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Parte 2

Mi madre me lo dijo siempre, con esa voz dulce que tiene: "Marley, debes aprender a decir no". Nunca he podido seguir su consejo al pie de la letra. Incluso hasta he llegado a pensar que tengo una predisposición genética hacía negarme. No decir no, ha afectado el curso de mi vida:

Marley, ¿quieres perder tu virginidad en mi auto y así ayudarme a definir mi sexualidad?

Oh, sí, por qué no.

Marley, ¿qué te parece si abandonas la universidad y en lugar de eso, trabajamos en Summerville para ahorrar dinero y mudarnos a San Francisco?

Suena genial.

Marley, te dejo por otro porque soy súper, súper gay. Estarás bien, ¿verdad?

Por supuesto, ve y sé feliz con otro.

¿Lo ven? Si hubiera dicho no a cualquier de los anteriores ejemplos, mi vida sería totalmente diferente a como es hoy en día...o al menos eso quiero creer.

Da igual, de todas maneras no hay nada que pueda hacer ahora. Tengo años siendo una perdedora por esa cuestión. Estoy impedida a hacer lo que realmente quiero en esta vida.

—Faltan diez para la media noche, ¿piensas hacer horas extra?—alcanzo a escuchar a Brock, el viejecito velador del almacén.

Llevo como media hora sentada en el salón de empleados, que es básicamente un cuarto con cuatro sillas, un horno de microondas y un refrigerador que no sirve más que para hacer hielo.

No quiero salir porque le dije a Colin que después del trabajo, le ayudaría a vandalizar un Corvette rojo en Georgetown con los dos bates nuevos que compró en la tarde.

Lo sé, soy estúpida.

Tengo pensamientos psicópatas, pero la mayoría de las veces, soy tan cobarde que no me atrevo ni a decirlos. No sé por qué con él me pasó lo contrario. Lo más inteligente que se me puede ocurrir para justificarlo, es que no puedo dejar de pensar en él como un gato lindo y abandonado, maullando para obtener mi ayuda.

Acompañarlo será como darle un platito con leche fresca, ¿no?

—¿Cree que pueda quedarme aquí? Seguro puedo hacerle compañía en este solitario turno nocturno—le suplico a Brock, aferrándome a mi mochila.

—Niña, vete a casa. Tu familia te espera.

Nadie me espera en casa, de hecho. Le avisé a Janis, mi hermana, que llegaría tarde y ella se emocionó muchísimo porque cree que me estoy acostando con alguien en serio, en serio. Si, ya lo creo. Mi círculo social no es precisamente encamable, a menos claro que al viejecito Brock todavía le funcione su cosa.

La cosa de vivir con tu hermana mayor, también soltera y con un molesto, aunque a veces adorable bebé, es que piensa que la vida de las mujeres que están a punto de llegar a los treinta—como yo—es como la de "Sex and the City": ropa de moda, trabajos exitosos, sexo con modelos de Abercrombie & Fitch y tragos de diseñador.

Se los digo de una vez, mi vida no es así para nada. De vez en cuando salgo a algún bar a tomar una cerveza y si la ocasión lo permite, me lio con hombres que limpian las piscinas de las residencias de Summerville. Fuera de eso, el trabajo y de ser niñera por las mañanas de Caleb, mi sobrino, no tengo nada más que contar y aun así, no sé porque mi hermana sigue pensando que soy súper exitosa con los hombres. Yo supongo que en secreto, Janis desea que encuentre un hombre y que me vaya de su departamento, o bien, simplemente desea que sea feliz. No lo sé.

Salgo del almacén mirando a todos lados y no hay nadie allí. Sólo mi montón de cajas apiladas me da la despedida del trabajo.

No hay ningún Colin a la vista.

Salgo victoriosa, y camino por la calle principal que está tranquila, sin bullicio. La temporada vacacional aún no llega, por lo que Summerville es un pueblito sereno a estas horas de la noche.

