Capítulo 7
MENTIRAS COBARDES.
Mi actitud en los siguientes días es de lo más infantil y escurridiza, con mentiras incluidas que me permiten seguir adelante. He contado un par de ellas, por supuesto, no puedo cortar todo vínculo con Andrew en Mánchester sin hacerlo también con mi madre.
Solución: «estaré en la biblioteca con el teléfono apagado, mejor te llamo yo».
De ahí lo de infantil, claro. Lo de cobarde podrás adivinarlo por la estúpida ocurrencia en sí, no tengo cojones para encender el móvil y darle la cara tras su mensaje, ahora que he descubierto la auténtica cara de Javi que me gusta.
Nuestras miradas, cuando al fin coincidimos en casa de Esperanza, no necesitaron de diálogo, una sonrisa fue suficiente. Nuestro rollo ha cambiado, es más juguetón. A mí me gusta ahora sentirme observada, y a él le pone que yo le devuelva las miradas.
Una semana que he de reconocer, nos hemos buscado cada día.
Cuando no me ha llevado al trabajo, para robarme caricias de despedida en el taxi, me ha invitado al cigarro del balcón, y eso que yo no fumo, para besarme tras las cortinas. Es tan excitante meternos mano y besarnos a escondidas que no hemos tenido la necesidad de volver a llegar al final.
Llámalo comportamiento de los dieciséis años que teníamos pendiente.
Acabada la cena de hoy domingo, Javi sonríe sin que nadie más lo note. Supongo que lo veo porque estoy enfrente, aparte de que no he dejado de mirarlo durante todo el tiempo.
—¿Te quedas a dormir, Elena? —pregunta con una ceja levantada y un mordisco en el labio inferior.
La madre que lo parió.
«No es ningún reproche, Esperanza, no te enfades conmigo. Es que el cachondo de tu hijo quiere follar esta noche, se lo veo en los ojos, y yo no estoy menos cachonda por ello, y encima tendré que controlarme por ti y por mi hija».
Le doy por debajo de la mesa una patada en la espinilla, pero él, más veloz, me coge la pierna, riendo abiertamente.
Mi hija, que ayudaba a su abuela en la cocina, viene al salón corriendo. Me abraza, contenta por la petición de su tío Javi, para pedirme a mí al oído que no sea tonta y diga que sí. Cada vez me siento más culpable de no tenerla a tiempo completo, Natalia ha crecido y necesita estar más a mi lado.
Por lo pronto hoy no le diré que no a mi hija. Con un guiño de ojo tampoco se lo digo a Javi.
—Me quedo si Natalia y yo dormimos en tu cama.
Él ríe a carcajadas, aun sabiendo que no tendrá sexo, y Natalia aplaude de alegría. Yo los miro a ambos sonriendo, ¡qué fácil ha sido hacerles felices! Esperanza, que ha aparecido por detrás de mí, me aprieta el hombro con cariño y asiente en silencio.
¡Ay, madre, que me estoy metiendo en un lío! Somos ya muchos en esta relación.
El lunes a las cuatro de la tarde, regreso a casa de la facultad con la intención de picar algo antes de recoger a Natalia de su clase de inglés. Tanta biblioteca me da hambre y es la hora perfecta para comer algo con mucha pringue, con mucha mayonesa. Y la hora perfecta para pillar a mi madre en su casa porque no perdona su siesta española.
Mientras me como el sándwich, pienso si debo contarle de Javi. A lo mejor así lo hago realidad no solo para mí, sino para otros también, y puedo admitir que llevo una semana agarrándome a una buena opción de ser feliz.
Le daré una alegría. Hoy no necesito su consuelo, sino su apoyo para que comparta conmigo mi decisión.
Lo tengo todo pensando. Primero le hablaré de las vacaciones de Navidad, para las que queda menos de un mes, y terminaré con un: «lo siento mamá pero este año en tu casa seremos tres».
Eso dará pie a nombrar a Javi y el momento que atravesamos, juntos. No tendré que fingir, la sonrisa no creo que la pierda mientras le hablo.
Tecleo, y espero a que me conteste.
Y si creí que la sonrisa no desaparecería de mi boca, estaba equivocada.
Al oír que contesta Andrew mi cara se contrae en una mueca seria. De dolor más bien diría yo, por lo que siento a continuación en el estómago. ¿Qué hace él en casa de mi madre?
—Hello, Andy speaking —insiste—. May I ask who is calling?
¿Cómo le digo que llamo yo si no creo que me salga la voz si quiera?
