Capítulo 6 A
MENTIRAS QUE MUEREN.
Hoy domingo todavía no consigo olvidarme de lo ocurrido ayer con Javi, sobre todo, porque anoche descubrí algo nuevo sobre él.
Cuando acosté a Natalia, tuve un arrebato de nostalgia con Rubén. No lo vi extraño después de estar todo el día pensando en la confesión de Javi.
Quise ver nuestras fotos, juntos.
Sentada en el sofá, para no despertar a mi hija en el dormitorio, pasé una a una las imágenes en mi portátil. Cada recuerdo era más bonito, y a la vez más doloroso, que el anterior. Ocho meses que solo fui capaz de ver con una copa en la mano, o dos, porque fueron muchas fotos.
Miré al detalle cada gesto tonto, cada sonrisa rara, cada mirada que compartimos Rubén y yo.
Hasta que una en concreto llamó mi atención, haciéndome llorar. Y no, no fue culpa del alcohol y los recuerdos, sino del propio Javi, que aparecía en ella.
Era del día de mi cumpleaños, el de los diecisiete, la noche en la que Rubén y yo lo hicimos por primera, y única, vez. Estábamos en el río, con una botellona. En la imagen estoy yo recibiendo los regalos de mis amigos, y Javi, que nunca estuvo en la fiesta, aparece con su hermano por detrás.
Como estaba bebiendo y la calidad de la foto tampoco es muy buena que digamos, dudé de lo que en un principio veían mis ojos. Pero la duda se disipó al reconocer el papel de regalo en las manos de Javi. Yo todavía guardo ese papel con las cosas de Rubén, las que un día enseñaré a Natalia cuando tenga su primer novio. O no, porque ahora lo que quiero es tirarlo todo a la basura. Así dejaría de ser una romántica gilipollas a la que su novio mintió.
En la puta foto de mierda, Javi le está dando a su hermano mi regalo de cumpleaños, el que yo creí que Rubén me hizo él mismo.
No, no me excedo en mi cabreo.
Rubén no se lo dejó en su casa y su hermano mayor se lo acercó al río, no te equivoques. Tampoco creo que lo comprase por internet y no llegara a tiempo de dármelo él.
Y una mierda.
Sencillamente, Rubén no se molestó en pensar en mí. Lo supe dos días después, y lo corroboré ayer.
Después de la euforia, del coraje que me dio, acabé llorando cuando recordé que Rubén no me regaló nada ese día, cuando entendí que la música que se grabó en esa memoria jamás lo hizo él. ¡Y yo que me dormí esa noche, después de follar, oyendo Yellow de Coldplay!
Seguí llorando un buen rato, en silencio, no quise que me oyese mi hija o mis compañeras de piso. No podía creerme que Rubén muriese de nuevo para mí.
Pero al recogerlo todo para irme a dormir, agotada y herida, caí como una boba. Fue Javi quien se lo grabó a su hermano. Él fue quien puso su nombre en cada canción, junto al mío, quien, junto a Yellow, me regaló cientos de notas de amor.
Agarro la maleta de Natalia y entramos al ascensor. Ojalá y Javi esté de turno con el taxi, para no verlo hoy. No creo que pueda estar delante suya sin golpearle. Me siento engañada, y a falta de Rubén para reclamarle algo, solo está él como objetivo de mi rabia.
Que no lo vea hoy porque la termino de liar.
Que no lo vea, por favor.
Mi hija llama a la puerta, y no la abre su abuela. Mi Karma me devuelve la hostia en toda la boca, ¿quería no ver a Javi?, pues ahí está, frente a nosotras.
Impresionante, y ocupando el minúsculo pasillo.
Javi nos mira, le sonríe a su sobrina. Sé que es a ella porque yo he puesto mi mejor cara de cabrona al verlo, y no lo creo tan hipócrita que pueda pasarla por alto. Se agacha para coger a Natalia en brazos y girar con ella como tanto les gusta hacer a los dos.
Me dejan pasar y cierro la puerta tras de mí. La cena se me va a atragantar, lo presiento.
Y no por Esperanza, que está feliz de vernos, con risa nerviosa incluida. Vaya por Dios, me va a costar la misma vida hacerle entender que vamos a regresar cada domingo a su casa, que no se asuste.
Después de dejar las cosas de Natalia en su dormitorio, voy a ayudar a la abuela a preparar la cena. Hoy hay pescado, pero Esperanza lo prefiere frito. Solo tengo que darle vueltas en el aceite, mientras ella prepara la ensalada. Mi hija está en el salón con su abuelo, jugando a la Play. No quiero saber que está haciendo Javi, por mí, como si se marcha.