Tan tranquilo y seguro, que si un auto te sigue a mitad de la calle con las luces apagadas, sospechas cosas terribles, como asesinatos, secuestros y trata de blancas. Si, ya se habrán dado cuenta de que soy una paranoica.

Meto mi mano a la mochila, y con la voz más gruesa que me sale del pecho, grito:

— ¡Tengo spray de pimienta, y no dudaré en usarlo!—enfrento al auto detrás de mí.

— ¡Por Dios! No uses tu arma en él, ¡es alérgico a las especias!

Bajo el spray al ver que Colin sale del auto.

—Ja-ja—finjo una risa—. Apuesto que has esperado tu vida entera para decir ese chiste, ¿no?

—Me has atrapado...—él se acerca a dónde estoy para quitarme el spray y guárdamelo en la chaqueta—Y yo te he atrapado huyendo de mí.

—Sucede que lo pensé mejor y no me siento capaz de ayudarte con tu venganza. No podría vivir con esa culpa.

Colin me mira, concentrado. Creo que está pensando mejor las cosas.

—Tienes toda la razón.

—Lo sé, destruir un auto no te hará sentir mejor...

— ¿Y qué tal una camioneta del año?—él me toma de la muñeca, para encaminarme al auto—. Fue mi regalo de aniversario para Annabelle Es una Audi, pero no cuesta más que el Corvette. Quizás si también orino en el jardín, compens...

¿Orinar el jardín? Dios mío, este más que gato, parece perro.

—Yo no iré a defecar en el pasto de nadie—me niego rotundamente.

—No dije defecar, sino...

— ¡Lo sé! —contesto frustrada—Demonios, no me dejarás ir hasta que tomes venganza, ¿cierto, "Montecristo"? —le digo, con los brazos cruzados.

—Fue idea tuya desde un principio.

— ¡Sí!, pero para que tú la llevaras a cabo S-O-L-O—le sacudo de los brazos, y vaya... ¡qué brazos!—. No planeaba inmiscuirme en absoluto en un caso criminal. ¿Sabes? Sanjay casi va a prisión por rayar accidentalmente el auto de un cliente mientras le ayudaba con unas bolsas de víveres. No quiero ni pensar lo que me harán si vamos más lejos con lo del Corvette. Créeme Colin, los ricos tienen poder y mucho.

Trato que mi última frase suene ruda y amenazadora, pero no creo que funcione con Colin; él es de esos ricos con poder monetario, pero sobre todo, con grado maestro en convencimiento.

Cuando me doy cuenta, ya voy en su auto, fuera de Summervile.

¡¿Cómo fue que me convenció?!

—No puedo creer que en verdad vayamos a hacer esto—suelto.

¿Fue su enorme mandíbula hablándome? Si, debió ser eso.

—Tú solo mirarás de lejos, no te involucraré de ninguna manera...—hace una pausa—Bueno, quizás te necesite para que arranques el auto si es necesario, pero nada más.

Después de todo, esta hazaña no era un platito de leche fresca, ni Colin era un jodido minino de la calle. Era un felino grande, de cabellera abultada, y el acto vandálico al que le había animado, era como darle de comer una gran cebra enferma. En ambos casos, eventualmente terminaría saliendo todo mal.

— ¿Sabes? No te conozco bien y ya te odio por haberme convencido de acompañarte.

—Hay testigos de tu animada respuesta en la caja hoy por la tarde: tú supervisora y esa amable señora con acento divertido que comía animadamente de esa bolsa de papás.

Oh, sí. Betty es del Sur. A veces ni yo entiendo lo que dice porque lo hace muy rápido.

—Genial, ¿ahora todo lo que diga y haga será usado en mi contra?

Colin me lanza una sonrisa, que supongo pretende que sea encantadora. Igual no me la trago.

—Yo me ganaba la vida como abogado, así que sí...—dice Colin, sonriendo—usaré mis mejores argumentos para ganarte.

—Pues si eres abogado, entonces sabrás que esto califica como secuestro.

¡Ajá! Yo también he visto capítulos de la "Ley y el Orden". De hecho, los veo todas las noches.

