Parte 3
¿Quieren un consejo? Nunca crucen vodka con marihuana. Es decir, yo ya lo había intentado una vez, buscando consecuencias catastróficas. Yo pensaba que uno se puede morir acompañando vodka con cualquier cosa, pero nunca por recreación, pura, divertida y hasta mística.
—¿Escuchas eso, Marley?—dice Colin señalando el cielo. Toca su rostro como para sentir que sigue vivo; sus ojos miel, incrédulos se abren de par en par.
—¿Qué?—pregunto sin mucho sentido, y miro para donde él señala.
— ¡Dios está hablándome! —grita, alarmado—. Escúchalo, me está diciendo que no le gusta lo que hago. Júrame que no lo escuchas tú también.
— ¡¿Dónde carajos...?! —desesperada, yo también busco en el cielo. Según Colin, Dios tiene forma de ojo, de uno muy loco y brillante, pero...—Nah, es sólo el sol.
Sí, ya está amaneciendo y en menos de dos horas yo tengo que ir a trabajar.
Antes de sacar mis pies del lago, convenzo a Colin de que aquel no se trata de Dios, sino de esa pequeña cosita que nos avisa a la clase proletaria que un nuevo día esclavo ha comenzado; que un nuevo billete debe ser ganado.
—¿El sol? Pues vamos detrás de ese maldito bastardo—me toma de la mano y me obliga a entrar de nuevo al lago.
El agua helada me hace razonar. Quiero soltarme, pero Rastafari me lo impide. Él quiere seguir divirtiéndose.
—Mira tú, no todos nos podemos dar el lujo de tener la gran casa con lago en el patio, el coche del año o comprar todo el licor del mundo, como tú—lo golpeo en el pecho— ¿Sabes? Algunas personas tenemos que ir allá afuera y trabajar para poder comprar algo que no sea ligeramente defectuoso, como yo.
—¿Defectuosa tú o las cosas?
—Yo no, ¡las cosas!—gruño fastidiada—Ya, me voy. Vuelvo luego, y por favor, trata de no meterte en problemas con nadie mientras no estoy, ¿vale?
—Entendido, Capitana—él hace un saludo militar. Camino hacía lo que pienso es mi destino, pero...—Ehm, Capitana...
— ¡¿Ahora qué?! —le grito exasperada.
—Tierra firme está al otro extremo—señala al lado de la casa.
Oh sí. Aún sigo un tanto mareada, por decirlo de alguna manera.
Deben saber que así, dopada, me la he pasado las últimas dos semanas a su lado. Hasta puede decirse que Colin es algo así como... ¿mi nuevo mejor amigo? Al pensarlo, me retuerzo con un escalofrío.
No puedo creer lo que estoy a punto de decir, pero igual lo haré:
Él es mi mejor amigo, barbudo y de reputación misteriosa que a pesar de eso, me ha tenido en su casa siempre después del trabajo. La entrometida de mi hermana, no puede creer que al fin he dejado "entrar" a alguien que no sea Sanjay o Betty, mis compañeros del trabajo. Usualmente me cuesta un poco—mucho—confiar en alguien, pero con Colin eso parece imposible.
Aunque me niegue, siempre hay algo que me arrastra a la ola de locura consumista que es su vida. Es como ese amiguito que todos tuvimos de niños: tan solo y abandonado al final del salón que es capaz de pagarte los dulces en el almuerzo con tal de que te los comas con él y le hagas compañía. Sin embargo, no sólo el hecho de que Colin paga mis cosas para ponerme estúpida es lo único que me hace ser su amiga. Él es sumamente trasparente; dice siempre lo que piensa sin importar si es demasiado agresivo o estúpido.
Posee esa inteligencia promedio como para hablarte de cualquier tema que se te ocurra y quedarte asombrada por la cantidad de detalles inútiles que recuerda, pero no la suficiente como para hacer una operación matemática más o menos sencilla sin calculadora. Se limita a pretender que hace las cuentas en la cabeza, y al final no sabe la respuesta...como todo el mundo, incluida yo. Podrá ser demasiado lindo, pero es una bazofia para las matemáticas.
Siempre hace lo que siente a la hora que sea, evitando las cosas asquerosas como hurgarse las narices o rascarse la entrepierna en mi presencia. Supongo que es producto de la educación snob que sus padres le dieron.
Por cierto, no habla mucho de su familia. A veces menciona lugares a los que fue de vacaciones de niño, frases que su padre solía decirle o lo mucho que lo fastidiaba su hermana antes de que se mudara de casa para ir a la Universidad.
Conforme he pasado tiempo con él, me he dado cuenta de que tiene un don súper especial: puede detectar a la perfección mi estado de ánimo y actuar conforme a ello sin que yo se lo pida siquiera. Sabe que si estoy enojada—del tipo de enojado que quieres matar a todo el mundo—, probablemente es porque tengo hambre, por lo que hace todo lo posible porque coma cualquier cosa que se me antoje. Que si tengo sueño, trataré de dormirme a como dé lugar en cualquier sitio por lo que procura que yo siempre tenga un lugar donde caer medio muerta en el bar, en el auto y en su casa. Que si estoy enojada, triste o decepcionada por cualquier cosa, tratará de hablarme de cualquier escena de película con alguna moraleja que me haga sentir mejor.
