Capítulo 5 D
NI ERROR, NI MENTIRA.
Al final me parece bien que Natalia no vaya a clase de inglés, la necesito cerca para poder hacer lo correcto, ¡no puedo ir por ahí besando a Andrew a cada instante! Eso dice muy poco de mi negativa a estar con hombres casados, que ni yo misma me tomo en serio ya después de darle dos besos hoy. En realidad él no me ha sacado el tema todavía, pero supongo que en cuanto tenga la oportunidad querrá una explicación a mi inestabilidad sexual.
Por eso, después de lo ocurrido, intento que la conversación entre nosotros sea de lo más normal posible, y para ello meto a Natalia por medio cada vez que puedo. Le pido a ella que le hable a Andrew de sus cosas, y así él no tendrá más remedio que dividir su atención entre nosotras dos.
El fallo de mi maravilloso plan es que me conozco la vida de mi hija de sobra y no me interesa lo que le cuenta a Andrew. Tengo mejor cosa que hacer.
Los ojos se me van detrás de él, mientras la escucha a ella, pasmado.
Fascinada me tiene a mí su sonrisa, esos hoyuelos bajo los ojos, su cuello, el brillo de sus labios, sus manos…
Y paro ya, que sigue mi hija delante.
Después de un café para nosotros y un helado para Natalia, hemos acabado en el parque que hay junto a la casa de Esperanza, en el que mi hija se reúne algunas tardes con sus amigos. Mucha insistencia para pasar la tarde con Andrew y tal como ve a los otros niños somos nosotros quienes la perdemos de vista a ella.
La mocosa nos la ha jugado.
Y ahora que juega con sus amigos y nos ha dejado a solas, yo temo quedarme junto a Andrew en este banco en el que estamos sentados.
—Tienes mucha suerte, lo sabes, ¿verdad? —me dice él, mientras ambos vemos a Natalia subir a los columpios.
Sonrío, Andrew es tan perfecto que no va a mencionar nuestros besos.
—¿Lo dices por la hija que tengo o la personita que es?
Andrew me mira expectante, eso sí, sonriendo.
—¿Es que hay alguna diferencia? —pregunta sin entender.
—Claro que la hay —le digo yo con total naturalidad—. Como hija, es cierto que tuve la suerte, primero, de encontrar a su padre, pero como persona no es casualidad que sea así. Su abuela y yo ya nos encargamos de eso a diario.
—Entonces la afortunada es Natalia. Has hecho un buen trabajo, mami.
—¿Aunque me la deje olvidada en el colegio?
Andrew me echa el brazo por los hombros, riendo.
—Si alguna vez tengo un hijo, solo pido que tenga con su madre la mitad de suerte que Natalia tiene contigo.
No alcanzo a imaginarme la vida sin mi hija, del regalo tan grande que me hizo Rubén con ella, por eso, cuando le escucho hablar de un futuro tan incierto en su matrimonio, porque no ha dicho su nombre, no puedo evitar preguntarle:
—¿Camille no quiere hijos?
Su sonrisa desaparece, ya no me abraza. Apoya los codos en sus rodillas y mira al frente.
—Camille hace tiempo que no quiere lo mismo que yo.
“No me hagas esto, Andrew”.
Estaba mucho mejor sin saber el mal momento que atraviesa su relación, así si me decido a ser algo más para él, solo sería una traición a una mujer que no conozco y por la que no tengo que tener empatía femenina. Prefiero no saber de esa vida común y seguir pensando que todo para ellos es idílico. No debo engañarme con una futura ruptura que me dé esperanzas y lo traiga a mi lado.
Esas nunca llegan a suceder.
Mi padre lo intentó varias veces, y todas ellas mi madre lloraba por no verlo regresar. No quiero eso para mí, que lo sufrí de niña, y mucho menos lo quiero para Natalia ahora que parece que está encariñándose con él.
—Vamos, tío Andy. —Le cojo la mano y lo obligo a levantarse para que demos un paseo—. Un rato más con Natalia y seguro que ya no te parezco tan buena madre cuando le grito.
Llega la hora de irnos cada uno a su lugar. Natalia con su abuela, yo al restaurante y Andrew a… ¿a dónde va él?