—No te obligué a subir al auto—con una voz persuasiva, Colin me responde—Ya te dije: yo no necesito obligar a nadie.

—No directamente, pero me has flasheado con tu mirada miserable y no pude hacer nada, por lo que es lo mismo que si me hubieras raptado. Eso se llama coerción.

Suspiro sin nada más que hacer y me hundo en el asiento del maravilloso auto. Mi plan es quedarme callada y lucir furiosa hasta llegar a algún punto en el que pueda lanzarme fuera del auto, pero estoy tan cansada como para fingir o hacer una hazaña de ese tipo.

Desisto, así que para no quedarme dormida, converso con mi abogado secuestrador.

—Así que...abogado.

Colin asiente sin despegar sus ojos del camino. Vamos dejando atrás los árboles de Summerville y poco a poco, a lo lejos, podemos ver las luces de Georgetown, la ciudad más cercana al pueblo. Yo solía vivir allí hace un tiempo, pero por algunas cuestiones de la vida que obviamente no voy a decir ahora porque apenas los conozco, tuve que regresar a casa con mis padres, pero como mis padres trataban de ordenarme qué hacer con mi vida, hui a lo de Janis cuando estaba a punto de dar a luz.

Fue una muy mala decisión si me preguntan.

—Fui el mejor de mi clase, en la Universidad de St. Peter.

— ¡Hey! Yo solía ir allí.

— ¿De verdad?—pregunta sorprendido.

Claro, se sorprende de que la cajera haya estudiado una carrera, pero si, de hecho yo también me sorprendo de haberlo hecho.

—Sep, la peor de mi clase. Estudiaba una especialidad en psicología.

—Y, ¿por qué lo terminaste?

—Supongo que no escuchaste que era la peor de mi clase, pero volveré a repetirlo: era la peor de mi clase, además de que descubrí que odiaba a la gente, la naturaleza y demás cosas vivientes.

—Ah, ya veo—Colin me mira raro—. Descubriste entonces tu verdadera vocación.

— ¡Ajá! Así como tú descubriste al conocerme que la venganza era lo tuyo, "Emily Thorne", ¿o debo llamarte "Amanda Clarke"?

¿Por qué estoy llamándole como personajes ficticios sedientos de venganza? Ah sí, porque eso es Colin. Ya lo recordé.

Al no entender mi referencia, prefiero cambiar el tema por algo menos incómodo...

— ¿Cómo te diste cuenta de que Annabelle te engañaba?

Okay, no cumplí con mi objetivo.

—No tengo ganas de hablar de eso—él contesta cortante.

— ¿Por qué no? Es decir, si me estás obligando a hacer algo por esa razón, creo tener derecho a saber qué fue lo que te hicieron.

Colin, que manejaba a gran velocidad, la baja considerablemente para comenzar su relato el cual resumiré a continuación porque si no dormiré de aburrimiento:

Todo comenzó en sus años universitarios, cuando él y Tom se hicieron grandes amigos. Al parecer eran compañeros de estudios, de tragedias familiares y de borracheras. Incluso hasta se dieron un beso en una fiesta, o al menos eso fue lo que entendí. Juntos vivieron un sinfín de aventuras, como el Quijote y Sancho Panza, como el Avispón Verde y aquel estereotipo de asiático que interpretó Bruce Lee.

En fin, Colin narra todo esto con una sonrisa que no llega a sus ojos, pero lo hace con tanto entusiasmo que pareciera que las cosas no han cambiado entre ambos. Es obvio que lo sigue odiando. Luego, Annabelle "Senos Naturales" aparece en escena en este cuento de camaradería y besos universitarios.

—Ella es una de las mejores amigas de mi hermana. Iban juntas a todas partes e incluso...mi papá pensaba que eran pareja.

— ¿Cómo novias, dices?—pregunto, con genuina curiosidad— ¿Y qué le hacía pensar eso?

—No lo sé—él alza los hombros—. Mi padre era un hombre desquiciado.