Y bueno, finalmente para dejar de hablar de él, debo decir que el hecho de que tiende a quitarse la camisa cuando está demasiado alegre, es algo que me vuelve a mi muy feliz.
No me culpen, el bastardo tiene buen cuerpo.
—Disculpe señorita, ¿quién tiene buen cuerpo?—pregunta una viejecita delante de mí.
Genial, de nuevo he pensado voz en off.
—Nadie, señora—ruedo los ojos y termino de marcar sus productos—. Son 39.90. ¿Tarjeta o efectivo?
Le cobro de mala gana porque honestamente no tengo ganas de estar aquí. Mi cabeza me da vueltas, y mi aliento sigue oliendo a aderezo de cebolla y a Bloody Mary a pesar de que me he cepillado los dientes como cinco veces. He estado así toda la mañana por lo que seguramente el "Gran Hermano" se dará cuenta en algún momento.
—Marley Benson, se le solicita en la Gerencia—una voz suena en toda la tienda—Marley Benson, a la Gerencia.
Efectivamente, mi supervisora, Linda, de alguna manera se entera siempre de todo lo que pasa en "Buy and Save". Su oficina está atiborrada con monitores de cámaras de video vigilancia y no dudo que vio mi despliegue de mal humor en la línea de cajas.
—¿Sabes cuál es el lema de los servidores de la tienda, Marley?—mi jefa pregunta con una rigurosa sonrisa una vez que me siento frente a su escritorio.
Tiene cara de que va a asesinar a alguien en cualquier momento, y ese alguien seguramente seré yo si no le contesto correctamente.
— ¿No consumir productos?—respondo con precaución.
—Además de ese...
— ¿No venir a trabajar bajo el influjo del alcohol?
—Sí, bueno. Ese lema está vigente desde aquel incendio y el incidente con las monjas—dice ella, seria—Fue algo tan trágico...
—Lo sé. La Hermana Grace era tan benevolente.
Guardamos un minuto de silencio, pero me pide que continúe adivinando.
—Ehm... ¿no obligar a los clientes a que bailen el Harlem Shake para que Sanjay lo grabe y lo suba a YouTube?
— ¡¿SANJAY HIZO QUÉ?!—grita Linda, levantándose de su silla.
Súper. Mi gran boca soplona y yo seremos asesinadas por mi gerente si no paro de decir lo primero que se me venga a la mente.
—No, nada. Es broma—rio nerviosa—Dime, ¿cuál es el lema que dices?
— ¡Atender al cliente con una sonrisa!—contesta Linda y luego toma un control remoto—Aquí tengo evidencia de que no lo has hecho últimamente.
Rebobina una de las cintas en el monitor y luego le da play a una misteriosa recopilación de videos míos, en donde atiendo a los compradores con cara de sepulturero con diarrea.
—Pero estoy sonriendo...internamente—trato de explicarme—. Yo siempre sonrío así, Linda. Es lo mío, ya sabes.
La verdad yo casi nunca sonrío así de fácil, y menos a las personas que no conozco. La gente solía caerme bien, pero cuando me enteré de que existían las hermanas Kardashian, perdí mi fe en la humanidad.
—Yo lo sé, pero el cliente puede llegar a pensar que eres propensa al suicidio o algo así —ella complementa—No es la marca que vendemos y lo sabes.
Bueno, entiendo su punto. La tienda ha reducido mis esperanzas por vivir en estos últimos años, así que no todo puede ser interpretado como actuación.
—Con actitudes así de tu parte, a veces siento que debo dejarte ir, Marley—Linda agrega, amenazante.
¿Dejarme ir? ¿Está hablando de despedirme?
—Está bien, está bien. No es necesario dejar ir a nadie, ¿vale? —Trato de calmarla—Te prometo que seré más amable con los clientes y siempre les regalaré una cálida sonrisa. Mírame ahora...
Sonrío para que ella vea mi compromiso, pero sólo consigo asustarla. Sí, sépanlo: soy horrible cuando muestro los dientes.
—Ya, detente, por favor—ella cierra los ojos, quizás quiera olvidar el amarillento de mis dientes psicóticos—. Tal vez sea demasiado tarde para ti, Benson.
Maldita sea. Quería ser yo la que les mandara al carajo su cochino trabajo. Quizás hasta robarme algo en un mero acto de rebeldía por mi salida. Jamás pensé en serio que ellos me desecharían a mi primero. Me preparo internamente para recibir mi discurso de despedida, pero mis hábitos de evadirme de la realidad y pensar en voz alta parecen salir para salvarme:
—¿Pepinillos con dulce de leche?—pregunto al ver un plato de aquella asquerosa comida en el escritorio de mi casi exjefa— ¡Es asqueroso! Mi hermana solía tener esos gustos raros en comida, cuando estaba embarazada de...
No me doy cuenta de inmediato, sino hasta que Linda parece quedarse sin aliento en su silla. En ese momento relaciono aquel encuentro suyo con el Sr. Scott—el director regional de la cadena—, sus bipolares cambios hormonales y los pepinillos, el antojo más horrible del mundo.
—Joder, ¿estás... —hago una barriga imaginaria con las manos —del...ya sabes...jefe?
— ¡No es lo que tú piensas!
¡Santos escupitajos del cielo! Esta es una de esas noticias que uno quiere ir a vocear a media tienda, como si de una súper oferta se tratara, pero no puedo. Un secreto de ese calibre debe valer algo.
