Capítulo 6 B
MENTIRAS PASADAS, MENTIRAS PRESENTES.
Sigo en casa de Esperanza, no tuve el valor de mirar a Natalia a la cara y decirle que me marchaba, mientras ella buscaba emocionada la película que veríamos en su habitación antes de dormir.
No he prestado atención a nada, aunque no creo que Natalia me haga un examen de la peli cuando ella tampoco ha llegado a la primera media hora despierta.
Tras apagar la tele, me levanto despacio de la cama porque no quiero despertarla. Tengo en su armario ropa que alguna vez he usado aquí y me la pongo para poder dormir algo más cómoda. Pero cuando vuelvo a la cama, ya en chándal, Natalia la ocupa completamente.
No puedo despertarla. Así que me siento en la silla del escritorio a tontear con el móvil, hasta que vea que me deja un huequito de la cama, en el que quepa, y corra a meterme en él. Ni loca voy al dormitorio de Javi, así él siga fuera de casa, dos horas después de haber dado ese portazo.
Mi guarreo con el móvil se concentra solo en WhatsApp, no tengo otra red social. Es por un simple cálculo proporcional de tiempo y calidad de las relaciones personales que me gusta mantener. Y elijo WhatsApp por la identificación y bloqueo de mis contactos, paso de solicitudes de amistad.
Mando primero mensajes a Ruth, quiero saber qué cagada se le ha ocurrido recientemente a Jota, para reírme con ella. Luego hablo en el chat de mis compis de piso para seguir riendo más, se creen que no he vuelto a casa porque estoy en la de algún tío bueno y quieren detalles, que obviamente yo me invento para hacer más picante mi falta de relaciones últimamente. También me pongo seria, no creas que todo es tan superficial, me gusta participar en varios chats de clase, con enigmas y retos matemáticos que resolvemos en el menor tiempo posible, propuestos previamente por alguno de nosotros.
Tengo que estar muy aburrida, porque no pensé que llegase hasta conversaciones de hace semanas en el listado de llamadas.
Entonces, veo la foto de estado de Andrew junto al bloqueo de su contacto.
La ha cambiado, es una imagen de él mismo. Más guapo si cabe, sonriendo. Hace semanas no era más que el nombre de su Organizadora de eventos, hoy es su rostro en un selfie. Una foto en blanco y negro, en la que se puede apreciar más el tono claro de su cabello.
Entro al chat y lo desbloqueo. No tiene visible si está en línea. Sus últimos mensajes duelen como si los leyese por primera vez.
Y me remonto a dos días antes de esos.
El mensaje que acabó en una llamada y la llamada que acabó en un billete de avión para venir a verme.
De lo que hace, exactamente, cuarenta y siete días según la fecha que marca nuestra conversación.
Las manos me tiemblan cuando comienzo a escribir, pero tampoco es que esté a punto de tirar el móvil. Controlo bien la situación y pongo:
“¿Puedes hablar?”
Lo borro, no tiene sentido.
A las once de la noche que son en Mánchester si me dice que no, es que estará con Camille. Si por el contrario la respuesta es un sí, ¿qué le digo después?, “¿saluda a Camille de mi parte?”
Me froto la cara, desesperada, no soy buena hablando, y mucho menos escribiendo algo que no sean números, fórmulas y gráficos. Pero quiero hacerlo.
Lo intento de nuevo.
“¿Estás solo?, ¿puedes hablar?”
Lo siento, no puedo dejar de pensar en ella. Camille es su mujer, no es tan absurdo pensar que ambos pueden estar a punto de cenar y tengan el teléfono apagado, que estén en la cama y no quieran interrupciones para follar, o que no lo oigan porque vayan a tirarse, juntos, de un jodido puente en el centro de Mánchester.
“No sé si estás solo, o quizás no te pillo en el mejor momento, pero me gustaría hablar contigo. Puedes llamarme si quieres, yo sí estoy sola”
Lo borro de nuevo. Demasiado recalco ya la palabra soledad, hace el mensaje más patético, aunque ya lo es de por sí mismo cuando le pido que me llame.
Un por favor adornándolo al final, y la que se tira de un puente, luego, soy yo.
Además que no puedo hablar con él con Natalia delante, no descolgaría si me llama.