La cena, como me temía, es un monólogo de Natalia. El abuelo ve la tele, Esperanza la mira embelesada y yo mareo mi lechuga sin ganas de levantar la vista, y precisamente como no lo hago, no sé qué coño está haciendo Javi, aunque esté sentado frente a mí.
—Es domingo, ¿por qué no te quedas a dormir hoy, Elena?
Levanto al fin la cara. Javi me mira atentamente, esperando una respuesta. Cruza los dedos de ambas manos por encima de su plato, bajo su mandíbula, y vuelve a decir:
—Puedes quedarte en mi habitación esta vez, hay más espacio —me dice para hacerme pasar un mal rato. Lo adivino por la sonrisita estúpida que me echa para que me acuerde de su cama de matrimonio.
—Sí, anda, mamá, quédate esta noche.
Mi hija desconoce las intenciones de su tío. La pobre. Adopto la misma postura que Javi. Manos sobre el plato, sonrisa estúpida. Hablo con mi hija, pero no dejo de mirarlo a él.
—Habrá que preguntarle primero a tu abuela, cariño.
Bien por mí. Además de no dejarme vacilar por Javi, me apunto una con Esperanza al pedir su permiso. Espero impaciente a que la mujer dé, o no, su aprobación. Si tuviera las manos ocultas en mi regazo, cruzaría los dedos para que dijera que no, que me fuera a mi casa. De pensar en Javi, a mi lado, en su cama…
—Pues claro, hija, puedes dormir aquí.
«¿Qué? No. Esperanza, joder, que hoy no me voy a enfadar contigo si te niegas, no me hagas esto»
—No se hable más —dice Javi al ponerse de pie para recoger su plato—. Elena se queda en mi cuarto, que yo tengo planes para esta noche. —Y lo dice mirándome a los ojos, elevando las cejas de los suyos.
Ya me extrañaba que se arreglase tanto para sentarse a cenar con nosotros.
Me levanto tras él, antes que el resto de la familia termine de cenar, y le sigo a la cocina, donde ya se está fumando un cigarro por la ventana. Me mira sonriendo, consciente de la jugada que me ha hecho.
—No me mires así, ¿pensabas que quería dormir contigo? —me pregunta echando el humo, con esa pose de cretino indiferente.
—¿No es lo que llevas intentando desde hace años, tenerme en tu cama? —No tengo humo que echar por la boca, pero en un claro enfrentamiento saco pecho.
—Si sigues viéndolo de esa manera, es que no has entendido una mierda de lo que te dije ayer.
Mira, esperaba no tener que hacerlo, pero su actitud de chulo, creyéndose más listo que yo, me enerva de manera que necesito dejarlo tirado. Llevo muchas horas, desde que vi la foto, pensando en eso precisamente que me dijo ayer. En su engaño de hace años y en las risas que tuvo que echarse con su hermano a mi costa.
Meto la mano en el bolsillo trasero de mi pantalón vaquero y saco el pen drive que me grabó él mismo.
No Rubén, como me hicieron creer.
Me parece más dramático dar un golpe en la encimera con el cacharro, ojalá y así se parta. Lástima que me sepa ya las canciones de memoria después de tantos años escuchándolas.
—Sí que lo hago, entiendo que os reísteis de mí. —Me acerco a darle un empujón—. Entiendo que no me perdonas que me equivocase de hermano ese día.
Javi mira el corazoncito que he dejado en la encimera. Soy incapaz de adivinar lo que pasa por su mente, no me mira todavía.
—¿No dices nada ahora?
Nada. Sigue callado. El cigarro se consume en el cenicero de la ventana al igual que nuestra conversación.
—No voy a dejar de venir a ver a Esperanza, pero te pediría que sabiendo cuándo lo hago, no estés por aquí.
Regreso al salón, donde mi hija está terminando de cenar y su abuela ya empieza a recoger la mesa, para rechazar amablemente la invitación a dormir.
Cuando de pronto, y cogiéndonos a todos en un susto, se oye la puerta de la calle golpear en su cierre.
Javi se ha ido.
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Sigo en shock😳, mientras lo escribía luchaba por hacer que no se metiesen mano en la cocina jajajaja, ¿Quieres saber si lo he conseguido? 🤔
Pues no te lo pienses, ⭐ y ve al siguiente. Ya sé que pocos se irán 😜
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