—¿Está Lucía? —No me molesto en hablar en inglés, total llamo para hablar con mi madre y hasta la última llamada, hace solo un par de días, todavía era española, como yo.
—¿Tienes que poner tanta distancia conmigo, que preguntas por Lucía y no por tu madre?
Esperaba que no me reconociera la voz después de dos meses, y con solo dos palabras, pero parece que Andrew tiene una memoria muy buena en lo que a mí se refiere.
—Andrew, yo...
—Enseguida la aviso. No vaya a ser que te dé por hablar conmigo.
Hostia, ¿qué me pasa? Me ha dejado con la palabra en la boca y no puedo enfadarme. Al contrario, me entran ganas de llorar. Si mi madre no se pone al teléfono en un minuto, cuelgo, no puedo soportar el nudo de la garganta. Necesito llorar para deshacerlo y que pueda volver a respirar.
—¡Hola, cariño! ¿Cómo estás?
—Bien. —Mentir a distancia se me da fatal, no puedo engañar con mis ojos o mi teatro, y tengo que poner todo el énfasis en el tono de voz. No lo consigo. Mi madre no se lo cree.
—A ver, hija, ¿otra vez?, mira que no aprendes, ¿cómo se llama ese desgraciado que te tiene así?
Sonrío, adoro a mi madre.
—Javier. —Decirle Andrew no estaría bien, cuando el propio desgraciado está tan cerca de ella.
¿No es lo que quería desde un principio, nombrarle a Javi? Perdona, pero ya no lo veo tan buena idea como antes.
—¡Qué coincidencia, hija, como tu cuñado!
—Es que es mi cuñado.
Puedo ver a mi madre ponerse de pie si estaba sentada, o caerse de culo si estaba de pie. El caso es que mis palabras no la dejan indiferente.
—Pero la buena noticia es que no te llamo por una ruptura, mamá, sino para contarte lo bien que me va con él.
—No me seas ridícula, Elena, ¿cómo te va a venir bien liarte con tu cuñado? Hija, lo siento, pero se te ha ido definitivamente la cabeza. Seguro que la amargada esa de tu suegra tiene algo que ver.
—Esperanza no sabe nada de esto. Y no la llames amargada, eso solo se lo puedo decir yo.
—¿Por qué no vienes unos días a Mánchester y te despejas un poco?
Ella lo arregla todo así,“vente, vamos de compras, a la pelu, nos tomamos algo y olvidas lo que te tiene así” .
—Porque no tengo nada de lo que despejarme, mamá, esto no es como cuando no puedo estudiar y me preparas una tila, o un cubata. Te hablo de mi relación con Javi.
—¡Qué relación, ni que leches, Elena, no me toques las narices, que estoy muy lejos y no puedo darte una hostia! ¿Qué te ha empujado a sus brazos ahora, precisamente?
«Especifiquemos, mamá. Qué no, quién».
¡Mira tú que gracia!, solo tiene que echar un vistazo a su lado y ver al Guapo, que por culpa de su sonrisa, sus palabras y sus besos, estoy en este puto lío.
«Porque me he enamorado de un hombre casado al que no debería ni mirar, del que no consigo olvidarme. Tú mejor que nadie para entenderme, mamá»
Abro los ojos al darme cuenta de lo que he pensado. De lo que mi error con Andrew ha provocado con Javi.
Y el dolor, la pena y las ganas de llorar se evaporan dando lugar a un cabreo monumental, porque ese hombre le pertenece a otra. Porque no tengo la mínima esperanza con él y yo he jugado como una cerda sin corazón con la esperanza de Javi.
—¿Por qué tiene que haber otro motivo para estar con Javi, que no sea buscar mi felicidad, mamá?
—Porque no me lo creo, hija, ¿eres la única que no lo ve?
—¿El qué?
—Javi está enamorado de ti desde el primer día y ¿de repente tú abres los ojos?, perdóname si veo algo raro en todo eso.
—No hay otro motivo, no lo hay. De verdad. Ha sido nuestro momento y ya está —le repito, para repetírmelo a mí misma. Para que mi Karma se entere y deje de joderme.
—Elena...
—No, mamá, no hay nada raro en mi relación con Javi.
Y le cuelgo el teléfono.
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Hasta que lo admite👏🏼, aunque los demás ya lo sabíamos ¿no? 😜
Ha costado que se entere, pero mira, tiene páginas por delante para remediarlo, jajajaja, ¿estás con Elena?, ¿sigues con ella?
¿Qué nueva mentira nos contará ahora? 🤔
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