—Oh, lo siento mucho...—con tristeza, le doy el pésame solo con una palmadita en la cabeza.

—No, él no ha muerto—aclara—. Digo que era porque se encuentra en tratamiento y está más lúcido que nunca. En fin, como te decía, Annabelle era la sexy amiga de mi hermana, así que en uno de los cumpleaños de Brandy, al fin me decidí a coquetear con ella.

—Qué bella y original historia de amor, en verdad, pero eso no fue lo que te pregunté.

—¿Me dejarás terminar?—le hago un ademán con la mano para que continúe—Conforme pasaban las citas con Annabelle, yo sentía cierta hostilidad por parte de Tom. Pensaba que eran celos, porque no pasábamos tanto tiempo juntos como antes y yo trataba de partirme en dos para no descuidar a ninguno. Annabelle era mi novia, pero Tom era mi mejor amigo, así que cuando le propuse matrimonio unos años después, el primero en poner el grito en el cielo, fue él.

—No quería perder a su mejor amigo—afirmo, tratando de sonar profesional, pero ni yo misma me la creo.

Esa es una de las razones por las que dejé la universidad. ¿Quién podría creer que yo podría ser terapeuta?

—Pensé lo mismo en un principio, aunque luego de que descubrí el engaño, pude ver cosas que no había visto antes.

— ¿Eso tenía que ver con que Annabelle era una zorra?

—Bueno, además de eso...—suelta una carcajada—que Tom era en realidad un envidioso y manipulador hijo de puta.

Cuando dice eso, los ojos de Colin parecen salirse de sus órbitas, y sus orejas se ponen coloradas.

—¿Cómo es posible que no lo supieras antes? Pareces un tipo inteligente, además ¡eres abogado! Nada se les escapa a esos idiotas.

—Dejando tu insulto de lado, debo confesar que soy alguien muy confiado.

— ¡Ni me lo digas! Nos conocemos de hace unas horas, me subes a tu auto, conduciendo en una carretera oscura y solitaria. Yo puedo ser una asesina en serie, ¿sabes? Puedo cortarte en partecitas, llevarme este cacharro y venderlo en la frontera de México antes de que puedas decir pio.

—Sí, claro, y vas a matarme con pimienta...

—Pues podría hacerlo si quisiera...—no, realmente no—Pero ese no es el punto. Ahora, ¡continúa!

—Nunca me di cuenta de que Tom deseaba todas las cosas que yo tenía: mi trabajo, mi ropa, mis autos y hasta mi esposa. Pero sólo consiguió lo primero y lo último.

— ¿Lo cual fue...?

— ¡Mi trabajo y mi esposa! Dios, no me estás poniendo atención...—responde, como si se tratara de una cuestión básica para ganar un concurso—. Como sea, cuando descubrí el engaño, me volví loco y dejé mi trabajo de la manera más vergonzosa posible, lo que Tom aprovechó para subir de puesto y quedarse con mi mujer.

En ese momento, recuerdo mi primera conversación con Colin: "Fue la segunda peor vergüenza de mi vida", había dicho refiriéndose a su incidente masturbatorio con Britney Spears. Ésta era su pena más grande, y se notaba de inmediato por las perlas de sudor en su frente, y el cambio en su voz.

—Ahora, lo que querías saber: me enteré del engaño gracias al chico del correo. ¿Cómo lo sabía él? Ni idea, pero no era el único que estaba al tanto. Mi jefe, mis compañeras y hasta mi hermana lo sabían.

—¡Kaboom! —digo, sin saber realmente porqué lo he hecho.

—Annabelle no lo negó ni trató de evitar la separación, y cuando reaccioné, ella había sacado mis cosas de la casa, Tom las de mi oficina. Las enviaron a mi cabaña de Summerville, en donde inicié una adicción a los carbohidratos, los cigarrillos y a todas las temporadas disponibles de Grey's Anatomy. Fin.

La conversación se ha tornado triste—y gay de por lo de Grey's Anatomy—, pero aun así no puedo evitar sentir pena por Colin. Se ve tan bueno, y no sólo en el sentido físico, si saben a lo que me refiero.

