de Freen.
—¿Le habré dado bien la dirección? —Se preguntó.
Otra media hora pasó, marcando una nueva hora en donde Freen se sintió decepcionada.
Había puesto todo su esfuerzo en planear una noche de películas agradable, tal vez Becky tenía mejores cosas que hacer, algo mejor que hacer un sábado por la noche que estar envuelta en una manta mientras comía palomitas.
Fue en cierta parte cierto, tenía algo más que hacer que le había tomado más tiempo de lo que creía, aun así, era una mujer de palabra.
Tomando sus cosas y metiéndolas en su mochila con toda la prisa del mundo mientras de vez en cuando miraba al reloj empotrado en la pared, maldiciendo por lo rápido que pasaban los segundos. Limpio las gotas de agua de su rostro con una toalla y en el trozo de espejo colgado tuvo que asegurarse de que su rostro estuviese presentable.
Creyó que la pelea duraría lo que siempre duraba y que podría estar puntual en la casa de Freen, pero el inconveniente de los jueces fue lo que la retrasó tanto. Era algo a su favor, aquello lo había logrado cabrearla más y obtuvo una victoria casi al instante. Aun así, la victoria de estar puntual en la casa de la pelirosa la había perdido.
—Tengo una fiesta en la facultad ¿te apuntas? —Habló Heng a su lado mientras tomaba de una botella de agua.
—No, tengo planes. —Dijo cerrando su mochila, al fin podría irse.
—Nunca me fallas en una fiesta ¿qué tienes que hacer?
—Tengo planes, nada más.
—¿Cuál es su nombre? —Sonrió contra la botella, conocía a Becky como a la palma de su mano, sabía que aquella desesperación por irse se debía a alguien.
—No creas que todo mi mundo gira en follar, por dios.
—Es que es así. —rio. —¿Quién es la o él afortunado?
—Ya, Heng, te dije que no es nada de eso.
—¿Entonces?
—Tú no aceptas un no por respuesta. –Rodó los ojos. — Freen me invito a una noche de películas.
—Oh... Freen, ¿quién diablos es Freen? —Preguntó confundido.
—Nos vemos Heng.
Y sin esperar la despedida de su amigo salió del lugar, colocándose su casco y preparando su moto para partir. No quería seguir mirando la hora, iba a enloquecer.
Ya había pasado mucho tiempo, una hora y media, Becky no había hecho acto de presencia, ni siquiera le había mandado un mensaje para avisarle que no vendría. Hizo un puchero y se envolvió más en la manta que estaba encima suyo, sería otra noche a solas.
Vio la mesita frente a ella y se sintió estúpida, había comprado tantos bocadillos en vano, tendría que guardar la mayoría pues no lograría acabárselos todos. Miró la pila de DVD's encima de esta y suspiro frustrada, había elegido las mejores de su colección para verlas acompañada de Rebecca, ahora las vería sola.
Se levantó del sofá para ir hacia la cocina y traer algunos recipientes para guardar el exceso de bocadillos que había, colocó la manta en sus hombros, le hacía frío y así podría retomar su posición en el sofá tranquila. Con los recipientes en sus manos los postró en la mesita, cuando empezó a llenar uno con las palomitas escuchó el timbre, no se sorprendió pues creyó que eran sus padres, algo temprano pero siempre lograban sorprenderla los fines de semana, pero cuando fue hacía la puerta para ver quien estaba ahí se llevó la sorpresa de ver a Becky frente a esta.
Con una sonrisa y una botella de refresco, Freen miró el reloj de su sala, ocho y media, frunció el ceño y antes de hablar fue interrumpida por Becky.
—Perdón, tuve un inconveniente, por eso llegué tan tarde. — Freen asintió, distraída por la pequeña fisura en el labio inferior de Becky. —Traje refresco~
—Te perdonó. —Sonrió recorriendo y dándole pase a Becky. —Creí que no vendrías, estaba a punto de guardar todos los bocadillos.
—Lo siento por eso. —Rascó su nuca cerrando la puerta a su detrás. Entró mirando los bocadillos bien ordenados en la mesita y sonrió, también se percató de la pila de películas. —Espero que podamos acabar con todas esas películas.
—Oh, las traje para que puedas elegir las que más te gustan, todas son mis favoritas.
—¿De qué género son? —Preguntó sentándose en el sofá, mirando con ternura a Freen quien aún tenía la manta sobre sus hombros, recogía los envases de la mesita y caminaba con la manta arrastrándola por el piso. Era muy tierna.
