¡NO ES MENTIRA!

De repente, detengo el coche junto a mi casa y aparco, y cuando echo el freno de mano, Andrew ya me está mirando.

     —¿Qué ha pasado? ¿Y el hotel?

     —No me gusta ese hotel, Andrew. No me gusta nada.

     —Elena...
   
     —Tampoco tienes por qué dormir cerca del aeropuerto, puedes poner la alarma un rato antes.

     —Supongo que puedo hacerlo, claro —dice él sonriendo.

     —Y si has venido a verme desde tan lejos, no está bien que te deje cenar solo, ¿no crees?, eso diría muy poco a mi favor como anfitriona.

     —Pues sí, sería una grosería de tu parte.

     —Eso mismo estaba pensando yo, que puedo llamar al restaurante para pedirme la noche y...

     —¿Y... ?

     Andrew se quita el cinturón de seguridad, se inclina sobre mí. El corazón me late muy deprisa cuando sus ojos se encuentran con los míos. Admito que esa oscuridad que me envuelve me hace sentir bien, para nada lo despreciable que me debería de sentir en estas circunstancias. Sus labios ya rozan mi cuello, su aliento ya me acalora.

     —...cenar contigo.

     Abro la boca cuando Andrew me besa los labios. Despacio, pidiéndome permiso para invadirme. Recibo su lengua con prisas y me doy un atracón. Tan tierna que es, tan juguetona.

     Tan húmeda que noto que no tardaré en ponerme del mismo modo.

     —Espera —me pide él, nervioso—. Déjame hacerlo bien.

     Lo miro entusiasmada, sonriente. Nada, ahora mismo, puede empañar mi felicidad.

     —¿Quieres cenar conmigo, Elena?

     Estallo en carcajadas y lo abrazo con fuerza. Solo tengo que llamar al restaurante e inventarme algo con mis jefes.

     Nada más poner un pie en el piso me siento extraña. Ha pasado mucho tiempo desde que no subo con un hombre, casi cuatro meses, ¡quién me iba a decir que la próxima vez que lo hiciera lo haría de la mano de un tío casado!

     Todos mis rollos han sido solteros sin compromiso, o al menos así lo creído. Porque supongo que ojos que no abres, hostia que te ahorras, y yo no quería pegármela.

     Creo que a lo máximo que han llegado a estar comprometidos los hombres de mi vida ha sido con sus amigos y los días de fútbol, con las drogas que yo me negaba a tomar o con las horas extras de estudios y trabajo que yo no compartía con ellos. Incluso hubo uno que parecía estar más enamorado de la tele, la play y el móvil, mientras estuvieran encendidos, que de mí, ¿lo peor de este?, que montó su chiringuito ocupacional en mi casa porque su madre no lo dejaba en la suya.

     Echando un vistazo atrás, el compromiso de Andrew con su mujer es el más serio, coherente y formal de todos ellos. Pero para mí también es el menos doloroso, falso y sorprendente, porque lo sé desde el primer día.

     No habrá confusiones al respecto cuando estoy dispuesta y asumo lo que tendremos juntos.

     No termino de cerrar la puerta cuando Andrew comienza a besarme, visto lo cual, la cena vamos a tener que posponerla. Camino enredada en sus labios, él me sigue al dormitorio. Las ganas de tenernos son tales que la ropa va cayendo al suelo por el pasillo.

     La excitación de ambos es indudable. La suya visible en su erección, la mía palpable en mi humedad. Mis manos tocan mucha piel, mi piel recibe muchas caricias.

     Y ya en mi habitación, todo se descontrola, como no ocurrió la primera vez.

     Me quito el resto de prendas y me arrodillo para quitárselas a él. Besando su vientre, su pelvis y su pene. Andrew me pide que pare, que lo deje para después.

     Entre gemidos me ha dicho algo así:

     —Por favor, Elena, dame más tiempo o me correré.

     Se ha sentado en la cama para dejarme arrancarle la ropa interior por los pies. Puedo ver su pecho en una respiración acelerada. Es tal como lo soñé. Incluso el vello rubio que baja por su ombligo se materializa de mi imaginación a la realidad, igual que el de sus piernas delgadas. Tiene el vientre liso sin demasiado musculo, pero lo justo para hacerme enloquecer y besarlo.

     —No saldrás huyendo luego, ¿verdad? —me pregunta sosteniendo su cuerpo sobre los codos.

     —No podría. Hoy es mi casa, y yo sí estoy desnuda —le digo sonriendo, mientras trepo por sus piernas para sentarme encima de él.

     Acerco mi cuerpo al suyo, hasta descansar en su pecho cuando lo tumbo de nuevo. Él levanta su cara para encontrar mi boca.

     —¿Fue eso lo que te pasó?

     Le digo que sí con la cabeza, ahora me explico.

     —Fuiste muy rápido, muy frío. Y yo me esperaba mucho más.

     —No fue por ti, Elena.

     —Pues ya me dirás, porque me hiciste sentir como la o...

     —Schh... —me obliga a callar con un beso para intercambiar posiciones. Queda encima de mí—. No podía dejar que te arrepintieses y te fueras de la habitación, eso fue todo —me dice con un beso que baja por mi cuello, clavícula y pecho—. Creí que podría compensarte con una segunda vez, pero no me diste la oportunidad.

     Acaricio su cara a tiempo de sentirlo dentro. Me encojo por la sorpresa y abro más las piernas para que pueda moverse. A su ritmo, al mío, que parece saber ya cómo lo necesito. Me estimula además con sus dedos y yo beso su boca, sonriendo, dándole mis gemidos.

     —Pero hoy será distinto,

     Ya lo creo. Solo con tenerlo desnudo, piel con piel, ya lo es. El contacto es mayor, la sensibilidad aumenta con el roce de su vientre en mí.

     —Voy a adorarte —me promete con otro beso.

     —¡Joder, Baker! solo por eso ha merecido la pena que me invitases a cenar.

     Andrew se ríe dejándome ver lo guapo que está cuando hace el amor. Aunque no sé si es lo que él está haciendo de verdad conmigo, yo voy a pensar que sí.

     —Eso si te dejo levantar de aquí para comer, porque yo estoy servido    —me dice riendo y metiendo su boca en mi cuello para darme un mordisco.

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Hola🙋🏼‍♀️, deseando estaba ya de verlos así,? Y tu? Sé que es cortito, pero al fin me quito la espinita de Mánchester jajaj👏🏼👏🏼, y al fin Elena se desquita ella jajaja.
     Un día completo que no podría haber acabado mejor😜.

     Pero el día siempre termina.

     Ya sabes qué hacer para que amanezca, ¿continúas? 👍🏼