— ¿Hace cuánto que pasó esto?—pregunto.

—Casi cuatro meses—él detiene el auto, en la entrada de un fraccionamiento muy lujoso—. Igual, si no estaba preparado para ser padre antes, mucho menos ahora que lo más probable es que el bebé no sea mío.

Sé que es lo último que Colin dirá al respecto. En cuanto ha mencionado al bebé, su rostro mostró un aspecto lúgubre que lo hace irreconocible. Más viejo y feo, lo cual pudiera parecer imposible.

—Llegamos—es lo único que dice.

Saca los bates de la cajuela del auto y camina calle abajo. Paramos afuera de una casa enorme, con un jardín precioso. La fachada, pintada de blanco junto con las cortinas color melón, son de un gusto exquisito. Una típica casa de los suburbios, con un fabuloso auto de colección color rojo sangre; nuestro objetivo.

Colin toma uno de los bates, y me entrega uno.

—Hey, ¡espera! Tengo que decirte algo...—lo tomo de los hombros, ¡y qué hombros!—. Yo soy mentalmente inestable cuando fumo hierba, y veo mucha televisión, así que lo que pude haber dicho antes, olvídalo. No me hagas caso y regresemos al pueblo; conozco un bar genial en donde podemos tomar algo. ¡Si quieres yo invito! Solo debemos ignorar a ciertos hombres que por desgracia conozco, pero eso es todo.

—Wow—dice, sin sorprenderse—Eso es genial, pero de verdad, tengo que hacer esto.

—No cometas una locura, hombre—le suplico en el jardín—. Debes actuar de acuerdo a la situación.

— ¿Y tú qué harías en mi lugar, Marley?

Buena pregunta.

Repaso en mi mente la historia de Colin, y de hecho, me invento una escena en la cual, él encuentra a Annabelle y a Tom teniendo sexo salvaje en su oficina. Papeles tirados en el piso, junto a cientos de condones usados, una cámara de video grabándolo todo...

—Yo, probablemente haría una carta y... —suelto para dejarme de imaginar más cosas.

Pero antes de decir mi respuesta, me percato de un detalle que me parece lo más cínico de la situación. En el buzón del correo, perfectamente rotulado en letras cursivas, se puede leer "Familia Carter". ¡Los desgraciados tenían el descaro de vivir en la casa de Colin! La ira recorre mi cuerpo, sobre todo porque también recuerdo todas esas ocasiones en las cuales las personas me tomaron el pelo y yo no dije absolutamente nada. En las que jamás dije no y por lo cual yo sigo estancada en Summerville, viviendo una vida en la que honestamente, no soy feliz.

— ¿Sabes qué? Ese Corvette debe morir—es lo único que respondo.

—Sí, de todos modos iba a hacerlo.

Su situación había llegado a un punto de catarsis, tanto para él como para mí, así que sin esperarlo en absoluto, él se acerca a mí y deja caer el bate para abrazarme. Me aprieta fuerte, y yo se lo devuelvo con el mismo entusiasmo. Esta parece el final de una reunión de Perdedores Anónimos.

—Gracias, Marley—se suelta, y me mira a los ojos.

La mirada de gato aparece nuevamente en su rostro. El enojo de hacía un rato se sentía disuelto.

—De nada—suspiro, pero no de alivio—. Igual no has cambiado de opinión, ¿verdad?

—Nop, ni un segundo—él me sonríe, toma de nuevo el bate y se acerca lo más que puede al auto— ¡Esta va por ti, Caja Tres!

—Por la puta, ¡que es la cuatro!—le grito desesperada.

—Lo sé, es solo que me gusta hacerte enojar—me saca la lengua—. Luces tan adorable cuando arrugas la nariz.

El primer batazo suena en el cofre, que se hunde al menor toque con la madera; es un auto caro, pero muy frágil si me lo preguntan. La alarma suena de inmediato, haciendo que otras alarmas de los autos vecinos comiencen a sonar también; los perros comienza a aullar, Colin a cantar de alegría y yo estoy que me muero porque me trague la tierra.