He estado tan pendiente de mí, de mi flaqueza con él, que no le he preguntado. De pronto me agobio, no quiero que Andrew se vaya todavía, quiero seguir a su lado.
Pero no. No porque hayamos intercambiado palabras amables, sonrisas bonitas y algo de saliva en nuestros besos soy nadie para retenerlo.
Al salir del parque nos montamos en el coche en silencio, solo habla Natalia. Creo que Andrew tampoco sabe qué decir como inminente despedida entre nosotros.
El trayecto es corto, unas cuatro calles. Consigo aparcar el coche frente al portal, y todos bajamos de él para darle a mi hija un último beso. Hemos quedado en que al final yo podría llevar a Andrew a un hotel si no subo a casa de Esperanza, como siempre hago, para que me dé tiempo de ir al curro después.
Bueno, mi hija lo ha organizado así. Dijo que yo no podía dejarlo ir solo, ¡cómo si en un taxi se pudiera perder el guapo listo que me ha encontrado en España! Ninguno de los dos quisimos darle el disgusto con una negativa y accedimos a su petición.
«En cuanto Andrew desaparezca de nuestros ojos, estaré una semana sin caer en tus chantajes, Natalia, te lo juro».
A falta de tiempo llamo al telefonillo. Le pido a Esperanza que baje a recoger a Natalia, que ella sola no puede subir con su mochila y su maleta. Hoy yo no puedo ayudarla.
Me vale con que piense que es una excusa por lo que pasó ayer y que en realidad no quiero verla. Por mí perfecto, que crea que sigo enfadada.
Así se lo pensará dos veces la próxima vez antes de llevarse a mi hija.
Andrew le da un beso a Natalia y le promete que la llamará. No, la idea no la ha tenido la niña, esta vez la bromita viene del adulto, y sé que lo ha hecho para que yo le coja el móvil y no lo pueda bloquear.
Cuando mi hija consigue despegarse de él y le deja volver al coche, soy yo quien la besa ahora. Yo no le prometeré nada, pero tengo algo que pedirle a cambio. Que no le diga a su abuela que ha faltado a la academia si no quiere alargar su viaje a Eurodisney.
No le mentimos a la abuela, pero así no tendremos que darle explicaciones sobre Andrew.
En cuanto veo que Esperanza se acerca a la puerta del portal le digo a mi hija que corra a darle un beso. Yo solo levanto la mano para decirles adiós y me voy antes de que pueda ver a Andrew en mi coche. No necesito más problemas por hoy.
—¿Y qué?, ¿has visto ya algún hotel de tu agrado? —le digo a Andrew cuando me monto en el coche con él. Me pongo el cinturón de seguridad.
—Estaba mirando opciones. ¿Qué te parece este? —me pregunta mientras me enseña las calidades de uno en su móvil.
—¿Por qué me tiene que gustar a mí?
No he debido de explicarme bien, porque Andrew me mira cortado. Por favor, ¡qué hombre! hasta con esa cara de sinvergüenza avergonzado está irresistible.
—No me refería a eso, Elena, de verdad. No pienses que he estado toda la tarde pensando en este momento a solas. Solo quería tu opinión, por si tú lo conocías.
¿Está nervioso también? No sabe ni dónde poner las manos.
Le sonrío, y arranco el coche para irnos directos hacia allí.
—Bueno, parece que no está tan mal para ser de cuatro estrellas, te pilla cerca el aeropuerto y sobre todo tienes la cena incluida.
—Ves, a eso mismo me refería. ¿A qué, si no? Gracias, por el consejo. —Y Andrew se relaja echando su cabeza hacia atrás en el asiento. Cierra los ojos y yo pierdo un par de segundos en admirar su rostro sereno.
Hace años que conduzco, y hace muchos más que memoricé las calles de la ciudad y por aquí precisamente no se llega al aeropuerto. Más bien, estamos cerca de mi casa. Andrew no lo sabe, pero voy a cometer un gravísimo error. De los nuestros, de los que luego no tendré vida para arrepentirme, pero que será suficiente para recordar durante cada segundo de ella.
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¿Estás pensando lo que yo? Esta mujer va a volverme loca, me encanta!!
Solo por no perderte la cara de Andy, deberías seguir😜... Ya me dirás ⭐
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