—Todas son de terror. —Sonrió volviendo de la cocina. Se sentó al lado de Freen tomando la pila de películas y pasándosela.
—Oh. —Las películas de terror nunca habían sido sus favoritas, desde niña las había evitado a toda costa, fueron muchas sus noches en vela por ellas. Pero iba a hacer un esfuerzo, por Freen. —Mmm, esta luce interesante.
—¡El resplandor! —Dijo emocionada, dando un pequeño saltito en el sofá y levantándose para ponerla.
Becky tuvo que llenarse de valor para las próximas horas viendo aquella película, podría verse todo lo intimidante que quería, pero cuando se trataba de algo de terror era una pequeña gallina que se escondía en su nido. Freen volvió a su lado pasándole la manta para que se cubriera del frío que ya empezaba a hacer, también la pelirosa tomó el tazón de palomitas para que las pudiesen comer. Cual cliché ochentero sus manos se encontraron en el tazón de palomitas, Becky degustando de la suavidad de las pequeñas manos de Freen y la pelirosa ni dándose cuenta de ello, estaba más atenta al inicio de la película.
Como era previsto desde el principio, Becky daba pequeños saltos cada vez que llegaba a asustarse, todo siendo presenciado por Freen quien lo miraba con una sonrisa. No podía creer aquello, quien sea que los viese podría apostar su cabeza a que Freen sería la que esté saltando del miedo. Pero no era así.
Una escena en particular hizo que Becky sostuviera la manta fuertemente contra sus dedos y soltara un pequeño "mierda", algo parecía que no le permitía despegar la vista de la pantalla estaba muy asustada pero no podía dejar de ver, parecía una pequeña coneja asustada por la escena en donde aparece todos esos litros de sangre al abrir una puerta o así lo veía Freen.
Freen palmeó su mano, dándole una especie de consuelo, cosa que, si funcionó, Becky se sintió calmada, la pequeña cálida y suave mano de Freen logró quitarle aquel miedo que se había acumulado en su estómago.
Las horas mirando la película pasaron, comiendo palomitas y papas fritas mientras sus manos se rozaban de vez en cuando. Cuando los créditos del filme aparecieron en la pantalla Freen se encontraba muy cómoda con la cabeza apoyada en el hombro de Becky, se sentía bien.
Rebecca la miró de reojo, la pelirosa llevaba palomitas a su boca mientras se acomodaba mejor en su hombro, sonrió por la forma en la que sus cabellos color algodón se escurrían por su hombro.
—Oh—. De forma rápida Freen se levantó, no se había percatado que se había dado el gusto de reposar su cabeza contra Becky, ahora estaba algo abochornada. —H-Mmh, ¿qué tal? ¿te gusto la película?
—Sí, un poco. —Mintió sonriendo, era una de las películas favoritas de Freen, no iba a decirle que no le había gustado ni un poco, era interesante, pero nunca de su gusto.
—No mientas. —Sarocha notó la mentira. —Parecía que querías hacer de todo para que la película terminara.
—Es que, las de terror no son mis favoritas. Me dan miedo.
—¡Debiste decírmelo! —Reprochó. — Prácticamente te obligue a verla, perdón.
—No no. —Tomó las manos de Freen para que la mirase a los ojos. —No me obligaste a nada, yo quería verla. Tranquila.
Las mejillas de Freen enrojecieron, tenía a Becky mirándola los ojos sin decir nada, aquello de muchas maneras le ponía muy nerviosa. Sobre todo, el que el ambiente se haya puesto tan cómodo por aquello. Tratando de calmar sus nervios recorrió el rostro de Becky nuevamente topándose con aquella fisura en su labio inferior.
Levantó su mano dirigiéndola hacia la herida, con su pulgar la acarició suavemente percatándose que era profunda y reciente, frunció el ceño e hizo una mueca disgustada.
—¿Cómo te la hiciste?
El dilema de Becky empezó ahí.
No supo si sincerarse con Freen sobre su tardanza o inventarle algo, no sabía el porqué de su actuar, nunca le había avergonzado su pequeño hobby, incluso a veces lo presumía.
Pero era distinto, viendo la vida ordenada y pulcra de Freen no supo reaccionar, y tal vez era un error pensar que ella le juzgaría, en todo este tiempo nunca lo había hecho. Ella misma miedo que se instaló en su estómago al ver la película apareció.
—Eh.
Fue salvada por la campana, mejor dicho, por el timbre. Freen se levantó del sillón yendo hacia la puerta para abrirla, Becky se tiró en el sofá suspirando. Se sentía tonta por querer mentirle a Freen, ella no merecía eso.