—Oh sí, es justo lo que pienso, y ¿te digo algo?—me rasco la barbilla, haciéndome la interesante—, tal vez sea demasiado tarde para ti, Chang.
—Por favor, no le digas a nadie. Chauncey podría perderlo todo.
¿El Señor Scott se llama Chauncey? ¡Qué nombre más horrible!
— ¿Todo, todo? —pregunto. Mi voz raya entre lo burlón y lo intrigante—Fíjate, no lo había siquiera pensando. Aunque, no debe ser exactamente como lo dices, me refiero a que ambos podrían perderlo todo, pero no te preocupes que yo no diré nada.
— ¡Muchísimas gracias! Yo...
—A menos de que cumplas con ciertas condiciones que te pondré a cambio de no decirle nada a ni una sola alma en este mundo.
Linda tuerce la boca, y dice algo en mandarín que supongo que es una grosería porque sonó como una.
—Si, por supuesto—al fin se rinde—. Lo que sea, pero no le digas a nadie de esto.
—Mira, podríamos empezar con...
En ese momento, mi teléfono suena y debo buscarlo en mi pantalón. Se encuentra incrustado estratégicamente en mi nalga derecha.
—Un momento—me refiero a Linda y luego contesto al impertinente que llama— ¿Si?
— ¡Capitana!—el grito de quien quiera que sea, hace que despegue el oído del auricular.
La voz de Colin suena urgente del otro lado de la línea. ¿Se le habrán acabado de nuevo los cigarrillos? No dice nada por un rato, hasta que por fin, habla de nuevo.
— ¿Adivina qué?—lo que me faltaba: Colin queriendo jugar en un momento de conspiración tan importante—Me arrestaron. Estoy en la comisaria—interrumpe.
— ¿Te arrestó la policía verdadera o la del ojo de Dios que viste por la mañana?
—La verdadera...aunque el ojo estuvo a punto de tocarme una o dos veces. Fue la cosa más terrorífica de mi vida y...bueno, ese no es el punto. Estoy en la cárcel de verdad, con policías y compañeros de celda reales.
—No jodas—respondo sorprendida—. Te dije claramente que no te metieras en problemas mientras no estaba. ¿Ahora qué pasó?
—Nada, que Tom presentó cargos en mi contra. ¿Puedes creerlo?
—No necesitas ser físico cuántico para haber previsto estas consecuencias ¿Qué no sabes cómo funciona la ciencia? Como sea, te dejo, tengo cosas que negociar a cambio de guardar secretos...
— ¡Espera!—él grita para que no cuelgue—Necesito que por favor, pagues mi fianza.
¿Pagar de dónde? Si el rico de la asociación es él. Lo sabía. Sabía que este tipo de amistades iban a llevarme a la ruina tarde o temprano. Olviden las cosas cursis que dije sobre la amistad y esas mierdas.
—Debo recordarte que los bastardos de PokerStar tienen un pagaré con mi firma, y amenazaron con cortarme los dedos si no les pago—hablo bajito para que Linda no me escuche— ¿Qué hay de tu hermana? Tienes una, ¿no?
— ¿Brandy?—Colin parece pensar en ella por primera vez— ¡Claro! Su teléfono está en la sección amarilla, dile que llamas de mi parte y que necesito que me saque lo más pronto posible de este lugar. Hay un tipo aquí que quiere, y lo diré citando "hacerme su perra" en cuanto se haga de noche, así que Marley, no me puedes fallar.
— ¿No puedes llamarla tú mismo? Te digo que estoy en medio de algo aquí.
Resulta que el señorito no hablaba con su hermana desde el asuntillo con Annabelle. De hecho, en general no hablaba con su familia y por supuesto, no tenía más amigos que pudieran ayudarle; más que yo, obviamente. ¿Qué más puede necesitar un hombre en apuros si no es una amiga tan estúpida como yo?
—Rubia y cremosa, Marley—su voz suena como terciopelo barato; es suave, pero sabes de antemano que es falso y que te sacará ronchas en algún punto—. Prometo que si me sacas de aquí, yo...—la llamada se corta.
Eso puede significar que al fin le ha violado un hombre súper fornido o bien, que simplemente su tiempo de llamada terminó.
Exhalo violentamente, arrepintiéndome como por enésima vez por hacer amistad con un hombre con serios problemas existenciales y ahora, hasta penales. Me arrepiento más aún porque me importa un carajo lo que él haga con su vida, pero aun así, salgo debo hacer algo para sacar al gatito de la perrera.
— ¿Recuerdas que íbamos a hacer un trato a cambio de que yo guarde tu sucio secreto?—le digo a Linda, quien asiente en respuesta—. Pues podemos comenzar ahora mismo porque debo irme lo que resta del día sin que tú me despidas. Verás, mi mascota se metió en problemas.
— ¿Tu mascota?—levanta una ceja—Pensé que era tu novio.
— ¡No es mi...!—se me revuelve el estómago con esa palabra, tanto que no puedo ni decirla—Ugh, olvídalo. ¿Tienes un directorio telefónico?