“Necesito saber de ti, mi memoria no te olvida”
En un mensaje es mucho más fácil decir la verdad, mostrarte sincera. Nadie te ve y puedes poner algún que otro emoticono para desdramatizarlo. Incluso volverlo a borrar después de leer lo mal que suena en tu cabeza lo gilipollas, infantil y llorona que eres al necesitarlo.
¡Pero nunca, nunca, darle a enviar como acabo de hacer yo!
Empiezo a ponerme nerviosa, es solo un mensaje, ¿qué puede pasar?, ¿que lo lea su mujer?
Por un segundo me permito ser cruel, que ella lo sepa hará que peleen. Se me escapa una sonrisa que contengo de inmediato. Mes y medio ha pasado ya y Andrew no se ha puesto en contacto conmigo, eso quiere decir que está mejor con ella de lo que yo pueda pensar, que ya no significo nada para él.
Y yo no quiero ser quien acabe con su pareja.
Pero cuando le doy a eliminar el mensaje, entra el suyo.
“Te he echado de menos”
Doy un bote en la silla para ponerme de pie.
Me invade un absurdo temor y apago el móvil, lo dejo sobre el escritorio, como si me quemase en la mano. No puede ser cierto, Andrew no está de nuevo pensando en mí.
Miro a mi hija, a la que no diviso del todo por la oscuridad. No se mueve, sigue dormida y no se ha enterado de nada, claro que ahora mismo no apuesto por ello cuando el corazón me late a mil por hora y puede ser capaz de oír el eco de mis latidos en el silencio de la habitación.
Yo lo hago, me oigo exaltada.
Me gustaría salir de aquí, me asfixio.
Hace rato que oí a Esperanza y a Joaquín entrar a su dormitorio y no tendría que darles explicaciones por querer que me dé el aire, después de todo el piso no es muy grande, lo entenderán.
En silencio, y de puntillas, atravieso el pasillo para llegar a la cocina. Que Andrew acelera mi pulso, en persona o en imaginación, está claro, no voy a poder dormir. Y como no pienso darme al vino de cocinar a las dos de la mañana, ni mucho menos, me conformo con una tilita.
Y buscándola estoy, cuando la cerradura suena en la puerta de la calle.
Esto me tenía que pasar tarde o temprano. Creo que mis mentiras hacen que mi Karma se despierte de madrugada y me joda de esta manera, con situaciones comprometidas como pago por ellas.
Yo casi traumatizada por el mensaje de Andrew, y Javi viéndome así, con la bolsita de tila en la mano.
—¿Estás nerviosa? —pregunta riendo abiertamente.
—Estudiando. Y tú ¿estás borracho? —contesto seria, porque ya me ha llegado el olor.
—Todavía no. ¿Estudias a estas horas?
—Lo intento. —El microondas suena, el agua está lista. Salvada. Me giro a coger la taza—. Por mí no te cortes, sigue, hay tinto en la nevera, aunque yo que tú miraba mejor en el botiquín.
Javi se ríe sin importarle despertar a todos en la casa. Entra a la cocina y se apoya en la encimera, justo a mi lado.
—Nunca me acostumbraré a tus giros de conversación, Elena. Crees que las acabas tú, pero solo encabronas a la otra persona cuando la deja a medias —me dice apuntándome con un dedo—. Y un día, preciosa, te harán meter la lengua por el…
Cuando su dedo alcanza mi hombro en la amenaza, toca también un músculo de mi brazo que hace que la mano me salga disparada a su cara y le dé una sonora hostia.
Javi se palpa la cara, pero no deja de sonreír.
—También puedo terminarlas así si lo prefieres —le digo para que no siga desafiándome.
—Hombre, como preferir prefiero ser yo quien te meta la lengua por el…
¿Pero es que no se va a callar? Le doy en la otra cara, la que no se acaricia.
Javi ya no sonríe. Me mira muy serio, el mentón se le cuadra. Me parece oír los huesos de su mandíbula crujir.
—¿Cómo vas a acabar esta conversación, Elena? ¿Volverás a reírte de lo que siento por ti?
No pienso con claridad. No lo hago.
De hacerlo no estaría metiéndole la lengua yo a Javi en la boca.
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Ya, ya, yo me quedé igual cuando lo vi escrito jajaja. Todo en la misma noche, así no la dejo respirar jajaj
Tendría que haber contestado a Andrew 😳, naaaa.... Que así nos perdemos el rollo con Javi😂
Porque ya sabes que hay tema que te quema 💃a que si?
Mira, mira ➡️
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