—Mamá, papá, bienvenidos. —Escucho la vocecita de Freen.
Por curiosidad miró hacia la puerta, encontrándose a una pareja bastante elegante, ambos llevaban trajes y portafolios. Al parecer no se habían dado cuenta de su presencia.
—Llamaré a la grúa, al parecer a alguien se le hizo una buena idea estacionar su moto en puertas del garaje. —Comentó el hombre en dirección de su esposa.
Becky quiso golpearse, ella había hecho eso.
Genial, ahora sus padres pensarán mal de mí. Pensó.
—No papá, no lo hagas. La moto es de Becky—Dijo Freen.
—¿Becky? —Preguntaron al mismo tiempo.
Freen fue hacia el sillón, pidiéndole a Becky que se levantara pues aún se encontraba muy cómoda recostada. Lo hizo, limpiando los restos de palomitas que se habían impregnado a su chaqueta.
—Papá, mamá, ella es Becky, una amiga del colegio. —La presentó.
—Mucho gusto. —Sonrió Becky extendiendo su mano en dirección de los señores Chankimha.
—El gusto es nuestro. —La señora sonrió estrechando la mano de Becky.
Se dio cuenta que la mayoría de las facciones de Freen habían sido heredadas de su madre, la sonrisa de luna menguante se lo confirmaba. Le había agradado, pues en cuanto estrecharon sus manos la madre de Freen le había hecho una pequeña conversación. En cambio, el señor Chankimha...aún la miraba, parecía inspeccionarlo mientras hablaba con su esposa, se sentía intimidada.
—Un gusto conocerte, Becky. —Sintió un peso menos en sus hombros cuando escucho al hombre hablar. Quien también estrechó su mano, de forma firme y fuerte, pero lo hizo.
Hablaron un poco con Freen y luego desaparecieron al subir por sus escaleras.
Otra vez estaban solas.
—Ellos dijeron que no te quedes hasta tan tarde, es peligroso conducir muy de noche. —Susurró Freen envolviéndose en la manta.
—No es tan tarde... —Murmuró viendo el reloj. Y si lo era, faltaban pocos minutos para que sea las doce. —Bueno, si lo es.
Freen rio. —Entonces aquí termina nuestra "maratón. —Hizo comillas en la palabra. —Te acompañaré afuera, quiero percatarme que te vayas bien.
—Que modesta.
Recibió un pequeño golpe por parte de Freen mientras las dos reían. Freen se levantó envuelta en la manta y tomó los únicos dos dulces que había guardado para Becky, los extendió en su dirección y como un pequeño secreto los guardó en su palma.
Becky tomó sus cosas y salió de la casa de Freen siendo acompañado por ella, aun teniendo los dulces en su palma.
Cuando llegaron a su moto se apoyó en esta y desenvolvió uno de los dulces, con la intención de compartir con Freen lo llevó hacia la boca de la pelirosa, sin esperarse que se sonrojara a ese nivel, parecía un pequeño tomate mientras tomaba el dulce entre sus labios. Becky solo sonrió, sintiéndose orgullosa por haber causado aquello en Freen. Ella también desenvolvió el último dulce en su palma, pensando que de alguna forma aquel dulce sabría mejor si lo probaba desde la boca de Freen.
—Gracias por haberme causado un miedo que durara toda la semana. —Habló mientras se colocaba el casco.
—De nada, puedo seguir haciéndolo. —prometió Freen.
—Bueno, nos vemos el lunes, rosita. —Se dio el atrevimiento de despeinar los cabellos de Freen y apretar una de sus mejillas, quería hacerlo hace mucho.
—Nos vemos el lunes. —
Fue lo último que se dijeron, Freen veía como Becky se perdía en la calle encima de su moto, solamente pudo suspirar acariciando su mejilla y aun sintiendo como le daba el dulce en sus labios.
Quería gritar de la emoción. Y tal vez lo hizo, pero de forma silenciosa, no quería asustar a sus padres que la espiaban desde su ventana. Becky también quiso gritar de la emoción, pero solamente se dedicó a sonreír como una tonta, sería raro escuchar a alguien en una moto gritar.
Freen se dio cuenta gracias a aquellos pequeños actos descarados por parte de Becky que le gustaba y mucho.
Becky caía más en aquel pozo llamado Freen gracias a todas las pequeñas cosas dulces que hacía por ella y en cómo sus mejillas siempre estaban teñidas en carmín, le gustaba y mucho.
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