Tal y como lo dijo Colin, y suponiendo que sean hijos del mismo padre, busco "Brandy Carter" con la esperanza de que no haya mil más como ella en el directorio. Efectivamente, hay al menos cinco mujeres con el mismo nombre en Georgestone, aunque una de ellas, tiene un anuncio en la sección de veterinaria y mascotas. Una linda pelirroja con una sonrisa conocida, está en una de las páginas, abrazando a un gatito.
—Vaya, la semilla es fuerte—digo al ver el maravilloso parecido entre los hermanos, tan rojos como un tomate.
Tengo la ligera sospecha que ésta es la Brandy que busco, así que le llamo, pero solo me contesta la recepcionista. Dra. Dolittle está muy ocupada.
—La doctora Carter tiene muchos pacientes hoy. ¿No pueden discutir este asunto otro día o hacer una cita?
—Dígale que se trata de su hermano.
— ¡¿Mark?! —exclama sorprendida.
—No, es Colin—corrijo—. No sé quién mierda es Mark.
—Ah...él—dice, como si ya lo esperara— ¿Ahora qué hizo?, ¿pintó grafiti en la casa de alguna exnovia?, ¿secuestró al perro de alguna vecina?—la recepcionista pregunta, como si le importara.
—Ehm, creo que eso debo discutirlo directamente con la doctora.
¿Los veterinarios son doctores?
— ¡Yo soy Brandy Carter! ¿Qué clase de veterinaria crees que tiene recepcionista?
—No lo sé, ¿Dr. Vet? Como sea, el caso es que tu hermano está en la cárcel por...
—Lo que le hizo al auto de Annabelle—ella complementa—. Si, ya estoy enterada.
¡Qué alivio! Ahora Brandy se encargará del asunto y yo podré deslindarme de todo esto antes de que también presenten cargos en mi contra.
—Pero... —agrega antes de que pueda darle todos los datos de dónde está el gatito, digo, Colin—no voy a pagar su fianza. Lo que él cometió fue un delito y no comparto de ninguna manera su forma de remediar sus problemas.
M-i-e-r-d-a.
—¿Bromeas? Eres su hermana, su sangre. No puedes simplemente...
Colgarme, eso fue lo que hizo.
Desgraciada pelirroja, ¿cómo puede alguien ser así de fría con su propia familia? Es decir, yo, que no tengo sentimientos, puedo afirmar que jamás me atrevería a hacerle eso a mi hermana y vaya, que a veces puede ser exasperante estar cerca de ella. De igual manera no tengo tiempo que perder así que debo usar el plan B de "No a la violación de Colin"... cualquiera que ese sea.
Luego de casi una hora conduciendo la camioneta de reparto del almacén—conseguí que Linda me lo prestara debido a nuestro trato—, y refunfuñando por mi mala suerte de tener que salvar a Colin, llego a la ciudad.
Primera parada, la comisaría.
—¿Es usted su abogada?—pregunta uno de los policías cuando pido ver a Colin.
Hace unos días era su terapeuta, ¿por qué no ser hoy su abogada?
—¿Cree que me arriesgaría a entrar allí adentro si no trabajara para el señor?
El gigante hombre rubio con facha peleador de artes marciales mixtas, me observa detenidamente como si pudiera hacerme puré si miento, y aunque no me muestro intimidada por fuera, por dentro estoy que me orino.
—¿Acaso no puedo ser abogada por ser mujer, oficial?—pretendo sonar ofendida—Porque si es así, puedo alegar que esta Comisaría discrimina a la mujer trabajadora que intenta ganarse la vida honradamente sin tener que depender del maldito sistema patriarcal. Porque yo...
— ¡Vagabundo de la cuatro! ¡Tú abogada está aquí!
Mi amenaza funciona por algún milagro al azar, o porque al guardia no le gusta escuchar discursos feministas, creo. Suena en el pasillo de la comisaria una alarma que abre la puerta, y mi orina regresa a su lugar. Paso por la puerta una vez que han apuntado mis datos. "Misty Rain, abogada", escribe el policía con letras grandes. Cruzo los dedos para que una vez más, mi nombre falso pase desapercibido.
—¡Has venido por mí, Mar...!—escucho la voz de Colin. Desde una de las celdas.
Le interrumpo, no quiero que cague la coartada.
—Sí yo, tu abogada Misty Rain he venido a sacarte de aquí y eso.
Colin se pega a los barrotes de la celda en cuanto me ve y con una mano, me acerca tanto a él que me da un beso en la mejilla. Es una acción autómata, al igual que la mía de limpiarme la mejilla con la mano.
—¿Qué mierda fue eso?
—Digamos que si ven que me gustan las chicas, podré evitar dormir abrazado a uno de ellos esta noche.
—No podemos tener un amorío. No sería profesional siendo yo tu abogada y...
— ¡¿Conseguiste pagar mi fianza?!—exclama con alegría.
—No realmente. A Brandy le importan dos kilos de mierda el hecho de que estés aquí encerrado. En cambio, si hubieses sido Mark, la situación seria otra—explico y luego...—Por cierto, ¿quién es Mark?
—Mi hermano mayor—responde, jalándose los cabellos—Desgraciada Brandy, debí de haber pedido otro hermanito. Sabía que "Rosita Fresita" me traicionaría también.
—Y entonces, ¿con quién más debo acudir? Ya sabes, apenas te conozco y no sé quién más pueda ayudarte.
—Mi única opción eras tú, así que...