¿Cómo pude llevarlo a esto?

¡¿CÓMO?!

Las luces del hogar se encienden, y alguien se asoma por la ventana.

— ¡¿Qué le haces a mi bebé?!—Grita una voz ronca, que sale de la casa— ¡Dios mío, qué alguien detenga esta masacre!

Por el tono urgente, sé que tiene que ser el dueño del auto, pero su imagen no es lo que realmente me esperaba.

—Tú eres Tom, ¿cierto?—pregunto, a un tipo que no tiene nada que ver con el abusador que me había imaginado.

Este tiene cara de niño bueno, ojo azul mediocre y pijama de lana. Nada parecido al doble de Colin con dos penes.

Tom no hace nada para evitar los destrozos. Solo se toma el cabello, y parece que lo quiere arrancar de raíz. De no ser por su voz, pensaría que él es realidad uno de esos blandengues que fueron abusados en la escuela. ¿Cómo es posible que alguien así, le haya robado la esposa a Colin? El mundo se irá a la mierda pronto. Lo sé por cuestiones como esta.

El tipo tiene la facha de manipulador, justo como lo había dicho Colin. Lo odié tanto desde el primer momento, que hasta deseo que pague su traición con el alto deducible de impuestos del seguro de su auto.

Detrás de él, Annabelle, con una barriga enorme y muchos kilos de más—la mayoría de ellos, acumulados en sus senos—, mira alarmada mientras su esposo destroza el auto de su amante en la que antes era su casa. La escena sería gran material para "Cuernudos", el programa amarillista de la televisión abierta. Estoy tentada a grabarlo todo con el móvil para hacerme una celebridad del internet, conseguir patrocinios, que me hagan una canción y todo eso.

—¡¿Cómo puede hacerte esto, Tommy?!—dice Annabelle consolando al mencionado.

¡¿Cómo puede?! Será cínica. ¡Ella engañó a Colin con un marica manipulador! Con esa actitud, me hace querer destrozar yo misma su camioneta, pero naturalmente no lo hago. Además, soy mala y todo, pero no dañaría—directamente—a una infiel embarazada.

—Créanme, esto del auto les saldrá barato—me dirijo a ellos—. El Señor Carter en verdad está pasando por un episodio de ira y tristeza. Ha entrado en una gran depresión, tanto que he recomendado una válvula de escape en este largo y doloroso encuentro con sí mismo.

A lo lejos, Colin ha terminado con el parabrisas, y sigue con los vidrios laterales. Tiene el rostro y las orejas rojas, justo como el auto que hace mierda. Los vecinos comienzan a salir para ver el espectáculo.

— ¡Aquí no pasa nada! —dice Tom, tratando de lucir sereno ante los demás.

— ¡Maldito Tom, te odio con todas mis fuerzas!—grita, mientras muele a batazos los espejos laterales— ¡Annabelle, eres una golfa!, ¡Siempre odié tu cabello, rubia tetona!

—Como dije, es un episodio de ira—digo, aclarándome la voz.

— ¿Y tú eres...?—pregunta Tom, saliendo del shock un momento.

—Summer Breeze, su terapeuta—me presento ante Tom, y le doy la mano—. Por cierto, el Señor Carter tiene un maravilloso seguro contra daños a terceros. Es un dato que puede interesarles.

—¿"Summer Breeze"?—curiosa, Annabelle duda de mi falso nombre y luego, mira mi uniforme del almacén—Pero, esa placa dice que te llamas Marley Benson.

Mierda.

—¡¡CORRE!!—suelto la mano de Tom, y me apresuro hacía Colin.

Lo tomo de la cintura y lo jalo, y él, al ver que la situación claramente se ha salido de su control, lanza el bate para correr junto a mí. Lo más estúpido de todo, es que el bate cae con toda la fuerza de Colin en pleno parabrisas de la camioneta Audi de Annabelle, rompiendo el vidrio en pedacitos. Ella lanza un sonoro grito de horror.