— ¡Claro! Hazme sentir culpable por tu próxima violación—el tono alzado de mi voz, hace que todos en la celda me miren.
Nos quedamos en silencio un momento, pero luego Colin decide hablar. Perfecto, sabe cómo sacarse a sí mismo de la cárcel.
—¿Tendrás un cigarrillo o algo? —pregunta—Me siento de la mierda, Marley.
—Lo sé. No debiste joder el auto de Tom—susurro. No quiero quedarme recluida como él si se enteran que yo fui cómplice del crimen—También me siento mal por todo y...
—¡No debimos abusar de los Bloody Mary's, anoche! Tengo una resaca épica—se masajea la cabeza—Tom se puede seguir jodiendo, ¿sabes? No me arrepiento en lo más mínimo, incluso aún si aquel grandote de allá—señala a un tipo tan grande como un camión—me golpea si no puedo darle un cigarrillo como me lo pidió.
—¿En serio te amenazó?
—Sí. Por favor dime que tienes un cigarrillo—suplica, aferrándose a los barrotes, imitando la voz de un niño—Tengo mucho miedo.
Saco un Malboro mentolado de la copa de mi sostén; ya saben, por eso del contrabando.
—¡¿Solo uno?! —Colin frunce el ceño—Vamos, estaré aquí quizás toda la maldita noche.
Lo odio un poco cuando me obliga a darle al menos la mitad de mi cajetilla. Le pasa dos al grandote, supongo que como pago por protección y enciende otro, mientras los otros "reclusos" le miran con envidia, mientras sopla discretamente el humo del cigarro.
—Al menos has podido comprar protección—le digo una vez que me pasa el cigarro—He escuchado que así se manejan los asuntos en las cárceles, así que listo. Agradéceme por proteger la virginidad de tu trasero, porque eres virgen de esa parte, quiero suponer.
—Por supuesto que sí—él me arrebata la colilla—Las cosas ya se calmaron por aquí, así que ¿podríamos no hablar de actos sexuales que involucren mi trasero, por favor? Es un área poco explorada para mí y...
—Ehm...—toso para interrumpirlo—No creo que sea el mejor lugar para hablar de ello.
—Mierda, tienes razón.
Luego de pisar la colilla, parece que una idea genial cruza su mente.
—Necesito de tus habilidades histriónicas para sacarme de aquí—dice— ¿Qué tan buena eres para fingir situaciones?
—He pretendido ser terapeuta—comienzo, contando cada profesión con un dedo de la mano—médico internista y abogado en las últimas semanas, así que...
—¿Médico internista?—pregunta sorprendido—No, no. Ni me expliques, en verdad no quiero saber.
—Ni yo iba a explicarme. Ese día, derramé mucha sangre inocente...—contesto sin objeción—. En fin. Acabo de actuar allá afuera como abogada especializada en crímenes de discriminación, así que puedo hacer cualquier cosa. Escupe el plan.
Después de algunos susurros, golpes en la nuca de Colin por haber sido tan estúpido como para caer en la cárcel y un plan que no sé si funcionará, la siguiente cosa es que estoy frente al patio de los Carter.
El jardín está limpio y libre de los autos en calidad de chatarra que Colin dejó semanas atrás. La casa se ve más brillante y hermosa que la primera vez que estuve aquí. Es sin duda un lugar perfecto para criar a una familia...producto de una relación fuera del matrimonio.
Toco el timbre con la esperanza que Annabelle y Tom hayan superado el trauma de hacía unas noches. Lo intento varias veces, pero nadie abre la puerta. Qué maravilloso, ahora no tendré que dar el discurso que Colin había preparado para mí. La verdad es que soy Kristen Stewart: apesto al momento de actuar profesionalmente.
Voy de nuevo a la camioneta de reparto, pero una voz me detiene:
— ¡Ah, eres la terapeuta! "Summer Breeze", ¿cierto?
Es Annabelle, que luce más embarazada que la última noche que la vi. Su barriga apunta hacia el suelo, como si estuviera a punto de irse de boca si nadie lo impide.
—Tuve un pequeño problema de identidad aquella noche—una risa nerviosa sale de mi boca—. Eso me pasa siempre en las terapias.
Hace su embarazado cuerpo a un lado, y abre un poco más la puerta para dejarme pasar a su hogar. Lentamente, como un elefante en caravana, se mueve por un largo pasillo, perfectamente decorado y hace una señal para que la siga.
Me sorprendo demasiado, ¿entré así de fácil a la trinchera enemiga?
La sigo, nerviosa y ensayando lo que voy a decirle si es que me lo permite.
Mis ánimos no evitan que note los pequeños detalles decorativos que faltan en las paredes; marcas de polvo se dibujaban en donde antes, seguramente, había algunos cuadros. ¿Fotografías de Annabelle y Colin felizmente casados tal vez? La sola idea de pensarlo, revuelve el burrito que comí en el camino a Georgetown; tanto, que incluso estoy pensando que todo lo que tenga que ver con relaciones me producirá asco de ahora en adelante y trato de no vomitar dentro de mi boca.
Apenas he tomado asiento en la sala cuando Tom llega por el mismo lugar que habíamos entrado. Él ni siquiera oculta la cara de sorpresa que pone al verme. "Efectivamente, yo fui quien sugirió el asesinato de tu auto, supéralo", le digo en mi mente.
— ¿Qué haces aquí?
—Ella es la terapeuta de Colin—Annabelle le dice— ¿Marley Benson? O eso creo que decía la placa con tu nombre del otro día —se dirige nuevamente a mí.
Ella se sienta con un esfuerzo olímpico en un precioso sillón de piel, del más blanco que el dinero puede comprar.
—Sí, lamentablemente te acuerdas de mi nombre.
—Repito: ¿qué haces aquí? Verás, ya no tengo más autos para que tu paciente pueda entretenerse, así que...—Tom añade.
Me siento insultada porque ellos se sienten insultados. Es el colmo.
—No se preocupen, la válvula de escape se cerró con los dos que destruyó, pero no vengo a discutir sus progresos en consulta—trato de sonar seria—. Vine a pedirles que retiren los cargos en su contra.
Ambos se miran serios, pero a los dos segundos comienzan a reír. Los senos de Annabelle saltan con la risita tonta—la cual odio con toda mi alma—que sale de ella. Recordé aquellas veces cuando visitaba la tienda y hacía como que buscaba la cartera para que Colin pagara por ella.
Perra.
—Ese cabrón cometió un delito, ¿sabes cuánto me costará arreglar el desastre que hizo? ¿Los faros, la pintura, el parabrisas...?
Le interrumpí.
—Supongo que unos cuantos miles de simoleones, pero eso realmente no importa ahora. El punto es que tienen que-retirar-los-cargos. Ya saben, por una cuestión moral más que otra cosa.
— ¿Cuestión moral?—Annabelle pregunta.
Creo que de verdad no entiende el concepto del que le hablo. Su adulterio vil y el bebé del pecado que carga en su vientre, son prueba de ello.
—Los cargos se siguen por oficio, aunque quisiéramos retirarlos.
—Bueno, pues encuentra la manera de que no sea así, o si no...
— ¿Nos estás amenazando?—pregunta Annabelle alterada, frotándose profusamente la barriga.
Pude percibir al otro lado del sillón, la vena de abogado en la frente de Tom, palpitando con cada una de sus respiraciones. Mi cuerpo comienza a temblar. Si Colin tenía razón y Tom resultaba ser el gran bastardo que describe, probablemente yo también podía dar a la cárcel.
¿Qué hago ahora? No puedo salir corriendo, la puerta está cruzando el pasillo largo de las fotografías desaparecidas. Entonces, como un casete rebobinable, recuerdo las palabras de Colin: "Tom tratará de intimidarte". No sé qué tenga eso que ver con lo que pasa, pero trato de defenderme lo mejor que puedo.
—Por supuesto que no los estoy amenazando—aclaro mi garganta y luego, miro mis uñas mientras cruzo las piernas a la Sharon Stone—Pero Tom, sé que eres un buen abogado y quizás puedas hacer que mi paciente salga libre de esta.
—Sí, claro. No soy tan estúpido como para intentarlo.
—Oh sí, lo eres—suelto una carcajada; ojalá Linda estuviera aquí para ver que puedo lucir feliz—. Y lo intentarás, a menos que, no sé, quieras que Colin cuente la verdadera razón de su loco estado emocional—me levanto del sillón y mierda, me siento tan importante. Recuerdo poco a poco el discurso genial que me había aprendido, y juro que no parece ensayado—Annabelle, esta casa es hermosa, de muy buen gusto. ¿Cuánto dinero gastó Tom comprando esta sala?
—Ehm...
— ¡Ah, es cierto! —Exclamo con ironía—Esta casa es de tu esposo, el que está en la cárcel por tu culpa. Es cierto, se me olvidaba. A ver, tengo otra pregunta: ¿quién te obsequió la camioneta de lujo que ahora es básicamente basura?
—No contestes, "Puchi"—Tom se dirige a la rubia amante—. Eso es algo que no le interesa.
¡¿Puchi?! Que me parta un rayo. Es el apodo amoroso más ridículo y gay de la vida.
—Tienes razón: a mí me importa una mierda honestamente, pero seguro podrá llamar toda la atención de un juez conservador y amante de lo que es justo. Tom, ¿sabes cómo tomaría todo esto el Juez Stanley?
¿Quién es el Juez Stanley? No tengo ni la más mínima idea. Solo sigo el "guión" que me dieron.
—El Juez Stan...
—Adulterio, Thomas.
—En realidad es Thomen y...
— ¡Es adulterio, en su forma más asquerosa, Thomen o como te llames! —Me exaspero y creo que ellos ya están asustados—Viven en su casa, manejan sus autos, fornican en su cama y sin mencionar claro que estás esperando al bebé de este tipo—enumero cada punto con mis dedos—Yo no soy una abogada de la gran ciudad como tú o Colin, pero creo que les conviene ayudarlo.
Jaque Mate.
—Nadie nos meterá a la cárcel por adulterio, niña—contesta él.
¡¿No?! Dios mío, este era mi último movimiento. ¿Qué le digo ahora?
Piensa.
¡Piensa!
—Como sea, mi cliente puede dejarlos sin la mitad de las cosas, y demandarlos en otro estado por fraude, supongo. Eso sin mencionar todo el escándalo moral al respecto. ¿No era aquí en dónde quemaban brujas hace apenas ochenta años?
Me felicito. Es una estupenda improvisación la mía.