— ¡Estamos a mano, idiotas!—grita Colin, mientras tomo su mano para que avance como si lo persiguiera el mismísimo demonio.

El sonido de una sirena nos hace correr más rápido aún, y damos la vuelta a la calle, lanzándonos hacía el frondoso arbusto en un jardín vecino. Colin está que se parte de la risa.

— ¡Debiste haberlo visto todo!

—De hecho, estuve ahí por si no lo recuerdas...—contesto con ironía.

Las sirenas de la patrulla resuenan a lo largo de la calle. Hago una señal con mi dedo índice para que Colin se calle de una vez por todas. Luego de unos minutos, finalmente él se detiene al igual que las sirenas, que se alejan poco a poco. La policía pasa sin vernos. Suspiro aliviada, y hasta ese momento, el estrés se apodera de mi cuerpo.

—Yo ni siquiera te conozco—le digo tomándolo de la solapa, recuperando la respiración—. Eras mi mejor cliente: el más amable, el más educado, el más lindo, pero solo eso. ¿Cómo me he dejado llevar hasta este punto?

— ¿Te has dejado llevar?—no puede controlar su respiración, debe ser por el cigarro—No, no. Al contrario, yo me he dejado llevar por ti—me señala, poniendo un dedo sobre mí.

—¡¿Por mí?! Por favor, no digas eso cuando estemos en la Corte frente al juez.

La policía sigue rondando las calles, pero se escuchan ya muy lejos por lo que decido tirarme en el pasto a esperar que se vayan definitivamente. Miro mi reloj, ya pasan de las tres de la mañana. Esta venganza ha tomado más tiempo del que había estimado.

—Gracias a ti he hecho la mejor estupidez de mi vida—dice él, y luego de que parece pensarlo mejor— ¡Vaya que ha sido estúpido! El deducible y la multa me saldrán carísimo.

—Ya no lo repitas, por favor—pongo las manos en mi rostro, para cubrirme de la vergüenza.

—Igual es una noche para recordar—dice Colin mientras enciende un cigarro de mota.

Lo que nos faltaba: fumar hierba en un espacio público después de cometer un crimen. ¿Qué es esto: una ciudad de mala muerte?

— ¡Hey! —le quito el cigarro y lo lanzo al suelo—Tira esa mierda si no quieres que también nos arresten por posesión. ¿Acaso no eres abogado? ¿O eres de esos que compraron su título sin estudiar o algo así?

—Tranquila, conozco gente que conoce a otra gente, que conoce a otra gente, que quizás hagan que no nos levanten cargos por nada de esto—a tientas, Colin busca el cigarro hasta encontrarlo y me lo extiende—¿Me harías el honor? —dice, poniendo los ojos bien grandes como un gato que acaba de joder todos tus muebles y quiere que le acaricies la barriga después de todo.

Maldito sea todo él; solo le falta maullar.

—Enciéndelo ya.

El humo nos rodea en ese pequeño rincón, y no puedo hacer otra cosa más que cerrar los ojos y relajarme después de todo este lio, mientras el sonido de las sirenas desaparece al fin, pero:

—Entonces, ¿dónde dices queda ese bar genial? Tanto destrozo me dio mucha sed—dice Colin, esbozando una sonrisa.

—En el Centro de Summerville.

—Perfecto, nos vamos para allá—se levanta—Por cierto, ¿por qué debemos evitar a esos hombres?

—No quieres saber...—respondo sin muchas fuerzas.

—Oh, sí quiero saberlo—dice él lanzando una nube de humo, y sonriendo después, ansioso por toda la información indiscreta que espera que yo le suelte.

De nuevo, el minino ha dicho miau y yo, como es obvio, sigo sin saber decir no. Mucho menos a alguien como Colin Carter.

N/A: Gracias por leer! Proximamente un capítulo nuevo y actualizado. Si te gustó no dudes en comentarlo, votarlo, agregarlo a tus reading list y compartirlo con alguien.

Ale ;)

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