El rostro regordete de Annabelle se queda sin color de una manera peligrosa. Georgetown es una ciudad muy juiciosa, pero vamos, no iban a quemar a una futura madre, aunque parecía que ella se creyó mis palabras al pie de la letra.
— ¿Estás bien, "Puchi"? —Tom se acerca a ella cuando comienza a hiperventilar y su frente se perla en sudor.
—Vamos, estoy bromeando. No es como si viviéramos en la época de Salem—digo, para mejorar el estado de Annabelle, pero no funciona.
Perfecto, la voy a matar de un susto, así que adiós indulto. A estas horas, seguro la violación de Colin está en proceso.
—Será mejor que te vayas—pide Tom.
—Sí, sí—hago camino al vestíbulo, derrotada—Pero en serio, si de verdad hacen esto por amor o lo que sea, deberían hacer las cosas correctamente. Deben saber que el karma es grande y se cobrará todas las que le han hecho a Colin.
Doy la vuelta, y cuando apenas doy un paso, escucho un tenebroso estallido húmedo. Como si un pequeño geiser hubiera decidido hacer erupción.
Giro sobre mis talones, pasando automáticamente mi mirada a la alfombra. Un líquido baboso escurre desde la entrepierna de Annabelle y mi mente hace clic, poniéndole nombre a la situación del momento: la aún esposa de Colin Carter acaba de romper fuente frente a mí.
Asco total, el bebé del pecado está a punto de nacer.
Tanto ella como Tom lanzan un grito de emoción; casi pareciera que varios litros de oro líquido hubieses salido de esa vagina. Ambos se miran con un amor tan ridículo que da asco. Se siente tan real que me alborota de nuevo el estómago.
Pasando lista en mi cabeza, jamás vi a Annabelle mirar a Colin de la manera en que mira a Tom en esos momentos. Con tanta esperanza, con verdadero interés amoroso.
Maldición, de repente caigo en cuenta de que esos dos realmente están, sostengo una horcada...enamorados. El rostro de la futura madre se tuerce luego de lo que parece una contracción, pero después vuelve a dibujar una sonrisa.
Sí, ahora todo es diversión y juegos, pero en unas horas el verdadero karma le pasaría factura en forma de trabajo de parto. De todos modos, es mucho más dolor del que Colin sentirá en su arresto así que doy por terminada la visita. Las setenta y dos horas pueden pasar rápido. Si no fuera porque los veo tan plenos, me sentiría mal por hacer entrar a Annabelle en trabajo de parto.
—Bien, supongo que tienes un bebé que parir, así que me voy...
— ¡Espera! —Grita Tom— ¿El camión repartidor de allá afuera es tuyo?
¿Tom está pensando lo que creo que está pensando?
—No, no—niego una y otra vez también con la cabeza—, no mancharé la camioneta de mi trabajo con el líquido amniótico de TU amante.
—Te recuerdo que TU amante molió todos nuestros medios de transporte—dice Tom—Espera, ¿acabas de decir que trabajas en el "Buy and Save"?
—Ehm, no recuerdo haber dicho eso exactamente.
—Porque si no eres terapeuta, puedo acusarte de usurpación de profesión, el cual es un delito muy grave.
—Deben saber que tengo dos trabajos y...—trato de mentir, pero ya lo he hecho tanto el día de hoy que me rindo—Esta bien, me atrapaste. Los llevaré al hospital, pero con la condición de que retiren los cargos contra Colin...y que no me acusen de falsa identidad.
¡Ah, una buena oferta!, aunque no estaba segura si Tom tendría tiempo para hacerla de abogado si su mujer estaba a punto de expulsar a su bebé por su promiscua vagina.
—Hecho. Ahora, vámonos—contesta Annabelle, que ya arrastra una maleta de rueditas en donde supongo tiene todo lo necesario para recibir a un bebé.
— ¿Y cómo lo hará contigo en este estado?, ¿por osmosis?
—No, espera— él suplica—Conozco al comisario. Solo necesito hacer una llamada para que él esté libre, pero por favor...
—Ya, solo marca el número. Yo subo a Anna al auto, pero te advierto que no quiero trucos—le amenazo con el dedo.
*****
Linda me va a matar. Yo creo que cuando me dio las llaves jamás se imaginó que el asiento trasero de su auto acabaría manchado de líquido de embarazada. Igual no importa, en unos meses estará tan preñada como Annabelle.
Tanto ella como Tom van haciendo ejercicios de respiración mientras yo conduzco al hospital y por el espejo retrovisor puedo ver cómo se miran, con un amor tan ridículo que da asco. Se siente tan real que me alborota de nuevo el estómago. Llegamos al hospital, y ellos entran, no sin antes que yo amenace a Tom con que cumpla su promesa.
—Listo—me dice una vez que cuelga con el Comisario—. Saldrá antes de la medianoche.
—¿Es en serio? —suspiro con alivio.
—Por supuesto, aunque, igual debe pagar la fianza una vez que salga.
El dinero es lo de menos. Supongo que Colin tiene ahorrado o algo así.
—Bueno, me voy. Suerte con todo.
Es lo único que le puedo desear a Tom y Annabelle. Ahora ellos formarán una familia feliz y Colin...bueno, él seguirá fumando hierba y será feliz así el resto de sus días.
Pasan ya de las ocho de la noche, por lo que únicamente regreso al trabajo a devolver el auto de Linda, quien parece tan enojada que se la lleva el demonio en cuanto me ve, pero cuando le cuento que ayudé a una embarazada, su semblante cambia y parece apaciguar sus hormonas locas.
No dejo de pensar en Anna, en el sudoroso sufrimiento que seguramente está pasando mientras narro esto.
Pienso en Colin, en el triste panorama de su vida. Él es quien debería estar a punto de comenzar la familia más atractiva del mundo y sin embargo está en la cárcel, siendo abrazado por un gorila de dos metros.
Pienso en mí, que lo más interesante que me ha sucedido últimamente no es algo que me haya pasado realmente a mí, sino a otra persona. Soy totalmente patética.
Al llegar a casa trato de apagar mi mente. Estoy más que muerta; ha sido un día de mierda y lo peor es que aún no sé qué ha pasado con mi defendido. ¿Tom habrá convencido realmente al Comisario de que debería liberarlo? Ni idea.
Por suerte, poco después de la media noche, justo cuando terminaba mi segundo cigarrillo de la noche y como Tom había prometido, mi teléfono suena y una voz seria se escucha del otro lado del auricular.
—Necesito hablar contigo.
— ¿Co...lin?
—No, es George Bush, ¿tienes una nación libre y con petróleo que yo pueda invadir?
—Ehm, no realment...
— ¡Por supuesto que soy yo!—dice él con ironía.
—Vaya, me había hecho ilusiones. Ya sabes, el Presidente de aquel país...—contesto—En fin, ¿ya saliste de prisión?
—Sí, sí. Hace horas—hace una larga pausa.
Tan larga que no sé si lo han ultrajado en su celda o si recibió una golpiza que le causó un traumatismo cerebral.
—Supongo que llamas para darme las gracias por habert...
—Marley, estoy en el hospital—Y después de un largo suspiro, suelta de repente—La niña es mía.
Ahora entiendo la pausa larga; yo misma hago una por algunos segundos mientras la bomba de la noticia hace explosión en mi mente. ¿Colin siendo padre de una niña? Hacía horas había deseado eso para él, pero ahora todo me resulta tan...problemático, incluso para mí que no tengo absolutamente nada que ver con la situación.
—¿Cómo lo sabes?
—Tom me llamó en cuanto nació. Ni él ni Anna pudieron ocultármelo más en el momento en que vieron a la niña.
—Mierda. No sé qué decirte.
—No digas nada—masculla entre dientes—. Me basta con saber que estas del otro lado del teléfono. Eso es todo.
—Bien, entonces me quedaré en la línea—paso saliva—Por cierto, ¿ya te conté de la película que pasaron el otro día? Era de Jennifer Aniston y ese tipo raro que me gusta.
—¿Cuál de todos? —pregunta Colin, sin ganas realmente de charlar, pero sabe lo que estoy tratando de hacer—¿El raro, nerd o el raro que parece que está enfermo?
—El nerd—insisto.
—Jason Bateman.
—¡Justo él! —exclamo, entusiasmada—El punto es que por alguna razón del destino, este nerd pone su semen en la vagina de Jennifer pero ella no lo sabe, por lo que tiene un hijo, que en realidad es del nerd y...
—Ella no lo sabe—me interrumpe.
—Tampoco él, porque estaba demasiado ebrio para recordarlo. Entonces, se alejan. La chica tiene al niño y éste crece, pero descubren que el niño es igual de raro que el nerd, por lo que descubre que es su padre.
—¿Cómo supo que el papá era el raro? —Colin pregunta—¿ADN, una bola mágica?
—Simple instinto paternal...—trato de que la metáfora le llegue—Además de que al chico le gustaban las mismas cosas extrañas que al papá y al final, aprenden a quererse.
—Tu película suena demasiado estúpida—dice enojado e irónico.
¡Lo odio!
—No, tú suenas demasiado estúpido—repito, con un rencor que no es para nada verdadero y él lo nota, por lo que lanza una carcajada al otro lado de la línea, al igual que yo.
—Gracias, Marley. Es lo que necesitaba—la voz de Colin casi está a punto de llorar.
—Nos vemos luego, C.
Inmediatamente después de colgarle, lanzo un gran suspiro. Un montón de sentimientos y dudas se agolpan en mi pecho mientras miro el techo de mi cuarto. ¿Cómo es que Colin nunca se imaginó que el bebé era suyo?, ¿Estaba borracho como Jason Bateman cuando "inseminó" a Annabelle? ¿Por qué ella nunca se lo dijo?
En lugar de responderme, una revelación muy fuerte sale dentro de mí. De ese lugar oscuro de mi mente y que había relegado ahí hacía semanas: Colin, el fumador, snob, medio tonto para las matemáticas y ex convicto con una hija recién nacida y no reconocida, me gusta y me gusta mucho. Gustar, gustar.
No sé exactamente de qué modalidad de gustar se trate, pero al parecer, ya entré a esa extraña zona gris. De la que nunca he podido salir en mi vida sin el corazón roto.
N/A: Hola! Si tu también pretendes hacer cuentas mentales cuando te preguntan una operación matemática, o si te quitas la camiseta cuando estás feliz, no olvides dejar tu voto, comentario y agregar esta historia a tu Biblioteca.
Gracias por leer!
Ale ;)
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